jueves, 10 de julio de 2008

Era mi calma el animal feroz

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Llegué puntual, bien vestido y con vino. Llegué a las 10 de una noche clara. A las diez en punto. Pensé en los cumpleaños: muchos deseos, mucha alegría, mucho de nada. Javier no estaba, había quedado atorado, una vez más, en ese tráfico intenso que aqueja la 3 Poniente. Cerca de las ocho me llamó; sentí pena pues alguna traviesa puso un tono estúpido en mi celular; uno de Elmo pidiendo con chillona voz que no le den por el culo. ¡Por el culo, no! aúlla, gime, ¡por el culo, no! Y yo sentí pena cuando sonó ese timbrazo. Javier me preguntó lo de la fiesta de Laura. No, no es mañana, le dije; no es mañana, es ahora, de hecho nos citó a las diez. Me contestó molesto que no llegaría temprano, que a quién se le ocurría festejarse en martes. A Laura, a Laura se le ocurría. Es, de hecho, muy ocurrente: hace dos años, durante la ceremonia de graduación, le dijo a Garrido que lo amaba, ¡a Garrido! que es torpe y gordo y tiene granos y cincuenta años. Pues a él. Y nada, un profesor se jaló al bodoque y lo amenazó de hablar con el rector si se metía con Laura. Nunca supimos.

No había cambiado en nada. Su casa estaba igual, su falda azul igual, su lunar de diva igual. La misma Laura que dejé en Zacatecas hace dos años. Por su manía de gritar, me gritó; le daba gusto verme, se le notaba en los anteojos. Me quitó la botella de Aromo y me jaló a la cocina. ¿Que andas con Javier?, me dijo. Y cómo es que lo piensas Laura, ¡por Dios!, pero si somos amigos, somos casi hermanos, no… no y él es straight. ¿Me lo juras? Sí, sí… un… total y…desmedido… macho de… cuarta. Y aunque no, yo no podría, es… demasiado celoso. Luego dije calmando a sus hormonas: yo creo que tú le gustas, todo lo que viene de ti se lo toma muy a pecho. Cómo crees Juan Carlos, soltó la risa. Sí, hace rato me llamó enojado por tu decisión de celebrar tu cumple en martes. ¿De verdad? / Laura… por qué tendría que mentirte linda. Luego le arrebaté la botella: dónde tienes el sacacorchos…

A las tres me despedí de algunos invitados; tiene Laura mucho amigo desempleado. Le di dos besos y bajé las escaleras pensando en Javier. Nunca llegó, le hablamos cuatro o cinco veces y no contestó, sólo supimos de un mensaje que envió felicitándola y “tengo mucho trabajo, estoy cansado, paso a verte mañana por la tarde”. Habría sido cierto, sólo que al llegar a casa y abrir la puerta me percaté de su presencia en la sala. Se había quedado dormido en el sofá y con el ruido que hice se debió despertar. Estaba aletargado y le serví un vaso con agua. Quería mudarse, me dijo. Ir a lo seguro. Allá tú Javier, yo me voy a dormir.



Pintura de Chidi Okoye (Royal Passage 1)

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