miércoles, 1 de diciembre de 2010

Procesión del suicidio colectivo

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a.

Brindan viento más que miseria los nuevos tiempos. Me otorgan las medias horas más cortas y la volátil sensación de encaminarme hacia la nube aquella que luego se convierte en agua y nada y surfista y sal y playa y viento. Ciclos de viento; mar adentro, peces y pescados: batalla absurda de los nuevos tiempos.

b.

Los idílicos nuevos tiempos siguen buscando soluciones matemáticas perfectas, creaciones abstractas o sinopsis derivadas para argumentarme, al fin, gloriosos, que debo dar la cara por ellos. ¡Ha llegado nuestra hora!, me gritan desde adentro. Pobres nuevos tiempos, supongo pobres: los números no existen, son creaciones abstractas de sinopsis derivadas del encuentro entre el Hombre con su espacio y /adivinaste/ tiempo. O, lo que es lo mismo: los nuevos tiempos se andan buscando a sí mismos sin notar que en mi mundo interior no hay espejos. Glup. Catástrofe, diríamos por negar cualquier cosa; yo /mira tú/ me quedo más bien (en principio) con la siempre vigente, y sin embargo difamada, idea de la reencarnación.

c.

La reencarnación, torpe anzuelo despuntado para peces a dieta, sugiere re-evolución de nuevos tiempos. Casi lo de siempre /mira/: la reencarnación, partiendo del concepto estipulado en diccionarios de la metafísica y en los clubes privados de los top ten millionaires, no va más allá de plantear, eternamente, segundas oportunidades. Nuevos horarios, nuevas rutinas, nuevos delitos, nueva carcasa para motores viejos. El alma, esta alma motorizada que hoy nos ocupa atender, se queda igual. Siempre obsoleta, llegando tarde, limpiándose los mocos, ofreciendo disculpas a quien se le cruce en el camino. No hay discusión al respecto /creo yo, verás/; es decir, pienso, o elucubro o me malgasto, que el reencarnado quiere engañar a gente que ha dejado de creer: torpe anzuelo despuntado para peces a dieta. El reencarnado - no corregirá – nada.

d.

Porque no hay nada que corregir /muchacho, no has entendido/. Datos duros: el Hombre es el lobo del Hombre, y el alma, cochinita con pezones quebradizos, lo amamanta. O, si me apresuro, el alma es la loba paranoica de la que todos los minutos bebemos gotas de leche agria.

e.

Somos lodo, entonces. Basura sideral caída en la Tierra por suerte de principiantes. O somos menos, somos restos del planeta aquel que destruimos por miedo a perder el alma. O somos más, somos la imperfecta dualidad entre el querer y el poder que no se decide a destruirse, a costa de salvarse a sí. Al final, prefiero la redención, y si la redención significa "nuevos tiempos", nos estamos tardando demasiado en empezar a construir espejos.

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Machine boy: Kevin Carter

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