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Termina esta madrugada traidora: se lleva el vino y las nueces, se empotrica en otros pueblos, levanta sus hombros y nos reinventa dejándonos ciegos y gordos. Tantos que tachamos a Malena de piruja y ninguno la vio meterse con otros; puro cuento surrealista en más de cinco días… muchos más. Si digo nostalgia ¿qué se reconoce?, quizá un zumbido lejano de machetes en plena zafra o la siniestra nube negra que todo jolgorio deja en el alma. Si la felicidad es pasado, la nostalgia es ruin problema atemporal… muy de Cioran, tan de Buñuel y por denominación de origen, producto del Gabo. Pero qué otra sazón, (además del que brindan al mole castizo las almendras con plátano macho y piloncillo), qué otros olores nos deja la alegría cuando se convierte en rutina de recuerdo y lamentable fotografía… tal vez nada, sólo un sorbo de Café Legal por la mañana, que a poco sabe y que con nada endulza. Aquí se acabó la fiesta, y por eso es momento de hacerle a la vida, faena:
Atención: Si el que por aquí deambula es adepto a la defensa de animales y promotor incansable de sus derechos, mejor que pare ahora y siga siendo mi amigo.
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Cada 22 de julio me creo inmortal. Fuera de megalomanías y años de agnosticismo, los 22 de julio de años pares me creo inmortal (durante los nones hago balance de mi alcoholismo y pienso en la muerte como aliada). Salgo a la calle vestido con camisa blanca, pantalón de mezclilla azul, pañuelo rojo al cuello y cómodas suelas. Me disfrazo, me entretengo, hago con mi figura una implícita maniobra de camuflaje; al fin, me convierto en fiesta; no como palabra ni concepto, no cual metonimia o como farsa: fiesta (en toda la extensión de mi cuerpo).
A las nueve, cuando aún se resabia el olor del alba, y los besos en las mejillas y los tragos largos de mora en bota vuelcan memorias perdidas, yo saludo. Pronuncio los hola, buenos días más sinceros del año, me abrazo a la gente que quiero, me tomo la primera cerveza helada que uno de mis hermanos siempre me invita (casi solemne, como entendiendo la resaca) mientras él se sirve el tejocote. Irán llegando las familias a eso de las diez: las risas, los chistes y los cálculos inexactos que vanamente hacen estadística, poco a poco surgen de sus bocas: que si cien mil personas, que mira qué borracho está ya ese sujeto, que cómo está la madre, que qué lindos tus hijos, que chúpale puto, que no seas cabrón, no la chingues, no la mames, vengo pedo y otros etcéteras de índole amable, nos van cuajando a todos de verdades provincianas.
Además, el calendario marca al 22 como el día de la Santa Patrona; y cosas raras, fíjese usted: anda Malena danzando por todo Xico, todo el mes, t o d o Xico: recibiendo vestidos, entrevistándose con el gober, visitando a Elena y a Anita (amiguitas de la infancia) en otros templos; por acá ya le mataron un cochino, mañana hay que conocer al mayordomo que donará el dosel, y luego que no deja de llover ¡así no se puede salir!, en la mañana la ve uno en Ocampo con mariachi, a media tarde le cantan en Guerrero con banda, se va a la misa de dos, oye otra vez las mañanitas... Bueno, que la agenda de todos juntos se nos queda corta… y luego el mero 22, su día, nomás no sale de Parroquia: mucho pagano, mucho borracho y hay quien dice que ni los toros le gustan. Pues muy su aflicción; mejor que allá se quede y no nos vea maltratando reses.
En punto de las doce (puntualidad de inglés asentado en Xico) sale directito al cielo y rompiendo nubes, un petardo solemne que provoca gritos en los vallados. Es el chupinazo xiqueño: el aviso de toros sueltos en las calles, la premonición de la tragedia y el morbo vuelto multitud y bulla. Así que un comité de “distinguidos ciudadanos” libera a los bitxos de sus cajones para intriga del turista y ojos de “siempre es lo mismo” en algunos xiqueños detractores.
Aquí siempre hay poesía, mala o buena, pero igual de pasional:
¿Otra vez? Pues le muestro esta secuencia:
1.
2.
3.
…
¿Y a esto le llaman fiesta?
Yo le dije mi amig@ que no siguiera leyendo.
Y si aún me lo permite,
se lo sigo diciendo:
Dura dos horas; después encierran a los toros y la masa empieza a poblar las calles… digno retrato del cobarde:
...
Para calmar las moras y cervezas en exceso, muchos habitantes del poblado abren las puertas de sus casas e invitan los moles, los chiles rellenos, el arroz, los frijoles, las tortillas de mano, las aguas de jamaica, la mesa pletórica, el canto y los pasodobles. Y de la música al toro; siempre hay corrida y siempre a las cuatro, llueve o truene (no como frase hecha sino por “experenciada” realidad) habrá corrida de toros en la “Alberto Balderas”, la plaza xiqueña. Y para allá agarramos vereda, que la Principal está que arde y uno no llega a tiempo a la taquilla…
-->
Hablar de la fiesta brava es, la más de las veces, entrar en camisa de once varas. Por eso usted se queda con Greenpeace bajo mi respeto y yo me uno a la teoría primitivista bajo el suyo; que si el hombre es lobo del hombre, a mí no se me dan las lunas llenas.
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A las siete bajamos todos: unos comentando la labor de los matadores, otros tratando de llevarse a casa a alguna turista desprevenida que muestre interés en el toro, algunos más con un vasito de Corona entre las manos y los demás doblando sus hules luego de la llovizna.
Sobre Hidalgo las cosas se han salido de control: un par de niñas lindas se pelean ante las risas de los polis, cuatro borrachos tratan de encender sus motos, una familia baila despreocupada con una banda de clanquerros y los demás llenan los quicios: cada quien con cada cual y siempre aletargando el final (que “se acerca ya”, como cantara don Vicente Fernández en la simpática versión de “My Way” musicalizada por Anka).
/
Pero no hay finales en las fiestas; hay gratos recuerdos como los que algunos amigos y hermanos han plasmado en la sección de comentarios de estas entregas; para ellos mi devoción y compromiso, y para usted la invitación siempre abierta a que visite Xico, desde donde un peatón cualquiera le escribe todo esto.
Aquí se vuela bien alto en julio, se revaloran muchas ideas, se comparte y se disfruta. No más, sólo eso: qué otro regalo queremos. ¡Salud!
///
Agradezco a:
- Hugo, por sus fotos de la alfombra y su corazón compartido.
- Elsita y Andrea, sobrinas, por el desinteresado trabajo de documentación que hicieron durante el levantamiento del Arco y la Xiqueñada.
- Lidia Sores, por la producción de las cápsulas “descubriendo Veracruz” que tan amablemente subió a Youtube.
- Darío Díaz, por permitirme la entrada a los ensayos y jolgorios de tocotines y soneros.
- Aurora Ángeles, por retratar de bellos modos al pueblo.
- Los anónimos morbosos que subieron videos de la xiqueñada.
- Los músicos y cantantes que permearon el ambiente de estos festivos textos.
- Hemingway, del que robé el título de su poderosa novela.
Y a todos ustedes, cuatro lectores, que me han tenido paciencia con estas últimas entregas, luego del huracán de sentires en el que se convirtieron mis vacaciones.
Un beso a quien se lo agencie / Un abrazo.
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jueves, 31 de julio de 2008
jueves, 24 de julio de 2008
Fiesta (Cuarta Entrega)
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La lucha continua por la trascendencia e inmortalidad es un tópico que me supera; es una especie de lumbrera humana que ataca por las noches y desvela mis pesares. Siempre es más allá de todavía; lo han escrito otros y con mejores mañas. Por momentos me molesta vivir en un país con tan escasa memoria, con retos tan fervientes como pasajeros, con idilios de domingo y resaca por los lunes, con “ya veremos”, con “otro día”, con “mañana”. Sólo a veces. Me molesta. Por momentos. Luego y por demás, razono, mejor aún, escupo: Si todo este fervor (religioso, pagano, multitudinario, sinérgico) fuera canalizado hacia un bien común y duradero… ¿se imagina? O sea, hacia la persecución de metas obligadas para toda nación en vías de desarrollo… ¿valdría entonces la pena unir mano con mano –negra, blanca, amarilla y azul… y roja- y asociarse en la construcción de plataformas únicas que ennoblezcan la labor cotidiana de cualquier ciudadano de a pie en la que se funde toda patria? Vaya maneras de decir estupideces / idealismos / idioteces. Pero sí: otro gallo cantaría. Hoy a mí sólo me canta éste:
Cuando se avientan los primeros atisbos de rayo solar que desfiguran mi cara trasnochada por el paso de la alfombra de color y sonrisa que el pueblo que habito le tiende a su Santa Patrona (…¡!...tomemos aire) me llega la manía de ponerme alegre y saltimbanquear mis calles saludando a todo el mundo y estrechando lazos que luego rompo y luego uno y luego beso. Y ya es domingo y es 20 de julio.
Y es día del arco y del alba y todo pasa.
Y todo pasa.
A mí, cómo decirle, me gusta mucho el 20 de julio: es bullanguero aunque solemne, es audaz y torpe, lleno de intrincadas variedades, de fuerzas sobrehumanas que al misticismo alimentan. Cada 20 de julio es soleado: cae la lluvia tempranera, moja el cafetal, limpia el cielo, se respira hondo, dan ganas hasta de amar y ser amado. Dan ganas de cerveza, risa y pecado. Es el 20 el día más bonito de toda la fiesta (y el que lo niegue, que en su blog lo publique: yo le digo cómo, cuándo y hasta a escribir le enseño… ¡sí cierto!). Y es además de todo, uno de esos días en que uno anda de humilde y recatado. Todo junto, nada ajeno, bien preparado y con harto hielo.
La marea crece al mediodía: despechada por la luna y ungida con vítores, va avanzando calle tras calle, lanzando al viento tricornios de colores, gritando, amedrentando, cargada de espejismos, entre batucadas y violines, con velas y aguardiente, con Coca-Cola y cencerros. Es la procesión de los toritos y como le cuento, ha llovido. Por eso los tapan con plásticos azules, verdes y feos: pa’ que la pólvora aguante, pa’ que el carrizo no tiemble:
Ya después y bien aturdidos, danzan y brillan los que antes se prepararon: los que sostienen (y son pocos) la tradición del tocotín y el santiaguero. Por la madrugada van a brincar, van a pegar de gritos, van a tocar lo que se deje tocar: sones, décimas, cantigas, rechuchos y hasta mujeres. Y van a quedarse danzando en el atrio de la Parroquia hasta que amanezca (puede que un poquitín después). Allá irán a verlos los del pueblo y brindarán por Malenita con mora y verde, con infusiones herbales y con caña de verdad, bien fermentada y con gusto refinada. Así viviré un Alba más con mis amigos de siempre y de eso (señora, caballero, de eso) no habrá video. Tendrá que sujetarse a otro itinerario –o al año entrante- (note cómo de pronto este peatón se vuelve pedante y pide a modos raros la visita de usted, mi caminante).
De lo que sí comparto imagen, es de estos maravillosos danzantes y, por supuesto, del centenar de hombres que cargan el arco floral hasta el templo para allí levantarlo a mano pelada y corazón sangrante. Manos negras, blancas, amarillas y azules… y el corazón rojo:
Al final va Magdalena; en hombros y con mariachi, reina del devoto y el incauto, casi una cruz para el xiqueño. He visto cómo se parten hombres rudos ante su imagen, la he visto ser vestida por doncellas y alabada por escépticos. A mí si Malena llora y luego llueve… lo mismo, que si el vestido no le gustó y por eso no entalla… a otra cosa. En lo que no soy indiferente es en el pasar sereno de la pálida y gastada melodía visual que a todos regala:
Y estar allá arriba, bien pegado a los que levantan ese elefante de cucharilla y troncos gigantes es la mejor manera de sudar el día. De oler el día. De levantar con cenizas al día. Entre silbidos y empujones, sin corazas y con escaso cálculo, cientos de hombres (todas las razas) se aferran a los pilares del arco y lo empujan, una y dos y tres veces, y sin poleas lo levantan de a poco y se inclina, y cruje y se ladea y pujan esos hombres, pujan, se escucha cómo pujan, se te revientan los vellos de percibir el coraje…
Por desgracia, o dicho de otro modo, por particular ineficacia, la producción de esta bitácora no tiene video del acontecimiento (¡qué clase de entrega es esta!, ¡a qué juega caballero!... A nada, se lo juro, déjeme explicarle: la cámara celular peatonal sufrió, por obra de los &%•!!$ toritos, un pequeño desperfecto. Pero por algo pasan las cosas (le refuta el azar al destino); algo del más acá hizo que hoy muestre orgulloso el trabajo esforzado de dos de mis sobrinas… sí, bueno, ya sé, “estoy explotando a la niñez”, y no, no es así, no fue así, es, por ejemplo, el… ¿no? porque de otro modo… usted me entiende ¿no? Y entonces, ya está. Sin más, “El Levantamiento del Arco”, en foto, para que le quede más tiempo en la retina y no se me aburra con tanto video (por algo pasan las cosas):
1.
2.
3.
4. ¡Pásele Patrona!
...
Insisto, el 20 es la ambrosia sensual de mayor algarabía que esta fiesta le ofrece. Y mire lo que es el tiempo: empecé esta entrega con humor de perro viejo y la terminé con filosofía de rey de gallinero. Luego me quejo de este país y su mala memoria…
ah, por cierto, lo olvidaba:
Foto en blanco y negro:
Aurora Ángeles
La Elaboración del Arco
Secuencia a color:
Elsa Medrano / Andrea Barrena
El Levantamiento del Arco
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La lucha continua por la trascendencia e inmortalidad es un tópico que me supera; es una especie de lumbrera humana que ataca por las noches y desvela mis pesares. Siempre es más allá de todavía; lo han escrito otros y con mejores mañas. Por momentos me molesta vivir en un país con tan escasa memoria, con retos tan fervientes como pasajeros, con idilios de domingo y resaca por los lunes, con “ya veremos”, con “otro día”, con “mañana”. Sólo a veces. Me molesta. Por momentos. Luego y por demás, razono, mejor aún, escupo: Si todo este fervor (religioso, pagano, multitudinario, sinérgico) fuera canalizado hacia un bien común y duradero… ¿se imagina? O sea, hacia la persecución de metas obligadas para toda nación en vías de desarrollo… ¿valdría entonces la pena unir mano con mano –negra, blanca, amarilla y azul… y roja- y asociarse en la construcción de plataformas únicas que ennoblezcan la labor cotidiana de cualquier ciudadano de a pie en la que se funde toda patria? Vaya maneras de decir estupideces / idealismos / idioteces. Pero sí: otro gallo cantaría. Hoy a mí sólo me canta éste:
Cuando se avientan los primeros atisbos de rayo solar que desfiguran mi cara trasnochada por el paso de la alfombra de color y sonrisa que el pueblo que habito le tiende a su Santa Patrona (…¡!...tomemos aire) me llega la manía de ponerme alegre y saltimbanquear mis calles saludando a todo el mundo y estrechando lazos que luego rompo y luego uno y luego beso. Y ya es domingo y es 20 de julio.
Y es día del arco y del alba y todo pasa.
Y todo pasa.
A mí, cómo decirle, me gusta mucho el 20 de julio: es bullanguero aunque solemne, es audaz y torpe, lleno de intrincadas variedades, de fuerzas sobrehumanas que al misticismo alimentan. Cada 20 de julio es soleado: cae la lluvia tempranera, moja el cafetal, limpia el cielo, se respira hondo, dan ganas hasta de amar y ser amado. Dan ganas de cerveza, risa y pecado. Es el 20 el día más bonito de toda la fiesta (y el que lo niegue, que en su blog lo publique: yo le digo cómo, cuándo y hasta a escribir le enseño… ¡sí cierto!). Y es además de todo, uno de esos días en que uno anda de humilde y recatado. Todo junto, nada ajeno, bien preparado y con harto hielo.
La marea crece al mediodía: despechada por la luna y ungida con vítores, va avanzando calle tras calle, lanzando al viento tricornios de colores, gritando, amedrentando, cargada de espejismos, entre batucadas y violines, con velas y aguardiente, con Coca-Cola y cencerros. Es la procesión de los toritos y como le cuento, ha llovido. Por eso los tapan con plásticos azules, verdes y feos: pa’ que la pólvora aguante, pa’ que el carrizo no tiemble:
Ya después y bien aturdidos, danzan y brillan los que antes se prepararon: los que sostienen (y son pocos) la tradición del tocotín y el santiaguero. Por la madrugada van a brincar, van a pegar de gritos, van a tocar lo que se deje tocar: sones, décimas, cantigas, rechuchos y hasta mujeres. Y van a quedarse danzando en el atrio de la Parroquia hasta que amanezca (puede que un poquitín después). Allá irán a verlos los del pueblo y brindarán por Malenita con mora y verde, con infusiones herbales y con caña de verdad, bien fermentada y con gusto refinada. Así viviré un Alba más con mis amigos de siempre y de eso (señora, caballero, de eso) no habrá video. Tendrá que sujetarse a otro itinerario –o al año entrante- (note cómo de pronto este peatón se vuelve pedante y pide a modos raros la visita de usted, mi caminante).
De lo que sí comparto imagen, es de estos maravillosos danzantes y, por supuesto, del centenar de hombres que cargan el arco floral hasta el templo para allí levantarlo a mano pelada y corazón sangrante. Manos negras, blancas, amarillas y azules… y el corazón rojo:
Al final va Magdalena; en hombros y con mariachi, reina del devoto y el incauto, casi una cruz para el xiqueño. He visto cómo se parten hombres rudos ante su imagen, la he visto ser vestida por doncellas y alabada por escépticos. A mí si Malena llora y luego llueve… lo mismo, que si el vestido no le gustó y por eso no entalla… a otra cosa. En lo que no soy indiferente es en el pasar sereno de la pálida y gastada melodía visual que a todos regala:
Y estar allá arriba, bien pegado a los que levantan ese elefante de cucharilla y troncos gigantes es la mejor manera de sudar el día. De oler el día. De levantar con cenizas al día. Entre silbidos y empujones, sin corazas y con escaso cálculo, cientos de hombres (todas las razas) se aferran a los pilares del arco y lo empujan, una y dos y tres veces, y sin poleas lo levantan de a poco y se inclina, y cruje y se ladea y pujan esos hombres, pujan, se escucha cómo pujan, se te revientan los vellos de percibir el coraje…
Por desgracia, o dicho de otro modo, por particular ineficacia, la producción de esta bitácora no tiene video del acontecimiento (¡qué clase de entrega es esta!, ¡a qué juega caballero!... A nada, se lo juro, déjeme explicarle: la cámara celular peatonal sufrió, por obra de los &%•!!$ toritos, un pequeño desperfecto. Pero por algo pasan las cosas (le refuta el azar al destino); algo del más acá hizo que hoy muestre orgulloso el trabajo esforzado de dos de mis sobrinas… sí, bueno, ya sé, “estoy explotando a la niñez”, y no, no es así, no fue así, es, por ejemplo, el… ¿no? porque de otro modo… usted me entiende ¿no? Y entonces, ya está. Sin más, “El Levantamiento del Arco”, en foto, para que le quede más tiempo en la retina y no se me aburra con tanto video (por algo pasan las cosas):
1.
2.
3.
4. ¡Pásele Patrona!
...
Insisto, el 20 es la ambrosia sensual de mayor algarabía que esta fiesta le ofrece. Y mire lo que es el tiempo: empecé esta entrega con humor de perro viejo y la terminé con filosofía de rey de gallinero. Luego me quejo de este país y su mala memoria…
ah, por cierto, lo olvidaba:
Foto en blanco y negro:
Aurora Ángeles
La Elaboración del Arco
Secuencia a color:
Elsa Medrano / Andrea Barrena
El Levantamiento del Arco
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miércoles, 16 de julio de 2008
Fiesta (Tercera Entrega)
> ¡hupah!
De pequeño solía esconderme bajo la mesa de la cocina. Las situaciones podían ser tan variadas como miopes, pero la constante: el miedo. Y mi mayor, además del provocado por el estruendo de los petardos (que, no es mentira, en Xico suenan a diario) eran los payasos de feria, los enmascarados en madera, en periódico acartonado con engrudo. Difícilmente podía mirar su figura; ni las ganas eran mías ni su atrevimiento tanto como para irme a asustar debajo de la mesa. Por eso me escondía; quizá el abrigo de los olores a chile ancho y cebolla que sigue despidiendo la cocina de mi madre, era mi protector favorito. Quizá sólo era el miedo, y la praxis y la cercanía. Quizá era todo junto. Hoy los payasos me gustan; lejos de aterrarme, me regocijo en la policromía folclórica y surrealista que me otorgan sus embrujos. Hoy los payasos son más pequeños que yo…
¡y cómo de que no!, ¡ámonos yendo mi mariachi!,
¡pa’ que la cante mi agüitas, que aquí ya apesta a toro!
...
¡deja esas putas arpitas de órgano mi niño!
¡échele güevos!, ¡a ver si nos envalentonamos!
Y, señor, señora, mire usté que sí. Que bien valientes. Porque aunque el toro y sus bellos misterios cerrarán, de grana y oro, estas entregas de Fiesta, es propio desde hoy, empezar a cantarles que ya pronto llegarán al pueblo. Y ahí sí que se van a medir los valores. Habrá que esperar. Todo a su tiempo descansa, dicen las abuelitas.
-->
Procedo a explicación. Mi tiempo, desde hoy y hasta futuro aviso, le pertenece a otros; ni siquiera a otras (eso sería magnífico). No, no, qué va… a otros (a rectores y maestros y doctores que ofertan cursos de difusa calidad y planifican y cantarrutean sus virtudes académicas y varias otras chucherías con las que usualmente me enfado). Por eso y pa’ no quedar mal ni allá ni aquí, he ido alterando el orden de los acontecimientos, adelantándome a los hechos. Si otro día decide regresar y ver los videos que la cámara celular peatonal con tanto agrado prepara para usted, sea bienvenido, pero eso sí, me va cuidando, desde ‘orita, su impaciencia. A gritos, que le respondan otros.
Luego del regaño, vuelvo a los negocios:
<--
Uno de los momentos más sobresalientes de este jolgorio es, sin duda alguna, el diseño, confección, procesión y parado del arco floral que adorna durante julio y agosto a la Parroquia de Santa María Magdalena, mostrada en la fotografía de la primera entrega. Una verdadera y total, pa’ que le miento insisto, chingonería. Así como se lee. Bien retechingón que les queda el numerito. No hay por qué buscar adjetivos tontos que acaban por darle en la madre al acto. Luego quizá me arrepienta y mi ego dicte otra sentencia de estilo y formalismos. Hoy pura madre, hoy me siento bien orgulloso de ser xiqueño… pocas veces no.
Pues eso; el próximo domingo saldré a “admirar la maravilla” (como alguna vez me lo sugirió don Benedetti) y seguro volveré a casa cargado de emociones y viejos fantasmas. Luego en el camino sandunguearé con algún torito y me tomaré una mora bien fría, de las que asientan por meses, de las que saben a fruta y no a aguardiente... nomás tantito.
`Ta bien ¿no?... qué otra me queda.
Salud, señora, señorito.
Hasta otro día.
A este mozo ya le tocó el timbre una moza.
Así que cada quien a sus moles.
O a sus narices.
I.
Los vestidos de Malenita:
II.
Trazado y confección de la alfombra:
Cada año, vecinos de la calle pricipal (Calle Hidalgo o Calle Real) pintan el suelo de colores vivos que por la tarde serán arrasados por tórridas lluvias de julio. (Habrá que inventar otras recetas dice el cantor.) Este año, a las dos de la tarde del 19, cuando el tapete estaba a pleno y un servidor brindaba en fiesta familiar, cayó un diluvio bíblico en el pueblito, arrastrando el acerrín por el piso adoquinado...
Pero la mañana era distinta; la mañana era azul y morada y el sol golpeaba los rostros de los artistas:
III.
... y un plus educativo:
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De pequeño solía esconderme bajo la mesa de la cocina. Las situaciones podían ser tan variadas como miopes, pero la constante: el miedo. Y mi mayor, además del provocado por el estruendo de los petardos (que, no es mentira, en Xico suenan a diario) eran los payasos de feria, los enmascarados en madera, en periódico acartonado con engrudo. Difícilmente podía mirar su figura; ni las ganas eran mías ni su atrevimiento tanto como para irme a asustar debajo de la mesa. Por eso me escondía; quizá el abrigo de los olores a chile ancho y cebolla que sigue despidiendo la cocina de mi madre, era mi protector favorito. Quizá sólo era el miedo, y la praxis y la cercanía. Quizá era todo junto. Hoy los payasos me gustan; lejos de aterrarme, me regocijo en la policromía folclórica y surrealista que me otorgan sus embrujos. Hoy los payasos son más pequeños que yo…
¡y cómo de que no!, ¡ámonos yendo mi mariachi!,
¡pa’ que la cante mi agüitas, que aquí ya apesta a toro!
...
¡deja esas putas arpitas de órgano mi niño!
¡échele güevos!, ¡a ver si nos envalentonamos!
Y, señor, señora, mire usté que sí. Que bien valientes. Porque aunque el toro y sus bellos misterios cerrarán, de grana y oro, estas entregas de Fiesta, es propio desde hoy, empezar a cantarles que ya pronto llegarán al pueblo. Y ahí sí que se van a medir los valores. Habrá que esperar. Todo a su tiempo descansa, dicen las abuelitas.
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Procedo a explicación. Mi tiempo, desde hoy y hasta futuro aviso, le pertenece a otros; ni siquiera a otras (eso sería magnífico). No, no, qué va… a otros (a rectores y maestros y doctores que ofertan cursos de difusa calidad y planifican y cantarrutean sus virtudes académicas y varias otras chucherías con las que usualmente me enfado). Por eso y pa’ no quedar mal ni allá ni aquí, he ido alterando el orden de los acontecimientos, adelantándome a los hechos. Si otro día decide regresar y ver los videos que la cámara celular peatonal con tanto agrado prepara para usted, sea bienvenido, pero eso sí, me va cuidando, desde ‘orita, su impaciencia. A gritos, que le respondan otros.
Luego del regaño, vuelvo a los negocios:
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Uno de los momentos más sobresalientes de este jolgorio es, sin duda alguna, el diseño, confección, procesión y parado del arco floral que adorna durante julio y agosto a la Parroquia de Santa María Magdalena, mostrada en la fotografía de la primera entrega. Una verdadera y total, pa’ que le miento insisto, chingonería. Así como se lee. Bien retechingón que les queda el numerito. No hay por qué buscar adjetivos tontos que acaban por darle en la madre al acto. Luego quizá me arrepienta y mi ego dicte otra sentencia de estilo y formalismos. Hoy pura madre, hoy me siento bien orgulloso de ser xiqueño… pocas veces no.
Pues eso; el próximo domingo saldré a “admirar la maravilla” (como alguna vez me lo sugirió don Benedetti) y seguro volveré a casa cargado de emociones y viejos fantasmas. Luego en el camino sandunguearé con algún torito y me tomaré una mora bien fría, de las que asientan por meses, de las que saben a fruta y no a aguardiente... nomás tantito.
`Ta bien ¿no?... qué otra me queda.
Salud, señora, señorito.
Hasta otro día.
A este mozo ya le tocó el timbre una moza.
Así que cada quien a sus moles.
O a sus narices.
I.
Los vestidos de Malenita:
II.
Trazado y confección de la alfombra:
Cada año, vecinos de la calle pricipal (Calle Hidalgo o Calle Real) pintan el suelo de colores vivos que por la tarde serán arrasados por tórridas lluvias de julio. (Habrá que inventar otras recetas dice el cantor.) Este año, a las dos de la tarde del 19, cuando el tapete estaba a pleno y un servidor brindaba en fiesta familiar, cayó un diluvio bíblico en el pueblito, arrastrando el acerrín por el piso adoquinado...
Pero la mañana era distinta; la mañana era azul y morada y el sol golpeaba los rostros de los artistas:
III.
... y un plus educativo:
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