domingo, 28 de septiembre de 2008

Afinar las Almas de los Viajeros

> Dilecciones 28/29



Adecua sus oídos, abre un poco su boca perfecta y su mirada se escapa a través de aquella lejana inexistencia… entonces sonríe ligeramente; es ella y sus monocordios, arpegios y sostenidos; ella y sus andanzas musicales de verano que se vuelven sutiles estampas de escarcha en el invierno. Sin duda alguna, escuchar cualquier canción a su lado redimensiona el margen espacial de todos los “contigo”. Es mi dilección predilecta; la que guardo con honradez y limpieza, en mis ojos y en mi lengua. La que le otorgo diariamente y por la que soy sometido a cada una de sus más ocultas benignidades.

Así discurren nuestros meses; yendo y viniendo acompasados bajo pistas enormes donde parejas invisibles bailan valses. Así se adelgazan los segundos; entre licores de ausencia y portentosos ritmos que con do, mi, sol, la, síes nos llenan de fuerza y vigencia. Así se inutilizan las horas empeñosas en los malos sentires y así todos nuestros años se van llenando de abriles. Es de estos modos febriles que la alcanzo, me alimenta, doyle abrazos, me sostiene. No hay mejor manera, así se destruyen las trincheras.

Allá lejos, entonces, la música era ciega: llena, quizá, de valores per sé y primaveras. Antes de conocerla, la música era ciega; tímidos trinos, suaves notas, viejas gestas, conductas reformadas. La música era sorda: se le encontraba en las calles, en las aceras, dando vueltas, mendigando monedas que devolvieran sonidos de metal a su presencia. Era la música, incluso, muda: voz de viento acicalado que en terciopelos moría, tonta letanía que delataba a todas las auroras, pretexto incivil del posmoderno, vacuo ejercicio romántico, producto insensato del destierro.

Hoy cada nota mayor es popular y magnífica; hoy que la conozco, la música es la sustancia: prueba oxigenada del que se desahucia, cúmulo entrometido de la multitud más personal, hallazgo, vida, paz compartida y bienestar. La música es también nostalgia; promesa futurista para mares y marinos, contradicción, elemento, causa y efecto. Ahora es tiempo de gitanos y violines; abran paso a las darbukas y narguiles; dejen que los beats más recatados hallen su armonía por fin en los mambos; ofrézcanle coñac a cada tango y mímense, por amor a su dios, con un poquitín de sabios ariles.

Ya llegó la noche oscura, desde atrás y para siempre, a quedarse rondando mis albas entre cuerdas y flautines. Los espejos me han devuelto la gracia, me han dicho: “canta aunque desafines”. En cada semáforo encuentro el sustento de la musica universalis. Cierro los ojos, alzo la cara al cielo y me aparecen números gigantes que, de guapas formas, se van convirtiendo en diamantes. Cada esfera de mis jornadas y mis tardes y mis treguas es antojo violento de ver estrellas.

Ábrase el telón;
que empiecen a sonar las grandes epopeyas.
Al menos de aquí al 2062,
si acaso alguna vez usted viniera,
sepa de antemano, (apártenos arroz):
la música es más bonita
si la escucho con ella.



Allá: Salva Salom Climent

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2 comentario(s):

ursula dijo...

Qué maravillosas figuras ha construido usted, mi querido señor don Juan Carlos - la música ciega es mi favorita, y la sorda y la muda... qué formas tan hermosas de decir las cosas tiene usted (verso sin esfuerzo).

¡Y la música de Il postino! Va perfecto con ese paisaje que eligió usted. Mira, al respecto, me encontré lo siguiente:

En mi cielo al crepúsculo eres como una nube
y tu color y forma son como yo los quiero
Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces
y viven en tu vida mis infinitos sueños.

La lámpara de mi alma te sonrosa los pies,
el agrio vino mío es más dulce en tus labios:
oh segadora de mi canción de atardecer,
Cómo te sienten mía mis sueños solitarios!

Eres mía, eres mía, voy gritando en la brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.

En la red de mi música estás presa, amor mío,
y mis redes de música son anchas como el cielo.


Del mismísimo señor, Poema 16 de Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

A cantar aunque desafinemos, como buenos cronopios, de pura felicidad. Sí cierto!

Juan Carlos Medrano dijo...

Mi dama más querida y cronopia de la vida; ¡ya estás! / pongámonos a cantar (y si quiere Neftalí, que el mismo nos acompañe).

Qué gusto que te guste lo que a mí también me gusta. ¡Qué inyección intravenosa de alegría!

Si sí cierto...
¡Salú, guapa!