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Definirme por una canción, la mejor, me resulta una actividad compleja y llena de recovecos misteriosos. A lo largo de los años he cultivado un jardín delicioso de tonadas y sonsonetes; algunas son casi autobiográficas, a otras les tengo dilección por su ritmo y su entereza, tantas más han sabido envejecer con dignidad y hoy lucen convertidas en verdaderas beldades otoñales. Las hay intelectuales y encantadoras, lindas señoras llenas de secretos y suspenso, cartas abiertas del corazón ajeno, simples divertimentos. Existen canciones de horror y ternura, canciones de paz, de sueño y sufrimiento. Llegan ligeras a mi mente y se desvelan con mi aburrimiento: no me canso de admirarlas. Soy un buen escucha…
Creo.
Así, decidirme se vuelve tarea de ideólogos: yo pienso que, yo digo que, pon atención a esta letra, oye cómo vuelan los violines, mira cómo surcaron el aire esas guitarras, ¡pero qué manera de lograr los beats!, dame más de esos agudos, quiero más de tu voz de humo, espérate que viene lo mejor, para mí el mejor es Bruce Springsteen, y demás barrabasadas que al final del camino, en esta tarde de sol y lozanía, me inquietan, me entretienen, me devuelven los favores.
Y cómo empezar. Con qué ingredientes medir la virtud o el deterioro, cuántos minutos debe durar la canción perfecta, de cuántos acordes componerse, en dónde termina lo objetivo y comienza el conductismo. No es sencillo, p a r e c e sencillo… pero no lo es. Diría más bien que se trata de un siniestro escaparate del tiempo y una pérdida del mismo en los anales remotos del olvido. ¡Jolei! Pero qué divino escribo.
Lo ideal es parecer un neófito que se ensimisma en salir de su desgracia: atar los cabos sueltos de la historia musical contemporánea y redimirse lentamente, sorbo a sorbo, por cada espacio melódico que alguna vez me acompañó, habitando sereno en mi existencia. Hagamos cuentas entonces y cual Zemeckis “volvamos al futuro” del núcleo sustancial y primigenio: la familia.
1. Melocotones
A mi madre le aprendí el esplendor de los festivales en San Remo, del cual supongo, me quedo con Nicola di Bari, Domenico Modugno, Massimo Ranieri y por entre todo, con Ornella Vanoni y su “senza fine”, jugo dulce de lima.
Debo también admitir que los años 50 en Norteamérica me calaron hondo en la oreja… (y en el alma, por supuesto). La fabulosa industria me trajo al crooner de Frankie, a Doris Day, a Tony Bennett, a Dean Martin y al distinguido Nat King Cole (con todo y sus motivos sentimentales), qué maravilla:
2. Cualquier cítrico.
Papá por su parte, necio con México y España, amante fortuito de las divas y el anís, revolucionó mis pensares con la Vargas, la Beltrán y la Pradera. Me quedo con la última, pésele a quien le pese: prefiero a la María con sus Dolores y Gemelos, y la prefiero más cuando, sensual y tumbaora, me canta al oído, bajito, bajito, “el tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí”. ¡Hija de tu chingada madre! (cuando me apasiono, maldigo; es una bonita costumbre ser majadero ante la belleza).
3. Chocolatitos
Gerardo, el mayor de mis hermanos, tuvo a bien mostrarme otra cara de la moneda, igual de bohemia y efusiva, igual de sabrosa y bien sentida, pero otra cara al fin: los cantautores (los de aquí y de todos lados). Mi elección, sin duda, de lo harto compartido, es la de personas como Roberto Carlos (cuando me canta en portugués sus detalles), Neil Diamond con toda la euforia, y a la vez ternura, que emana de Song Sang Blue, o José Luis Perales – por poner un ejemplo - y, el sobresaliente poeta del campo y los años: Alberto Cortez, del que elijo ésta que me llena los ojitos de alegres lágrimas:
4. Fuego
A Jorge le debo otras cuestiones, otras maneras de entender al arte y técnica de las musas, le debo, por ejemplo a Led Zeppelin, a James Taylor, a Dan Fogelberg, a Crosby, a Stills, a Nash, a Young, a The Police, a Yes, a Black Sabath, a Rush, a The Firm, a The Byrds, a Janis Joplin, a The Doors. Pero tengo la deuda más grande con su grupo favorito: Jethro Tull y la efectiva “Thick as a brick”. Un té de menta se queda corto.
5. Higos y mandarinas
De Patricio, Pink Floyd. Si me meto en otras cuestiones (que lo haré), no serán relevantes. Puedo hablar de Dire Straits, cantar con sobrado gusto a Cat Stevens, enloquecer con algún solo de Eric Clapton, dejarme arrastrar por las quietas aguas de Peter Gabriel y hasta fumarme un porrito con Bob Marley… pero Pink Floyd es, señores, una vocación, un dios pagano, una aventura lírica y fonética de dimensiones extraordinarias. Optar por una muestra digna para este concurso sería arduo dentro de lo arduo de no ser por la mágica presencia de “Comfortably Numb”, atención al solo de guitarra al final de la canción ¡y que truenen las pinches bocinas!
6. Agua
Y luego estoy yo, benjamín familiar y juguetón con lo distinto. Un buen amigo dice que en mi tumba tendría que estar escrito, entre otras cosas: “fue diverso hasta la náusea”. Como no habrá tumba ni reencarnación, prefiero ser recordado con música y alegría (ya habrá tiempo de escribir sobre estos enseres).
A mí lo que me gusta bien lo saben – lo tienen apuntado al margen de esta bitácora bajo los rubros del Sector Salud y derivados -. No es secreto que sin Mike Oldfield o Joaquín Sabina, mi vida, así de pronto, carecería de total sentido. Pero hay algo que me mueve, que me exhorta a despertar, a sonreír, a llenar este blog de nimiedades, a brindar por mi salud y la salud ajena. Sin ello, nomás no me hallo; todo en lo que participa es bello y perfecto, incluso cuando se pone de pesado en los conciertos. Se llama Silvio, y cada vez que me da una canción, ésta en particular y en vivo, le pido a Dios que me deje vivir mañana:
7. Té de tila
...
Y ya sé, ya me imagino: triste final, tristísimo, esperaba más de ti, pero qué te has creído, dónde dejaste a los otros, qué criterios tan malos, qué poca monta, qué impúdica pérdida de tiempo, vaya chasco, vaya tipo, qué manera de estropear mi tarde, qué desilusión, qué desastre…
Pues sí. Es lo que hay, es lo que soy y seré; cómo y cuándo se me antoje, es algo que a usted, querido lector, ya no le incumbe. Mejor brindemos, chingao, antes de que pierda la cabeza y me apasione.
Yo por eso me quedo con Vivaldi.
Faltaba más.
Carajo.
Eso me gano yo por…
Por pendejo.
¡Su puta madre!
Si ya decía yo…
Vivaldi.
A güevo.
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viernes, 27 de junio de 2008
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4 comentario(s):
¡Aquélla vieja gritona y melodica! Que escandalosa puede ser cuando se lo propone.
Es increible lo que la música puede generar en las personas, realmente puede idiotizarme. Siendo yo más joven, en algún "viaje" llegué a verla de mil colores, separando cada instrumento... guitarras azules, baterías rojas, bajos verdes. Llegué a pensar que la música era la creadora de todo, que era el mismisimo jefe de jefes, Dios.
La música es mi generadora de recuerdos (reales y simulados) y, si de recuerdos se hace la vida, pues entonces espero tener una larga discografía.
¡Salud!
Sí... muy cierto (música con (L)ucy in the (S)ky with (D)iamonds + Jarabe para la tos. ¡vaya coctel! / nunca se me hubiera ocurrido.
También me acordé de Ratatouille ¿ya la viste? / hay una parte donde la ratita se pone a "saborear" por vez primera lo que come y empiezan a surgir sonidos acompañados de imágenes para cada sabor que descubre: una espiral mientras el queso es paladeado, líneas rectas que se prolongan al infinito cuando mezcla esto con un pedacito de pera, etc. / qué belleza.
Salud también or tus recuerdos.
Au revoir.
Oye... que bonito quedó esto... ¡Cuanta diversidad!...
Pero a ver, una petición, de una lectora frecuente:¿Cuando escribes algo del EZ, o de Marcos, o de... que se yo... mis temas favoritos...?... [ándele]
Bien, pues disfrute ustéd las vacaciones...
¡¡Abrazos!!...
[próximamente desde Costa Rica]... Y si tiempo da... te busco el día del Tapete en Xico... ¡¡¡prometiste Mora GRATIS!!!...
¡Viva la diversidad! / Pues qué le vamos a hacer...
Bueno, sí, tienes razón, eres una muy frecuente lectora, buena amiga y creo que mereces que toque al EZ (eso sí, te aviso, no pienso ser indulgente ni tantito)... algo se me ocurrirá.
Pásatela chévere en Costa Rica y tráeme un tucán verde con pico rojo y amarillo y si habla, mejor.
No estaré el día de la alfombra (19), tengo compromiso familiar, pero cáele del 20 al 22 y con todo gusto nos echamos nuestras morucas.
Salú.
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