Debieramos recordarnos sin necesidad de fotografías.
Sí, quizá sea muy difícil pues dicen que los recuerdos almacenados minuto a minuto, necesitan de un aliciente, en muchos casos visual, para hacer explotar la caldera del pasado. Las fotos nos pueden brindar la vívida experiencia de sentirnos verdes e inmaduros otra vez, y en casos positivos, hacernos ver los cambios que han caído de a poco cual polvo en rincones.
Sin embargo, y como premisa de mi personalidad, me considero un tipo más musical que visual; así que las fotos, por desgracia aparente, no despiertan en mí el cariño que se merecen; tengo algunas en un cartapacio verde que rara vez miro, otras varias se esconden en estuches poco convencionales hechos de papel, pero insisto, de momento no es lo mío; quizá cuando me nazcan hijos, esposas o ramitas, el panorama cambie.
Ahora, por ejemplo, escucho pasivo a Cat Stevens cantando con nostalgia "oh very young" e inmediatamente el recuerdo florece: Un servidor de seis o siete años leyendo apasionado los Clásicos de Oro Infantiles; fue mi primer encuentro con Herman Melville (bisabuelito de Moby, el Master Of Beats, Yes!) y su estrafalaria Moby Dick - sobra decir que soñé un par de días con el blanco mamífero asesino. También me viene a la mente el clásico de Exupery y su solitario Principito y por si fuera poco, el juicio aquel donde el matón se escapa del pueblo y persigue sin piedad a Tom Sawyer y a su inseparable amigo Huckleberry Finn.
Ah, la cabeza que divaga en pasados luminosos.
Que triste.
Y que emoción tan grande no saber qué vendrá.
"Aquellos que viven en la idolatría del futuro, no tienen mañana" E.M. Cioran.
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