martes, 3 de julio de 2007

Vómito de Recuerdos

Tienes que estar loco. Tocado, decíamos entonces. Tienes que estar tocado para pensar que un puñado de amigos pueden seguir alimentándose de sus recuerdos durante más de quince años. Y debes disfrutarlo también, darle de cuando en cuando sus jalones de orejas a tu actitud y miel a tus heridas (dicen que eso sanaba antes a los leprosos).
a
Sonó la campana, salimos corriendo del Kinder y nos hicimos grises, grasosos, nos salieron granos, se acabó el dinero, aprendimos a tartamudear, a ser otros, a no chocar con las paredes. Conocimos la mujer como parte de un experimento modelo, conocimos a la mujer- paradigma, y la amamos. La amamos tanto que luego discutimos y nos distanciamos exclusivamente por celo profesional. Teníamos… 12 años, doce, trece. Teníamos un disco de Silvio (el negro, el de la portada con la mano, el que compramos juntos una tarde xalapeña con lluvia en aquella discoteca escondida) que escuchábamos atentos para no perdernos ni un acorde, ni un coro, ni un verso y lo cantábamos tan fuerte y tan bien, tan niños, que sin darnos cuenta la grabación aquella se rayó y nosotros crecimos sin nosotros.
b
Nos reencontramos luego, bebimos elíxires más fuertes, platicamos de política, de deportes, de primeros besos, de segundos inolvidables, de terceros en discordia, de cuartos tan pequeños, de quintos que no alcanzaban para comprar los helados, de sextos de primaria, de inmadurez, de gula. Charlábamos así, casi en orden alfabético, como queriendo acomodar las piezas de forma tal que el rompecabezas se pudiese enmarcar a la larga.
c
Y la larga se quedó tan corta…
Y nosotros tan endebles sin “losotros” que por necesidad, deseo y jerarquías volamos sin casco, sin conocer el espacio y así descubrimos galaxias que transformaron nuestros cuerpos y almas en virtudes mostradas por otras latitudes.
d
Un día, de vuelta a casa, nos correspondió el encuentro: desfilaron mujeres, braquets, cervezas, música, heridas, altares de muertos (ni cómo agradecer lo bien que ambos recuerdan a mi padre), comida envenenada, caídas con raspones, citas a ciegas, tiempo; desfiló tiempo atrincherado bajo lodazales en guerras que cada uno ganó en silencio. Y en medio del todo, surgió la canción: “hoy viene a ser como la cuarta vez que espero, desde que sé que no vendrás más nunca”, mariposas de un azul cristal revolotearon por nuestras manos… aquel Silvio volvía a entonar los himnos empolvados.
e
Tuvimos que llenar los vasos hasta el filo y tomarnos con lagrimillas el pasado de un solo trago. “¡Qué vómito de recuerdos!” exclamó uno. Anocheció entre la risa y las mejillas rotas. Se ionizó el aguardiente. Se ataron cabos sueltos. Se saboreó la plenitud. Aquella noche dormí soñando con charpes y canicas; la mujer-paradigma jugaba conmigo.

martes, 19 de junio de 2007

Cántale Pepe

Como quien se traga al viento, así nomás sin pensarlo... tragar por tragarse cualquier cosa; el viento en este caso sincero. // Como quien se traga al viento sin querer olisquearlo, sin permitir que sepa Dios cuántos bichos raros entren en esa boca, en ese cuerpo, en esa hinchazón corajuda en el corazón que tiene José. // Como quien se traga al viento de una sola bocanada... fugaz, sin miramientos, todo lo contrario; entrada libre al microbio, al rico, al poderoso, al campesino, al extranjero, al de acá, a todos. Mientras más sean los convidados, más aprisa late su infartado tres veces miocardio. // Y no le importa. // ¿y a quién le importa si vamos por la cuarta, o la sexta o la un millón?, ¿a quién que no sea Cristi?, ¿a quién le duele el cuerpo, la mente, los recuerdos?, ¿a quién le pone fríos los pies el saber de su ausencia?, ¿ a quién le suceden sueños incautos llenos de fantasmas?. // ¿Quién si no Pepe tiene la fuerza de callarnos dando un golpe seco en la mesa ajetreada?. ¿A quién le importa que ya no tenga fuerza?...¿ a quién carajos?...¿ a quién carajos le importa?. // Muerto el rey viva el rey y él siempre ha sido el rey, le guste a quien le guste, toma o escupe. // Acompáñame con brandies como nunca lo has hecho, sugiéreme qué poner en el cuasiobsoleto tornamesa ¿alguna habanera de Cádiz?. Una del Rogaciano aquel que tanta pena daba a las huastecas. O bien, podemos llegar al terreno de equinos blancos sin jinete, o de antepechos en el puente, quizá hasta sea el momento de probar intrigas con la Villa, la Beltrán, la sin nombre que duerme a mi lado cada vez que escucho su roncar cantaleteado. Dime tú José. Una que te sepas cantar entonado y a lo macho. // Me encanta que cantes, o que llores, pa’l caso es lo mismo. Eres mi recuerdo vivo.

¡Ah, Ingleses!

Allá, en Londres, notaba con asombro a los parques; de dimensiones magnas, y sobretodo usados, caminados por la gente para quienes se hicieron. Unos paseando al perro, otros más comiendo salchichas enlatadas en las bancas de madera, algún niño correteando palomas, alguna niña cortando flores. Alegría instantánea. Espontaneidad. Júbilo gozoso de tumbarme en los jardines y darle la cara al viento vespertino. Leer sobre el olvido mientras las hojas de los árboles me acuchillan la cara y las rodillas. Escuchar por rutina la novena de Beethoven en los audífonos, saborear cada respiro de la orquesta, cada minúsculo error que tiene esa grabación del 93 en Berlín y sentirme, ya sin miedos, director invitado, sacar la casta, mover los brazos en perfecto compás, forte, fortíssimo, casi piano, ahora allegre… andante. Y quedarme ahí… allá.
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Aquí a nadie le interesa el Lwiding Van. Aquí nadie lee. Aquí no hay niños. Aquí hay mataniños.

domingo, 20 de mayo de 2007

Esta Prisa de Alas

Capítulo DOCE de ANAlogía.
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- Dato al margen: Es interesante... curioso más bien. Me senté a fumar. Puse la cinta del Windham Solstice II, esa de los atardeceres en el cofre de Perote ¿recuerdan mis queridos lectores?, >> y así de pronto, surgió de entre la niebla, el sol; de entre el humo, lo azul; de su recuerdo, la voz. /// Sonaba la canción "This rush of wings" cuando rompimos. Un villancico del siglo XVI. Háganme ustedes el favor. Y aquí lo que escribí -

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Seducir hasta el cansancio, hasta que no quede parte alguna de tu cuerpo sin recorrer.
Quizá aquí mantenga una teoría equivocada, un descontrol muy íntimo, ligado con probabilidad al desamparo que hoy imprime mis ideas. Ideas sobre la mortal desaparición de un amor obsesivo y tragaluz, de uno que es lo suficientemente bello como para transportarlo cual objeto de playa y reunirlo entonces con sus otros compañeros. Era lo que yo quería, no sé de qué modo o por qué razón pero anhelaba aquel instante más que ningún otro. No hubo aquello.
En tal caso, no hubo más remedio que el abandono rutinario a mis días con lluvia y sal, no existirían más entre tú y yo mañanas soleadas con humo o con café, no se volverían a presentar los espectros de la tarde ni en tu habitación hoy lejana ni en la mía cada vez más grande.
El cese fue total, casi desconocido o nada violento, pero total, avasallador, contundente y limpio. Creo que sonreímos. Sí, lo hicimos sin saber por qué, para acallar el llanto próximo o al contrario de este asunto, provocarlo para así saldar las deudas, deudas ilusorias de un cambio que nunca vimos. Faltó tacto.
Pero el sabor de una venganza o la enemistad con los intrusos nunca pudo solucionar tanto conflicto acumulado por no saber sacarlo a tiempo. Es mi opinión y pido que sea válida por el medio que más convenga; ya es cuestión de equilibrar a los protagonistas y mantenerlos frescos para un futuro encuentro, para besos distintos que obligan a las remembranzas, ya no se darán ni en la mente ni en la boca, ni siquiera hallarán lugar en las mejillas secas, sólo volarán para encontrar su propia voz; habrá que dejarlos ir sin marcarles el rumbo, sin determinar su causa de fugitivos o inmortales. Aquellos besos listos y viejos son ahora pasajeros de mi tren de carga, no me caben, subirlos a bordo sería tarea difícil, además como deber no permito que se suban.
Esta prisa de alas me integra otra vez en la sociedad histriónica que a mi alrededor se resquebraja buscando adictos, niños y tragafuegos. Camino sin tus piernas, mezclo entonces mis manos para sentirme seguro, al lado tuyo; bebo sin tu risa, manejo pues mis palabras muy callado; miro sin tus ojos a todo el despertar cotidiano que hace mucho no veía; rozo gente sin tu cuerpo, sin pecar, sin tratar de hacerlo, sin cuello, sin alma todavía capaz de soportar tu pérdida; pierdo sin tu materia, no hay fécula eficaz si no alcanzo a tu estómago; pienso sin tu frente, sin arrugarla, sin enfadarse, sin tu frente; me calmo sin tu voz, como en el tiempo aquel de las semillas tiernas, cuando aún del brazo de mi madre tomaba la correcta vereda, cruzaba las secas avenidas, como me calmaba solo cuando sólo buscaba tu aliento.
Fuimos volumen, de eso estoy seguro. Seguimos siéndolo, no quiero tampoco aparentar ser un tipo engreído, ni estoy cerca ni me alejo, ando por casualidad de nuevo en las entrañas ajenas que antes poseía. Me entrego sin reticencias, el cobarde lo hace, ¿ por qué no he de querer ahora que estoy tan ciego ?. Por calumniarte, por lograr que te sonrojes, como si de eso fuera el cuento. He vestido estas palabras con sedas y filtros exquisitos que poco a poco nos deleitan, saturando al paladar de vinos y manjares, perforando la negra intervención de un sujeto mantenido en la lástima, en la pobreza de misterios, en el filo de la histeria, en el espacio para depresivos, sujeto también aislado de sus costumbres (pero de ellas come), sujeto terreno, nada volátil, intruso a fin de cuentas de una masa cotejada con las otras miles que habitan tu memoria de repuesto. Ahí se halla aquel individuo efímero que ríe, corre, toma y suspira. Ahí, en esa parte de recuerdos carcomidos, duerme a gusto la sombra del incapaz ladrón, el resto triste de un señor de alcurnia sin apellido. Buen lugar para el descanso se ha elegido.
Transcurridos varios segundos infernales he podido descubrirme acurrucado entre tu lengua, no me ha despojado y es consuelo pertinente para el que se cree un buen perdedor. No es juego ni lo fue, no pista de baile o enfermiza relación de adolescentes. Quizá ya se asemeje. Hay olores densos que nunca evito, el tuyo por ejemplo es gris azul sin cotornos de apariencia. Hay tolerancia y menosprecio, ventanales de madera con balcones de aire maquillado. Hay destreza en la mentira y sobrias risas que me miran, hay lamentos, hay cartitas, sueños, rios, melodías. Hay tierra y lluvia, nubes negras, regocijos. Hay viento del sur, cálido y transparente, noches de invierno, alta marea de luna entrante, silencio o estupor. Hay canallas que en juergas y batallas disfrutan las tardanzas. Hay poblados en montañas y sequías que se soportan. Hay logros, hay derrotas.
Hubo tedio, hubo insomnio, sexo y malabares. Mas la fuente sigue viva, mantenerla en forma es necesario, procurarla en todo no es derecho ajeno. Vivimos dentro, estamos en lo cierto, no carguemos recompensas.


diciembre 99 - enero 2000



"El alarido inicial de la mujer era ya sólo un hilo de sollozo, constante e inalterable. Hablaba en voz baja, con la ternura con que se arrulla a un niño, en tanto que sus manos temblorosas acariciaban sin cesar el pelo de su marido. - Pobrecito mío... hijito de mi alma... "

Luis Spota.

martes, 27 de marzo de 2007

Kafka y la Pesca con Mosca

Con qué he llorado. ¿Realmente he llorado?, o han sido simples espasmos de una tristeza crepuscular que a ratos me habita. ¿Han parado de crecer los árboles que un día planté, jurando morir de cara al cielo arropado por sus sombras?. Cuándo lo juré. Cuándo juré eso. Cuántos mares he cruzado. Cuántas míticas canciones me he aprendido. Cuántos poemas. Cuántas recetas me han dado los doctores. Cuántas he seguido. Quién me ha enamorado. De quién lo he hecho. Cómo. En qué momento. Por qué exquisita desazón me he deprimido. Cuántos labios me han besado. Cuántos he besado yo. Quiénes han lamido mis heridas. Quién no me ha devuelto un libro, un disco, un refractario, una camisa, un guiño. Cómo vine a dar rebotando a esta silla -callada y fría- que no hace más que hundirme en arena, plumas e insectos. Cuándo empecé a tolerar a las arañas. Por qué me resfrié en aquel invierno. Por qué llegaste a mi vida en aquel invierno. Por qué aquel invierno se fue. Por qué se van los inviernos. Por qué no se quedan. Por qué no… se quedan y… e… e ideamos

/ cosas; no sé: abrazos eternos, minúsculas fogatas, conversaciones con códigos numéricos, amigos imaginarios, sapos sin verrugas, princesas feas. Cosas. Cosas ideadas en los inviernos que se quedan. Por qué no se quedan los putos inviernos. Por qué tienen que irse por el mundo repartiendo frío. Por qué esperarlos ocho meses. A ti no te esperé ocho meses; no eres estacionaria para hacerlo. No estás viva, ni disecada, ni muerta: eres la exhubia de otra.

Eres la exhubia de otra.
Qué sonora venganza.

viernes, 23 de marzo de 2007

Mejores Personas

No hay quien despacio quiera. A veces la pasión es de ermitaños.
No existe la reflexión sobre el amor sin beso que atestigue al ser amado.
No inventen paradojas de dolor en caminos transitados tantas veces.
No inventen.

Logro en ocasiones discrepar con mi mujer amante.
Le cuento lo feliz que estoy y ella me hace muecas de ternura, de envidia malviviente.
Si le canto en sol mayor, me devuelve un desafino con vehemencia: silba.
Hay días que persigo el sexo y ella viene congelada pidiendo a gritos que me aparte de su cama,
que me lea una revista en el retrete o me prepare un frígido "emparedado de lata".

No hay vuelta atrás; la incompatibilidad me vuelve impermeable...
-¡que ya no lloro nunca por amor! quiero decir-

Y luego...
Y luego están los escaparates.
Las modelitos, los guiños efímeros, los reojos, el calor, los calamares.
La champaña barata que vierto en otros muslos, el idilio de cualquier atardecer.
El calor.
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El c...
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EL CALOR.
..
...
Las duchas nocturnas en mieles ajenas.
El estrepitoso grito de la conciencia.
El llamado a la cordura.
La paz, la guerra, la vida entre dos, el insomnio, la paranoia.
Los celos que malvadamente la alimentan.
La cuidada madición de la matemática: uno más uno / valor negativo.
-¡ Rompamos entonces ! - quiero decir - con un carajo.

¿Y qué con eso?
¡Mejores personas!
¡Eso con eso!, mejores personas sin diluvios infernales, castrativos.
Seres libres, imaginarios, no cautivos, l i b r e s .
Seres libres. Sin ungüentos malevos, sin lechita, sin lecturas compartidas.
Seres que amen a otra gente y puedan un día, verse en un café por "azaroso designio".

Y ser infieles.

Manosearse. Acariciarse llenos de euforia. Comerse cual divina ambrosía.
Recordar a sus parejas durante el orgasmo.
Hincharse de vergüenza.
Interrumpir al amor de un golpe.
Sentarse en la cama del hotel.
Ver la tele calladitos.
Deseosos, de que en otros tiempos de tregua, se repitan sus encuentros.
Pagar la habitación.
Llegar a casa.
Dormir a pierna suelta.

Su novio le espera, mi niña descansa.
- ¿dónde has estado? - me pregunta.
No contesto.

m u t i s m o

Envuélvome en la sábanas.

No contesto.
La incompatibilidad me ha vuelto impermeable.

martes, 13 de marzo de 2007

Debut VII

La necedad me complementa... me hace fuerte. La necedad me reinventa cada que así lo imagino. Por eso vivo necio, apegado a los maltratos y a los malos entendidos. Por eso intuyo el fracaso, lo induzco, lo persigo. Y así la necedad que me habita se vuelve necesidad.
Aquí me planto; hoy ya sin promesas, hoy con menos virtudes, más gélido, más estatuario, más irasible. Aquí me planto y vocifero a buena voz mi desprecio por toda disciplina. Aquí me planto; dándole cara al personaje viejo que en mi espejo noto; dándole cara al soñador antiguo que en mi mundo no progresa. Aquí me quedo; soltando pétalos, comiendo tallos. Amarrando estrellas con cabellos largos.
Debut de frágiles hormonas y hormigas callejeras, de santos santiguados, de vientos alisios que con ternura me soplan las manos, enjugan mis mejillas y me obligan a luchar por toda noble nación HECHA de hermanos escribanos.