miércoles, 18 de diciembre de 2013

(Romántica pausa musical de 4 minutos)


Infusión 13 / 30 
- la de la buena suerte -




Hubo una vez 
un cuento 
donde cientos de cangrejos 
salvaban 
a un caballo blanco 
de la corriente del río. 

No me preguntes más, 
niña de arena
Perdí ese libro. 
Guardo el instante más rojo.



La foto sin título es de Maribel Fonseca
(manipulada más tarde sin su consentimiento)

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martes, 17 de diciembre de 2013

Gabriel y su pasado planetario


Infusión 12 / 30


(Antes, ¡dale play!)




Una noche estando muy niño, mientras afuera se agitaban los árboles y caía la tormenta del divorcio de sus padres, la misma fiera y triste noche que el búho del pino sembrado en casa perdió su nido, Gabriel y su pasado planetario comenzaron a espigar momentos:

a) cosechas de triunfos rotos
b) el sorteo para ser asignado a la Tierra
c) amores en Saturno olvidados
d) atardeceres cósmicos
e) lluvias de meteoros
f) ¡trigo en Marte!
g) el baile más famoso de salón rayando la Vía Láctea
y h) ese juego de canicas donde perdió con los nonatos neptunianos.

Eso, mientras el germen campeón de su padre fertilizaba a Gabriela que ya merendaba saliva arrebatada de placer y fuegos fatuos.

De allí en adelante, de la noche torcida en ramas, ventisca y trueno, de allí zarparon Gabriel y su futuro terrestre a la búsqueda inclemente de más momentos espaciales, como tratando de regresar al instante aquel en que fuera fecundado la misma noche de la alineación ancestral, mismos astros rodantes, misma temperatura extracorpórea.

Logró Gabriel después de muchos años de alquimia, error-acierto-frustración-experimento-bodasceltas, curar lo descompuesto: hizo, con la poca savia de los árboles muertos, una resina resistente que por decreto universal los devolvía al verdor en primavera; montó una moto por cinco continentes cuyo único impulso era el batir de alas de cien aves; reconstruyó manglares, sembró ciudades con semillas, edificó enredaderas enormes sin usar alambres, desaceleró el proceso de las frutas maduras logrando llevar a buen tiempo comida y sonrisa a sitios insospechados donde vive gente insospechada.

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Gabriel tenía el mundo a sus pies, siempre bien puestos en dar el siguiente asalto a la ciencia. Se había convertido en el mago moderno, mesiánica figura de esbeltas proporciones que aclamaban multitudes, que besaban animales, que cobijaban plantas.

¡Cuánto despojo de alma en una persona!, ¡cuánto de filántropo, de circo humanista!, ¡cuánto, don Gabriel, de arrebatarle el sueño a las ovejas viejas convertidas hoy en inmortales borriquillos!, cuánto de gracia en buscar el recuerdo aquel, allá tan arriba, más allá de telescopios, más allá de innumerables anémonas cristalinas colgando en la negra vastedad; cuánto, niño Gabriel, de obsesión en hallar el momento aquel cuando aún no había nacido. 

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Me voy, es foto de Lorena Carbonell

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De barro, libertad


Infusión 11/30



Hubo donde no y donde no hubo, hubo también. Y luego se quebró; le cayeron cien piedras de dudas y roces y minúsculas tragedias que de pequeñas se hicieron más violentas y por violentas forzaron la maquinaria y el antojo. Se quedó sin par, sin Reino de los Cielos, sin esfera vivazul, sin horizonte que mirar. Y empezó a cambiar por dentro y luego se fue al bigote y a la planta de los pies; así mi libertad se quedó rasando el suelo: miró con vivo calor el asfalto y brincó entre musgo fresco y agua de callado manantial. Instalada en la mente y no en el deseo, suelta de ataduras, "nosoynada" y nubes grises, fue dando saltitos desde allí, desde la planta de los pies, hacia un mejor futuro. Miró precavida entonces la situación: "de aquí no soy", dijo. Libre, libertad mudó de origen y bailó por el mundo. En ese mundo cayó enamorada por vez primera y no tuvo a quien pregonar tanto amor de mundo. Suelta, rodó sin abrir la alas de cartón que le había prestado un moro en Gobi y anduvo y desandó los anchos mares de arena y viento. Silencio tras silencio, mareas de carne y fogata, sexo sin sexo y arriba de ese sexo mayormente su sexo, libre, libertad se llenó de miel y llegaron hormigas a picarle el orgullo. Los viejos de entonces cuentan aún a los pequeños sin estrellas que libre, bajó libertad a la ciudad entonces más cercana y pidió agua y canela para sanar la comezón de la llama primigenia. No sanó jamás esa llama, quedaron huellas hendidas de placeres pasajeros y nubes de mosquitos que nunca se le volvieron a quitar de encima. Decidió mi libertad volar hacia los ojos de los otros y ver sin calma o con desidia según los otros la vieran. Se quedó diez veranos viendo pasar a los demás y dando la mano a extraños, más extraños, libertad /// más extraños que saludan y se sientan a tu lado, te invitan un té de hierbabuena que te quema el paladar y tú tan suelta, libertad, te ríes con esos demás, con esos otros muy otros que de lejanos son ya tuyos y por tan tuyos vuelan lejos para no asfixiarse en tu helada conversación, libertad. Miradas tan frescas como otoño en Windham y céleres los ojos que apañaban movimiento y ensuciaban lo honestamente bello; lo ensuciaban por ti, libertad, hacían charcos con terraplenes de tierra infértil y aullaban a los lobos para impedir su reproducción, su caza, su olvido. Porque a ti te olvidaban. (Suelta desde niña, libertad) Te han usado para seguirse amarrando de algo, libertad, para entorpecer el paso y no dejar pasar el frío. Y tú tan solita, libertad, pletórica de misterios, errática infante de trenzas largas siempre callada, mirando lejanía, libertad, a través de los otros: lejanía; porque allá "en su lejos" lo sienten más cerca, libertad; porque no han tocado los otros lo lejos que llegas tan sólo de pensarte ahora, libre y suelta, sin marcas que aflijan tu pasado, sin prolegómenos que enturbien el presente, sin reyes ni reinas a futuro, libertad, ¿a dónde te fuiste si nunca estuviste tan libre, libertad? /// Nunca supe asirme a tu cintura, libertad, a secas fui el puente que tendió el entendimiento a los que siempre tienden a no entender ni pizca; y con ellos te quedaste, tonta, libertad insensible, porque desde tus vuelos eran ellos los sinceros visionarios que traerían al mundo, ese mundo antiguo del amor inexplorado en que creciste: paz, progreso, dicha, amistad y crecimiento. Y llegaron al punto final de sus finales y te dieron la espalda, libertad, suelta te volviste a mí sin encontrarme y yo que me había quedado a la espera de la yunta, libertad, con más canas y menos sueños y más hambre y más frío y más dueños, libertad. ¿Eso me diste? ¿Más dueños, libertad? ¿Más cuentas pendientes, libertad? ¿Más fotos, más hijos, más muebles, más autos, más viajes, más mujeres, más dinero, más felicidad, más manos que se ensucian? ¿Más ganas de tirar hacia adelante, libertad? Todo me lo diste y hoy te suspiro por falta de aguacero en mi terruño. /// Ni sabes dónde vives, libertad. Ni sientes igual que cada intento de ángel que moldeaste. Tú allá arriba y nosotros tan abajo hechos de barro. De barro, libertad, que si endurece se astilla y truena. No de agua, no de bosque, no nos hiciste de esperanza, libertad. ¡Nos hiciste de barro! Y lo sabías, pequeña necia, dabas por sentado que ibas a rompernos y nos rompiste. /// Y "¡a ayudar a los demás que el tiempo apremia!", tender la mano a los que llegan en el tren, los miles de infatigables nómadas de los que tanto leías cuando niña, libertad. Te ibas silbando con tus cantatas. Nunca te pregunté qué veías en nosotros, qué sentías, qué olfateabas, dónde y cómo nos darías las alas. Y es que nunca has pensado más allá de tus consignas.

No eres tú la que nos libras, libertad, eres tú la que nos ata a sentirnos libres. Muere con eso, libertad. Así fuiste concebida; para llenarnos de ahínco y de promesas por fuerza cumplidas, y de empuje, rabia, corazón y justicia, ganas de triunfo, sed de alegría...


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Cadereyta, es una foto de (el) peatón


jueves, 14 de noviembre de 2013

Almíbar


Infusión 10 / 30



Play and read!



Luego del rictus queda mucho. Nos lastima recordar el mucho. Nos duele la risa. Detrás de la risa hay más descubrimiento de lo que hemos hecho bien, del bien que nos han hecho.
            
Queda la risa, no los dientes; la sonoridad tangible en cada esquina de estas paredes amarillas. Y es que tu risa es ambarina, y es añil, turquesa y es magenta en las noches de abundancia y providencias.
     
       Luego de tu risa queda tanto. Me punza resonar el tanto. Me duele tu risa. Tu risa sobre mi espalda, a flor del llanto y la cosquilla / galope maestro y alas batientes en la mocedad del devaneo.

            Tu risa-quebranto de lisonjas en el jardín que no tuvimos, de juegos de mesa tu risa, de folios esparcidos en la alfombra: sigilo de un diario encapsulado que ya no secreta nada.

           Savia y corteza de un árbol segado para fuegos blancos en otras noches campiranas con grillos que no me cantaron. Tu risa allí se quedó volando muy bajo y a merced de tordos, las mariposas y sapos. Tambor lejano de las estampidas que biencorriste.

           Tu risa y el fango: restos sobre despojos de otros mares derivados de tus océanos. En las orillas: tu risa; de las cálidas habitaciones a la marejada repugnante. Hay unos ojos que te miran verter sobre tus labios humedad y carcajada. Mar de risa.

            Tu risa feroz, de leona hambrienta, de fiesta con orquesta, de carrerista fugaz a nuestro futuro infranqueable. Tu risa manierista de eslabonadas carnes. Risa cereza en el pastel. Risa y almíbar.

            Tu risa nevada bajo el sol abatido tras las montañas, y el carácter encima de vino añejo que has tenido desde siempre. Mi manta sobre tu risa urgente en las nubladas tardes del altiplano marchito. Mi manta. Todos los adjetivos.

            Luego de la risa queda el espanto de la risa a solas. ¿O por qué razón tu risa me queda tan alojada en la memoria? La franqueza, la obviedad, toda la picardía y tu risa en medio de nosotros, tan de aviones de papel y nubes que escampan sobre marfil-acero.

           El viento que trae tu risa y la reemplaza por celofán para envolver dulces de mantequilla. ¡Ni cuenta nos dimos! Tu risa mezclada de polvo y tosidos y teclas golpeadas de Bösendorfer, golpeadas con arritmia como tu risa de dimensión bondadosa y sabor membrillo que contagia.

           Todas las frutas sobre tu risa y el papel en el que escribo ante tu risa que no percibo. El entarimado de tus versos cuando ríes y el río por el que se estrellan sin prisa los dorremíes que de tu risa escapan flotando.

            La señal de gozo. Tu risa. Estertores de una noche duradera en magia, parafina, saliva y aliento. Tu risa allí, haciéndole frente al pensar desviado y al agobio. Entonces tu risa que después se ha vuelto tornado acalorando las líneas del olvido. Tu risa y el olvido. Formas antagónicas de no tenerte riendo.

            De(no)tenerte. (Riendo)

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martes, 5 de noviembre de 2013

Las mismas costumbres


Infusión 9 / 30
(también llamada: Eros y geografía)


Un té de amores velados, vapor que empaña los cristales de otros autos, rumbo sin sextante (mar violento), incierto destino por hilos de bambú manipulado. Fuimos. Éramos.

Volcanes.

Hoy, como ya lo cantan en las romerías y otras fiestas populares, somos dos islas en medio de la ciudad sin nadadores que habiten nuestras playas (pobladas -sólo si se quiere- de dos caballos salvajes que nunca duermen). 

Trino de primaveras y cantares mansos que arrullan cabelleras. Somos con alguien más la senda descubierta por ríos de luz y fuego en amalgama, lastre que deja la saliva, hombros desnudos por otros dedos, lenguas que se esparcen sobre areolas de sandía, sabores nuevos, olores distintos, mapas corpóreos dibujados, arañados, poseídos en los sueños más profundos. Sexo de una mantis sin marido.

¿Un té de amores velados? O un cognac de lujuria y glúteos, de sombras en la alfombra, de rodillas quemadas, de “ayes” y “oues” y “diosmíos”, de viento que refresca los rubores en mejillas coloradas. Nunca fuimos. Éramos.

Volcanes que se mueren.

Hoy, como lo claman tantos cancioneros en barriadas, somos la vorágine que al encuentro de otros ojos explota, vierte su jugo mineral en otras bocas, rompe las telas de otros silencios y juicios, juega con otras bragaduras, lame nuevas axilas, gime en fa sostenido, corre por nuevos ombligos.

Vasto desierto con cuevas de alabastro, muslos humectados, tierras prometidas nunca antes exploradas, cielos más azules somos hoy; bajo manos cruzadas, limpios sudores; bajo techos intactos, tímidas voces; “encima del mundo”, las mismas costumbres.

Volcanes que se mueren de furia.

¿Un té de amores velados? O chocolate con menta y mezcal, con arritmia desmedida, con despecho y rancheras de la Vargas, la Beltrán y la Mendoza, rompevientos que detienen escupitajos al cielo, sal y chile en la herida, sal con chile en cada hueco, limón en los recuerdos, cloro en los ojos, sosa cáustica para las úlceras, adrenalina en el núcleo insustancial de cada reprimenda nuestra.

Volcanes que se mueren de furia mientras llueve.

¡La cordillera en celo! ¡La nueva distribución continental! ¡Las placas de nuestros cuerpos formando nuevos ejes! ¡Carreteras que se quiebran! ¡Frenos que no sirven! ¡Área de restricciones! ¡El abismo, insondable y bruno! ¡El horror!, y nunca más: la calma.



No es probable: cordura, comedimiento y parquedad aconsejan la razón. Un té de amores velados.



#infusión

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Hawaii es foto de Kawika Singson

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viernes, 1 de noviembre de 2013

Lumbre y fanal: tu ritmo

Infusión 8/30


Ni siquiera forzándome a no ver, no vi.

Cuando la génesis de una idea está incrustada en la médula, (difícil, chica) difícil es moverse sin que se encaje más, se meta bien profundo en las galaxias del espíritu y te renueve como individuo. Sin embargo, no siempre esas transformaciones son útiles para el cuerpo y el pensar; estamos tentados todo el tiempo a los cambios anímicos que viran hacia nuestros lados más foscos. Entonces empezamos a sentir comodidad en el andar, no antes, el ser, no antes, y el amar: siendo fuliginosas máscaras de la conciencia nuestra.

Esto, que parece gestarse desde la entraña y el revoltijo (no en el cerebro congelado, el temple y la razón), en realidad ha sido un parámetro en mis últimas vidas: la medida exacta de hosquedad me blinda la voluntad de querer ser otro contigo.

Esto, que en ideales, es soliloquio fugaz de una tarde calurosísima de otoño, me hunde en el "cendal de la leve bruma" que imaginó de forma tan cortés don Bécquer. Así que hay poco que decir de las acciones que a continuación serán pauta diaria de mi persona, agüero de perversidad, de la tiniebla, tu lumbre, la dura calma.

Ni siquiera forzando mi vista no me vi tan lejos estando tú tan cerca. Astigmatismo del que desea, miopía del que ejecuta.

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La foto (kokeln) es de René Fabro


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jueves, 31 de octubre de 2013

Gustos terribles

Infusión 7/30




Aplasté la tierra que me daba camino. La tierra reblandeció. Lo blando me quitó las ganas de más. Y más andar me trajo hambre / Allí me ericé porque de erizarme, punzaba. Tanto latieron mis caldos, tanto mis entierros me nombraron que aprendí (por verde vereda de maleza intacta) que mis ojos, hasta hoy, ya no reflejan belleza / y quise quitármelos / Quise quitarme las ropas y los nudos en la garganta, gritar exótico buscando ayuda, o más cófrades y amigos que terminaran (luego) de asfixiarme, buscándote que no te hallaba / La última vez que te soñé me dabas dos besos y luego me los quitabas; me dabas tres encierros en tu habitación blanca y luego de allí me sacabas a tropiezos, y a regaños, mostrando las fieras que tan poco me atraen / La primera vez que me gritaste no fue de placer ni hundida; fue por olvido: se te olvidó que gritabas / De placer, de angustia, de libros compartidos, de alimentos congelados y leña nos nutrimos casi siempre; el resto de nosotros era una selva sin cumbre, sin cielo, sin jaguares y sin lianas / Tus silencios de mujer callada me ponían la piel sobre la nieve, me daba más frío, jamás te cobijaba; de ti mejor no hablar, tus manos siempre estaban calientes y tu cuerpo (ese cuerpo el cuerpo) se relamía la boca dándose a desear. A veces llegaban clientes / Así te fuiste una tarde (cualquiera) de mayo o de julio, o de marzo sin cambios de horario. O yo me fui. Quién sabe, pero nos fuimos / A ti se te miró sonriente en carnaval dos semanas tarde de tu último retraso; tú me viste avitrinado, cambiándole el saco a un maniquí, poniéndole una rosa tonta en la solapa. Gustos terribles, rumiamos, y echamos a andar a solas, cansados / Del cansancio pasamos al hambre, y del hambre a las andadas, de vario caminar las drogas blandas y por blandas, más y más ganas / Tú echaste tierra en el baúl con el niño / Yo aplasté la tierra que me daba camino.



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El óleo (Raimiel) es de Rubén de Luis

martes, 29 de octubre de 2013

La gente canta

Infusión 6/30


Pese a haber un mundo más chico, uno de plastilina, cartón mojado, redes sociales, un mundo-alcancía donde se siguen los preceptos del ahorro emocional por encima de los del goce; aunque a veces las líneas divisorias de lo irracional y lo legítimo se tuerzan, inolvidablemente hechas bucle, hacia la ficción, el error de sentido, la indiferencia; no obstante sea más larga la lista de enemigos y más corta la de corazones rotos; inquiriendo, incluso, bajo la razón como fuerza dominante, pese a tener más frío, más hambre, más ganas de matar, más intentos, logros pasajeros, más arritmia, más sed de venganza, más duro invierno, ciudad y más cemento, más calumnia, tortura, estupidez, más gobierno, más astucia; aunque el pájaro no vuele ni muerda la nueva estirpe de perros salvajes; aunque se caliente la cabeza, la tierra fértil, la entrepierna, la Coca-Cola, y se cuarteen las heridas de la infancia; no obstante se siga conspirando, pasando de frente sin mirar siquiera al suelo, retando a los amigos a alejarse, bebiendo lácteos caducos, tragando rastros de cucarachas en chocolates, balbuceando, trotando, limando asperezas, comiendo dos del mismo plato; no obstante el amor, pese al amor, aunque y por abajo del amor: la gente canta.

La gente sigue cantando porque está bien viva de venas y huesos con carne, porque adentro siente el retumbar sereno de la matriz que otrora fue su casa, porque consigue enfadar al vecino con sus gritos, o  adelanta un beso, le gustan las bofetadas, los llantos.

Cantamos y volvemos a cantar en los bosques y callejas, en elevadores, desnudos, con corbata, con dos copas de más y por lo mismo. Seguimos cantando en pie de lucha, la nuestra, la de todos, la de alguien más, la de ninguna otra gente.

La gente canta aunque le paguen, le pasen encima y le saquen las tripas; canta, cantamos, cantaremos quizá por siempre, incluso luego de existir, luego de sobrepoblar las almas de hongos nucleares, de visitas a los suegros, de funerales.

Lejos y fuera del sistema solar que nos educa, nuestras gargantas permearán el aire de otras tierras. Y otros nosotros cantaremos en otros idiomas que aún no se descubren.


La gente canta. Pese a no haber nacido y seguir orbitando el extinto Plutón: la gente canta.

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La foto (pentagram) es reservada de José Estevez

lunes, 21 de octubre de 2013

S / T

Infusión 5/30



Corren tiempos de tormenta. Tienen varios años corriendo pero yo he estado sentado y bajo la techumbre algodonada de los crepúsculos pardos. Me gusta estar allí aunque alrededor la tensa calma vuelva el cielo en grises.


También corren los tiempos de cosecha. Por ellos tengo las manos menos limpias y el alma poquitín más rota. Por la tormenta, cosecho; de la cosecha me atormento.



Is There a Ghost by Band of Horses on Grooveshark


La acuarela es de África de la Llave.

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jueves, 16 de mayo de 2013

Circense

A mis años de Twin Peaks


De pronto se colaban de entre las ramas ocre de aquel árbol que nos daba sombras bondadosas una historia y un café o un cigarrillo. Detrás de la selva, y sobre el arroyo, dos libélulas seguían con movimientos erráticos el hilacho de agua limpia. Dentro del portal, en franca risa y salerosa compañía, reíamos todas las tardes de siete a nueve, despreocupados de los insectos que imitaban los rituales bajo horarios estrictos.

Al enano le gustaba perder al dominó, aunque fuera bueno; lo importante era perder, y dejarse amar por los otros: algunos lo maltocaban porque podían y otros se encerraban con él en el tendajón por horas, a charlar decían.

Así nos gastamos largas horas de esos nueve meses que fuimos contratados; tratando además de cortejar a María "la mujer más sabia del mundo" y bebernos todo el ron de todas las islas de todo el continente.

María se quedó sola y nosotros nunca supimos cómo taparle la mula del seis al jefe, un australiano que sería sometido a las autoridades durante una fría noche de diciembre por trata de blancas; la única noche que no se dejó perder el enano y acabó disparándole a seis de mis compañeros.

Por veces cantábamos, también.



(Infusión 4/30)

miércoles, 8 de mayo de 2013

Es verano

Para Lalo, Ángel, Yoyo y familias Vovides & Valderrama


Play & read!


Rodar colina abajo y toparse al río sonriente, fragmentado en diminutos millones de sol y agua / es verano / sentir el musgo suave y tibio con la palma de una mano y la nuca acariciarla con la otra / quieres / abrazar a los perros de pelaje blanco que te miran con sus lenguas de fuera y sus semblantes ingenuos / dejarse lamer / cómplicemente mirarse y dejarse lamer / y el pasto araña tus rodillas mientras tanto / y la arcilla por debajo se entierra en tu piel sin molestarte / mirar entonces al cielo y percatarte de las nubes-cocodrilo / nubes-castillos / nubes-hongo / nubes-barco de piratas / y en la frente limpia se te estrella el universo / tomas agua y te sacudes la nariz y las pestañas / y tus canes se alejan a cazar borregos / y eres dichoso sonriente por dentro y por fuera / no te preocupas, muestras los dientes / con razón te alegras / tocas el aire con tus brazos / tus vellos son rojos / tus cabellos lacios / observas la pendiente por la que rodaste / arriba vigila tu casa de grandes ventanales / pisos, techos de madera / sombras complacientes / salas con bocinas enormes y escondidas / es verano y desde el estudio donde pintas, trazas planos, coces muñecas, riegas plantas y alimentas a tu gato Moreira se yerguen el clarinete y la guitarra que escuchas en la brisa / vuelan presurosos por la espesura del bosque templado y llegan a ti, colina abajo, a toparse sonrientes con el río por el que viajan tristes jirones con tinturas rojas y hojas secas de un liquidámbar anciano.

Fotografía de Joan Trayol
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martes, 7 de mayo de 2013

Ciclos

(Infusión 2/30)



Aquel día que me mordió una estrella de mar y yo sin saber que no mordían me eché a llorar mientras mamá me salpicaba la cara con su limón asesino de almejas.

Mi gata está en celo porque no halla gato que la entretenga ni mano que la mantenga y por eso entre arena y arengas suelta la melena desbordada la pena almidonada y me ruge despacio y entristece la gata al verla.

Este té de las ocho cuarenta y siete de manzana y canela que me obliga a teclear sabe a cabaña y monte y pradera y sol azulado y verde templado el cielo que aquella tarde de otoño junto a ti que ya te vas y ya volviste pude ver desde un Volkswagen negro y seducirte y casi abrirte la capa de otros sueños más sagrados /

/ como los sueños de las orcas donde alados lobitos marinos las seducen día tras día hasta llevarles a mares menos profundos.

Nunca hay que decirle a la luna llena que de su lado estamos siendo sinceros es mejor decirle al sol que la busque detrás del huerto donde cada 28 días espera ansiosa eclipsarse y luego vestirse de duelo.

Metí siendo pescado por la cámara de fotos mis pies diminutos al océano gigante de Barra de Navidad en un diciembre acalorado sobre una barca blanca con un motor en desenfreno y pesca de Marlin que pensaba que yo pensaba que pescaba Marlin o atunes salvajes que luego en aceitunas y filetes delgados me iba comiendo poco a poco sobre una mesa de vidrio mientras miraba con nostalgia una vieja cicatriz en mi mano izquierda.


La foto es de Andrés Bonetti, en Patagonia.

lunes, 6 de mayo de 2013

Excusa

(Infusión 1/30)


Las horas del té me beben el tiempo. Casi aprisa, anoche, por ejemplo, anoté, dejándome llevar por la desesperación y exhausto por las comas anteriores: "no quiero abandonar al caminante ni caminar el abandono quiero / ni pretendo establecerme ni quedarme en las pretensiones". Tal cual y absurdo. 

De mi vida huyeron 10 minutos y 18 palabras que fatuamente intentaron dar vagas explicaciones alrededor de mi pereza hacia la escritura. Al no conseguirlo me senté de nuevo ante (el) peatón y decidí -por el duro placer y porque puedo- forzarme a aprender que finjo que aprendo.

...

¡10 minutos y 18 palabras, carajo! 

No es de sabios... ni de gnomos ni de genios. Por ello me enteré, absorto en el té de jengibre, que atesoro tanto mi memoria y mi futuro, tanto me gusta la vida sobre la memoria y el futuro que no la toco por temor a romperla. 

Así transcurre la vida de mis recuerdos futuristas: al lado, de lado, ni adentro ni encima, entre pestaña y pestaña, con gafas de sol, como la canción de Albert Plá: "Añoro solamente lo que no vi ni en pintura, lo que no quise que ocurriera, lo que olvidé por desidia".

Las horas del té no se beben mi tiempo: 10 minutos y 18 palabras son la pérdida del tiempo (intransitable ahora) sobre lo que no llegó a ser un cuento. 


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domingo, 5 de mayo de 2013

Lío de faldas



Play & read!


Cuando cierro los ojos para ver, oír y oler un país que he visitado, experimento una inquietud y una alegría semejantes a las que me reportarían el regreso de un ser querido.

(...) tampoco me alimento de recuerdos abstractos y si esperara de mi espíritu que me librase del sinnúmero de mis vagas alegrías físicas con un solo y puro pensamiento, moriría de hambre.

Cuando cierro los ojos para gozar de nuevo de un país que he visitado, son mis cinco sentidos,
estos cinco tentáculos de mi cuerpo, con sus bocas ávidas, los que me empujan para traérmelo.

Colores, frutas, mujeres... perfumes de jardines, olores de callejuelas sucias y de sudor, infinitas extensiones de nieve iluminadas por relámpagos azules... playas ardientes y ondulantes que se agitan al sol... lloros, gritos, danzas, cantos y lejanos cascabeles de troikas...

Existió un tiempo, en mi primera juventud, en que intenté hacer ascética mi insaciable alma, alimentándola de abstracciones. 


Pensaba que el cuerpo no es más que un criado cuyo deber es el de recoger las materias primas y verterlas en el laboratorio del alma, para que allí se transformen en ideas. 

Extracto de Japón, por Nikos Kazantzakis











/ Fotos del peatón en Pedro Escobedo, Querétaro
durante el Festival de Danza para adultos mayores /


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domingo, 20 de enero de 2013

Cruce de caminos 17/n




Play & read!


1.

Llevo en mis ojos la hinchazón del monte: grillos que despiertan en la madrugada; halcones en picada franca tras el roedor; soles y lunas que arañan por encima de los bancos de cantera; almas aradas con dinero del patrón; rocío congelando los lomos de hombres, caballos, parcelas, desiertos; socavones sin hueco, sin aire ni alacranes.













2.

Hallé, bajo la ínfula del despiste, una instantánea de Magritte sin bombines, ni paraguas, ni homínidos en traje obscuro. Digamos entonces: una estampa escondida en los cajones siniestros del olvido con ciertas remembranzas del arte en los discos de Pink Floyd. Y detrás de esa ventana me encontré feliz por casualidad, con esa luz de cinco de la tarde: como se debe ser feliz (momentáneo, redondo, perfecto).


3.

Diariamente me doy a la búsqueda del mar anclado en tierra; mojo mi sombra en la savia precavida de los cactus y me adentro en las claras de este universo renovado que me envuelve. Busco el verde y la humedad de mis pasos infantiles, muerdo el polvo que levantan mis escarpines. Tomo y protesto, clavo banderas: ¡esta flor es mi flor, y éste de acá, mi espanto! Se cierran las fronteras.











4.

Quizá he pecado de frío e insensible y por eso ahora me atormentan los monstruos de carne y garras con sus dientes en sonrisa directa del no-entendimiento / Quizá merezco el peor destino por haber gozado tantas frutas mágicas en la infancia sin haber tenido las vergüenzas divinas del destierro, mientras esta gente (inquieta de escalones) nacía entre la tierra infértil, entre estertores de la no-opulencia, entre mentiras de cartón y de sangre / Por ello me falta el odio de los comunes y hoy obedezco / pero odio y obedezco / y odio y obedezco sin aparentes razones ni poderes ni mandatos /



llevo el estigma de ser afortunado siempre /


Quiero entonces (debo-quiero-debo-tengo que-debo-podría hacerlo-debo) revisar las inquietudes de la gente, ponerle menos sal al mal tiempo y sanar sus heridas más profundas / Seguro que para eso vine, y sin eso quiero irme. 






5.

Qué manía por perder los pies del pavimento: 
ni Dumbo pudo hacerlo, 
ni ET sin bicicleta.



6.

Conocí un lugar de paz donde el Dalai Lama jugó a sentirse libre.




7.

De nuevo la estrategia, el europeísmo, la tarde a secas que aquí se desmorona cargada de títulos nobiliarios... y yo con mis ojos irritados: con mi "hinchazón del monte". Menudo miope.






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Todas las fotos entre noviembre y diciembre de 2012
Los aires rodean Guanajuato y Querétaro

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