domingo, 26 de septiembre de 2010

Honor es causa

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Mensaje publicado en el blog Segunda Cita:



Silvio zarandeó Xalapa, vociferó quedito sus llamados a la paz, la esperanza, el remedio. Fue solemne, alegre, dicharachero: se halló, dio de sí, mostró talante y talento, no puso un pero, más bien fue pletórico de ademases. Silvio, el aprendiz, sacudió el diamante beisbolero de la USBI refrendando (casi puliendo en cada nota) su firme interés en reactivarnos la memoria y generarnos esa creencia - absurda tantas veces – de que "otro mundo es posible". Y sin embargo allí nos quedamos, con el mundo nuestro, devastado e imposible, dando tumbos, lagrimeando cada que el cubano así lo quería, buscando caras conocidas o maltrechas o indistintas a nuestra simple humanidad de ciudadanos comunes.

El Doctor Honoris Causa cantó con afán complaciente, como casi nunca, su repertorio inolvidable: desde los claros de la luna xalapeña hasta la maldita era de huracanes que está pariendo corazones. Recorrió su genio, su figura, su drama y vestimenta en 17 canciones cosidas a mano. A los entendidos: Trovarroco (basta y sobra). Para enamorados: Niurka en flauta y clarinete.









Si en algo embellece la música al Hombre es en meterle mano a su egoísmo. La música, no sé si toda o la de Silvio, crea multitudes que jalan por buen camino, que son capaces de corearle al mundo sus fracasos y virtudes. Dicho sea de paso, así, en masa, nunca nos equivocamos. Sólo cantar, desafinados y embebidos en gente, fuerza al gozo y a los buenos pensamientos. Más de uno sabrá a qué me refiero, y con eso me quedo.

Mi tres particular en el concierto, sin prejuicios de fanático exclusivo y fanfarrón: Óleo de mujer con sombrero, Mariposas y El necio. Mi diez, mi redondez, mi llanto: Te doy una canción.



(No es secreto que sin Mike Oldfield, Joaquín Sabina o Pink Floyd, mi vida, así de pronto, carecería de total sentido. Pero hay algo que me vuelve títere, que me exhorta a despertar, a sonreír, a escribir nimiedades, a brindar por mi salud y la salud ajena. Sin ello, nomás no me encuentro; se llama Silvio, y cada vez que "me da una canción", ésta en particular y en vivo, le pido a Dios que me deje vivir mañana).

Lo mismo un domingo con toros, divino placer efímero del aficionado, a un extenuante martes de agitada jornada laboral, me es difícil citar aquí algún momento en el que la música (arte y técnica de las musas) no moldee mi frágil estadía por la Tierra. En ella y con ella, vuelco alegres bailes y cocodrileras lágrimas que me instan a vivir con más deleite y menos intolerancia hacia el desequilibrado sistema en el que cohabito al lado de tantos, tantísimos cantores casuales.

Sin ellos, sin nosotros, que defendemos a capa y espada toda manifestación artística y melódica, ese inquilino que se sube al escenario en patria ajena y deja el corazón ante multitudes clamorosas, no pasaría de ser uno más en el largo tren de pasajeros. Sólo así se comprende, como Silvio Rodríguez lo recita, que “lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”.

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Set list
Concierto en Xalapa. 21 de septiembre
Jornadas Académicas Cuba - UV



1. Tu llegada (Trovarroco)
2. En el claro de la luna
3. El papalote
4. Sueño con serpientes
5. Días y flores
6. Canción del elegido
7. Santiago de Chile
8. Carta a Violeta Parra
9. El necio
10. Chan Chan Tributo (Trovarroco)
11. Óleo de mujer con sombrero
12. Pequeña serenata diurna
13. Escaramujo
14. Quién fuera
15. La maza
16. Ojalá

Encore

17. Mariposas
18. Te doy una canción
19. La era está pariendo un corazón

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Originalmente apareció publicado en Semanario Acrópolis.
Aquí, una crónica de Adriana Carreón al respecto.
El boleto fue pegado con minuciosidad por Ursula Estrada.

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domingo, 19 de septiembre de 2010

Madrigalismo 7/n

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Amanecer, luego del amor, suena a rutina sosegada, ruin escenario para los hábitos que no hemos logrado transformar en risas de sobremesa. Amanecer, después de amar, es resquebrajo de lo rosa, lo sutil, lo “despacioso”, el trémolo gritar lejano de aves exóticas. Amanecer es aturdirse nuevamente con las emociones consabidas, es los pulmones que tosen y el café que no llega.

Ponerse los ojos claros o los lunares, quitarse el maquillaje de cansancio y empalagarse miel de sonrisa y buenos días. Sacudir del cabello las almohadas y ensancharse en piel de éxito y aventura. Lavarse bien el retraso y cepillar cuidadosamente cada uno de los pendientes. Pasar la lista una y otra y otra y otra vez: “debo mantenerme en forma”, “sacar la basura”, “taparse la boca al bostezar”, “imaginar mi cara al ganar la lotería”, “guiño a las damas”, “fuerte y gentil apretón de manos a cada caballero”, “los atajos, los atajos, el reloj diez minutos adelante”, “cada vuelta, cada esquina, semáforos mafiosos, radares que acechan”, “dónde dejé la cartera”. El pensamiento fútil, la sincronización perfecta entre alimento, tiempo y temperamento.

Por cierto: Ismael sabe de Sísifo, supongo entonces que me entiende cuando maldigo a quien haya inventado la piedra que aquel pobre hombre debió cargar eternamente. Amanecer queda sujeto a pequeños guijarros sometidos (por destino aplastante) a escurrírsenos de las manos. Amanecer, después del amor, es olvidar las llaves al llegar al auto, es cambiarnos nombre y apellidos, es no reconocer ya nunca, empedernidamente turista, ningún rostro, aroma, árbol o enemigo. Amanecer, luego de amar, es, por ende, negociación con uno mismo, replanteamiento de valores, intrigas y personajes.

“¿Quién soy, a dónde voy?” deja de importarme porque puedo, antes de irme al trabajo, besar tu frente y embeberme en el olor que discreta disipas en el aire; en breve iniciarás tus particulares ritos y el pase de lista será diferente. Yo estaré a punto de tomarme el primer café mientras le pido a mis alumnos un poquito de su bendita atención. Entonces bostezas, decidida a levantarte de esa cama que cada mañana te imanta.



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lunes, 6 de septiembre de 2010

Anémona

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Difícilmente bailo. Frank se mueve cual obscura divinidad de oriente y yo me izquierdo o me enderezo de reveses; no bailo entonces. Lo considero... digamos burdo, espontáneo, obsoleto eternamente y cercano al sinsentido. Por qué, dígame usted, por ejemplo: bailar, si a la mano se tiene la cintura ardiente o la copa y puro o el atardecer que siempre espera, la noche con velas y camas y saliva y mentiras y… ¡látigos! No quiero tampoco establecer erróneamente que mi desazón por la danza provenga únicamente de mi afección por otros placeres mundanos, pero en algo ayudan los alardes de buen amante.

Frank, el caballero, y sin embargo embriagador de damas inquietas, gana (por Dios lo juro) concursos de salsa y hace un robot mucho mejor, mil veces, que los mismos engendros de Asimov. No hay cordura que le valga más que una pista caliente con luces redondas y palpitantes. Pareciera que un resorte, una corazonada enferma, le dictara a gritos cómo y cuándo moverse y detenerse, contonearse y guiñar, bajar el sombrero, saludar, girar a medias, agacharse, proferir felicidad y cultura ante los ojos atónitos de quien sentado espera, fumando, como ese tango.

1997. Mayo u octubre. Frank terminó los fideos en frío que preparé casi como los gatos comen: con más energía que encanto, pongámoslo así; entonces, sacudiendo su cabello siempre a corte militar, se subió a la eterna silla azul, tenedor en mano, y declamó, cantando desafinado, arrebatado en risa:

“El fideo ondula en la sopa y rebosa la cuchara reflejada.
Es hermoso en su ínfima existencia de gusano comestible.
Tiene la figura breve que lo distingue de parientes transalpinos
y una ductilidad que lo hace inaprensible”.

Quedéme vago.

… / ¡Te gustó! / No; realmente no / Només Ploraria / Qué es eso / ¡El autor!, ¡qué va a ser eso!, Només Ploraria, barcelonés, ilustrador y poeta de la blogósfera / qué es la blogósfera, Frank / el nido de ratas que escribe cualquier cosa que se le venga en mente, ¡y anónimos los cabrones! / Blogués… / ¡Blogósfera, bruto! Voy a hacerme un blog, Juan Carlos. Lo tengo, desde ayer, muy claro / ¿Ayer? / Conocí a una chica en mis clases de tango / ¿Desde cuándo tomas tango? / Desde que tengo dinero / Frank, quién te paga esas clases / Desde que estamos aquí me ahorro lo que me das y ayer pude pagarme mis primeras cinco lecciones / ¿Y la chica? / Alímola / Nadie se llama así / Ella: Alímola, Anémona, me gusta / Te miente, Frank, ¿te acuerdas de Clara? / Alímola es portuguesa y canta también, me enamoré, le llamaré para que venga por mí, tiene una Vespa rosada; fascinante mujer, francamente / Francamente, Frank, creo que ya enloqueciste, al final es así; lo dicen los doctores / El destino es irreparable / Es irrisorio, Franky / (Se sentó, dejó suavemente el tenedor sobre su plato) Es la única forma de sabernos amados u odiados / No te entiendo / Dios nos pone las claves / ¡Es el colmo!, ¡y encima qué estás leyendo! / Blogs de Barcelona / … / Y de Venezuela, y argentinos algunos; hay uno que es más que bueno: “suicidiario”, fabuloso, el tipo que escribe nos muestra recetas comprobadas para quitarse la vida en menos de un minuto / Lávate los dientes ya, tengo que irme de vuelta al trabajo / Ayer “subió” un textito sobre atragantamientos con vainilla en vara / ¿Viste mis llaves? / Deja que te lo lea y nos vamos…



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El extracto de Le fideo pertenece a Només Ploraria.
La foto es de marca.com, estropeada adrede.
No existe ningún blog llamado "suicidiario".

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sábado, 4 de septiembre de 2010

Cláritas del rústico pequeño

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I.

Si regresaras en otra claridad desierta,
tú misma, cuerpo o ráfaga desnuda
de otro espacio no mío, cálido y solar.
Borrosas calles y llovizna oscura.
Nada sino mi sed, mi desvelo,
nadie sino la voz del entresueño,
nada, final, sino
un eterno encantamiento frío:
terror que lentamente
se entreabre, gesto, belleza cruel
que pasa apenas, fugitiva, sólo al lado un instante,
por entre los adioses,
¡oh tanta luz en nubes de otro invisible mundo!

Fernando Charry Lara, 1963
Fragmento de Los adioses











II.

Siento llegar el día como un rumor de animales,
a la orilla del pantano, de la fiebre, del junco,
más allá, entre las colinas de viento oscuro,
donde la luz se levanta con desgarradas banderas,
como resplandor lejano de una montaña de cuarzo.

Formas de la gracia, sus perfiles abandonan sus melenas
a la brisa; formas de la vida y de la muerte,
sus senos tiemblan en las penumbras de los juncos;
formas del oscuro delirio, sus muslos se suavizan
como una fruta partida; formas del tiempo humano,
sus pies hacen temblar las flores silvestres.

El día derrama su transparente maravilla, como un vuelo,
como el color innumerable, como la crisálida
de herméticos destellos, como el insecto plateado,
como el hechizo en las formas relucientes,
como el vuelo de mariposas que salen de una gruta incendiada
y comienzan a temblar en el ardiente cristal.

Soy el día, y el viento levanta sus ramajes en mi alma.

Vicente Gerbasi, 1977
Fragmento de Formas del tiempo humano









III.

En estas horas de solemne calma
vagan los pensamientos
y buscan a la sombra de lo ignoto
la quietud y el silencio.

Se recuerdan las caras adoradas
de los queridos muertos
que duermen para siempre en el sepulcro
y hace tanto no vemos.

Bajan sobre las cosas de la vida
las sombras de lo eterno
y las almas emprenden su viaje
al país del recuerdo.

También vamos cruzando lentamente
de la vida el desierto
también en el sepulcro helada sima
más tarde dormiremos.

Que en la tarde, en las horas del divino
crepúsculo sereno
se pueblan de tinieblas los espacios
y las almas de sueños

José Asunción Silva, 1892
Fragmento de Canto IX













IV.

Hacia el anochecer, bajábamos
por las humildes calles, piedras
casi en amarga piel, que recorríamos
dejando caer nuestras risas
hasta el fondo de su pobreza.

Y el brillo inusitado del amigo
iluminaba las palabras todas,
y divisábamos un poco más,
y el aire se hacía más hondo.

La noche, opulenta de astros,
¡cómo estaba clara y serena!,
abierta para nuestras preguntas,
recorrida, maternal, pura.

Entrábamos a la vida
en alegre, en honda comunión;
y la muerte tenía su sitio
como el gran lienzo en que trazábamos
signos y severas líneas.

Roberto Fernández Retamar, 1958
La noche







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