lunes, 28 de abril de 2008

¡ Ni cómo ayudarte !

> A Dumbo, por preguntar.



La supervivencia es un animal moribundo, destrozado por dentro, lamiéndose heridas, ofreciendo la lástima de quien lo nota. Si lo nota.

Ya lo escribieron muchos y de mejores formas: es pasar el rato, lograr que el universo gire acomodadamente a ritmo y destino propios. Supervivencia es quizá la forma más amable de cotejar tus acciones en función de las de otros, y es también, por puro capricho, el siemprevivo deseo de aminorar los males a toda costa.

Supervivencia es más: de lograr una definición correcta valdría la pena mandarla a los diccionarios. Es el tiempo transcurrido entre vida, justicia, ambición y muerte. No es cíclica, no es conferida y mucho menos regalada… se cosecha poco a poco, y ahí, en temporada, se sirve bien fría… como la venganza mis amigos.

Sobrevivir para tomar otros rumbos, hacerlo con la fija intención de mantenernos erguidos. Si se desea puede acompañarse de procesos de adaptación múltiple: sobrevive el que más rápido se adapta. Así de sencillo, así de frágil se vive.

Por ejemplo: dos hijas le piden a una madre (una mamá condescendiente) dinero para helado de macadamia; mami, sin embargo, sólo tiene efectivo para una bola (esto se está volviendo una broma) así que decide no darlo a ninguna y, ya que la idea está puesta, mentir bajo criterios estrictamente ahorrativos para después, con disimulo, ir a “Helados Conchita” y regalarse (por dos minutos) un incentivo sabor nuez, por tantos años de no pensar en ella.

Es probable que toda madre salte en este instante y me maldiga (¡donde quiera que estés, aborto retroactivo, debes saber que una madre nunca sería capaz de siquiera pensar en cuestiones tan obscuras y egoístas!).

Sí las hay. Debe haberlas… hay de todo en…la… no sé… en esto que tiene el Señor ¿no? Sí o no. Sí o no… ¿lo ven?, entonces sí las hay, debe haberlas. Anyway. El punto recae sobre la “i”, cuando, inmersos en una rutina (laboral, amorosa, depresiva, etcétera) nos desencajamos del mundo que nos habita y por un momento, vivimos. Así, con todas las letras: uveiuveiemeoese. A lo ancho. Dejamos de sobrevivir para contar (de un modo más oscuro) todos nuestros inmundos deseos.

Bien lo cantaba Silvio: “un señor quisiera ser mujer, y una chica quiere ser señor, hasta Dios sueña que es un poder y Mariana quiere ser canción”. Alberto Cortez siempre quiso ser bombero, Drexler fue doctor y luego cantante durante ceremonias gringas que premian obras fílmicas, Serrat estudió Agronomía, Sabina letras, Filio se hizo LAE, Aute pintor, Fito rodó películas, Luis Miguel aprendió solfeo, ¿te estás burlando grandísimo hijo de puta?, no señora, como lo oye: Luismi le echó ganas a la cantada, tuvo maestros y todo. En fin; no nos detengamos ahí… también hizo buenas películas, tres, en una perdía la pierna (pero luego le ponían una de palo).

Aún con todos estos patrones de supervivencia no me queda muy cristalino el asunto: pareciera entonces que en vez de vivir, gozar el presente, darnos besos en parques sombreados, regalarnos chocolates en febrero, llorar por novias, buscarnos modos más seguros de ya no llorar por novias y demás parafernalias, sólo sobrevivimos. Moribundos y sin ser notados.

No debería ser tan patético el asunto, tan… lúgubre, injusto.
- ¿y los de Kenya?, ¡niño!, ¿y los de Kenya?
- Y los de Kenya qué… señora.



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sábado, 26 de abril de 2008

De Piano y Carbón: Diamante

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Es bienvenida la intrusa: cuida de mí, me escucha. Sabe lo mal que me ponen las hormigas. A veces se va con sombrilla y lodo en los tacones pero irremediablemente vuelve, vuelve a mí, a mis misterios, a mis tristezas, a todo desatino vuelve, y escucha.

En ocasiones se levanta de una cama azul y camina despacio por la barda del vecino que atolondrado y violento la golpea, corta su ímpetu de sueño y crecimiento. Vuelve a mi vera; roja, maltrecha, eclipsada, de malas, cansada, no saluda, no se duerme, sólo inmóvil ahí se queda, tumbada en mi rellano, curándose con cal las cicatrices.

Todas las mañanas ennoblece mi figura de catrín y despacio me acaricia el pecho, las mejillas, la sonrisa. ¡Vuelve sano del trabajo!, ¡no te enfades!, ¡come a tus horas! – me grita guiñándome un ojo; me alejo cabizbajo mientras ella se retoca el alma con rocío, entonces me avienta besos de agua frutal y dulce.

En la oficina la dibujo siempre; trazo su silueta y coloreándola de sabores vainilla imagino un nenúfar suspendido en ríos perfectos donde acampar en silencio. Sé, por cierto, que los lirios y las algas la avergüenzan, que a veces desatan su ira y lanza proclamas contra ellos: ¡parásitos bastardos!, alega en su defensa… luego toma té y se calma. Vuelve a mí, pernocta vigilando el sueño de este cliente satisfecho.

Por la tarde canta, se entretiene contando el viento y de cuando en cuando bosteza. Pletórica me abraza, me rasguña, ubica mis miedos y los desecha. Siempre que le leo me hace cosquillas, “no son chistes, niña”, le digo displicente, entonces se me pone digna y atenta, siempre muy, me escucha.

El piano le gusta, el buen piano: el de verdad, el sincopado. Que nadie la interrumpa cuando educada se pone a oír a Albéniz, a Lanz, a Jones o a Mehldau. Con cuidado se puede advertir cómo crujen sus huesos; danzan sin precaución, remontan el vuelo a paisajes sonoros donde nada sobra… y luego allá se queda un rato, mirando triste su futuro, deseando cambiar todas las noches del mundo por un poquito de amor correspondido.



< ... cursi, tonto, melancólico, poquitín kitsch
(no lo eches a perder Juan Carlos)
... que no se malentienda: es bonito... y cursi
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jueves, 24 de abril de 2008

Naturaleza Muerta

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¡ATENCIÓN! este es otro experimento literario e inútil; no es ni edificante ni "lindo". Y por supuesto, para toda La Onda... de nuevo.

¡Puta Siouxsie!, de no haber estado en la radio con su "Hong Kong Garden" el momento me hubiese resultado menos penoso. Virignia enojose porque cometí la desdichada osadía de bajar el volumen del estereo. Y es que Siouxsie and The Banshees, en un Volkswagen Sedán azul pastel, de la Guerra Fría, enfrascado en el tráfico capitalino, bajo un aire caliente y estático de las dos de la tarde es verdaderamente espantoso.

- ¡Por qué le bajas!
- porque... estaba ¿muy fuerte?
- tus pinches sarcasmitos 'orita no mijo.
- guey, o sea... "mija" (río indefenso, subo el volumen a grados extremos, enloquezco momentáneamente, maldigo en silencio) qué pasa (niego el hecho con la hinchada cabeza, prendo un cigarro)
- 'orita no fumes
- ... ('orita, 'orita, puta madre 'orita)
- guey no fumes
- Virginia... (llevo mi mano derecha al cuello y lo acaricio, trato de calmarlo; de contarle un cuento de hadas con la mano)
- ¿no te gusta Siouxsie o qué pedo?
- Virginia... ya ¿no?, o sea, ya, por favor.
-... pu's que mamón
- pero ¡por qué mamón!
- Yo soy la que vengo manejando Juan Carlos, y quiero oir esa canción, me late, me trae recuerdos muy padres, muy muy gratos.
-...mh
- oye tampoco ¿eh?, o sea te estoy explicando las cosas y tú te pones de mamón.
- pu's pa' qué chinga'os hablo, estás encabronada, yo tengo hambre; no somos la mejor combinación ¿estás de acuerdo?
- ¿en serio tiraste el cigarro?, guey para eso está el cenicero... no mames buci.
- oh, que la chingada (puta madre, puta madre, pinche vida de mierda, pedazo de imbécil, me tienes hasta la puta madre, ¡ya cállate de una puta vez!, puta madre, ¡déjame en paz, coño!, puto calor de mierda que hace, me caga, me caga el pinche... -aprieto los dientes- me caga cabrón, me caga)
- pu's que pinches maneras ¿eh?
- maneras de qué (no me chingues), ya párale ¿no? (que mamadas)
- ... luego te arrepientes de lo que dices amor.
- ¡pero qué...! / oquei, perdón.

No hablamos mucho más de vuelta al departamento. Sin embargo, por nuestro oídos desfilaron alegres: The Strokes, New Order, Aphex Twin y The Cure....

- ¡Aphex Twin!, ¡qué pedo con Aphex Twin!, no mames, tenía un madrero que no escuchaba esa rola, ¡súbele!, ¡súbele!...




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lunes, 21 de abril de 2008

The Lowest Trees have Tops

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The turtles cannot sing and yet they love,
true hearts have eyes and ears, no tongues to speak;
they hear and see and sigh, and then they break.

John Dowland, 1603

sábado, 19 de abril de 2008

Comandante de Brigada

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El veintialgo de agosto de un año bisiesto me volví, por decreto social o régimen preestablecido de las reponsabilidades y el buen andar, un adulto joven. Lo curioso no radica en mi negativa a crecer sino en las mil preguntas que quedaron atrás sin responder.

Sería difícil indagar en la memoria colectiva de mi generación las razones que cada uno tuvimos para no querer crecer. Por supuesto, este alegato aparece demasiado tarde y el rumbo ha quedado olvidado; o bien, vía improvisación, mejorado. Algo es cierto: desandar el camino es de cobardes.

Pero me es preciso serlo. Aunque sea de a mentiritas.

Fui pandillero... más bien, pertenecí a un conjunto de mocosos irritables que jugaban al beisbol y pescaban en ríos prohibidos. Simpático es también el devenir de esos mozuelos, hoy funcionarios de gobierno, músicos, burócratas, poetas y putas finas. Les quise mucho.

Nunca tuvimos nombre; no eramos capaces de crear una imagen corporativa adecuada a los impulsos y esencias de cada uno. Lo nuestro era más bien: prohibir lo prohibido. Así que, querido lector, si hay fijón sabrá que no distábamos mucho de la media gangsteril que hoy ataca emos y roba hersheys de supermercados "para la novia".

En realidad la violencia, el complejo de "loco" y demás instintos humanos eran lujos que no nos dábamos. O sí, de a mentiritas.

Porque verá, allá lejos y hace tiempo (como la canción de ese tipo que dice conocer a un tipo que sabe de un sujeto que tiene un primo que dice ser feliz), ser violento significaba transgredir las normas, violar los mandatos constitucionales. Hoy... hoy es un poco distinto.

Concluyo así, que de no haber pertenecido nunca a ese micro-cosmos condenado a la derrota ideológica, en la vida (óigalo bien)se me hubiese ocurrido escribir mis memorias.



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lunes, 14 de abril de 2008

¡ VITOR !

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Queridos amigos escritores:

Dubitativo, el que piensa y no anda.
¿Yo?, las antípodas.
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A esto hemos llegado. A verdades publicadas en bitácoras cibernéticas, a lecturas desechables de hombres y mujeres y animales y marcianos que, solos, infinitamente solos, se resquebrajan en lo auténtico de su deseo: el síndrome de las antípodas.

Enfermedad del alejamiento, de la independencia, de (cómo se llama el artefacto en forma de plátano, ése que uno avienta y regresa al sitio desde el que fue arrojado: haragán, paramut, ¿páragan?, boomerang) los boomerangs. Pues eso.

Quizá antes, en otros cíclicos ayeres, escribíamos por privación de lo real. Hoy todo me huele a vanidad, a falso sarcasmo, a encuentros cercanos con novias lejanas, a virtud de los que leen, a emparedado de hormonas, a seguridad pública y privada, a que estamos muy gastados por el tinto y el prozac.

No niego ubicarme en todo lo anterior; soy solemne partidario de mi soledad: me entrego desnudo a ella, engordo o enflaco a mi manera, vivo por partes y entristezco como ustedes. Cual hormiguita violenta cargo con las hojas rotas y huyo del criticastro por temor al alcoholismo.

(No todo pinta tan mal entonces). Ni los textos que elucubro y nunca escribo son sagrados, ni la Biblia es mi Corán. Hubo ayeres cargados de sorpresas, y mañanas que no llegaron hartas de nostalgia. Hubo más, hubo, por ejemplo, cuentos ganadores en dignos certámenes de limpieza ortográfica. La lista sigue...

La vida también. Aún de acabarse seguiría: ya los imagino mayorcitos moliendo a golpes a su solitaria desnudez. Postergando a efectos 'resurreccionales' los gustos que nunca se dieron, y allá, en su vejez, implorando a gritos que la vida eterna no exista (¡por favor, te lo pido, ten piedad!), que el parámetro se cambie...

Así los veo: ignorantes, comodinos, aburridamente vulnerables.

Y sin embargo, ni dudarlo, les quiero a mares. Y por dudarlo, sin embargo, vuelvo a ustedes (será señal de que son artistas). Sollozo a su lado, me entero de alucines paranoicos, sudo, blasfemo, me quedo dormido. Soy, por ponerme una etiqueta, su eterno consuelo. Su ansiada soledad. Su lector más conmovido.

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miércoles, 9 de abril de 2008

El Nacimiento de Venus

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Es el puente lo que cae, no la gente.
Si cae la gente, el puente sale sobrando.

Así, por ejemplo, me llegó el sueño. Levitaba descalzo y escuchaba musiquita de Clayderman, ionizada en el aire, metida en los pulmones de lo invisible. Vi, a lo lejos y fuera de foco, la silueta amarillenta de una mujer con pecas, castaña de cabello, con reminiscencias innegables a la Venus de Boticelli. Claro, quizá sus manos no fuesen tan finas ni sus senos tan erguidos ni sus labios tan brillantes pero el sueño exagera; el sueño, sin necesidad de hablar, se vuelve digna representación de la mitomanía.

Reparé la mirada, la joven de 18 bailaba sonriente estropeando un campo de amapolas. Debe haber sido la noche intensa con Daniela intensa donde nos encharcamos en pláticas sobre pintores impresionistas. Y salió Monet y nos dimos dos besos chiquitos; me contó que la aturdía un pasaje onírico recurrente en el que sobrevolaba campos pletóricos de girasoles y donde había también, ajena a toda lógica espacial, una cascada cuya líquida caída semejaba caballos (con sus jinetes) en decidido ataque al agresor…

Es de pensar que Daniela atravesaba por guerras internas y los girasoles podrían ser fácilmente relacionados con aquella ansiada paz o felicidad, algo así. Pues no, en vez de ello, mi linda compañera pelirroja, ubicaba al torrente como el deseo expuesto de ser regada con semen de apuestos caballeros de la mesa redonda.

Digna representación de la mitomanía, perdón por la insistencia.

...

¡Y por qué bailaba sonriente Jimena sobre un campo de girasoles con música de Di Blassio!, era de locos: nunca he creído en la posibilidad de soñar con música de fondo. Tal vez duerme el cerebro y no el sentido, tal vez muere el oído en vez del iris. Ni Jimena se llama la Venus ni Daniela es castaña. ¿En qué momento se metió la Venus?, ¿dónde está su concha, dónde su primavera?.

Es probable que al ser incapaz de verme (cual gran angular de mantis religiosa cuya vista, opinan los científicos, es capaz de la reflexión óptica) dudara de mi propia existencia y saliera del sueño recordando la conversación que con Boticelli tuve sobre pintores renacentistas. Aunque…

La plática sobre pintores fue con una chica de 18 abriles; ingeniosa, guapa, muy pasional a mi gusto y con un padre celoso, ególatra y obsesionado con el sonido de los pianos Steinway -& Sons-, un papá músico cuya única cercanía con el amor es el sentir que le tiene a sus manos. Cuando le conocí, porque pensé que ya era tiempo y…en fin, el estaba en su estudio con las manos metidas en agua caliente con sal; vaya tipo, apenas hablamos: ese ritual tan suyo era casi mítico en casa. Mientras tanto, su esposa, una mujer joven bastante linda y con el cabello corto…

¡Ah, su esposa!, leía con delicado interés una nota sobre herbolaria; en su cara, apenas marcada por minúsculas pecas avivadas con el sol de la tarde, había luz y fuego y llanto encapsulado. Yo me presenté como gran amigo de su hija y, muy atenta al verme, me propinó enseguida un té de tomillo (yo estaba enfermo en realidad, mermado de ideas, acatarrado, con la nariz hinchada y roja), su esposo, luego del ritual de las manitas llegó pidiendo un paño húmedo con perfume y... ¡es cierto!, ahí estaba.

Por supuesto.

Sí.

La pintura del nacimiento de Venus, obra y gracia de Sandro Boticelli (con un carajo) colgaba ENORME en la pared del comedor.

Ahora es todo más claro.

La "niña" de las amapolas debe ser Daniela, que al interesarse en mi catarro fue reducida a un mísero esquema de mujer perfecta: pocas pecas, castaña, senos erguidos. Y Yanni, al menos su música, no puede ser otra cosa que la viva y barata presencia del esposo pianista. ¿Mi amiga?, de seguro representada por las amapolas, estropeadas, como en un principio aseguré, por su madre enamorada del yerno.

Dios.

Debe haber mitología escrita al respecto. Griega o Romana... Boticelli es italiano, puede ser romana entonces; mi hoy concubina tuvo un bisabuelo italiano que tocaba el piano, un día me enseñó una foto y él era parecido a un autorretrato de Sandro, no pudo haber sido Sandro; Sandro es de 1000 y pico, fue...

-----------------------------<...bueno.

No sé.

M e d i c e n n a d a l o s s u e ñ o s.

Creo (más bien) en los puentes temporales hechos por la gente: esos vibran, se caen, se oxidan en los anaqueles rotos de la memoria. No la gente, nunca la gente.
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