lunes, 29 de septiembre de 2008

Escuchar mi Nombre en tu Voz

> Dilecciones 29/29



En la vaguedad, la certidumbre. De entre los tedios diversos, la luz que opaque pupilas y añeje los cuerpos. Si de estos bosques salen lobos, tu nombre. En estos días, tu nombre, tu prosa y poesía, tu nombre. Cada trivial segundo que este mundo nos regale deberá cuidadosamente ser llenado por tu nombre. Sólo tu nombre bastará para entender de cosechas. Tu nombre, tu esencia, tu imagen, tus besos, tu sexo, caricias, alimentos de la mente, de los vientres, de los párpados caídos, de las columnas hinchadas de estupor y regocijo / Allí estará colgado tu nombre: femenino singular de cualquier apellido.

Sólo así, una tarde y muy lejos de aquí, sintiéndote y tomando té, pasaremos lista para legar inventarios a los nuevos amantes. No habrá más métodos, rutinas o calendarios. Sólo nombres estatuarios:

- Lirios: mirados.
- Señorito tiempo, ¡maldito tiempo!: bebido.
- Habitaciones, memorias, ombligos: celadas y cancelado.
- ¿Aliento?: agitado, bien mareado por pitahayas.
- Pasado: enterrado; hemos mudado de nido.
- Sospechas: ya se atacaron, vencimos, “lo siento”.
- Negativos: todos velados; no hubo fotos.
- Mapa celeste: trazado y en ruta.
- ¿Y los vientres?: fueron acalorados; dieron dos hijos.
- Humor: todo el tiempo; hasta nos hicimos de una buhardilla.
- Silencios: escuchados, disfrutados y sin eco.
- Otoño: con una hora y media de menos.
- Y los terrestres ¿resultaron buena gente?: de sobra; sí.
- Ausencia: atesorada, ¡prueba superada!
- Capullos de mariposas: todos recogidos en agosto.
- Noche y vergeles: caminados con perrito.
- Ritmos: aprendidos, peleados sin comas, ¡puro tango!
- Luz: convertida en miel; ganamos la guerra con las abejas.
- Bellas Artes: aprehendidas; incluimos al sexo como la novena.
- ¿Siestas?, ¿eso está de moda?: olvidemos las siestas.
- Templos sagrados: remodelados, limpios; ¡qué más!
- Voz: queda pendiente; sólo se habló de la muerte.
- Palabras sencillas: paz, pan, tú, fin.
- Olfato: arado entre amapolas, se nos volvió adicto el perro.
- Negocios: bien, quizá pudo ser, no sé… no nos quejamos.
- Olores: bien reconocidos, cada detalle, cada especia, cada poro.
- Equipaje: declarado en 277 aduanas.
- Almas de viajeros: afinadas; dispuestas a cosechar la tierra.
- Nombres: conocidos.

...

- Revisa, corazón; qué nos está faltando...
- Vos.
- Cómo que voz.
- ¡Vos!

...

- ¡Hágase entonces la voz!



Wings 11: Rebecca Horn

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domingo, 28 de septiembre de 2008

Afinar las Almas de los Viajeros

> Dilecciones 28/29



Adecua sus oídos, abre un poco su boca perfecta y su mirada se escapa a través de aquella lejana inexistencia… entonces sonríe ligeramente; es ella y sus monocordios, arpegios y sostenidos; ella y sus andanzas musicales de verano que se vuelven sutiles estampas de escarcha en el invierno. Sin duda alguna, escuchar cualquier canción a su lado redimensiona el margen espacial de todos los “contigo”. Es mi dilección predilecta; la que guardo con honradez y limpieza, en mis ojos y en mi lengua. La que le otorgo diariamente y por la que soy sometido a cada una de sus más ocultas benignidades.

Así discurren nuestros meses; yendo y viniendo acompasados bajo pistas enormes donde parejas invisibles bailan valses. Así se adelgazan los segundos; entre licores de ausencia y portentosos ritmos que con do, mi, sol, la, síes nos llenan de fuerza y vigencia. Así se inutilizan las horas empeñosas en los malos sentires y así todos nuestros años se van llenando de abriles. Es de estos modos febriles que la alcanzo, me alimenta, doyle abrazos, me sostiene. No hay mejor manera, así se destruyen las trincheras.

Allá lejos, entonces, la música era ciega: llena, quizá, de valores per sé y primaveras. Antes de conocerla, la música era ciega; tímidos trinos, suaves notas, viejas gestas, conductas reformadas. La música era sorda: se le encontraba en las calles, en las aceras, dando vueltas, mendigando monedas que devolvieran sonidos de metal a su presencia. Era la música, incluso, muda: voz de viento acicalado que en terciopelos moría, tonta letanía que delataba a todas las auroras, pretexto incivil del posmoderno, vacuo ejercicio romántico, producto insensato del destierro.

Hoy cada nota mayor es popular y magnífica; hoy que la conozco, la música es la sustancia: prueba oxigenada del que se desahucia, cúmulo entrometido de la multitud más personal, hallazgo, vida, paz compartida y bienestar. La música es también nostalgia; promesa futurista para mares y marinos, contradicción, elemento, causa y efecto. Ahora es tiempo de gitanos y violines; abran paso a las darbukas y narguiles; dejen que los beats más recatados hallen su armonía por fin en los mambos; ofrézcanle coñac a cada tango y mímense, por amor a su dios, con un poquitín de sabios ariles.

Ya llegó la noche oscura, desde atrás y para siempre, a quedarse rondando mis albas entre cuerdas y flautines. Los espejos me han devuelto la gracia, me han dicho: “canta aunque desafines”. En cada semáforo encuentro el sustento de la musica universalis. Cierro los ojos, alzo la cara al cielo y me aparecen números gigantes que, de guapas formas, se van convirtiendo en diamantes. Cada esfera de mis jornadas y mis tardes y mis treguas es antojo violento de ver estrellas.

Ábrase el telón;
que empiecen a sonar las grandes epopeyas.
Al menos de aquí al 2062,
si acaso alguna vez usted viniera,
sepa de antemano, (apártenos arroz):
la música es más bonita
si la escucho con ella.



Allá: Salva Salom Climent

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sábado, 27 de septiembre de 2008

Declarar el Exceso de Equipaje

> Dilecciones 27/29



Ella se deleita todo el tiempo siendo juiciosa. La mayor parte del día atina a dar un buen comentario sobre los árboles, los papeles, sus hermanos, los pintores, los muebles. Es la hermana mayor, la que tiene el derecho resonante sobre todo lo que a su alrededor se mueva (me refiero, claro está, a lo que no sea hecho con aplomo y no provenga de su esencia preciosa). Siempre que se lo digo se enoja; piensa que se lo externo con sarcasmo. ¿Así actuarán todas las mujeres?, o será, más bien, un gen que detona ciertos espasmos de irritación sin que dependa en lo absoluto del género, la estatura, los detalles. Es un buen dilema: así somos todos, o así es ella.

Yo que la quiero distinguir de los demás, de lo obsoleto, de lo que a golpes se renueva y destruye afuera; en la vida social, en la vida paria de los amuletos y los metros y las muchedumbres, diré (arriesgándome, insisto, a que se enfade) que así es ella: la consejera perfecta, la hermana paradigma, el camino a seguir, la bondad desmedida. Dicho de otro modo: es la tibia tranquilidad que armoniza los males y bienes de mi mundo.

Deberías usar la camisa azul /… / Te va mejor / ¿Sí? / Sí.

Pero no sólo en lo importante, también para lo nimio. También en lo escaso y superfluo es la rebelión de mis sentidos y el elemento justo de equilibrio. Se sabe que Nietzsche describió una mala noche al amor como “un desbordamiento hacia algo ilimitado”; dónde está la tolerancia, el respeto, el desprendimiento del egocentrismo. Ilimitado. ¡Desbordamiento ilimitado!, aquí ya se escondieron los datos cuantificables, apreciables bajo reglas estrictas; ya, por fin, se quedó fuera del juego el amor dialéctico basado en valores, moral y libertad. Peter Ustinov habla del perdón interminable como prueba efectiva de amor. Qué irritante. Cuál es entonces la fórmula apropiada para amarse. Dónde acaba lo puro y empieza el exhibicionismo…

¿O todo es exhibicionismo?

O todo es arte, como opina el señor Fromm; don de algunos pocos; imitación de las grandes mayorías; actuares cotidianos de enfrentamiento y solución; decisión y permiso; tomas y dacas; anhelos y sacrificios; sexo a granel a costa de frivolidad en las cocinas; cuánto me debes; si se lo hizo a él seguro te lo hará a ti; qué horas son éstas de llegar; no sé tú, pero yo me voy a la cama; le faltó sal a esta ensalada; no hubo Coca-Cola pero te traje una Pepsi, mi amor; ¡mira nada más cómo vienes!; “¿te he dicho que con corbata te ves muy guapo?” / Sí, alguna vez... gracias / Deberías usar la camisa azul /… / Te va mejor / ¿Sí? / Sí / Oye, tú crees que tú y yo, no sé, podamos un día, quizá, si tú quieres claro está… / Sí.

¿... y si ni siquiera existe el amor?, ¿Y si se trata de una necia producción en serie de nuestro miedo a morir solos?, ¿y si sí había Coca pero por molestar me trajo una Pepsi Light?

Sería una hecatombe; sería la catársis más

/...

Insisto; no sólo es consecuente, también es sensata; y en eso encuentra deleite todo el tiempo, y en todos los puntos de encuentro.



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viernes, 26 de septiembre de 2008

Reconocer dos Olores en Campos Agrestes

> Dilecciones 26/29



Toda hierba aromática es particularmente perfumada y sabrosa en estado fresco. Es en él, en el estado más fresco, que nuestro amor debe engullirse. Nuestro amor es hierba fresca, aunque a los ojos de la gente, carezca de aroma y belleza. Un tormento es el designio para echar vapor al suelo y sacudir de entre la tierra vasta nuestro sueño. Pertenencia y conversión sin más remedio.

Como el agua, tomada en arrebato por el dios pagano de los truenos, salió de entre los musgos, cierta noche, una doncella con su cara llena de postales y lunares y duraznos y botellas de vidrio azul, pidiéndome esencias, vinagres, especias. Platiqué con ella, me hice luz, se hizo mujer y otra vez, cada quién en su estrella. Dos caminos paralelos, una sola querella.

Lo que pasa, en realidad, es que me había faltado cocinar con ella (¡malditas malas rimas que no dejan huella!). Un día se me quedaron quietos los habitantes del mar: los caracoles, centollas, pulpos, la langosta, el calamar. Quisimos hacerla de gourmandise y no nos faltó el talento ni nos sobró el regaliz.

Llegó buscando romero; gentil caballero de la nariz más austera. “Te lo cambio por laurel” / Debe de ser romero / Por qué "debe de ser"; nada debe de ser / Debe de ser romero y debes de tener romero guardado y fresco en un rinconcito lejano / No tengo romero pero hay heno griego / ¿Todavía conservas los granos de anís? / Todavía los tengo, mi querida adormilera / ¿Y tomillo salsero, casmary, ají? / El ají es el peor veneno; a mí me gusta el coriandro, por hierba buena, por ser de potrero / Sasafrás y mostaza… eso iría muy bien con el arens / Una tarde te preparé un frappé con esencia de almendra y nuez / Que si lo recuerdo; me intoxiqué / No te intoxicaste por la esencia, fue más bien por el jerez / ¿Has probado el mango en polvo con galanga y aguamiel? / No sé qué es la galanga, mujer / Es como el jengibre, sólo que blanca y sin piel / Te recuerdo, mi bien, que en herbolaria, soy el juez / Sin conocer la galanga, ése es un duro traspié / Tal vez sí, pero imagina: pimienta dulce, curry y sechuán antojando un postre parecido al mazapán / Mejor me tomo un ajenjo con esencia de limón que seguir escuchando a tipejos hablar sin darme una solución / No me llames más tipejo, corazón / Si no tienes romero, no me dejas otra opción / ¿Y si le ponemos enebro? / Romero / ¿Eneldo? / ¡Romero! / Ya sé: estragón, zumaque, alhova, macis / No me convences del todo: romero, ¡romero, mi amor!, debes tener siempre un poquito de romero / Pero no me avisaste que llegabas hoy / Es que soy parecida a las alcaparras / Y cómo son las alcaparras / Crecen de la nada, mudan de la tierra, se van / Dónde escuchaste ese invento / En “Botánica Ilustrada” de don Guillermo Meraz / Podemos intentar los camarones con mahaleb y tamarindo; dicen que incentivan las pasiones / ¡Y a nosotros nos hace falta tanto andar del tango al tingo! / Querrás decir, al revés / Sí, pero así no rimo / ¡Qué doblez! / Diría mi abuelo: ¡mira qué tino!



Campo de llamas azules: Vasil Iliev Vasilev

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jueves, 25 de septiembre de 2008

Negociar Sordamente con los Mudos

> Dilecciones 25/29



A las 4:14 p.m. del 7 de abril de un año par, brillaron sus ojos más que nunca y me dijo que sí. Que al final, siempre sí. Que sí; que quiere quedarse conmigo, iluminar el camino bostezando juntos, quedarse conmigo, saborear los instantes más fieros y más tiernos. Me dijo que sí y mis alas esa vez (acostumbradas al alto vuelo) volaron bajito. Me dijo que sí; que siempre sí: que “soy la mujer de tu vida”, que “conmigo ya ni modo”, que “dame un beso, no te infartes, los dos lo estábamos deseando”. Me dijo que sí y sepultó las intrigas de los meses secos, me dijo que sí ante el azul de los mares vírgenes con el sol en picada como testigo. “Sí, mi amor, todo el tiempo y lo que venga”.

Sí quiero saludarte cada mañana y discutir por las tardes sobre intereses bancarios / ¿Intereses? / Por decir cualquier cosa / ¿Pero tú sabes en qué te estás metiendo? / La verdad que no / Son ilusorios los parasiempres / Quién dice / Los libros, los amantes, la lluvia, el valium / No creo en eso / Tienes que empezar a hacerte a la idea de que las palabras no son oro ni jugo si no se vuelven pragmáticas / ¡Viva la praxis, entonces! / ¿Y tú harás mis noches más suaves? / Las haré más intensas / ¿Habrá mucho sexo? / Cantidades enormes / Porque estoy leyendo un libro que dice… / ¡No le hagas caso a los libros!, cuáles libros; dime Juan Carlos, cuáles libros ponderan lo imponderable / Pero yo preciso hablar de ello / Habrá tiempo, a montones, para que tú y yo salgamos a la calle a prender farolas / No quiero salir si está lloviendo; me enfermo muy seguido, tengo problemas con las vías respiratorias, creo, desde hace algunos años. Bueno, es que en realidad todo empezó cuando era un niño y me dij… / Pues te acostumbras a impermeables / Pero, quiero decir, la lluvia no es el problema, es todo el frío / Yo te abrazo, te acompaño, te llevaré de la mano, ten confianza; en qué habíamos quedado / Lo sé, corazón, sé lo que opinas del frío / A mí no se me dan los fríos, irradio calor ¿no te das cuenta? / Irradias lumbre, mujer / Pero te gusta / Me fascina / ¿Y los pretextos? / Cuáles pretextos / Los que tienes siempre / Ya no los cargo desde que puedo andar cerquita tuyo / Habrá que hablar de independencia / ¿Y si se sueltan mis amarras? / Soy jinete experta y te traeré de vuelta / ¡Qué ambición la tuya! / ¡Aquí no se negocia nada! / Pero tú eras… / Pero yo era, tú lo has dicho; era. Y ahora soy / … / Soy contigo hoy / Me halagas, linda / No pienso estártelo repitiendo siempre / ¿Crees que es momento de unir fuerzas? / Seremos imbatibles / ¿Guerreros en tiempos feroces? / Imbatibles / ¿Boleros cubanos de amor desmedido? / ¡Imbatibles!, seremos orgullo de los mirones / ¿Luz de candelabro? / ¡Luz de neón, amor mío! / ¿Rojo como en los Barrios Chinos? / Azul como los Lofts a los que muchas veces fuimos / Me gustan tus detalles / Tratándose de ti, sólo así me redimo / … / … / ¿Eres la mujer de mi vida? / Sí, soy ésa; soy la mujer de tu vida y tú, pequeñín, eres mi hombre, lo que quiero, con o sin veneno / ¿De verdad? / Conmigo ya ni modo / Cómo ni modo / Ni modo, ni hablar, ya me encontraste, estoy de tu lado, pásate al mío / ¡Llevo un año en tu lado! / Dame un beso, no te infartes, estaba bromeando, los dos lo deseamos / Pero a mí me gustaría pensar que la… / Sí, mi amor, todo el tiempo y lo que venga.

Todo el tiempo y lo que venga.
Toda la vida.
Todas las fronteras.
Cada recodo del sueño.
Cada cuento.
¡Me dijo que sí!; lo demás es accesorio.



Neon lights: John Green

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miércoles, 24 de septiembre de 2008

Arar entre el Olfato y la Memoria

> Dilecciones 24/29



Quizá no deba seguir estimulándome; es un riesgo cada día mayor, o es, casi, por ejemplo: uno de esos retos que uno se crea en la adolescencia para percatarse de cuán vivo se está. Hablo aquí de este transitar por el amor, de esta religión inventada con virtudes y penas que enarbola disentires, que obliga llantos, que crea problemas, que es la única fuerza capaz de evitar que muramos cuerdos y sanos. Aún así, apoyo la moción amatoria. Entro al juego; con ella claro que entro al juego, no importándome, si en la primera apuesta me quemo.

Una de estas noches voy a meterme en su boca, en sus orejas, en cada madriguera que su cuerpo me ofrezca con timidez y ternura. Voy a sembrarle, allí, dudas, coplas, rostros, viajes, diamantes. Luego me quedaré dormido en su entrepierna como un gigante noble y torpe, como un mandril acurrucado en su sueño eterno de juventud decrepitada. Seré feliz y postrero. Seré el dueño de los campos de amapolas que alguna vez pintó Monet. Seré frugal; no hablaré de lo nuestro, no entonaré más himnos, no salpicaré ninguno de sus pulcros inventos de belleza terrenal (tan masiva y personal) que, como gladiola longeva, se encarga de señalar.

¿Cómo constatar estas ideas?, ¿cómo hacerlas verdaderas cartas de promesa?, ¿cómo regalarle un anillo?, ¿cómo alimentar al alma con besos sin afanes egocéntricos?, ¿cuándo intervenir?, ¿en qué momento especial empezar a seducirnos por el puro gozo estético que por igual nos provocamos?, ¿dónde están las señales?, ¿a quién hay que hacerle caso?

Debo poner en tela de juicio todas las respuestas oficiales. No aburrirme en los abismos particulares. Quiero amamantarme de regalos, de viernes, de envidias sociales, de paseos en parques, de historias estupendas con poetas inmortales, de su savia, de su leche, de su vino, de su azoro, de su insensatez que a veces rompe los ideales. ¡Y entonces morir fulgurante!; ofrézcanme ya de beber más ambrosías que mi cuerpo amenaza con quebrarse, que mis manos se achican por no tener el entrelazo con las suyas, que todos mis pesares se agravian cuando el cielo se rompe al fin tocando el filo de cada horizonte.

Soy un animal sepultado, un títere inquieto que danza bajo tierra, una limosna (un centavo), un quieto ardor en el olvido. Soy la desfachatez y el abrigo, el arador del olfato, el clamor popular, los “te quiero” más dulces, el vivo caudal que todo lo cambia, destruyendo.

¿Has tenido alguna vez la sensación de que estás enamorada? / Ahora sí; quizá antes también pero… pero no con tanta convicción / De qué / De que esto es grande, tiene cimientos fuertes, se planifica, se ubica a largo plazo / ¿Tú crees? / Por algo hay que empezar / Esa actitud te la agradezco / Tú eres quien la provoca / Gracias a ti, perdona que insista / Es tu persona, tu agua, tus minerales /… /… / ¿Quieres irte a tomar un café conmigo? / Nada mejor, caballero / Ven, dame la mano, vámonos a pie / Te recuerdo que afuera está lloviendo / Ya se despejará /… / ¡Vamos, ven!; quiero mostrarte algo en el camino…



Campo de amapolas: Claude Monet

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martes, 23 de septiembre de 2008

Deletrear las Palabras más Sencillas

> Dilecciones 23/29



¿Me silbas una canción mientras tiendo la cama?... hoy te ves tan bonita y ligera que no me dan ganas de tenderla. Acércame la almohada, por favor, y quédate quieta, que en tu cabello está durmiendo una libélula. ¿Puedes abrir esa ventana?, para que entre el sol, digo yo, para que no se esconda la mañana. Abrázame fuerte, que me duela la espalda del apretón, que se enjuten nuevamente los músculos dormilones. Tengo antojo de ciruelas, ¿hay?. Siento que se me escapa una cosa; que ahora mismo debiera estarte besando en vez de escribir detalles y guardarlos. Pero no te me vas de las manos, ¿verdad?. No me estás cerrando esa puerta, ¿verdad?.

No creo en eso que me dice el reloj todos los días: produce, ahorra, invierte, crea, experimenta, coteja, desdobla, puntualiza; ¿tienes tiempo de charlar? o prefieres beberte el café a solas. A veces, no te miento, me gusta que lo hagas así y que después me cuentes del poderoso incentivo a la nariz que te entregó el cardamomo, el jengibre, incluso el anís. ¿No se te ocurre beber de pronto un carajillo?, a mí sí; se me ocurre también acompañarlo de membrillos o tejocotes tiernos envueltos en pectina de semillas sabias.

Realmente, sería muy útil para mi suerte sentir tu cuerpo junto al mío en tibio aguacero tropical. En serio lo necesito. Lo clamo a gritos, lo reclamo, lo hago mío. No lo he dicho hasta el momento, y por eso lo personal y directo: ¿quieres volverte la cómplice de mis sonidos?, prometo ser buen niño; comerme lo que me pongas en el plato, no matar a las arañas, tolerar a los gatos, inventarme cada día más intenso si es preciso. Ya no quiero voltearle la cara a mis problemas, ni sacudirme por preocupón, ni estimular mi vicio de generar dilemas. Pinta ser tan fácil que hasta yo, con mi pincel endeble, con mis manos temblorosas, soy capaz de dibujarlo sólo por demostrarte este desvergonzado afluente que, con pasión, me envuelve.

Es tu persona esa selecta flor.

Tu modo de cuidar la tierra me reinventa como raíz, tallo y cubierta. Tus pasos silentes sobre el corredor de casa electrifican a la gente; la vuelven más viva, poderosa, con indecentes ganas de vivir al tope aunque sepamos todos que este mundo halla su solución en los problemas. No habrá tropiezos si tú me miras atenta, no habrá desgracias ajenas, y ten la certeza de que un niño, al menos uno, dejará de poblar las calles y banquetas.

Es tu canción, la más coqueta. Tu tono el que prefiero. Tu voz de alondra la que me canta. ¡Y tus inviernos; cuánto calientan!... y tus quiebres, tus momentos, tu introspección secreta, tus susurros, tus ideales…

Todo me reconforta.
¡Vaya hazmerreír para la gente!



Nubes: Abraham Mena

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lunes, 22 de septiembre de 2008

Hablar por Hablar (p.e., de la Muerte)

> Dilecciones 22/29



Dos) Así de pronto (pensando en ello), la silla empezó a moverse; todos -los cuatro- nos pusimos nerviosos; particularmente ella, quien llevada por el miedo tomó esa silla, la detuvo de sus inusuales vibraciones y enseguida salió al porche a respirar un poco de aire fresco que la noche se encargaba de llevar colina arriba.

Doble cero) Adentro, el espanto, lo nostalgioso, la cuasiobscuridad, seis velas, ron destilado. Afuera, la muy ligera llovizna, su cabello espeso y ondulado, las dos de la mañana con celo demente de ser las siete. Adentro, una pareja de amigos y mi cuerpo estatuario. Afuera ella con su bondad, un aura de humo y alquitrán, un velo etéreo, visible de humildad. Adentro la tabla de los muertos. Afuera ella tan viva, tan presente, tan allí.

Tres) No está bien molestar a los ausentes, son entidades débiles que a fuerza de esperas nos revuelven la mente, las maneras de actuar, de ser diferentes. Creo en las energías, no en las coincidencias. Ella es carácter, yo coexistencia: no creo en mí. ¿Y después?, que la impasible casualidad se encargue de volverse causa. Adentro es donde se quedan los miedos, es afuera donde la luz descansa. Adentro reina el silencio, la calma después de la calma, la esperanza en los reencuentros. Afuera queda el relumbrón, desasosiego quieto de nuestras andanzas. ¿Hay certeza, buenas mañas?

Uno) Soy incorregible. Ella es liberada. Soy de plomo y de rastras. Ella constructora. Soy férvida utopía de la pretensión pudiente. Ella caña de pescar, paciente cazadora de los seres vivos que habitan su mar. Soy hielo encendido que en vez de convertirse en agua se evapora. Ella es diseño universal, estado sólido, aparente, de verdad. Soy la resurrección de las almas que enseñan tácticas de guerra. Ella es simple, es árbol, es banca, es un viejo lucero del alba, es paz. Soy su enamorado de otros tiempos, y ella antefuturo del verbo zarpar. ¿Lo hará conmigo en vida?, ¿lo hará una vez que la nave del misterio me ancle en altamar?

Cuatro) En esta esquina del terror no me conviene estar. Dado que somos dos, es mejor caminar. Bajo el supuesto de la unión, caminar. En las legiones de los desiertos internos, caminar. De entre los abismos, salir. Perseguir a los vivos, amortiguar los pesos muertos, andar, caminar, caminar de la mano por los bosques que atenebran, visitar las postales familiares, eludir al enemigo (dado que somos dos, distinguir al enemigo) y caminar. Bostezarle al de enfrente cuando no hable de amor. Rezarle al semidiós de las tragedias y así ahuyentar malas hierbas, malos tratos entendidos como buenos. Habrá que adivinar. ¡Muera el azar!... muera temprano el azar.

Cero) Auméntame ya la dicha, corazón / Lo quieres así o más despacio…



Una puerta abierta: Rodrigo Casares

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domingo, 21 de septiembre de 2008

Remodelar los Templos Sagrados

> Dilecciones 21/29



La razón más fuerte que todo lo conferido se llama: siempre.

Existe un universo paralelo donde ella y yo nos entonamos en besos, canciones y abrazos. Es la guarida ideal, la más remota y cercana; nuestro andar. Allí todo el día hay fosforescencia, bondad blanquecina, caricias con sabores que nunca imaginamos (¡y es que existen tantos y tan raros!).

Están, por ejemplo, sus blusas hechas con manos ingenuas. Bailan sus flores, sus aromas, sus rituales de incienso, su memoria. A veces, también, está la luna (que complace y dormita). Hay 76 libros prohibidos, nueve cartas, tres amigos. De pronto es visitada por ojos verdes y amarillos, por bolsas de dormir, por utensilios.

Reposa en el rincón un caballete flaco que sirve té de limón a los testigos. Una manta se divierte; rosa y marrón, y entretiene a la pared de ojos cansados. Vuela una mesa de madera cada noche, cuando ella no lo advierte; desbarata el orden aparente, le hace bromas a los archiveros que producen textos en caliente.

En ese palacio descansa el verano, se fuga la luz silente, se destilan otras Yoshimoto valientes, se cambian perlas por dientes, se consciente al cliente: al sacapuntas, al papel, a la acuarela, al aluminio, al cortaúñas, al calendario, al dejo ardiente (de los ausentes, la mente, los oyentes).

Todos los domingos hacen fiesta dos venados de madera, una plantita y diez recuerdos. Por entre las hendijas se les puede ver sonrientes: platicando de varios aquellos, corrigendo el timón, izando banderas, jugando parcasé, tomando cortaditos, asando algunas carnes, gritando: ¡hiciste trampa, deja esa canica donde estaba!

Cierta noche, incluso, el dios Recado, trajo a colación algunos versos de Lorca; y ella insiste en contarme que, sobresaltada, despertó abriendo la boca para así dejar entrar a 60 besos que entusiastas, locos, vagabundos, se le fueron al corazón y allí se hicieron aguasangre de su cuerpo y de su mundo.

En otra ocasión bailábamos desnudos bajo sábanas de invento, y el muy desdichado buró se nos vino abajo y canceló el evento. Ahora lo comento y ambos nos carcajeamos molestos, pero aquello de verdad que fue un infierno. Basta imaginarse a 12 kilos corpulentos (hechos de libros, madera y ungüentos), cayéndome encima, inyectando veneno, sofocando costillas. Y ya no cuento, pero lo mejor fue su remedio.

Siempre hay remedios, siempre más fuertes, siempre juguetes: figuraciones de habitaciones sin maldiciones clamando a una voz ilusiones que nos regalan alas con emociones. Son sinrazones, son devociones, troncos ruborizados, sustentos, canciones y dilecciones.



Árboles otoñales: Ernesto Morosini

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sábado, 20 de septiembre de 2008

Tomar la Siesta

> Dilecciones 20/29



¿Qué impera en las relaciones humanas? / La competencia / Bueno, no; sí pero no / El amor / Es muy rosa / ¿La confianza? / ¿Como lo más? / Si se acaba qué pasa / Se acaba / ¿Y después? / A otra cosa / A qué cosa / ¡A buscarse otro invento! / ¿Y si te gusta ese invento? / Lo reparas / ¡Pero si nada se rompió! / Entonces qué te quieres demostrar / ¿Yo?, nada / ¿Y a ella? / Tampoco… quizá una cosa / No te entiendo / Sí me entiendes; ¡claro que me entiendes! / De verdad que no / Por qué lo dices / Qué quieres reparar / En lo absoluto, nada / ¿Entonces? / ¡Te estoy preguntando qué impera en las relaciones humanas! / ¿De novios? / ¡Humanas! / Cómo humanas / ¡Humanas, carajo, humanas! / Ya te pusiste grosero / Perdona, no quise gritar / Pero gritaste / Ése no es el punto / Nunca nada es el punto contigo / ¡Claro que hay puntos! / Ya estás gritando de nuevo / ¡No estoy gritando! / ¿Ya te dio miedo? / ¡A mí no me da miedo nada! / Como José Alfredo / Si así lo ves / Así lo siento / Y desde cuándo sientes lo que siento / Desde siempre, desde pequeños / Por qué te empecinas en hacerme recordar / Creo que es valioso / Recordar no tiene futuro / Puede que no lo tenga pero ayuda a reafirmar tus ideas / Mis ideas / … de que lo estás haciendo bien / Me da lo mismo hacerlo mal o bien / No te engañes / Yo lo tengo muy claro / No se nota / No hay por qué notarlo / Sí, si quieres edificar algo / … / … / Con que ella lo note es suficiente / Pero qué estupideces dices / Muy mías ¿no? / Estás hablando como ofendido / Lo hago como me da la gana / ¿Tienes otra tarde de esas? / Cuál tarde si es temprano / Muy ingenioso el niño / No me estés molestando / Lo hago porque te quiero / Lo haces por aburrido / Al menos no me meto en lo que no me llaman / Lo estás haciendo ahorita mismo / Bueno, ya está, para un poco, endereza el camino / Voy sobre vereda / Vas sobre cimientos / No te metas / ¡Sí me meto, es importante! / Para quién / ¡Para ti, estimado imbécil! / Qué tacto el tuyo / ¡Y qué necedad la que cargas!

No es necedad, dije a través del sueño a mi conciencia. Ni locura ni vasta memoria. Es esta tarde gris sin verla, y la nostalgia vuelta imán de la pereza. Es la sombra inquieta de mi mente y el regocijo inundado de tristeza. Es la pulcritud en el crimen de la Señora Destreza; es, pues, mi torpeza. Es lo que afecta y a la vez no afe...

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¿Te quieres quedar conmigo? / … sí… sí, sí / Por qué dudaste / No dudé / Dudaste / No dudé / … / … / ¿Crees, de verdad, que tu y yo para siempre? / Sí / ¿Todos los días? / ¡Y hasta los festivos! / Estoy hablando en serio / Yo también / Es que metes tus cuentos / Soy cuentista / ¿Lo ves?, no mides tus tiempos / Para qué si estamos juntos / No me refería a esos tiempos / Amor, estamos juntos; nos queremos, nos cuidamos, si un día lo deseamos podemos desaparecer entre el viento / No quiero perderme / No tienes por qué / Es que pienso que a veces… / … que a veces qué / Que a veces el amor se vuelve ruina de su ejemplo / El amor es ruin, bien lo sabemos / De miedo / Y de valor también / No quiero perderme / No tienes por qué, corazón / Es que quiero quedarme contigo / Quédate / Y ser feliz / Be my guest / Pensar en grande / Hagámoslo / ¿Es un pacto? / No necesitamos de pactos / ¡Pero hay que ponernos de acuerdo! / Ya inventaremos tratados / ¿Estrictos, justos, perfectibles? / Aplicables / A qué / A la vida, al amor, al sufrimiento, al llanto, al gozo / ¿Cada quién con lo suyo? / Los dos de uno mismo, cláusulas aparte / Donde se privilegie lo nuestro / ¡Exacto!, y donde no haya conciencia.

...

Pero tiene, es forzoso, que haberla;
si no, quién sujeta a las relaciones humanas.



Alas negras: Rafael Henaine

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viernes, 19 de septiembre de 2008

Aprehender las Bellas Artes

> Dilecciones 19/29



No fue más el gozo que el encanto. No hubo sinrazón ni alegres llantos. No tuve la oportunidad de revivir el instante o redimirme con cantos. No hallé las palabras o quité del paso los objetos. No se me secaron los ojos o me tallé los párpados o ennegrecí el contexto. No deparé la vista ni en paredes ni en lechos ni en tinturas ni en pantalones. No sacudí mi cabello. No llené de carbono 14 al viento. No pude enderezar los brazos o comerme las uñas o sentirme importunado. No quise tomar prestado. No le quité la venda a Dios ni me puse a hablar de ciencia o diablos. No me molestó el calor ni afuera la tarde que con sol quemaba a los geranios. No reparé en observar cual ermitaño. No simpaticé con nada (ni con farolas ni con pisos ni con armarios). No me puse a elucubrar de pronto que si las balas o los daños o los frutos o los vinos. No me interesó saber de qué modo las plantas carnívoras atrapan a las moscas. No me ubiqué en el espacio. No noté su no impaciencia. No guardé con llave ciega los recuerdos. No aludí a la magia ni al flashazo ni al intento. No cargué mi equipaje de alimentos. No le dije que sí al descontento. No me puse de pie ni sentado ni en tarima. No bailé con la metralla del hielo /// No saludé al reflejo, no me vino a la mente el reflejo, no me dejé vencer por el reflejo ni con el reflejo hice el amor ni a través del espejo vi su reflejo /// No bostecé ni aunque durmiera despierto. No sentí miedo; al menos no me quedé perplejo (sí me quedé perplejo pero no de su reflejo). Nadie me entibió la brisa de sus brazos. No masacraron a las uvas; no hubo vendimias, no hubo dios Baco. No reproché su almíbar ni su saliva ni su leche ni su olor ni sus jugos ni su hircismo ni sus líquidos manjares escurridos en los dedos ni cada uno de sus cientos de lunares ni su monomanía ni su vellos ni su vehemencia. No ensucié el vestigio de la silueta perfecta. No fotografié las vetas de sus cabellos. No me contuve de soltar enjutos gemidos cardiacos colmados de ternura y espasmo. No atiné los ojos en pliegues, valles, bordes, serranías, oleaje, remolinos, cataclismos, tersura, malevaje. No sentí qué sentía que sentía. No adormilé a mis rodillas ni puse enhiestos mis pies; no me volví bailarín. No razoné el crepúsculo o los segundos. No comenté su sonrisa o sus dientes sin imaginarme nimio, fugaz, entrometido. No arañé sus vertientes. No quemé las naves; me hice navegante. No me fui más allá de lo que tuve delante. No adiviné el futuro. No maldije a los que talan sin sembrar. No le puse objeción a la arenisca a la hinchazón a las heridas a la mar. No la imité en otros óleos. No la deduje de escritos. No la esculpí años atrás. No diseñé sus artilugios. No dancé con levedad. No actué por puros nervios. No la compuse en sostenidos. No la fijé en el celuloide ni en viñetas la llené de globos. No hice caldos de su esencia con romero. No me puse sensiblero (¡no, qué va!). No me arrimé a los ruedos. No vacié tesoros ni alimenté los egos. No sucumbí a los malos vicios. No me negó sus entredichos. No hubo vacuna capaz de sanear los bichos. No me froté marihuana en el cuello. No jalé las poleas del deseo. No remendé los zapatos del viajero. No me vestí de agua o forastero. No me tragué los cuentos de hadas. No hubo supersónico poder que opacara los gritos del alma. No absorbí el sereno infausto de los anocheceres. No prendí las velas ni esparcí venenos ni tracé, con gis, estrellas de David ni comencé a leerle poemas. No hubo tiempo; fueron cinco segundos –seis, talvez, los que por morbo aumenté-. Así de vehemente admiré su figura desnuda y deseé, por arte, por poros y por quimeras, darle un eterno rewind a mis caseteras. No hubo más paz en mi cerebro desde aquella primavera.



Amapolas sobre trigal: Ramiro Ribas

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jueves, 18 de septiembre de 2008

Convertir la Luz en Miel

> Dilecciones 18/29



Cada ocasión en que ella y yo nos divertimos, optamos por jugar con la natural belleza de los espacios que a nuestro alrededor se desdibujan y reinventan. Es así, sin más detalles o promesas; así de encumbrado es cada instante: cálidos y alegres retozamos sobre nubes bajas, parapentes, papalotes, aviones, corrientes ascendentes. Lo verifiqué un febrero, y sigue siendo nuestro principal pasatiempo.

Esa vez estuvo corriendo, emancipado y travieso, por todo el jardín durante varias horas; aquella madrugada fue de mucho viento que, descalzo y sin cintura, derrumbó algunas ramas, manifestándose incluso ante los nidos más protegidos, más bajos. Fue la primera noche (juntos) que tuvimos soplos de tormenta y relámpagos distantes.

Debí despertarme luego de escuchar que una maceta grande se rompía; noté su vacío en la cama y de inmediato encendí la lamparita que ha cotejado tantos años sus más insaciables lecturas. “Apágala”, me dijo.

/// Su voz rompió el enigma de las auras azules propias de todo espacio a las tres de la mañana cuando hay luna llena y el viento del sur despeja con ferocidad el ancho globo celeste. Su voz extinguió el invento del Hombre y dotó de dimensión tangible al marco de mis particulares esbozos. Cuatro sílabas con a, en tibio arrullo y en fa, vencieron al atroz noticiario de las 9 y anularon de golpe mis absurdos miedos a los estrépitos eléctricos. ///

Seguí su mandato: apreté el interruptor que nos volvió a dejar a obscuras. Tardé en acostumbrarme a los sonidos y sombras de los árboles que afuera danzaban con hipnótica mecánica de gigantes. Acomodé mi cuerpo en el colchón, puse mi tronco en vertical y me apoyé sobre la cabecera empotrada, estiré mis piernas, bostecé. Sentí que, de pronto, el frío volvía a la carga, entonces me arropé con el edredón de niebla que ella tanto disfruta. Tosí dos veces, tres quizá, expulsando de mis adentros el aire congelado que traen todas las albas de febrero.

Qué hace usted en la ventana a estas horas / Me paré a ver la tormenta; no podía dormir / … / … / Una noche llovió tan fuerte que se cayó la rama más grande del árbol que tienes enfrente, ¿sabías eso? / … / Y tuvimos, entre cinco o seis, que hacer leña al día siguiente / … acá llueve diferente / Por qué diferente / porque… sí, porque de repente, de la nada, se viene / Es precoz el cielo / (Salió de su garganta una tímida risa nocturna) Es precoz, sí… y necio / … están acercándose los rayos / ¿Tú crees que digan: “y ahora, para dónde nos vamos”? / Puede ser, amor; acuérdate que son precarios / (Algo la empujó de vuelta a la cama donde se amoldó a mi pecho, luego inclinó su cabeza y me otorgó dos besos) ¿Tú crees? / Qué creo / Que son precarios / Sí amor, sí lo creo / … a mí me gustan los rayos / A mí me daban miedo / ¿Ya no te dan? / Ya no tanto, y contigo al lado, menos / … oye, pero precarios cómo / Como inestables, como… como salvajes, como en manada / Ya te entiendo / … / … / … no va a parar esto en toda la noche; créeme / ¿Quieres que nos durmamos? / Sería bueno abrazarnos.



Elemento aire: Ana María Jaramillo

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miércoles, 17 de septiembre de 2008

Pelear sin Comas para Aprender de Ritmos

> Dilecciones 17/29



Anoche me quitó los ojos; me puso unas vidrieras nuevas con las que daban ganas de pintar orquídeas. Pero a mí me importan poco las orquídeas, prefiero su erotismo; su forma de mujer con piernas blancas y abiertas clamando prodigio y sexo. Y ella dice que el prodigio no es el sexo en sí, sino los ritmos, las pausas y el deseo. Luego, por ello, sufro de antojos con prisa que no nos llevan de la mano hasta el orgasmo. Y ella mete a Mishima en los orgasmos; ¡habla de la terapeuta glacial que se cogía a todo su consultorio y de todos lograba sólo semen, nunca flor!. Yo le propongo que olvide a los japoneses que se quitan la vida por mandato religioso. Ella me dice que debo ser más relajado. Yo le contesto que no, que nunca no, que por qué. Y ella me dice “no tienes pausa, no tienes ritmo, prueba a tomar la tila en agua hirviente”. El caso no es el agua ni la temperatura ambiente, lo que aquí acontece es formal desenfado de las frustraciones mutuas. “Yo no estoy frustrada”, me reclama, y yo aseguro que lo está. “Y si lo estoy no es tu problema” / Entonces para qué me quedo / …si te vas no vuelvas / ¡No se apure señorita!, yo espero nada de cuentas perdidas.

Cierro la puerta, la aviento, rompo el aire, salgo enfadado (mezcla de tristeza e idiotez que desembocan juntas en una gran boca). Llego mojado al café pidiendo espresso doble a Julieta, desvergonzado coqueteo con sus mejillas, descargo mis serpientes en sus ojos y le cuento, calmado: “hoy explotó todo con ella” / Qué fue esta vez / El sexo / (se sonroja, ilumina sus pupilas con tibieza y rubor de adolescente) / Fue el sexo, Julieta (que a veces eleva y otras destrona) / ¿Y así nomás? / Como te cuento, así nomás porque quiso, por puro chingarme… cuánto te debo, se me ha hecho tarde / ¿Qué tienes que hacer un domingo en la noche? / Voy a comprarle flores o chocolates y a contentarme / Así de pronto / Y qué más te digo si ése de hace rato no fui yo / Por qué no me esperas y cenamos / Porque no quiero perderme / Si te pierdes te encuentro / Pero yo no quiero que me encuentres / Son 30 pesos / ¿Ya subió tanto el café? / Cambiamos de dueño / Dile de mi parte que acaba de perder un cliente / Tanto que le importas / Pues debiera / Qué humorcito / Ya me voy / Suerte con ella / La suerte, Julieta, es de perdedores / Éxito entonces / Mejor así, lo prefiero.

Salgo molesto del tugurio amarillo y afuera llueve y cala el frío y la ventana donde dormimos tiene la luz apagada y eso quiere decir que está llorando y soy un imbécil que de pronto recuerda que en dos horas llegarán sus mejores amigos porque yo los invité y hay cena y no tenemos ni vino ni pan ni merienda y debo elucubrar un gesto para disculparme y rescatarnos de este efímero naufragio que la noche ha otorgado a la pareja del año para seguir adelante con más fuerza y menos engaños pues las mentiras hieren cuando de amor se incrustan y las peleas se engalanan como pidiéndonos a gritos que atemos las redes del coraje a puerto alegre y dejemos de una buena vez por todas de culparnos por pasados y atropellos y venganzas y blasfemias para al final llegar sedientos a una muerte sana de ancianitos redimidos que han vuelto a creer en la reencarnación como pareja e individuo.

Traje el vino / Y tú crees que así nada más lo olvido / Por qué no me invitas a cenar / ¿Y los amigos? / Que sean testigos / Como de qué / De que vencimos / Habrás vencido tú porque a mí me hace falta mucho más que testigos...

Luego el silencio introduce al estrujón; me guarezco en sus brazos que ella tiende con desgana y que de a poco me aprietan con vigor tratando de expulsar toda toxina que en la mente habite y que después pudiera generar otro tipo de brasas.

La brasa es futuro de carbón, y éste de singular diamante.



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martes, 16 de septiembre de 2008

Caminar sobre Noches y Vergeles

> Dilecciones 16/29



Vivimos con el dilema de la pausa, cual parques nocturnos; incesantemente negamos las sombras que nuestros cuerpos proyectan sobre las avenidas calladas. Vamos abrazados y el perro es el que gira nuestro destino.

Yo no quería a aquel perro (no me gustan tanto los animales), pero ella, feroz negociadora, me convenció a través de retóricas prudentes; aludió a la negación de las responsabilidades, al significado de los cuidados paternales, a la soledad de la casa, a la luz que brinda la llegada de un nuevo integrante… dije que sí, luego de dos besos. Puestos de acuerdo, elegimos a la bestia.

Ella estaba interesada en los Cocker Spaniel, yo en los Golden Retriever. Cada uno soltaba opiniones para desacreditar al otro, finalmente, luego de dos cortados en la terraza del francés que hace esquina en nuestra calle, decidimos animosos que un dálmata podría ser la mejor opción (no importando que fuera un perro grande, retozón e hiperactivo).

Antes siquiera de conocernos, cada uno vivió la infancia con la banda sonora de “La noche de las narices frías” como misión de vida; ese fue un punto detonante en la elección. Al fin y al cabo, contemporáneos, habíamos cantado cientos de veces el tema de Cruela de Ville; nos gustaba el personaje: su exageración en la moda y cierto manierismo que destilaba de su ente.

Recordé entonces a una amiga con compañeros dálmatas que alguna vez fueron padres. Reencontré su rastro y la llamé por teléfono contándole un poco de mi vida latente y mis intenciones para con los perros. Me dijo que de la camada que hace tres años tuvieron, dos de ellos recientemente se habían cruzado, apunté las direcciones, fuimos a verlos y en efecto, dos de ellos se habían cruzado -¡ah, los adolescentes felices: la eterna fiesta, el arrebato de hormonas, las situaciones sencillas!-.

Los dueños de la primer perrita eran biólogos excéntricos y no querían vendérselos a nadie. “¡Entonces regálennos uno!”, dijo ella con su pequeña estatura. No les gustó el comentario y ni el té nos invitaron. Sin embargo, la propietaria de la otra futura madre, resultó ser una dama de 57 marzos (pienso yo), con poco más de 10 sobrinos (ella cree) y la mitad de espacio del que ella y yo habitábamos cuadras atrás en esa misma ciudad, y durante ese mismo invierno. Fue sencillo el trato: en mes y medio iríamos a recoger al cachorro.

Luego estuvimos viviendo con el dilema de la pausa, como vergeles de noche (o flores con fuerte promesa de fruto). Reubicamos muebles, trazamos rutas de paseo, ahorramos para alimento, cuidados, cobijo. El invierno acabó por empujarnos a más besos y camas y anzuelos. Duna llegó en febrero, y nos ató de modos extraordinarios. Hoy andamos abrazados y, sin notarlo, hemos girado el destino de todos los podencos.



Ciruelos en flor: Vincent Van Gogh

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lunes, 15 de septiembre de 2008

Cazar Fantasmas de Lamparillas en Agosto

> Dilecciones 15/29



Es endeble la tela que priva la libertad de las mariposas cazadas; me di cuenta muy tarde: cuando la única cliente se nos había fugado.

Se cumplirán cuatro domingos muy en pronto desde aquella limpia mañana que nos procuramos recolectando insectos voladores… desde entonces me siento parte de su parte y de su todo.

Y es que, al iniciar la faena, me dijo muy en secreto: ¡qué linda imagen ésa de tu sobrina tratando de atrapar al aire! / ¿…? / ¡Que se ve bonita!; vestida así, consiguiéndose su tarea / Ah, sí; por supuesto, bonita, sí; ¿no te gustaría volver a ser niña? / La verdad que no / ¿Y eso? / Me perdería de otras delicias / ¡Sucia! / ¡Qué! / Nada; me gusta cuando eres sucia / … grosero / No te me indignes / ¡¿Ya atrapaste una?! –le gritó disparando sus ansias encapsuladas en átomos de risa- ¡Ya se encontró con una! / ¡¿Es de las blancas, pequeña?! / ¡No tío; es como azul! / ¡¿Como azul o azul?! / (No seas así / Que se aprenda los colores / Entonces ve a ayudarla).

Y, en efecto; fui, la auxilié, todos felices (¡lindas las familias postizas!). Pero recostado en ese prado, examinando con minucia al asustado lepidóptero azulado y explicándole (inventándole) a la hija de un hermano las propiedades tácitas del género, su especie y el ciclo de su reproducción, pude al fin, gozar del instante más bello que, sin pensarlo, mi linda amante regalaba al campo.

No engaño cuando digo que de lejos es muy buena pero de cerca, mejor. /// Sus lejos hacen fuerte con su argumento, su círculo, su espacio – pero sus cercas se hacen polvo cuando cierras los ojos y la besas-. Pasa poco estar de lejos y besarla; pero cuando pasa, hasta las mariposas más torpes se escabullen de los ojos y las redes de las niñas con tareas dominicales para clases de ecología.

Lo que pasó es que allí nos quedamos admirados; infanta y muchacho, detenidos, boquiabiertos y silenciosos ante el bullicio provocado por la manta de su blusa y por su estrella y su sonrisa...

¡Qué maneras de envolver al viento en su cintura!, ¡Tremendo golpe de abismo de sólo pensar en perderla!, ¡Quintaesencia robusta del mejor de los licores!, ¡Hada madrina que en los pastizales canta y corre y se avienta a mis brazos y besa la frente de mi sobrina!

“Qué pasó con la mariposa, preciosa” / ¿Cuál mariposa, tía? / ¡Qué bonito que me digas tía! / No sean cursis las dos; vámonos, que por aquí nada vuela / ¿… qué te sucede, amargado? / … se nos fue la mariposa "como azul" por verte / Como azul o azul / Da lo mismo, ya no está; ya vete / ¿Dejamos al tío enojón aquí, pequeña? / De seguro quiere mirarte otra vez de lejos / ¡Tú que sabes de los lejos, chica! / ¿Alguno de los dos me explica?

(El querubín me miró con travesura y, al entender, le ofreció su manita cómplice a mi todo; tan parte de mi parte y tan de cerca…)



¿Ba Argo?: Manuel Calvarro

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domingo, 14 de septiembre de 2008

Atesorar la Ausencia

> Dilecciones 14/29



c) Si en los sensores del tiempo se engranan las horas (mustios inventos relativos que predicen nuestra muerte), en las horas se ajustan los momentos (raudos vientos de tifón que llegan destruyendo todo para luego edificar nuevas costumbres). ¿Y la dicha dónde queda?, en la pradera remota de los recuerdos; allí se revuelca radiante y se le nota desde lejos por sus anaranjados tonos.

Mas la dicha, sin ella –sin sus esquemas, sin su entidad, sin su albor- se vuelve tiempo del tiempo, sin horas ni momentos ni praderas. La dicha, sin ella, es como decantar perfumes de nada. Pues aunque alabado sea el olfato (no se malentienda) poca es la mucosa que percibe sólo viento.

a) Su color es de durazno; tibio, terso, sonrojado. Sus ojos, cristales de Murano esperando que un barquito de San Giorgio llegue colmado de talladores valientes. Sus cabellos (cada hebra, cada intento, cada trenza) semejan saltos de agua revueltos entre flores moradas, manzanas y pimienta. Del ombligo me reservo el comentario, sólo digo: no hay dios ni diablo; puro averno tangible con nirvanas de embrujo. Sus rodillas abastecen las palmas de mis manos sangrantes con calor de incendio: seco, efectivo, arrebatado… y sus pies son la gloria del musgo, caricia sobre el césped, razón de existir para la espuma.

c') Pero ella es tiempo, es momentos, es praderas, es recuerdos. Tonos ocres que, aventurados, oxidan la maquinaria del silencio. Y entonces pienso en su idilio y aparecen los espejos y enrarece el aire que respiro y mis mejillas se magullan con la prisa del minuto y la paz no entiende, se destruyen mundos, se inventan bombas, virus sin vacuna, cataclismos, hambruna… y de vuelta al monitor donde le escribo todo esto, y ¡coño!, todos los prismas se quiebran.

b) “Saldré en dos días hacia el norte” / Cuánto tiempo vas a estar / Una semana, diez días / Una semana o diez días / Más o menos / Cuánto / Una semana, poco más / Pero cuánto / Nueve días / ¿Te dieron ese encargo? / Mi jefe enloqueció / ¿Te lo dieron? / Sí, mi amor; serán otros tiempos / ¿Y estás contenta? / Ya no sé si es lo que quiero / Cuando dudas estás contenta / ¿Tú crees? / Te lo aseguro / ¿Y si algo rompo? / Te ayudo a pegarlo / Y si me corren / Yo te recojo / ¿Y después? / Nos vamos de fiesta / ¿Bailaremos? / Pura salsa / No soy tan de salsa / Te subes en mis pies / ¿No te lastimo? / No más que tu ausencia / Serán nueve días / Será divertido / No hagas maldades / Y si las hago te aviso / Y si las haces me invitas / ¿Te vienes? / Me vengo / Convenido entonces / Como debe ser, caballero / Dame un beso, pequeña / Y como de qué sabor lo quieres / De tiempo / ¿Al tiempo? / Mejor caliente.



En rosa: Paz Villa

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sábado, 13 de septiembre de 2008

Saberse de sobra, Terrestres

> Dilecciones 13/29



Una tarde hicimos el amor en el bosque de los cipreses altos. Casi adherimos por sorpresa toda la hojarasca a nuestras cinturas desnudas. Hubo mucho viento precediendo al crepúsculo ensoñado de la lóbrega emoción que otorgan los instantes de excitación y cariño.

Luego me puse a contar sus lunares; tarea inadecuada para exteriores con luz siempre cambiante. Tiene más de 130 distribuidos grácilmente sólo de la frente a la pelvis; habrá que imaginarse el resto porque allí me detuve, viejo y sabio, a contarle otro detalles. Y ya era muy noche…

Más acá de la ilusión y los estupendos deseos (non plus ultra de la húmeda tierra sobre la que descansaron nuestros cuerpos –salpicados también y terregosos-) aprendí a dimensionar los esqueletos en su estado más puro y glorioso, en su bravo despojo… y en la histeria de los insectos.

Así me dio a probar las flores de los campos del enigma; sin la vergüenza bíblica que engendran dos organismos carentes de ropa sumergidos en las más paradisíacas formas. Así sostuvimos las manos al aire y bailamos un vals de entrelazados dedos sobre la pista vibrante de la saliva caliente

...

Ahora cotejo que la música del sueño es la savia que resbala por los montes del veneno. La música en el bosque trasciende fronteras de lo verídico y ficticio. La música del sexo quita la pena que provoca toda marcha fúnebre: es la risueña melodía de sentirse, otra vez, muy vivo; es la serenata que quiero desearle a todo hermano; la inquietante y serena obligación que nos depara el destino.

Cualquier adorno adjetivado, bien lo sé, carecerá de sentido. Aturdirá a los mansos. Aburrirá a los grillos. Desalará el platillo.



Umbral: Luisa Pérez Homs

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viernes, 12 de septiembre de 2008

Descubrir una Hora y media del Otoño

> Dilecciones 12/29



Cuando parte las nueces frunce el ceño. Es la medida justa, la fuerza perfecta, el equilibrio. Lo hace a través de un instrumento que ella misma se fabricó luego de asistir, durante un año, a aquel curso-taller de carpintería que tanto la emocionaba. A veces las casca por mitad, y de allí desborona con sus dedos toda la pulpa. No le gustan esos modos; es feliz cuando truena la corteza con golpe seco para que sólo quede el fruto desnudo; limpio de impurezas.

Se come tres o cuatro nueces diarias en otoño; las acompaña de café ligero o agua de lima. Ver su ritual es deleitante; pareciera una niña aprendiendo las negras artes de la alquimia. Es muy serena sobre las seis de la tarde. Es de brillos sin cálculo y ojos que denotan otros parajes de arcilla: más interiores, más forasteros, pero también más genuinos; propios de su saludable estancia en este mundo.

Luego entonces se pone divergente: me regaña con quietud diciendo “esto no es semilla, es fruto” / ¿Ah sí? / ¡Es un fruto seco! / Por supuesto / Fruto del nogal, Juan Carlos / Yo entiendo / ¿Y entonces? / Nada… a mí me parecen semillas / Eres muy necio / ¿Más cafecito? / Por favor, cariño.

Sí; se pone divergente. Es como si de pronto necesitara de cierto malestar sináptico que le brinde la fuerza suficiente para manipular a su antojo al cascanueces. O mejor; como si en la disertación sobre frutos secos y piñones encontrara el brío inicuo que emancipa, tan de tajo, toda la fuerza de sus brazos. Es bella quebrando nueces, tomando café sin cafeína, arrugando la frente, sacando la lengua, apretando los dientes.

Lo hermoso, además, es que comparte el botín; lo ofrece en mano de azúcar integral (que no morena) y canela; en melaza baña sus pedazos de trofeo y los regala a mares brindándole cada bocado, cada muela que tritura, a la generosidad, al trabajo…

Después la dejo a solas y los fantasmas de la mesa se ponen a jugar al doble o nada con cartas de papel estraza (ni la miran, ni la incomodan, nada más la acompañan), y ella parte la quinta nuez, con destreza acostumbrada, y toma el libro de Tagore que tiene siempre a la mano para acabarse el café, se vuelca un momento (ensimismada) y relee de cuando en vez, su maravilla: “Déjame sólo un poco de mí mismo, para que pueda llamarte mi todo”.

Ya para las siete, se levanta; mira cómo se oscurece la intemperie.



Cascanueces Nusskubus:
AuBergewöhnlicher Nüsseknacken

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jueves, 11 de septiembre de 2008

Escuchar los Silencios que deja el Eco

> Dilecciones 11/29



Terminó, por fin, de hablar con su hermana; una hora colgada en el teléfono (poco más). Me buscó por la casa, como no me encontraba se le ocurrió empezar a llamarme con palabras encantadoras cual flautista del distrito alemán de Hamelin-Pyrmont, y yo, convertido en rata de bodega con utensilios diversos (de manufactura dudosa) salí al encuentro: sudando y chupándome un dedo que acababa de martillarme. “Qué le ocurrió a mi amorcito” / … me acabo de martillar un dedo / Eso ya lo sé; me lo leíste / ¿…? / Así empezaba tu última entrada en el Peatón / ¿De verdad? / Sí, claro: me reí mucho con aquella analogía de Hamelin / ¿Y luego? / ¡Pues eso, vida mía!; te martillaste el dedo pulgar de la derecha… sólo a ti se te ocurre, siendo diestro, tomar el martillo con la izquierda / … te he contado de mi brazo / Pretextos / ¡Me duele! / Sóbese / Tan fácil / Pues sí.

Tengo algo que contarte, dijo, pero antes voy por agua ¿quieres? / Quiero / Entonces ahora vuelvo. Y se marchó con auroras de olor indescriptible.

Dos minutos más tarde volvió al desván aquel con muebles desvencijados y fierros doblados donde usualmente finjo que finjo que practico labores de estética doméstica. “Otra cosa de tu escrito” / Cuál escrito / Éste que te cuento del Peatón; la dilección que me leíste / ¿Sí? / No me gustó que no pudieras describir mi olor / "Tu olor" (oquei)... no te gustó / Sí, casi al inicio ocupas lo de “indescriptible” / Nunca pongo el “indescriptible”; lo hacía en la secundaria, creo / Pues lo usaste esta vez / Regresiones, mi amor, como diría don Freud / Puede ser; no lo había pensado así / Qué me ibas a decir / Algo de mi hermana; un cuento largo, otro día si quieres / … / Qué andas haciendo, guapo / Trataba de arreglar tu móvil / Cuál móvil / El que sirve para espantar las pesadillas / Quedó muy feo / A mí me gusta y por eso lo reparo / ¿Quieres que te ayude? / Mejor que sea sorpresa / Como prefieras, corazón / … qué te traes tú / ¿De qué? / Amorcito, guapo, corazón, vida mía… / Tiene que ver con mi hermana / Por qué no me lo cuentas / Creo que estoy muy feliz como para arruinar el momento / ¿Todo bien? / Todo perfecto / Cómo están ellos / ¿Me das un beso? / Te lo doy, por supuesto.

Me aproveché dándole cuatro.

"Y por qué crees que te aprovechas" / De qué me estás hablando...



Mobile handcrafted with laser cut from walnut plywood: Wishing Fish Ideas

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miércoles, 10 de septiembre de 2008

Hacer el Humor

> Dilecciones 10/29



Tenía hoteles en Paseo de la Reforma e Insurgentes, los ferrocarriles eran suyos, hasta la cárcel era suya (un día se inventó una regla que permitía comprar la cárcel luego de caer cinco veces en su casilla, y el estacionamiento, ¡y hasta el punto de partida!).

Es muy buena con los números, nada emocional; inicia el juego de forma agresiva, compra propiedades al azar, se hace de algunos lotes, construye en los más caros aunque esto le genere, en la primera media hora, un problema de deudas con el banco… el día que se le ocurra que podemos comprar el banco el juego se acaba. Y sin embargo, no es tramposa; es buena con los números.

Y aquella vez, mi gentil lucecita había adquirido media ciudad. Yo era un dato en quiebra, con todos mis lotes hipotecados, pagando agua y luz y tesorerías nefastas y cartas sorpresa en cada jornada terrible que dictaban los míseros dados. Sólo me quedaba un frente de batalla en activo: el lote púrpura que comandaba la avenida Universidad; con él, le cerré dos hoteles, pude construir vivienda digna sobre Madero y en Obregón tenía ya tres casas.

La noté vulnerable, como intentando decirme algo sin hallar las palabras adecuadas. Me entero de inmediato cuando se incomoda; pareciera que sufre(s) / ¡Me estás exterminando! / Son tus técnicas, amor / A qué te refieres / A eso, a que construyes sobre apariencia y hay pocas posibilidades de caer en tus casillas / … ¡Tírale! / … Tres (un, dos, tres), Humboldt, es tuya / Dos casas… ¿22 pesos? / Comprar por comprar… además 22 pesos son muy buenos / Paga, paga, pásame los dados… nueve (dos, cuatro, cinco, siete, nueve)… / (Aplaudo, me burlo) 186 varitos, señorita / No me alcanza / Ése no es mi problema. ¡Vende!, quita casas / De dónde… / De…. pues empieza por quitar los hoteles; tienes uno en Chapultepec y otro en Reforma que no te están dando ninguna ganancia / No, esos no… / ¡No te sirven de nada! / No los voy a quitar ¿oquei? / (Mutismo) / Te doy la cárcel / No la quiero, quiero dinero: 186 pesos, ya, por favor / Pu’s qué cerrado / Mjm / Bueno, fíamelos / ¡Quita hoteles, mujer! / Qué obstinado / Mjm / Te doy el lote amarillo hipotecado / Ya estás / ¡Qué rápido lo aceptas, eres un cínico! / No. Para nada, no / ¡Pero soy tu novia! / ¿Y? / Pues… deberías de… condonarme la deuda ¿no? / Te condono otras cosas, no te apures / ¡Eres un albañil! / Qué te han hecho los albañiles / … Y si después tengo dinero y pago por ellas, ¿me regresas las propiedades? / No / ¡Pero por qué! / Porque son mías / (Se lleva la mano izquierda a sus ojos y con la palma les da un masaje) Estoy cansada / Si quieres lo dejamos / No, a ver, tira / (Arrojo los dados) / ¡Once! / No, no, no, no / Sí amorcito… diez, once; hotel en Chapultepec… 312 pesos (ríe con descaro) / Te regreso tus propiedades deshipotecadas / 312 pesos, por favor señor, no tengo su tiempo / ¡Linda, por favor! / Por favor tú, cariñito / ¡Por qué tan caro Chapultepec!, ¡Este Monopolio está atrasado, es súper ochentero! Por qué no en Mazaryk, por ejemplo / Paga / No tengo / Vende / Qué vendo / No te hagas / (Bostezo) Estoy cansado / Si quieres lo dejamos / Sí / ¿Le seguimos otro día? / Bien / ¿Estás enojado? / ¿Por esto? cómo crees / Te ves enojado / No, no / ¿Entonces? / Nada… ¿me condona la deuda, señorita? / Le condono otras cosas, joven…



Apostando estuvo: Malka Tsentsiper (abstracto en paleta roja)

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martes, 9 de septiembre de 2008

Acalorar los Vientres Poblados

> Dilecciones 9/29



Por su gracia comprendí el concepto de mañana (alborada, inquietos lujos solares que se escabullen de los parajes sombríos que le provee la rotación al horizonte, amanecer; alivio de estar vivos y juntos). Vislumbré, como cuento, que el arrullo del viento en las ventanas es un entendimiento vago de la ilusión tangible que tienen los momentos con paz.

Atendí el llamado sigiloso de la serena otredad con la que a veces no vivimos. Respiré (por su gracia) y atiné a decir un “buenos días” que me envolvió en palabras gastadas. Y ella no me da los buenos días; me los besa, los teje entre sus dedos como si fueran cabellos largos y añejos.

Aquel día del que me acuerdo sorprendió a mis relatos, abrió la vaina de todas las espadas y partió en dos mitades mis querellas con sus ojos. Hubo incluso pintura que se nos quemó en el cuerpo y látigos de fuego que, entrometidos, nos hicieron saber (y lo dejaron bien claro) que no somos más que dos aletargados dueños de la mirada del otro…

Con elegancia besó uno de mis ojos cerrados, me dijo “date prisa, ya es temprano” / A dónde vamos / Al bosque, a jugar con los niños / Qué niños / Los tuyos, los míos, los que se dejen abrazar / ¿Los míos? / Por decir cualquier cosa / No entiendo / No entiendas; date prisa, ya es temprano: la regadera está prendida // Las regaderas no prenden / ¡Calientan! / No prenden, apagan / Cómo apagan / el fuego, con agua, de qué otro modo, señorita / con tierra, con sal, con abono / De qué sal estás hablando / De la que anoche regaste en la mesa del párroco / ¿El de San Juan? / El de San Diablo, cuál va a ser / Tú desperdigaste los granos / ¿De sal? / ¡De trigo! / No te entiendo amor, estás dormido / Y aunque dormido, pienso / ¿Hasta dónde? / Hasta el cielo / Y qué piensas del cielo, cielo / Que es azul y que es bonito / Tan de nubes ¿no? / Tan de cielo, tan encima de nosotros / A ti no te gusta el cielo / A mí me encanta la noche / Y en la noche de qué color es el cielo / Rojo / ¿Cómo la luna? / La luna es gris… y tiene pedazos de queso / Por cierto, ¿compraste el gruyere? / Me dijiste que tocino / ¡Te lo escribí en un papelito! / Y en ese papel decía tocino / ¿Te acuerdas de anoche? / Mañana me acuerdo / ¿Te recuerdo? / ¿Tu futuro? / El mío no; el de el patito feo / ¿El que se volvió de crema? / El que se vio a sí mismo, cisne / ¡Cisne!... cis…ne // ¡Despiértate amor, date prisa, ya es muy tarde! / ¿Seis de la tarde? / De la mañana / Mañana vamos ¿no? / A dónde / Al bosque, como dijiste / De qué me estás hablando / Del bosque ése con niños / Cuáles niños / Los tuyos / ¿Los tuyos? / ¡Los míos! / ¿Y se dejan abrazar? / Yo supongo / Que qué / Que sí / ¿y si no? / Buscamos otros / Dónde encontramos otros / En la tierra, con abono / ¿Y brotan como plantas? / Mejor aún, como sacerdotes / ¡Y yo para qué quiero San Juanes! / Serán pescadores / Tendrán hambre / Se pescarán sus pescados / ¡Y en qué clase de río te crees tú que practiquen! / En la ciénaga del diablo / ¡Mucho lodo, y luego quién lava! / Serán autosuficientes / No sabrán cosechar los trigales / ¡Habrá salinas! / ¿Y no hay peligro? / Cuándo no lo ha habido / Quiero decir, del trigo / No entiendo amor, estás dormida // Y aunque dormida, pienso / ¿en trigo? / Contigo / ¿Y qué digo? / Algo de unos niños / ¿Quieres tenerlos conmigo? / ¡Ni en sueños! / ¿Pero en vida? / En vida sí, de acuerdo / ¿Despierta? / Y cómo se hacen los niños si no, muchacho // ¡Despiértate amor, date prisa!



Esperanzados: Cloe Thimferton (Hänsel und Gretel)

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lunes, 8 de septiembre de 2008

Trazar el Atlas Galáctico

> Dilecciones 8/29



Atrás del sendero terrestre, lejos de la ciudad (incluso a remota distancia del campo tangible), más allá de todo y cerca de un árbol (otra vez tan cerca de un árbol) vimos, casi sin hablar, el cielo de noche. El mapa celeste se nos vino encima, las memorias se apagaron y el aguacero mental que caía desde el abismo e iba trotando a la inversa, paró de golpe.

Obnubilados distinguimos los planetas de otros cuerpos; eran más delgados en luz, no centelleaban, se quedaban muy quietos observándonos de la misma manera que antes lo habían hecho. Fue la primera vez que me sentí títere del antojo de los sueños.

(Taciturna) Sus manos eran tibias. Su cuerpecito, toda fragilidad y bondades, semejaba al de un cervatillo dormido y arropado. Su mirada, así de certera y lejana, así de voluble y pausada, devolvió mis ganas de abrirme al mundo de los seres mortales. Aquella noche la amé y prolongué aquella noche al infinito.

Nos detuvimos un segundo y bebimos agua; confiados de pies, ojos ajenos y manos guías caminamos a la par por entre el potrero a tientas. Cuando hizo más frío apretó mi mano izquierda, la besó con dulzura y ennegreciendo el mirar me susurró palabras que hoy dejaré en el tintero.

Allí mismo la estrujé con brazos sensibles; le mostré a la Casiopea y ella me regaló su estrella; me dijo que la cuidara, que había sido un obsequio de su abuela. Allí también, en esa hierba alta y con el croar cercano de seis sapos en celo le acaricié el cabello y su cara fue azul, y no había luna. No había canto, ni había fruta. No eran tiempos de otoño y ya el verano clamaba angustias. / Me sedujo ligera y sonriendo mientras yo notaba el delinear sesgado de sus ojos mansos, de su introspección astral.

Quise ser lunar y marea, codicié convertirme en saliva, en yema, en tacto, en gusto, en paradigma del sabio Galileo. Pude colgarme amuletos de trigos y regalarle una sortija de cristal acuoso que con su brillo iluminó el camino de regreso a aquel árbol gigante de entretejidos mitos.

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Antes de conocerla anduve con ella; quizá en Alpha Centauri, puede que en Titán o Romeo, pero anduve con ella; no bajo semilla o feto, con ella; no a través de embudos negros o siluetas planas como espacios de espacio sin estrellas; sino con ella, con todo su fuego; con la maga inteligente que ayer me bajó del cielo una joya.

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Entonces logré acercarme a su oído y detener el tiempo.
Y así continuar espiando a las esferas y detener el tiempo.

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De tener el tiempo, ahora mismo estaría con ella / arriba o abajo / tierra y/o cielo / y el cuerpo (su cuerpo, nuestros cuerpos) como frontera, otra vez, del tiempo.



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domingo, 7 de septiembre de 2008

Velar los Negativos

> Dilecciones 7/29



De un estante blanco hecho con madera y placa sacó el álbum de fotos de su infancia. La noté apenada y sonreí por dentro. Había sido hermoso el gesto… además fue improvisado; la noche anterior le dije que seguramente en algún muro recóndito de su sala colgaba radiante un cuadro con telarañas y cinco fotos de ella: desnudita y sin dientes, una nena de ojos redondos y mirada franca, nalguitas al aire, esta vez llorando, por allá gritando y en el centro, su perfil más enigmático. Despistada me contestó que no, que aquello era de mal gusto / ¡Por eso!, por eso tienes el cuadro (dije burlón), cuentas con malos gustos / … / ¡de entre todos me elegiste! / ¡…! / mi amor, no te enojes, es sólo una broma / … / … / ¿ya terminaste? / ¡ya! (no podía quitar la sonrisa idiota de mi cara) / deja de reírte entonces ¿quieres? / ¡pero qué seriedad, mujer! (solté una risotada más sonora), perdón, perdóname, ya me callo, ¡YA!, ya, ya, me quedo callado; lo prometo (hubo un silencio entre los dos; ella me miraba con el brillo que tienen sus ojos cuando se molesta, yo me tapaba la cara… me dio un ataque de risa, más por nervios que por guasa. Me paré del sillón y me fui a esconder a la cocina mientras tomaba un vaso con agua simple… regresé al regaño, carraspeando la garganta) / Deberías enseñarme tus fotos de infanta / No te voy a enseñar nada / Ándale, ya discúlpame; no es para tanto / Te burlaste de mí (miraba el televisor apagado) / No me burlé de tí, mi amor / ¿Entonces? / ¡Nada! (volvió a salir a escena mi desgraciada risa) / (apartó su vista de la caja idiota y me miró muy seria) Qué poca madre / (paré de golpe, aunque siguiera teniendo los ojos enjugados en alegres posturas, tragué saliva) … linda, perdón ¿oquei? / ¿Quieres ver mis fotos de pequeña? / Sí, me encantaría, de verdad / Pues otro día que estés menos simple / Lo que digas / ¿Como quiera? / Lo que digas, dije / te da lo mismo / ¡No me da lo mismo! (y me carcajeé al instante) ¡qué pasa!, no, no me da lo mismo, quiero ver tus fotos ¿oquei?, ¡ansío verlas! / (Con hartazgo se paró y se fue a su estudio… muy, muy enojada).

No quise seguirla.
Las discusiones más grandes emergen de lo nimio.

Al día siguiente, y tomando café durante il pomeriggio, me mostró con dulzura sus rostros de niña eterna. Así nos quedamos abrazados; y le ofrecí una disculpa que luego inundó de besos el sitio.



Negativos perdidos de Robert Capa: Tony Cenicola

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sábado, 6 de septiembre de 2008

Atacar a las Sospechas

> Dilecciones 6/29



Dos veces me ha dicho “lo siento”. Lo siento, perdón, tres veces. Y en las tres, dichas con verdad en cada tono, ha dejado al descubierto su corazón de frágil dulcinea y todo el ámbar de su etérea figura. ¿Qué esconden sus disculpas? Mucha bravura; fragmentos vulnerables de abnegación, de ver por el de enfrente, de mirarse en un espejo y no querer huir hasta que se refleje otro cuerpo. Dicho así, y visitado con calma, es pura valentía.

Incluso antes de ofrecer una explicación le queda cierto destello luminoso que le dura muchos días. Es una mujer activa, que propone, que investiga, que elimina lo ilusorio, que anda bien con la vida por estar bien conmigo. ¡Pero qué digo!, sus razones tendrá y eso falta en tantos rincones.

Y a la vez no sé si la mejor opción son las disculpas o es cuestión de dos replantearse ciertas reglas. Una acción que provoca escozor en el alma del adjunto sabrá siempre que esa operación fue detonada por el otro. La más de las veces eso pasa. No hay clichés, ni reconciliaciones fogosas, ni temperamentos sublimados, ni allanadas personalidades.

Pero un momento, aquí no escribo de “lo sientos” cotidianos, hago la excepción y modifico: Tres veces me ha dicho “lo siento” y en las tres hemos quedado al parejo. Eso es mejor, va más con nosotros; menos “pero tú me hiciste” y más “bien; cómo le hacemos”. Now we’re talking!

Sí porque los instantes son preciados y hay que moverse a otros ritmos. Sí porque nos queremos y es derecho ser felices. Sí porque cuento con ella, porque conmigo se sienta a la mesa y lo platica, porque nos juntamos a comer helechos, raíces, sonrisas, “te amo”, “te necesito”, “te pienso”, sin buscar necias justificaciones en terceros. Y porque además antes de ser pareja somos individuos… y la soledad es más dulce cuando cohabitas con quimeras alborozadas.

No es triste, no; es compartido, es vívido e inalienable, es inherente como la forma en que empleamos los ojos. Y el amor no es de ojos; es de miradas.



Espacios de soledad: Juan Genovés (aéreos 14)

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viernes, 5 de septiembre de 2008

Enterrar el Pasado

> Dilecciones 5/29



Fue la primera vez que “invitamos” a una pareja al hogar; estábamos muy nerviosos. No eran familia, no eran amigos. ¡Eran vecinos! (maldita costumbre alemana de los años 50). Vecinos que durante el día nos ayudaron a bajar cajas y muebles de la mudanza, y a los cuales, quizá por efectos tardíos de algún gen de decencia, les aceptamos una cena en nuestra casa.

En los manuales de Carreño que alguna vez leí de pequeño se explica claramente que las impresiones tempranas son, por ley, las que más perduran. No debiera ser así señor Carreño. Es delictiva la sentencia. ¿Y si no hay sillas, ni mesa, ni estufa y todo está bellamente acomodado en cartones de dimensión diversa, y hay polvo y falta una ventana? / No inviten, dice despreocupado el mister.

No inviten; muy fácil. Se trata de gente que empleó cuatro horas de un sábado para ayudarle a dos extraños a traer paja para su nuevo nido… y “no inviten”. Eso, corrijo, no es ni delictivo; es criminal. / Quién invitó: ella o usted / Eso qué tiene que ver / Mucho / Es usted de pocas palabras, señor Carreño / Mucho tiene que ver / Por qué / Claves de buena etiqueta / Y cómo se comen / No se comen; se aprenden, se practican, las traemos dentro / Se está usted contradiciendo / No señor / Sí señor; o son producto de la costumbre o son fuerzas natas / ni una ni otra / No me venga a molestar con teorías caducas / ni una ni otra, señor: claves de buena etiqueta que responden a impresiones tempranas / Me está colmando la paciencia / ¡y a paciencia, por supuesto! / ¿…?, váyase de mi mente, por favor / Quién invitó / ¡Ellos! / ¡Válgame Dios! / Ellos dijeron que, si no era molestia, podían traer un poco de vino y quesos y así enterarnos de la vida en la colonia… y conocernos mejor / ¡Válgame Dios! / Por favor, señor Carreño, se está metiendo el corazón en un puño / ¡Quién aceptó: ella o usted! / ¡Yo, yo fui quien dijo sí!, ¡por qué los gritos! / Debe estar enfadada su señora / … no es “mi señora” / ¡…!, ¿está usted viviendo con otro…? / No, no, Carreño ¡qué pasó! / No entiendo ¿en qué año viven? / 2009 / Demasiados números / Demasiados, sí, y las relaciones ya no son de señora y señor, son más… son más… ¡eso! / ¿…? / Compañerismo, qué se yo… mutua comprensión / No están casados, viven juntos, invitan a desconocidos a cenar en una casa que no tiene ni un mueble en estados decentes / Bueno… ahora que lo menciona, uno de estos días nos casaremos / Me asusta un poco su actuar / ¡Usted jamás se casó! / ¡Eso es mentira! / Eso dice su biografía / ¿tengo un biógrafo? / No lo sé, hay una página web con sus datos / ¿Una página qué? / Señor, es una delicia conversar pero realmente tengo cosas que hacer / ¿De verdad no está enojada su mujer? / Mi mujer, mi señora, mi… ¿en qué quedamos con lo de la posesión señor Carreño? / Lo siento, me es difícil / A mí más, créame. Y no, no está enojada, ni violenta, ni humillada / Dígale que haga una ensalada / Yo la haré / ¡Y ella qué hará! / No sé, hay muchas cosas tiradas, está viendo fotos, ¡lleva una caja abierta! / ¡Dios me libre! / Deje de meter a Dios en sus conversaciones banales / ¡Santísimo Cristo! / Se acabó. Me voy. Después lo encuentro / ¡Que lave algunas copas!, ¡Póngala a lavar las copas! / …



Observador: Miguel Marazuela (cajas de mudanza)

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