domingo, 20 de mayo de 2007

Esta Prisa de Alas

Capítulo DOCE de ANAlogía.
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- Dato al margen: Es interesante... curioso más bien. Me senté a fumar. Puse la cinta del Windham Solstice II, esa de los atardeceres en el cofre de Perote ¿recuerdan mis queridos lectores?, >> y así de pronto, surgió de entre la niebla, el sol; de entre el humo, lo azul; de su recuerdo, la voz. /// Sonaba la canción "This rush of wings" cuando rompimos. Un villancico del siglo XVI. Háganme ustedes el favor. Y aquí lo que escribí -

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Seducir hasta el cansancio, hasta que no quede parte alguna de tu cuerpo sin recorrer.
Quizá aquí mantenga una teoría equivocada, un descontrol muy íntimo, ligado con probabilidad al desamparo que hoy imprime mis ideas. Ideas sobre la mortal desaparición de un amor obsesivo y tragaluz, de uno que es lo suficientemente bello como para transportarlo cual objeto de playa y reunirlo entonces con sus otros compañeros. Era lo que yo quería, no sé de qué modo o por qué razón pero anhelaba aquel instante más que ningún otro. No hubo aquello.
En tal caso, no hubo más remedio que el abandono rutinario a mis días con lluvia y sal, no existirían más entre tú y yo mañanas soleadas con humo o con café, no se volverían a presentar los espectros de la tarde ni en tu habitación hoy lejana ni en la mía cada vez más grande.
El cese fue total, casi desconocido o nada violento, pero total, avasallador, contundente y limpio. Creo que sonreímos. Sí, lo hicimos sin saber por qué, para acallar el llanto próximo o al contrario de este asunto, provocarlo para así saldar las deudas, deudas ilusorias de un cambio que nunca vimos. Faltó tacto.
Pero el sabor de una venganza o la enemistad con los intrusos nunca pudo solucionar tanto conflicto acumulado por no saber sacarlo a tiempo. Es mi opinión y pido que sea válida por el medio que más convenga; ya es cuestión de equilibrar a los protagonistas y mantenerlos frescos para un futuro encuentro, para besos distintos que obligan a las remembranzas, ya no se darán ni en la mente ni en la boca, ni siquiera hallarán lugar en las mejillas secas, sólo volarán para encontrar su propia voz; habrá que dejarlos ir sin marcarles el rumbo, sin determinar su causa de fugitivos o inmortales. Aquellos besos listos y viejos son ahora pasajeros de mi tren de carga, no me caben, subirlos a bordo sería tarea difícil, además como deber no permito que se suban.
Esta prisa de alas me integra otra vez en la sociedad histriónica que a mi alrededor se resquebraja buscando adictos, niños y tragafuegos. Camino sin tus piernas, mezclo entonces mis manos para sentirme seguro, al lado tuyo; bebo sin tu risa, manejo pues mis palabras muy callado; miro sin tus ojos a todo el despertar cotidiano que hace mucho no veía; rozo gente sin tu cuerpo, sin pecar, sin tratar de hacerlo, sin cuello, sin alma todavía capaz de soportar tu pérdida; pierdo sin tu materia, no hay fécula eficaz si no alcanzo a tu estómago; pienso sin tu frente, sin arrugarla, sin enfadarse, sin tu frente; me calmo sin tu voz, como en el tiempo aquel de las semillas tiernas, cuando aún del brazo de mi madre tomaba la correcta vereda, cruzaba las secas avenidas, como me calmaba solo cuando sólo buscaba tu aliento.
Fuimos volumen, de eso estoy seguro. Seguimos siéndolo, no quiero tampoco aparentar ser un tipo engreído, ni estoy cerca ni me alejo, ando por casualidad de nuevo en las entrañas ajenas que antes poseía. Me entrego sin reticencias, el cobarde lo hace, ¿ por qué no he de querer ahora que estoy tan ciego ?. Por calumniarte, por lograr que te sonrojes, como si de eso fuera el cuento. He vestido estas palabras con sedas y filtros exquisitos que poco a poco nos deleitan, saturando al paladar de vinos y manjares, perforando la negra intervención de un sujeto mantenido en la lástima, en la pobreza de misterios, en el filo de la histeria, en el espacio para depresivos, sujeto también aislado de sus costumbres (pero de ellas come), sujeto terreno, nada volátil, intruso a fin de cuentas de una masa cotejada con las otras miles que habitan tu memoria de repuesto. Ahí se halla aquel individuo efímero que ríe, corre, toma y suspira. Ahí, en esa parte de recuerdos carcomidos, duerme a gusto la sombra del incapaz ladrón, el resto triste de un señor de alcurnia sin apellido. Buen lugar para el descanso se ha elegido.
Transcurridos varios segundos infernales he podido descubrirme acurrucado entre tu lengua, no me ha despojado y es consuelo pertinente para el que se cree un buen perdedor. No es juego ni lo fue, no pista de baile o enfermiza relación de adolescentes. Quizá ya se asemeje. Hay olores densos que nunca evito, el tuyo por ejemplo es gris azul sin cotornos de apariencia. Hay tolerancia y menosprecio, ventanales de madera con balcones de aire maquillado. Hay destreza en la mentira y sobrias risas que me miran, hay lamentos, hay cartitas, sueños, rios, melodías. Hay tierra y lluvia, nubes negras, regocijos. Hay viento del sur, cálido y transparente, noches de invierno, alta marea de luna entrante, silencio o estupor. Hay canallas que en juergas y batallas disfrutan las tardanzas. Hay poblados en montañas y sequías que se soportan. Hay logros, hay derrotas.
Hubo tedio, hubo insomnio, sexo y malabares. Mas la fuente sigue viva, mantenerla en forma es necesario, procurarla en todo no es derecho ajeno. Vivimos dentro, estamos en lo cierto, no carguemos recompensas.


diciembre 99 - enero 2000



"El alarido inicial de la mujer era ya sólo un hilo de sollozo, constante e inalterable. Hablaba en voz baja, con la ternura con que se arrulla a un niño, en tanto que sus manos temblorosas acariciaban sin cesar el pelo de su marido. - Pobrecito mío... hijito de mi alma... "

Luis Spota.