jueves, 11 de marzo de 2010

Sucedes quieta

< Para Ursula, de noche



Escucha; atenta, mira:



I.





II.











III.







IV.



V.







VI.







7.









VIII.







Usted, con pocas palabras,
me reveló sabiamente
que el amor tiene ojos grandes
y la amistad, grandes pruebas.

Félix Arias

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miércoles, 10 de marzo de 2010

Madrigalismo 6/n

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se cae la tarde, empalagosa, vuelta pedazos melón. Se me olvidan las palabras, surgen gestos, cicatrices, balas hechas garzas que alcanzan, mutilando el cielo, a las parvadas lejanas. Animado, el dragón que dormita en el pozo viejo, se entretiene con las arañas negras de mi bosque. Fútil se esparce la marea por donde lleve gusto la luna, y tenues quedan los azules entrecejos del olvido. Buena noche nueva y sin luna, buena luna, canto y ventanas, aire y balcones: sereneras romanzas de andar crepuscular, una estrella, o dos, barroco crepitar de los maderos, pasto que huele a cerca, a pasto al aire libre, o tres, a pasto contra cara, a hierba de humedales, a fogatas y guitarras, recitales, temblores de ojos que aman – dicen – lloran. Arcos que rasgan y pellizcan, nube roja, buen tabaco.



Hace quince años llovió muy fuerte en Xico, y en junio y en serio. Llovió con sol, como me gusta, con ese rayo dócil que calienta ligero al contexto; lo dota, ensimismado, de una sensualidad palpable. Y allí, o entonces, o así, me fui al restirador a calcar dibujos en papel albanene usando estilógrafos polacos que le vendía a mi hermano un contrabajista de la sinfónica xalapeña. Sonaban Anger y Marshall, sonaba Piacenza, lúdica y formal, tan campesina y de pradera, tan de vago en la ciudad. Me puse entonces ajeno al ruido concentrándome así en el zumbido, como digo, como gato erizado, así de ajeno y tranquilo, así de feliz en el mundo, así de Juan Carlos dibujante o de niño engreído.

Llevo arrastrando al dueto de Montreux demasiado, muchas siestas, muchos años; son los serenos viajeros que vuelve fichas de póker la lontananza. Son la respuesta al hastío, toda la sed de mandarinas, los relojes que amenazan. Son la enredadera en el hierro y cada matiz de mi arrojado caminar por las montañas y pueblos. Hoy, el restirador y Montreux ya están colgados, y los ecos del hogar, jamás y casi sepultados. ¡Vaya!, estupendo. No hago caso. Quiero escribir ahora; mientras se cae la tarde, empalagosa



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martes, 9 de marzo de 2010

Madrigalismo 5/n

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Cae de poco y muy caliente: me moja en cada esquina, salpica vertiginosa y amable, se entretiene con mis muslos, la entrepierna, los espacios entre cada dedo de mis pies. A veces parece que respira y toma pausas, se detiene en los brazos y, sin darse cuenta, mete su cuerpo en los poros buscando amigos de lo ajeno. Gusto de ducharme en las mañanas con sol. Gusto de ducharme en las mañanas con sol siempre y cuando esté mi compañera en esa misma jungla rosazul en la que se convierte nuestro cuarto de baño. El termal, cuando embiste liso, parejo, es enormemente disfrutable.

Durante años pensé en la ducha como un acto de solitarios eternos, de aburridos viajeros que se quitan pecados de encima con método de secado lento. Hoy, que vivo enamorado y mastico más de lo necesario, me río de mis pensares desaboridos y pongo cuidado en mis apetitos porque –no sé tú- siento que se están cumpliendo todos.

Hace más de un año, colateralmente y por ayudas a terceros, me topé con Mario y su acicalada voz de roca partida; hoy es santo de regaderas y estropajos. Y habrá, sin carcajearse, que tomarlo en serio; tan serio como un jabón en el suelo, o una toalla que, solícita, te hace cariñitos en el vientre desnudo, o el trinar de pájaros salvajes más allá de las gotas que refrescan las plantas de mis pies, o la aventura del agua helada, o cantos desordenados, placenteros gritos liberados: io con l’immaginazione vado a mano libera! Faltaba más.



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lunes, 8 de marzo de 2010

Madrigalismo 4/n

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Será la luna azul, o toda la nieve, o la lluvia frondosa. Será el pensamiento extraño de haber vivido un momento parecido: un adiós de miradas y mudo convirtiéndose en árbol seco. Será -por derecho- la blancura del invierno o el cinismo redentor de los rayos de sol que se me esconden entre las manos de otras personas calladas que se comen todo el frío. Será que sin aviso se pudren las cosechas en la tierra, serán los malos entendidos y el recelo guardado de cada desencuentro, de cada caminata en parques que se frustra en otros pensamientos menos sabios.

Tantas cosas pueden ser y ninguna se acomoda. Tanto de no sé dónde, ni cómo, ni quién. El arrebato de aquella adolescencia doliente es parecido a la mentira cuando se calienta en tazas de tantas cafeterías donde ocurren, entre las calles mustias, todas las despedidas que no he vivido. Por qué siento entonces que se me cae el mundo rosa a pedazos, en mi cara, en cada tripa que retorcida empuja al llanto o a la risa nerviosa o a esas bonitas canciones que nadie me dedica.

Debe ser entonces el flagelo desangelado que me propino ante el flamenco con carácter: ése que, con una suerte de duende sangriento y dosis bien medidas de agudeza, hacen que se me salga el alma a jirones y ande dando tumbos por adoquines mojados. Tropieza que te tropieza llegaré a mirarme otra vez ante el espejo de los otros y así, quizá en un descuido, me filtre en sus poros, me sirva un cortadito doble y me instale para siempre en la memoria de los fracasos amorosos. Hoy no; hoy jamás; hoy por ella bailo jondo y en su cintura me ensancho.



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sábado, 6 de marzo de 2010

Madrigalismo 3/n

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Sin embargo, y para empezar a establecernos, urge hablar de no-misterios y concentrarse en la planitud del individuo como saco de carne y huesos. Yo me quedo aquí, si quiero defenderme de invasiones, si de verdad prefiero entusiasmarme hasta el hartazgo por encima de los subibaja emocionales, me quedo aquí: con el atropello casi elemental de las notas repartidas en pianos arrumbados en estudios con libros; todo viejo, todo humedad y guarida de humo torpe (como sin aire el humo, como sin esa ventilación que despotrica las neuronas hacia los espacios estrechos).

Esa es, sin mucho afán de divertirme, la galanura de Don Lichis y su Cabra; la que cada noche (al menos en aquellos años de desempleo y dinero fácil) escuchaba tumbado en un colchón sin colcha, en una habitación sin cuadros y en la penumbra absurda de la que me gusta rodearme cuando de poner atención se trata. Calor de adentro, de dientes para afuera.

Entonces mese surge el atropello de palabras y exquisitos fragmentos de pasado me envuelven; por ejemplo, me sacuden, pienso, las bohemias risueñas que apenas ayer, uno de mis padres convocaba en casa ante afanados jipis de la tercera edad y disimulados niños intelectuales que nos divertíamos con el canto, las nueces y las copas rotas. Claro, todos ellos, o casi, se han muerto ya; y así, quedadas las teclas frías, yo sigo cavilando ante la lamparita: quién tendrá mi chubasquero. Cómo será la espalda del ladrón.



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viernes, 5 de marzo de 2010

Madrigalismo 2/n

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Esa noche lluviosa en el auto. Los semáforos dispuestos a ensombrecer mi puntualidad religiosa y apoltronada en la necedad de aparecerme siempre a tiempo a no sé dónde. La tonada espontánea de las guitarras viejas de Memphis que me caló bien hondo (y sin notarlo) en cada hueso frío de mis manos que empezaron a pespuntear las notas torpemente sobre el volante inmóvil. Soledad de guerrero viejo, quizá. Andamios de nube. Y subí el volumen.

Luego repetí, puse atención; había luces fragmentadas en el parabrisas hinchado de gotas. Me sentí feliz e insensato, pobremente dichoso. Es la eterna melancolía que rodea mis instantes de autoternura. Es la forma fácil en la que me complazco por derecho a lo íntimo. Es también, mi nueva vida en pareja y todas las sensaciones que me provoca el paso del tiempo en mis ojos enrojecidos. Es el melodrama diario que me cabe justo en el retrovisor. Los pitidos, insistentes, para que avance, siga la rutina, llegue a donde deba y baje silencioso a establecer sistemáticamente los movimientos que me traerán tarde o temprano a aquí, a este mismo asiento donde se revelan las canciones tristes.

Yo también he estropeado sus días libres. Mi madre tampoco espera a alguien; y yo, Quique escúchame, al igual que tú, necesito entrar en los sueños de alguien.

Sin embargo, y dejándome de estos esotéricos placeres del sufrimiento ajeno, digo aquí: a ella sí se le corre el rimel, y el Central, ese bellísimo cafecito madrileño donde alguna vez declamé con Krahe, nunca ha sido mi sitio de descanso. Hasta aquí por hoy, mañana será distinto y quizá, cursi de dos pesos, quede tiempo para mí.



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jueves, 4 de marzo de 2010

¿? / ¡!

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Uno. ¿?

Intenta vestirte de invierno el invierno. Intenta decirte lo siento tanto cielo gris. Intenta la flor arrancarte el tiempo. Intenta jamás ser restaurado sin pena. Intenta resultar lo pobre en delicioso y con el acaso, prueba a decir mentiras. Intenta lo que vuelve a frontalmente detenernos y sobra, sí, decir, intenta la muerte enmudecernos. Pero vence, triunfa no claudica, la sinvergüenza a la razón y, por demás, también, decir, gana en dentelladas la vanidad al recato. Ego y color, de trampas estamos hablando / ¿estamos hablando? o es, como la moda indica, producto es ¿de un resultado pitagórico? / Es, sin embargo, amigo, dolor a cuestas que de solos tanto andar vivimos, como ¡ay! lo que no hay se siente. Si se siente, sangra y por sangrar se sana, se aprende, piedras (además) y nuevas se buscan para, otra vez, tropezar / Trapezoides: somos eso. Y más. Pero, mi enemigo, aquí ni para eso ni más, ni para más que eso, ni por eso, ni además. ¡Coño, jefe, qué tenía el café que me emociona! / Dónde quedó la bolita, quién se comió al cazador, cuánto quieres por tu dulce, dónde estás (y no llorar), quién me ofrece su refugio, quién te crees si no estás tú, quién te dijo que leyeras, quién te dijo, sino yo. Oyó. Hoyo. Oigo. ¡Esuchó!, y por alto el volumen te estuve llamando y no abriste, diciéndome luego que ya tus puertas hacia afuera no responden y sólo se mueven internas, como engranajes inversos para bisagras miopes. Entonces cerraste como sólo tú, con esa luciernaguez enmarañada en el cabello (bella y eterna), puedes abrir, y no - a secas - puertas sino, corazones con cerrojo herrumbrado. ¿Así sin comas? Así, sin que comas, duermas, hables o mastiques. Que qué tenía, te digo / Ponzoña y hiel, o miel, o agua de esa azul de Coca-Cola, Ciel / ¡Café y burbujas! / ¡Caliente! / ¡Sajubrub y Éfac! / ¡Te quemas! / ¿Casi? / ¡Casi! / … lo sabía / ¿Sabías que era casi? / Casi sabía que me quemaba / El café, seguro / No, no; la paleta helada / ¿Y eso? / nomás; corazonada.

Dos. ¡!

Lo siento: no me fui, que siempre no, que es imposible, que tanto, que cómo, que tiempo... COMIENZO (whatever) DE TRAYECTO. Te pregunto / te reto: a que tú perdonas a Pedro, el del lobo, el mentiroso, si te pone de improviso una joya noventera. A que tú me escupes en la cara: ¡lo sabía! / Casi, lo sabías casi; sabías que te quemabas, y que temprano o tarde crepuscular, redimirías mi dicha de tenerte, otra vez, en casa.

¿joya noventera? / vamos, pues
te dejo con la guitarra / me quedo con los aplausos



;-)

Pinocho es de Simón Sajer.

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miércoles, 3 de marzo de 2010

Madrigalismo 1/n

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Es absurdo (y qué no es) transitar sin entusiasmos, necedades, hallazgos, temores. Para qué obstinarse en ser de fierro impecable si hay canela, caramelo y leche en cada sentido olvidado. Que desde hoy (entonces) el lector se acostumbre a llamarme advenedizo a vísceras mentales y opíparas contradicciones. Qué sé yo de nada, en quién me convierto y hacia dónde empujo es, por ahora, cuestión de contratos y no de lirismo.

Lo que aquí licuaré, con permiso del tiempo y adecuando lo que venga a lo que quepa, serán puras virtudes desmejoradas, manchas colectivas que el pasado empeore inevitablemente; o bien, también, dagas profundas clavándose siniestras (tiernas, robustas, complejas, a destajo, por la espalda, inquietamente libres) en el cuore y en el alma, o en las encías; piel arañada por puentes, versos y estribillos. Canciones. Vidas alternas. Árboles que maduran. Rompecabezas lingüísticos. Canciones. Compañeras calladas. Ríos de miel y esoterismo. Cartas abiertas. Impermeables. Canciones. Catárticas romanzas. Diatribas ensombrecidas. Faenas. Noches. Alimento. Canciones. Arquetipos de lo abstracto. Rostros. Manos. Canciones. Vestido. Tiniebla. Desvelo. Ironía. Nube baja. Algoritmo. Canción. Huellas. Más de mil maneras de alejarse. Gozo inmediato. Nebulosas. Hormigas. Canciones.

Se trata, pues, de entablar sin pretensiones, un diálogo abierto con milagreras / milagrosas creaciones que han dotado brutal, noble, directamente a mi existencia de ambrosías curativas. A ellas y por ellas, vamos a andar.



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