martes, 29 de noviembre de 2005

Sibarita

A mi cabeza aterrizan forzosamente los recuerdos de aquel atardecer en Chapala. Un par de bellas señoritas con flores silvestres en la oreja, un seis de cervezas debidamente frías, la charla amena con pretzels, las parvadas de golondrinas raudas, veloces, kilométricas, propias de Jalisco. A mi cabello llegan sin mucho esmero los dedos suaves de una antigua noviecita, el viento helado del invierno xiqueño, el gel "verde plasma" que acicalaba mis mechas en primaria, el peróxido y los adolescentes tintes rojos y punketos. Mi frente se venga con 4 marcadas arrugas que denotan experiencia, intriga y poca crema facial. Mis oídos siguen siendo seducidos por cualquier melódico sonido: Silvio Rodríguez, Joaquín Sabina, Pink Floyd, Mike Oldfield, Madredeus, Eric Clapton, Cat Stevens, Dire Straits, Peter Gabriel, Presuntos Implicados, Lila Downs, la Molina y la Vega y la Martirio y la Jiménez y la Salazar y Lamari (de Chambao), Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute, Alejandro Filio, Björk, Bob Marley, Chris Rea, Dave Mathews, Roger Waters, Dead Can Dance, Putumayo, Caram, Obispo y Evora, Dinah Washington, Frankie, Martin, Armstrong, Belén, Ketama, Portishead, D'Rivera y Valdés con Cigala, Pompougnac y su Costes, Zuco y su Brazilectro, la música francesa, el son jarocho, el son montuno, el flamenco, los celtas que cantan en gaélico, el son cubano, el afro-son, el huasteco, el potosino, el yucateco, el de costa chica, budha-bar y los soundtracks de Oliver Stone /// Mis oídos siguen siendo seducidos por cualquier melódico ruido: el trinar de primaveras, la lluvia escurriendo por las noches de verano, la risa delgada de los niños, la voz de mi madre, "el aire que juega entre los cafetales" (Alux Nahual), el ritmo de las grandes avenidas, el eco de los cines, los truenos muy lejanos, prolongados, las chicharras con calor, el "cielo andaluz" que da inicio a los queridos paseíllos, las zapatillas de mujer con elegante paso acompasado, el "gracias", el "te quiero", el "amigo", el "salud"; tantos y tantos y más. A mi boca se le paran los labios con las peras asiáticas y los quesos españoles de oveja, con la pizza casera de anchoas en sutil compañía de vino blanco, con los panes - chapata untados manualmente con jitomate, orégano y aceite de oliva; mis encías quedan enjutas con el sabor de la sandía, la fresa y la mandarina, se retuercen cuando prueban arracheras marinadas en sal y ajo, vociferan de alegría cuando conocen el pesto con albahaca y nuez o se alegran si sienten un bellini, un midori; mis dientes hacen fiesta cuando hay camarones empanizados con salsa de tamarindo o mango, o si, por casualidad - anualidad degustan el quiche lorraine de mamá o el envenenado en cerezas, selva negra. También el paladar se halaga al probar aceitosas fritas con frijoles y quesito de cabra xiqueña, agua de limón con zumo de cáscara o quesadillas con queso llegado de La Joya, epazote, rajas de jalapeño rojo y su toque de aguacate. (¡qué descortesía de mi parte hablar tan abundantemente de cocina!, y es que en la familia, la hora de la comida es sagrada, siempre nos estamos preguntando vía telefónica lo que comemos.) Mi cuello siempre que puede se entibia con bufandas, si está desnudo le gusta mostrar su manzana de Adán, poderosa, frágil, significativa. A mis manos les dicen piropos las mujeres por pequeñas y gráciles, por limpias, por livianas y por cálidas; a mis manos les echan serpientes los hombres por pequeñas y gráciles, por limpias, por livianas y por cálidas. Mis pulmones se desquician por el tabaco que consumo y la vida sedentaria que camino: tabaco con maple y con ron en pipa de roble regalada y poco usada, tabaco de químicos Marlboro, Camel, Delicados, Faros y Príncipe. Tabaco húmedo, tímidamente saborizado con esencia de limón, que fumaba deletreando las palabras y el humo de aquel Narguile que se rompió en pedazos cuando Cuahtémoc Blanco falló el penal de la victoria ante las Chivas Rayadas en un clásico más del futbol mexicano. Mis piernas se quejan de un cansancio ficticio, y mis pies se divierten chapoteando en el agua y se enfurecen con arena de los mares salvajes y cercanos. Y mi ego, y mi conciencia, y mi carácter, y mis ansias, y mis nervios, y mi risa, y mi estómago, ojos, corazón y sexo, quedan hechos polvo al percibirte, al conversarte, al anhelarte, al sudar, al reír, al comerte, al mirarte, al sentirte, al poseerte --- mientras cae el sol de otoño y tus pupilas me observan... dilatadas... satisfechas...

1 comentario(s):

Juan Carlos Medrano dijo...

Así es, hacer con la vida caramelos, como dice la canción. Creo que ahí la llevamos.
Y ya me voy, me espera el clóset lleno de antigüedades que mamá llevará al hogar de nosedónde para que se abriguen los adultos en plenitud como les llaman ahora a los de experiencia sobrada.
Gracias por el feedback. Jejeje.