domingo, 24 de octubre de 2021

Estamos a salvo


Sigo pensando en mis pies desnudos cuando tocan la duela de pino de nuestra habitación. Huele bien. Se siente bien. Truena, concreta, la madera. Me abrigan las cigarras cantando en la ventana. Son las cinco. Ni tarde ni temprano. Las 5 son una oportunidad para escuchar la limpieza de nuestros montes.

(Antes, toqué tus labios con mis dedos sin que te despertaras. Imaginé una almohada, y avellanas. Qué quieres que te diga. Hundiste tus dedos en mis mejillas sin despertarte. Creo que pensaste en pretzels con chocolate amargo… ¡la cara que pusiste! Qué quieres decirme. Nos mordimos la boca con el diminuto entusiasmo que siempre muestra lo eterno. Estamos a salvo. Afuera, un perro merodea el frío.)

Salgo de la habitación; antes de cerrar la puerta, te miro un segundo: parpadeas despacio, te entregas a la tímida sonrisa y te acurrucas, arropando tu cuello con la cobija de alpaca. Suena una ambulancia. Estamos a salvo. Huele bien. Se siente bien. Cierro la puerta, queriendo más de ti. Me invento en tu recuerdo.

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lunes, 18 de octubre de 2021

Debut '21 / Ángel de la incitación



Por noches pienso que somos más que yo. Unos cuantos. Seis, siete. (A veces la torpe imaginación es eso: torpe.) ¡Debemos ser más! Punto. Al menos uno más. Muy adentro mío. Sin brillo particular. Lo que soy en otro polvo, lo que no seré jamás en agua. Más de lo mismo, quizá, y tan distintos a mí cada vez que miro. Piensan en otros rostros (o piensa lo mismo). Juega con nuevas manos (o juegan a lo mismo). Amarrados. Libre.

Si al verme en el espejo me muevo poco, se asoma. Si al desatarme los ojos, ahí. Está donde el peligro y la llama, hacia el centro del ombligo, en el vuelco de orejas: desde allí me impregna. Mi otra voz, mi tono distinto, el de abajo o el de adentro. Ahí; pero más lejos, más derrotero a mar abierto, y también mayor. Sin experiencias. Sin mis debates. A través de los inciensos. Con los prejuicios del roedor asustadizo. Justo ahí. Y tan valiente.

Se formó en el andar pre-galáctico del tiempo -quizá como un quiste-, tal vez llegó abatido tocando la puerta de Saturno con la palma bien abierta sin que le escuchara, o escucháramos, si es que desde entonces éramos más. En una de esas, apareció de la nada, ángel de la incitación, se apoderó de mis entrañas y -como bienvenida- me dio migrañas.

Nadie sabe. Les he preguntado uno tras dos, sin que el de adelante me escuche o el de atrás reniegue. Cuando hablamos todos, pocas veces realmente, bohemios y al mismo tiempo, llegamos a la feliz conclusión de dividirnos en estrella, luz, cometa, hielo, santuario, largo etcétera. 

Semilla voladora tal vez, no sé. El detalle es que siempre vemos lo que no está. Nos gusta privarnos de nosotros. Es nuestra sutil esquizofrenia. Así nos entendemos, bailando y doliéndonos. Asiéndonos y consolándonos. 

“Si yo soy capaz de desdoblarme, tú también”, decimos, y mediante el sueño nos encontramos. Intentando huir de mí. Para siempre y más.

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Si lo piensas de ese modo, es fácil. Es como aprender a escuchar el canto de los grillos en la noche tenebrosa. (A veces la breve imaginación es eso: viva.)


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Trípode es un dibujo digital de (el) peatón

¡Dale!