lunes, 16 de junio de 2008

The Long Road to Blues

> Para Pato, Pepe y Lalo



Shhh... Listen:



Nació el 14 de octubre de 2005. El año que más les llovió a los ingleses… literalmente. Fue concebido en Arles, pequeño patrimonio de la Provence francesa. Allá, entre viñas y girasoles, escondido en el salitre de las paredes gastadas y mimado por cientos de cuerdas y cenas en terraza de piedra y bugambilias fue adquiriendo su dimensión actual: la de obra abierta, la de acto de amor, la de testamento sonoro universal, y por supuesto, la denominación de “obra musical de mayor duración”.

Qué desfachatez de algunos mirar al arte en su sentido más cuantitativo. Y que sí; lo es: basta revisar las “Rebel Sessions” de Bob Marley de 5 horas y 88 canciones o el excéntrico, mezclado a cuatro canales, “El Salmón” de Andrés Calamaro con 103 canciones y cerca de 7 horas de espeluznante vómito creativo…

Vuelvo a la Provence.

Chris Rea (Ree-ah), su padre, acarició cada instante de la gesta. Lo fue, con buenas manos y artesano corazón, construyendo ensimismado: casi obseso, a minúsculos pasos de quedar loco… pero ¿qué es la locura si no la indulgencia con uno mismo? Imaginar, por ejemplo, a un señor cantante de ventas millonarias y primero en la lista de los ácidos críticos británicos. Sospecharlo con cáncer en el páncreas, vestido en bata blanca y esperando su irremediable partida. Pensar, por un momento, en sus errores, en sus aciertos, en su carrera (en discos colmada, desmedida) y en no volverlo a oír jamás con ases nuevos bajo la manga. Figurarse que en vez de sollozar y maldecir al universo por su suerte decide crear (vaya elemento tan nato y noble en el humano). Re-hacer su indómito destino y grabar (de un solo tramo) lo que antes - por agentes, por caprichos, por disqueras, por recelos - no había podido y sin embargo, querido: “An idyllic act of love for the blues: my very first girlfriend”.

Blue Guitars, el nominal concreto de esta autopsia al blues, consta de 12 discos. Cada uno abraza cariñosamente una etapa determinante en la formación y fusión del género negro, de la dama triste, del apartheid cantado o la música del diablo. Un recorrido por más de 130 canciones es depositado en la mente del escucha como una agobiante (aunque vital) jornada cultural de carácter epopéyico. Gozo inmisericorde de arrebatos guitarreros y orejas rojas de calor y asombro. (Una sintética revisión, disco por disco, del trabajo se puede consultar en este enlace)

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El coleccionista de autos y originario de Middlesbrough, Inglaterra se instaló en mi cabeza muchos años atrás, posiblemente en el 90. Un primo desembarcó su música en mi puerto durante una mañana de verano de manos de un humilde Sony HF – Normal con el sugerente título de “The Road to Hell” que iniciaba con lluvia, mucha lluvia: rutinarias gotas oliéndome a metáfora de tristeza o apatía o desazón. Luego entraba una mano invisible que sintonizaba, en vano, alguna estación disponible a lo largo de la ruta 66… lo demás, hizo historia durante despejadas noches entre hermanos y amigos.



< Chris Rea. The Road to Hell (Part 2) >

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Hace 16 tardes, todas empañadas de nubes y desbordamientos, me puse a deambular por los bulevares virtuales del comercio electrónico. Quise encontrarme con Blue Guitars. Me enteré de buenas nuevas y precios altos; conocí vertientes insospechadas del flamenco; ubiqué otra vez a los de Windham y Narada (me arropé con sus notas cuidadas y sus muestras perfectas). Paseé una hora, aflojé mis músculos y tecleé. Y lo encontré. Y lo compré. Mientras hacía la transacción pude percibir que mis manos temblaban por el costo, me dictaban no hacerlo: recato, prudencia, ahorro. Nada lo impidió.

El detalle es que yo vivo a sepan mil kilómetros de Londres. Y en Londres aguardaba paciente el Blue Guitars. Meses atrás me había guiñado el ojo, y yo muy digno lo cambié por otros gustos. Pero esta vez el arrebato sofocó a mis deslices, se me enroscó en la mente y el cabello, metiose entre mis oníricas neuronas y exterminó de golpe al pocas veces ubicado ser que habita en mis espejos. Hecha, como comento, la compra, no me quedó mucho más que rezar por su bien y traslado.

La mañana siguiente, en entorpecido delirio pre-Día de Reyes, revisé mi cuenta de correo donde alegremente se me informaba de la asignación para embarque del pedido y, puestos a enflacar la billetera, de lo célere que éste viajaría dado el servicio express que un servidor había elegido. Cuando hay ganas hay ganas: no entra el raciocinio ni la desconfianza. No se filtra el mal augurio. “En tres días me llega” pensé; “eso aquí me lo dicen” me hablé con voz baja… ¡En tres días me llega! grité. Y no llegó.

Intranquilo me puse a navegar por las aguas calmas de UPS: introduje mi número de rastreo, me di de alta como cliente consentido (antes me había tomado un cafecito y fumado dos cigarros para calmar mis ansias) y busqué mi código postal. Tal como lo indican las bellas instrucciones de aquellos estúpidos.

¡Listo!, aquí aparece: tipo: paquete / peso: 6 libras (¿cuánto son seis libras?... conversión, conversión, malditos buscadores, ya está: libra … tantos gramos, hojita para las cuentas, lápiz, lápiz, dónde puse el puta lápiz, bien – saco levemente la punta de la lengua mientras hago multiplicaciones, no me ocurre con ninguna otra operación… quizá mi cerebro se abulte -, una libra… seis por (ajá) muy bien, bien: 2 punto 742 kilos… ¡es pesado! Eso es bueno – y yo me quejaba de lo cuantitativo - / origen: London UK (¿no debiera ser England?, ah, las monarquías) / destino: Xico MX (ay cabrón, se oye hasta bonito) estado: en tránsito (perfecto). Entonces cuándo me llega. Dónde se revisa… (mjm) aquí: confirmación de hora y fecha de entrega. Nada.

A las dos horas volví a la carga y me llevé una romántica sorpresa. La página me mostraba, toda amable, paso a paso, el largo camino recorrido por mi adorado bulto. Salió hace tres días, a las 06:47 del almacén en Londres, llegó al aeropuerto donde lo escanearon revisando cuidadosamente que no contuviera cocaína, voló hasta Boston, fue sellado y re-sellado, no salió del aeropuerto, ni tiempo le dieron de almorzar y ya lo estaban aterrizando en Tulsa, la segunda ciudad más grande de Oklahoma y “capital mundial del petróleo”, allá pasó su segunda noche, con seguridad cenó algo ligero para no subir de peso. Cada uno de los doce discos bostezaban con esmero cuando un par de brazos sangrones los llevó a otro avión. Salimos enseguida, les dijeron, y se abrocharon el cinturón. Cerca del mediodía hicieron una parada técnica: otro sello, el del scan de destino. Esta vez en Louisville, un enorme centro urbano de Kentucky, hogar del notable inventor Thomas Edison y lugar que acogiera la primera biblioteca de los Estados Unidos… la primera biblioteca abierta al afro americano. Eso es genial; me encantó que descansaran por allá. Digo, a fin de cuentas se trata de blues. Yo creo que su corazón les palpitó un poquito.

Partieron esa misma noche con destino al Benito Juárez. ¡Llegaron pronto! La madrugada seca del Distrito Federal les dio la bienvenida y las manos de un tal Rafael Marsa los re-empaquetó al vacío con plástico de United Parcel Service Inc...

Luego pasaron los días.

La Ciudad de México, despreocupada y feroz, no les hizo caso. En la bodega donde almacenan las llegadas sufrieron maltratos (yo me atrevo a pensar que hasta fueron sodomizados); los aventaron por los aires, rieron cuando cayeron al suelo, los pisaron y escupieron e hicieron de ellos un desaliñado esqueleto de canción. Aún así, los discos (en su edición de lujo) de Christopher Anton Rea, no se amedrentaron nunca.

Consternado, contacté al servicio. Una voz de plomo y villanía me dijo que habían sido “mal enrutados”. Qué es eso, ¡qué significa eso!. Su paquete está bien señor… ¿Medrano? Mjm ¿y luego? Fue, como le explico, mal enrutado; es decir, hubo una confusión en el código postal de destino y… ¿y dónde está? pregunté impaciente… eh, permítame un momento… (entonces comenzó a sonar un yoga smooth jazz zen zone de cuarta categoría, digno de entrar a elevadores o comprar aspirinas en una enorme farmacia, mientras tanto una linda voz femenina, la más linda que he escuchado en semanas me entretenía susurrándome al oído que para tener una mejor atención sería útil que tuviera a la mano mi número de guía y que sus operadores trabajaban gustosos para atenderme: "por favor, no cuelgue" (caballero de mis sueños, galán de mis fantasías, etcétera).

Está en Pachuca, señor. (¡Y qué putas hace en Pachuca!) y… por qué ¿en Pachuca dice?, ¿Pachuca, Hidalgo?. Sí, señor: un problema con los códigos postales. No se apure, mañana por la mañana su paquete será enviado al centro UPS más cercano a destino; es el que está en Puebla. Ah bueno, Puebla, menos mal (pero Hulk se apoderó de mis neuronas que, silentes, empezaron a gritar: ¡bandada de imbéciles, pinches mexicanos inútiles tenían que ser, no es posible que de Londres a México tardó 36 horas pasando por medio Estados Unidos y ande pendejeando en México durante diez días, n o e s p o s i b l e, valen madre aztecas de mierda, pinche sociedad de mal organizados, pendejos y analfabetas, putos muertos de hambre, hijos del salario mínimo, viva México cabrones! Perdón Patria mía, perdón paisanos)… Puebla está como a cuatro horas de donde vivo. Sí, pero la logística de UPS atiende a otros criterios de transportación señor. ¿Es decir?... a ver, espéreme un momento (ídem en la voz bonita y el “jazz” de Di Blassio)… tardará entre 9 y 16 días hábiles en llegar… ¡Pero por qué tanto! ¿y éste es el servicio Express? Sí, pero le recuerdo que hay Express Pro, señor. Ah, perfecto (¡cuélgale ya a este gansete de séptima!). Muy bien, gracias por la información. De nada señor. (No mamen… no, no, no, no mamen, ¡qué pedo!, Pachuca... me carga la chingada)

Los siguientes, fueron días de tormenta y afincamiento en casa; esperar “la hora del timbre” como cantaba Serrat y notar distintas visitas, ninguna con mi pedido, me empezaba a deprimir de modos exquisitos. Y ya sé, es probable que me haya vuelto un ser superfluo y plástico, lleno de excesivos deseos materiales. Sí. Me convertí en lo que tanto odiaba: presencié la catársis de mi buena estrella. Soy el arquetipo del misántropo perfecto…



¡Ring!...¡Riiiiing!... toc toc toc…. ¿Sí? / traigo un paquete para Juan Carlos Medrano ¿se encuentra? Servidor. Fírmele aquí joven, ai lo que quiera para el refresco…



5 comentario(s):

Anónimo dijo...

Exquisita cronica del viaje y un retrato cuasiperfecto de nuestra sociedad.
Del buen Chris, ni que decir, es un maestre de maestres. Y de los recuerdos de ese camino al infierno bien sabes que son de los añorados y siempre presentes por tu servidor.
Deberia haber compuesto un "driving home for" cada estacion del año, para cada fiesta, para toda ocación.
Nos vemos en el FtC.
Sds.

Eduardo Jácome Moreno dijo...

definitivamente trae buenos recuerdos y siempre es grato escuchar a Lord Chris R., esos guitarrazos que calan las vértebras!, si ciertoo.. tengo unas fotos de aquella sesión mítica allá en tu casa hace un par de meses, te las paso por mail, saludos y un abrazo ;)

Anónimo dijo...

jejejejeje, realmente es buena la cronica de Narnia y el Principe Tio Rea, escribele algun dia y cuentale lo que tuviste que pasar, jaja y de paso pidele que componga varios mas "I'm driving home for Xico MX", jjejeeeeeeeeee.
Se me alegro el dia mi querido y me rei frente al monitor.
Un abrazo.

Juan Carlos Medrano dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan Carlos Medrano dijo...

¡Órale cabra de bolones! / si esto no es bar... se dejaron llegar todos juntos. Pu's nomás por pura presunción se los dediqué ¿eh? no vayan a creer que...

Bien, ya que están instalados pues invítense los vodkas, mientras pongo el famoso y controvertido "Driving home" que tanto añoran...

Un abrazo a los tres y gracias por tan bonita visita. Hartas saludes para ustedes y familias.

Y sí: nos vemos en el FtC ! 32 -33