martes, 7 de mayo de 2013

Ciclos

(Infusión 2/30)



Aquel día que me mordió una estrella de mar y yo sin saber que no mordían me eché a llorar mientras mamá me salpicaba la cara con su limón asesino de almejas.

Mi gata está en celo porque no halla gato que la entretenga ni mano que la mantenga y por eso entre arena y arengas suelta la melena desbordada la pena almidonada y me ruge despacio y entristece la gata al verla.

Este té de las ocho cuarenta y siete de manzana y canela que me obliga a teclear sabe a cabaña y monte y pradera y sol azulado y verde templado el cielo que aquella tarde de otoño junto a ti que ya te vas y ya volviste pude ver desde un Volkswagen negro y seducirte y casi abrirte la capa de otros sueños más sagrados /

/ como los sueños de las orcas donde alados lobitos marinos las seducen día tras día hasta llevarles a mares menos profundos.

Nunca hay que decirle a la luna llena que de su lado estamos siendo sinceros es mejor decirle al sol que la busque detrás del huerto donde cada 28 días espera ansiosa eclipsarse y luego vestirse de duelo.

Metí siendo pescado por la cámara de fotos mis pies diminutos al océano gigante de Barra de Navidad en un diciembre acalorado sobre una barca blanca con un motor en desenfreno y pesca de Marlin que pensaba que yo pensaba que pescaba Marlin o atunes salvajes que luego en aceitunas y filetes delgados me iba comiendo poco a poco sobre una mesa de vidrio mientras miraba con nostalgia una vieja cicatriz en mi mano izquierda.


La foto es de Andrés Bonetti, en Patagonia.

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