viernes, 13 de junio de 2008

Ahí (Segunda Entrega de Allá)

Atención: Lo siguiente narra los sucesos acaecidos en la "siempre despierta" ciudad de Madrid, durante la noche del 19 de diciembre de 2007 y la fría madrugada del 20. Su ritmo narrativo es juguetón (e incluso tiende a deletrear la lentitud y los detalles). El tiempo de lectura aproximado, tomando en cuenta los cortes musicales (parte elemental de mi discurso), es de unos 40 minutos. Si usted dispone de ganas y varios segundos, o es amante de la canción cantautoril, lo invito a que disfrute de estas líneas.

Para leer la primera entrega, haga clic aquí.

AHÍ

> Al amiguete... ¿a quién más si no?



Se yergue sobre la Plaza del Ángel, en la plenitud del Barrio de Letras, envuelto por el compungido corazón de Tirso de Molina y a escasas cuadras de Sol. Ahí se quedan sellados los labios del escucha y la mirada absorta del parroquiano desprendido. Ahí se funden las palmas y el jaleo (los adioses y las bienvenidas) del jazzero insurrecto y de la dama de noche que sale a maquillar sus cicatrices. Allí, en los escasos metros que retratan nuestras almas, se alza la antigua cristalería que hoy alimenta de vino y nicotina las paredes del Central madrileño. El café y la risa. El “para ocio” y la razón prohibida.

Y ahí fuimos.

Marineros arrastrados contra corriente a lugares míticos. Sospechosos reina reinas en garitos ajenos a la clica. Dandys con barba y poco pelo de tontos (bueno: tú ni tienes).

Gente de diverso estrato y nación universal se iba acumulando en el acceso; las risotadas lejanas y calientes de los clientes bar adentro sólo incitaban a pedirse la primera de la noche: poco cargada, harta de hielo, soda y cola caballero, dos pajillas.

También estaba ella; a la que, para no confundirnos, habrá que darle un nombre: pongamos Alicia. Nos habitaba Alicia: ubicando lugares, nerviosa, con el cuerpecillo frágil, los ojos grandes; azulverdes, la piel de crema, el cabello de nueces, la blusa en lino blanco, los aretes de plata y la sonrisa tímida e inquieta bajo el rostro adusto: cargado de deberes.

Aunque de pronto ¡Catapúm!: se nos cruzaron los horizontes y nos vimos directito a los lunares (así que nos fuimos de allí mandando a todos al carajo, volamos hacia playas bajas del Pacífico sur para desnudarnos horas enteras y volvernos a vestir como si fuera siempre la primera vez…) y me quedé callado, con mi estúpida cara de Snoopy y toda la vergüenza a cuestas: “Un momentito caballeros ¿tenéis las entradas?” / Eres un tímido estúpido; me murmuraste (o cosas así).

Y el mar del Pacífico sur tan bonito que es.

> Y ahora (léase al más fiel estilo de locutor venido a menos, trabajador incansable de las radios comunitarias y bebedor compulsivo de copitas de ron en las cabinas), mientras esperamos que a nuestro escritor se le pase el mareo, por penoso y poca cosa con la bella Alicia, póngase cómodo, amable radioescucha que esta noche me acompaña, que como intermedio escucharemos la bella melodía del cantautor Javier Krahe, ilustre juglar del Madrid de los setentas y bohemio políglota, de profesión: poeta. A su salud. (Currutaco, borrachín de cuarta) <



...

Mientras usted escuchaba con delicia la canción e irónicamente reía de las verdades expuestas, mi compañero calvo y yo accedimos, cargados de bonanza, al tugurio aquel. Tuvimos, por designio de Alicita (qué delicia), que compartir la mesa con una pareja que optó por ignorarnos: era más fácil besar, que conversar con extraños.

Entonces así, patidifusos y felices, hinchados de gana y con elegante postura nos pedimos, ¡al fin!, la primera de la noche: poco cargada, harta de hielo, soda y cola caballero, dos pajillas. Y vaya soda que nos dieron: litro y medio de burbujas y benevolencia estomacal; y vaya hielos, dos; y mire que lo poco cargada: bajita, bajita, bajita, lo que se dice bajita: no fue. ¡Joder matxo!, qué manera de servir; yo le llamo a esto “suicidio futurista de resaca”… Bueno, qué nos queda, ¡A su salud señor Juan Carlos!, ¡Dios lo guarde Arturo! Y bebimos. Bebimos mucho esa noche.

- A ver, dame chance que voy al baño.
- Cómo jodes tío.
- Hazte pa’llá pendejo.

Ahí me quedé viéndole entonces los ojos a la linda Alicia: con diferentes posturas, con ensoñados rostros, prendiendo cigarritos a la despreocupada pareja, coqueteándole a señoras vecinas de mesa, jugueteando con la envoltura del popote, mirando las piernas de Alicita, haciendo algo de cuentas, examinando la tarima, golpeando con discreción la mesa con tres dedos, volteando al techo, sorprendiéndome por algo, dándome masajes en el cuello, pidiendo otras dos copitas, pagando esas dos copitas, sirviendo más hielo, sonriéndole a la pareja indiferente, espiando de cuando en cuando los brazos perfectos de la incauta Alicia… ¡pero cómo tarda este cabrón! Después le vi venir: sonrisitas apartadas, bonachón y pletórico de ademanes contentos.

- Mira – y me mostró orgulloso unos discos que se había comprado: tres del Krahe (incluido el “Querencias y Extravíos” que apenas presentaba) y uno maravilloso, grabado ahí, en el Central, con Tete Montoliu al piano y Javier Colina ayudando en el contrabajo. Ases del jazz en España.
- Oye esto se ve muy bien.
- ¿Ya viste?, ¡mira! – Allí posaba: el autógrafo del inimitable Javier, ¡extasiado en azul! sobre la primera página del disco-libro: Para Arturo. Salud. Y el dibujo de un barquito de vela, navegando despacio en el mar encabritado de los sueños.
- ¡No mames!, que a toda madre. ¿Dónde lo viste o qué pedo?
- Allá está – señaló un rellano que daba a las escaleras de los baños. – Ve ahorita, antes de que salga, para que te lo firme. – Así que pedí a la pareja apática un bolígrafo y me lancé a la conquista de la rúbrica consagrada.

Yo tenía bien conocidos a los músicos que le acompañaban: les había visto en conciertos y devedés, habían salido a afinar sus instrumentos media hora antes del show, y sin más, parecían tipos campechanos con la vida: vagabundos de los bares y las hembras… músicos, parecían músicos. Y Krahe no estaba. No estaba por ningún lado. Bueno, pensé, debo hacer muestrario de mis antiguas dotes de groopie.

¿Usted es el señor Prittwitz? (¿hablará español este cabrón? Andreas, hey man! / und sprachen espanyol? (no, no mames, no hablo ni jota de alemán) – no, no, sí habla español, lleva viviendo en España sepa cuantos años -) Sí, sí, caballero, para servirte. Hombre, muy amable Andreas, me es difícil olvidar tu solo en “Pongamos que hablo de Madrid” en el teatro Salamanca. (Menuda forma de iniciar una conversación) Chingonsísimo, como decimos en México (todo un clásico que no sabe fallar: el residente patriota, mexican curious). ¡Hombre!, mexicano; me encantan los mexicanos (me le quedé viendo, callado), gente muy abierta y sonriente.

- Oye, pues éxito esta noche y… no te interrumpo más. - Él tomaba un vinito de la casa, su previo ritual en cada espectáculo, y sumergía un pan en la copa.
- No, hombre, qué va, estamos esperando al Javier, que se ha metido al camerino. Es gente de cuidado y poco puntual.

Los dos reímos.

- Aprovecho para pedirte que me firmes el disco (soy un individuo nefasto), veo que participas.
- Sí, un placer, ¿tenéis un boli?, ¡oigan chicos, vengan al autógrafo con el mejicano! (¡ay cabrón!, no, no, no, no, esto se está saliendo de control / ... / ahí, en las escaleras verdes, y casi haciendo cola llegaron todos los músicos del álbum (y otros invitados), así que yo henchido de placer fui pasándole el lapicero a Jimmy Ríos, Fernando Anguita, Andreas Prittwitz y Don Javier López de Guereña, el productor, un tipo de los más divertido y fachoso.

- Es... esto es, verdaderamente un gesto hermoso para mí. Gracias, de verdad, y mucho éxito esta noche.
- Nohombre chaval, que gusto la visita desde allá, ojalá disfrutes del concierto.
- Sí que lo haré…
- Pero mira quién está ahí, ¡a ver si te vas tomando esto en serio Javier!

Apareció tan de la nada; con un purito especial de los que siempre fuma; con las manos gastadas, la barba amarilla y las canas recolectadas en los años de farra y Mandrágora. Para ese instante no hubo mucho que ingeniar, ya era el fan from hell más exhaltado del sitio, así que sin más me le acerqué, nada de miramientos, contándole lo mucho que me había podido la censura que le hizo TVE en aquel concierto cuando sacó del aire a su “Cuervo Ingenuo”.

- Y eso es lo de menos chaval, si te contara las otras…

Mientras platicábamos, un poco desencajados del ritmo fulgurante que vivía el café (metros más adentro), noté con ternura cómo firmaba el disco. Para Juan Carlos. Salud. Y el esbozo de dos copas con vino a medio llenar. Nos dimos la mano, ¡buen apretón el que ese tipo hace a sus 69 otoños!, y adiós dijimos.

Yo regresé a la mesa con un aura de espectro resucitado; y al contarle a Arturo la osadía vivenciada se puso en pie de inmediato y casi a primeras ya tenía a los músicos en idéntica situación. ¡Pero vaya!, así que vienen en par.

De nuevo sentados, asombrados, llenos de olor a fresco y conmovidos por la buenaventura de toda esa gente, pedimos la tercera de la noche (y eso que el concierto ni empezaba) y volvimos a brindar, con amplia carcajada de alivio.

> Ha llegado otro momento de pausar las aventuras Odiseicas. Así que los dejo, esta vez acompañado de Sabina, con Krahe y su Cuervo Ingenuo; canción que en 1986 fuera censurada por Televisión Española y sacada del aire a pleno concierto por ser considerada “una feroz sátira de los bandazos ideológicos del PSOE”, partido que en aquellos ayeres ostentaba el poder presidencial. Radio Peatón, once y cuarenta de la noche: afuera llueve, adentro hace calor. <



Pues bien. Como es costumbre en mis, apenas contadas con dos dedos, crónicas de conciertos, me reservo el programa para mí y los asistentes (abucheos, jitomatazos, ¡chingue su madre puto peatón! y demás obscenidades, sírvase referirlas al correo de contacto que aparece en el perfil de esta bitácora.

Duró dos horas, hora y media, hora treinta y tantos. Fueron los cantos más íntimos del pasado invierno. Fue la verdad a tragos y la sed desmedida por corear bajito las de rigor. Hubieron risas y silbidos, alegorías a mujeres ficticias, sonetos de cuna para amores informales y siete anécdotas graciosas que entusiasmaron a la mente, al ansia y al pudor.

Luego se acabó el detalle: y en parejas o tríos, y en decenas o a mares, fueron saliendo del Central los inquilinos momentáneos y los abrazos fraternales.

Nosotros no. No nos roncó la gana salir de allí para seguir la marcha en otro lado. Puestos ya a perder los alamares como dicta la canción de la posguerra, nos hicimos amigos del que atiende y cínicos embusteros, fuimos de a poco, pidiendo con sonrisas, unas gotas más de brandy “que esto ya me sabe a pura agua”. Y el tipo nos complacía.

> Una pausa y volvemos enseguida <



De aquí en adelante, toda interlocución, léase por favor arrastrando las “s” y comiéndose, con glotonería, algunas vocales al azar.

- … (jah jah jah, jod’suchinga’amadr…) No mi querido hermano, mira: hay veces que en la vida, óyelo bien, hay veces que en la vida uno no debe preocuparse por esa clase de chingaderas, porque… pu’s si no ya valió madres ¿no?, yo digo...
- Tienes razón pinchi frisco, son chingaderas, yo digo que a lo mejor y diosito sabe bien porqué hace las cosas ¿o no? / digo, porque si no, pu’s cómo ¿no? / o sea, ¿me entiendes?, nomás mejor arrastrarse como camarón por el puta río ¿no?
- ¡Ji jijh jijodetuchin’gadmdre! Como camarón dice el furcio... bien puta colorado ¿no, compa?
- ¿Sí nos sirves otra copa? / Ora… gracias.

Luego de esa edificante conversación, y cerca de las dos de la mañana, nos sumergimos en otra de carácter más intelectual y poético: hablamos de nuestros miedos y de los ojazos de Alicia, de grandes proyectos palpables en futuros cercanos y de la vida vista como estaciones en un año. Y de otras cosas que ya no recuerdo.

- ¿Puedo sentarme con ustedes caballeros? – dijo una voz de humo y rasposa.
- (¡Ah jijo de s’chinga’mad) Claro... claro, pero por supuesto Javier. – atinó a decir Arturo.
- ¡Cómo se nota que se la estáis pasando bien!
- (Ay cabrón, ya me hizo daño el pinche aguardiente: ¡estoy teniendo visiones!) Y cómo no nos la vamos a pasar con el conciertazo que diste.
- Favor que me hacen, que hoy tenía poquitín gastá la garganta ¿sabéis? / Oye Fernandito, sírveme una de güisqui con un poquillo de agua del grifo, y aquí a los caballeros lo que estén tomando.
- No, no, cómo crees.
- Hombre, permítanme invitarles, que ya les vine a interrumpir.
- Muchas gracias, Javier. Pu’s... otras dos iguales ¿no, Fernandito?

Cuando er joven llegó con las botellas y sirvió las copas invitadas por Krahe, supimos que habíamos estado tomando bebidas infantiles: ¡A la puta madre!, nos miramos cómplices y reímos con Krahe. / Oye Fer, ¿nos haces una foto? / Por supuesto caballeros. / Namás ponle el flash, aquí, aquí, aquí, aquí, ponle el flash, si no, no sale bien. / ... / Ya está, pues digan salú. / ¡Salú!



- ¿Ha salido bien?
- Sí, sí, Fernando, gracias (Fernando: lo tuyo son las barras)

Cerca de las tres de la madrugada volvimos a brindar. Por aquello y por el más allá. Javier, con desinteresado afán de artista, nos contaba lo bien que se sentía ser un cantor casual; hablamos de su homenaje: Que si Sanz lo hizo bien / que quién dices / ¡Sanz! / ah Fernando / no Javier, Alejandro, se llama Alejandro / ah, ése… pues me ha gustao fíjate tú; y hay que ver lo que hizo Morente / es que tu canción bien se puede cantar por bulerías / pues a mí me ha gustao / etcétera.

Y luego, además, le encanta el ajedrez. Cada jueves se va a un barecito cerca de su casa y juega durante horas con un buen amigo de la infancia. Y dice orgulloso, que una vez hasta compitió con Kaspárov. / Hombre, hay que ver, todo un atleta el tío ¿eh?, de acá arriba (golpeteaba su frente). / ¿Y qué lees Javier?

- Lo que se deje y lo que no también.
- ¡Hasta los ojos de las mujeres!
- Qué va… esos me leen a mí. Porque tengo muchas novias, todas ilusorias, claro, que si se entera Anik, se me arma la gorda…
- Salú Javier.
- Salud caballeros.
- ¿y te gusta la poesía?
- Me da un poquitín de risa ¿sabes?, no le hallo el modo nunca. Me gustan los sevillanos, los del destierro y los Lorca o lo que se le parezca…
- … a mi padre le encantaba uno de allá: Manuel Benítez Carrasco.
- ¡Anda!, pues no me suena

Resulta que el señor Krahe tiene un tic simpático, de esos que juegan a desorbitar las miradas ajenas. Mientras habla, su barba gris se colma de cosquilleos e intenta rascarse con las mejillas. Es realmente divertido estar tan cerca y poder notarlo.

- ¿Tus cinco toritos negros?
- No
- Tengo el caballo en la puerta… ¿te quieres venir conmigo? – Arturo le declamó un fragmento.
- Eso suena muy bien.
- Ai te va una – dije saliendo al quite – “Romancillo del niño que todo lo quería ser”
- Venga ya – me contestó muy atento.



¡Bendito amigo mío por sacar tan linda foto! / Otro traguito. Esta vez los mexicanos invitan. Y se unió tan de repente otro señorón a la tertulia. Gastón (recuérdame su apellido), gran amigo del cantante y por rebote, nuestro. Un tipo de ojos grandes y sonrisa abierta. De plática fluida y de compadrazgos con Joaquín (Sabina). Y es que entre amigos, uno nunca sabe...

El caso aquí es el desenlace: se acercó el discreto Fernandito y nos sacó con buena calma del bar, vasitos de plástico en mano. Allá estábamos los cuatro: Javier, Gastón, Arturo y yo, y alguno más. Un Club de Toby portentoso, internacional y elegante.

Afuera del Central conversamos más bien de seguridad. Desvaríos propagados por el brandy que ya infectaba nuestras venas y el andar:

- Pero qué gusto caballeros. Yo ya me retiro que a mi edá, la cosa está mala para con los desvelos.
- Anda Javier. El gusto ha sido nuestro.

Un apretón sincero selló el encuentro y sólo vimos su espectral figura fugarse despacio, calle abajo, hacia el andén de la memoria y el olvido. Enotnces pronunció:

- ¿Queréis seguir la marcha? / Arturo y yo nos miramos sonrientes. / Pues ya está: Gastón, llévales a la Boca del Lobo. (¡Madre mía!)
- Pu’ vamos. Andando. ¿Hay que esperarte verdad Juan Carlos?, veo que estás lastimado… (días antes yo había estado sufriendo una tendinitis terrible)
- Voy despacito: los sigo, los sigo…

Minutos más tarde y gritando de cuadra a cuadra:

- ¡Juan Carlos, pero qué jodido estás!
- Ah, no es nada Gastón (rictus de dolor y cansancio). Ya voy. No se me desesperen.

La Boca del Lobo resultó ser un after-hours espantoso y desmedidamente copado de insectos y gente. Todos nos abrimos. Gastón propuso el Candela, y allá nos dirijimos. El Bar Candela, en pleno Barrio de Tirso, a dos calles del departamento de Joaquín, nos guardaba aún, otra sorpresa.

- ¿A ustedes les gusta la flamenquería? Porque de ser así, vais a flipar.
- ¿Qué es flipar? – Dio tantas explicaciones que no entendí.

Ya embutidos en aquel sitio, lleno de colores y olores y gestos y guapas y africanos y andalucíes y maños de escasa reputación, nos sumergimos en un debate abierto y limosnero sobre la Guerra Civil Española (material de primera para el nuevo libro de Gastón). ¿Y conocen al Cigala? / ¿A Dieguito?, ¡pero claro! / Es un maestro del cante ese tío / Si a nosotros nos encanta el “Lágrimas Negras” que sacó con Bebo / Pues ya llegó: anda con esa guiri / ¡Dónde!

Arturo lo tomó por sorpresa y empezó a cantarle “se me olvidó que te olvidé” de una manera que recordaré toda la…

- La noche cae envuelta en velos transparentes y estamos a tiempo de hacer un corte muy necesario. Del emblemático disco de fusión “Lágrimas Negras” producido por Fernando Trueba y grabado al alimón por el cantaor andaluz Diego el Cigala y la leyenda viva de Cuba: Bebo Valdés, viene aquí, como regalo, un precioso tema. Regresamos. -



Porque además, como debe ya suponer mi bien ponderado lector, a esas alturas, más que hablar, escupíamos palabras al viento, que mezcladas con fuego, eran un poco incendiarias. Usted… usted me entenderá.

- Y te diego Dieguito, yo le decía a mi novia: vas a oír qué preciosidad… y se la ponía a todo volumen. Luego me dejó la muy traidora ¿no?... y entonces le mandaba mensajes en el celul… en el móvil ¿no?, con la letra… ¿cómo ves? ¿a poco no era bonito?
- Pero Arturo, ¡eres un conquistador!, y qué gusto que mi música llegue hasta allá, no sabía que en Méjico eran de jaleo flamenco…
- ¡Uy! Flamenquerísimos, si vieras… cántala, cántala: “se me olvidó que te olvidé (tun tun tun), se me olvidó que te dejé (tun tun tun), bella mujer de mi vida... / ¡Flash!



...

¡Pero qué noche compañeros! Me tienen aquí destornillado de la risa, recuerda que te recuerda y por más que intento no me acuerdo del final. Sé que Gastón nos acercó al hostal y que Arturo le sugería que reanudara su amistad con Eduardo (Aute), rota meses atrás por problemas de dinero.

- Es que tienes que entender pinche Gastón, amárrate los huevos y tienes que ir a visitarlo… y le dices: Mira Eduardo, ya estuvo ¿no? No te puedo pagar ahorita pero tampoco perder tu amistad. Así de fácil Gastón, así de fácil.
- ¡No me castigues más!
- No ni madre, mañana vas con ese cabrón y le dices: me hace falta tu amistad ¿no?... le dices… me hace falta tu amistad… ¿cómo lo resolvemos?, ya él te dirá ¿no? o no…
- Pues tienes razón Arturo…

...

¡Qué clase de humanidad respiramos esa madrugada! Quién se interpuso en el camino corto de la felicidad. A qué nos supo la vida. Por dónde se van los caballeros. Quién le roba besos al destino y se enamora del azar mientras bebe y canta. A quién le importa (y a quién no). Cómo me calma la brisa que hoy me estrella los recuerdos de mañana...



ENCORE



< Javier Krahe. La Costa Suiza >

5 comentario(s):

Goga dijo...

¡Qué divertida crónica Buci!, muy bien acompañada y disfrutada con la música.
¡Qué envidia de la buena!

¡Saludos!

Gracias por linkear mi Flickr

Juan Carlos Medrano dijo...

De nada Gogastiqué... tienes un hemisferio de lo visual bien interesante y digno de compartirlo con los transeúntes de por estos lares...

Qué güeno que te gustó esta desmedida manera de plasmar un breve instante en mi vida miope.

Te mando un abrazo... ¡allá va! / volando... Sds.

Anónimo dijo...

Vamos por partes...
Excelente el recorrido de licores en la sobremesa pasada, de paso todos deliciosos.
La ternura desmedida de la mama Santos es genial y hasta podria ser real, entiendo por que lo acompañas con te y extradulce reloaded marroquí.
El Tecuan, muerto, violento, apacible, traficado, con avionetas que ya no aterrizan en la pista...
Nusco, melancolico, soleado, infancia, delfines, arena, mucha arena.
La litera, la isla, las rocas, las olas, la pesca, tranquilidad extraterrestre, recuerdos memorables...
La lluvia, las gotas, tal cual caen en el pueblo bonito, me transporte a esas tardes de lluvia interminables, melacolicas, con cierto dejo de piel de gallina.
Y ya entrados con los fenomenos meteorologicos, "Mira tú que instalar pararrayos por ahí
y olvidarte poner en tu casa ¡caray" canta el buen Javier en aquella mandragora. Excelente narracion de la noche a rastras que desde el principio hasta el fin pasaste, primero por no querer ir, y despues por no poder por tu pata de capitan Ahab.
Un abrazooo. Tambien para el Frisco.

Juan Carlos Medrano dijo...

Hola Pony !!! mi querido hermano... no te apareces seguido pero cuando lo haces, en serio que hasta dejas estela.

Aquí te leo con mucho gusto, emocionado y contento por la manera en la que comentas mi "obra" (jeje). Qué bien que tenga todavía al primer lector de este peatón.

Saludes muchas.
Happy FtC.

Anónimo dijo...

segura valero.... esos son los apellidos del Gastón, aquel tipo que gran favor noz hizo krahe al presentarnoslo. La candela el bar ultimo, diciembre en Madrid, frio, tu pata coja, mis nauseas por tirso de molino fueron el preambulo.

Recuerdas que casi dejamos olvidados los discos autografiados de krahe y los autografos del cigala al salir repedos de la candela?

Recuerdas que nos bebimos de golpe todas las estrellas de esa noche, te acuerdas de mis suplicas pa que nos dejaran entrar, aun compartiendo mesa, con esa pareja que nunca cruzamos mas que un breve hola y no me acuerdo si les dijimos adios?.

Recuerdas al wey con cara de drogo que le llevo al krahe el poema del mono loco.?

Recuerdas al cabron buen pedo, que vendia los discos del krahe que tenia lentes de fondo de botella?

Coincidimos entonces,. que solo se vive una vez.

Recuerdas lo que te dije afuera de la estacion de autobuses de Salamanca? Lo sostengo..

jajaja.,.. salud brother...

arturo