Infusión
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Se le acaban
los cigarros a Panda. Y la luz también se le acaba. Afuera hay tormenta
citadina y las calles se multiplican, vueltas agua y faros para niebla y
gasolina quemada que bulle de los escapes. Cantos de sirenas que enarbolan el
caos y lo convierten en rosarios de accidente.
Panda cree
que Gero no llega porque tuvo un accidente. Oye sin mucha atención a las
ambulancias cercanas. Gero tuvo un accidente, seguro. Intenta llamarle pero no
hay tono al otro lado. Sale por cigarros. Vuelve tranquilo al darse cuenta que
no son ambulancias sino patrullas.
Sigue
lloviendo y sigue tronando y Gero no llega. Le dijo que a las ocho; son las
nueve quince. La mataron. O la mataron y van persiguiendo a sus asesinos, o la
mataron y tratan de llegar lo más pronto posible a la escena del crimen.
Gero es
necia y pese a las advertencias de Panda, no ha dejado de manejar el auto
flamante que le regaló su papi ausente. ¡Es un BMW!, véndelo, te compras algo
más "tú", e inviertes el resto de la lana en otra cosa. No. A ella le
va muy bien el auto. Es azul ultramarino y le encantan los colores que le
remiten a su mar de infancia.
(Gero es de
Mérida, con una larga y esponjosa familia de magistrados sólo ha sabido ser una
escuincla pecosa con "diamonds on the soles of her shoes". Panda es
gordo y tonto, no se sabe bien si más gordo que tonto o viceversa. No tiene por
qué identificar las sutiles diferencias entre andar en un deportivo ultramarino
o convertirse en una más a bordo de un Renault blanco)
La mataron
para robarle el BMW. O la secuestraron al salir del Starbucks. Venía de allí.
Su mensaje es de las seis y media: "Llego en tiempo; estoy en el Starbucks
con Carmen, por tu casa / Te pito y sales ¿va?". Va. Nueve dieciocho sin
tono cuando intenta llamarle de nuevo.
Se abre su
caja de Camel, prende el cigarro como quien no quiere la cosa. Onda la calada.
Sabio el humo que le retumba en la cabeza como rayo atronador. Se adelantaron
las lluvias. Gero ni sabe manejar con lluvia. Está impaciente y toca un piano
imaginado sobre el sillón donde reposa. O mal reposa. O se sienta y se pone de
pie y vuelve a llamar y nada de línea. Apaga su Camel y entra al baño.
Panda mea de
pésimas formas y ensucia el piso con su orina tibia. En cuclillas, limpia de
malas y se pone rojo y el corazón le late fuerte. Tantos tacos y tantas tortas
y tantas papitas y refrescos y cervezas y pizzas le tienen las arterias viejas.
Esa obesidad tan "mal de familia"; su primo Nacho se murió de un
infarto apenas con 22 años. Y el Panda tiene 21. No mames Panda, se miente.
Limpia sus manos y sale del baño.
Saca del
refri una Coca y sirve medio vaso cargado de hielos. Nueve veintitrés. Ya Gero,
qué pedo. Ya llega Gero, ya llega Gero, ya llega Gero, ya llega, ya llega, ya
llega. Ya puta madre, ya llega.
No va a
venir, se le olvidó a la pinche vieja. Pinche Gero. Culera. A güevo que se le
olvidó. ¿No es hoy el crossfit con su primita reina? Pinche Gertrudis. Si fue
eso que mamila. Y si no también. Me hubiera hablado y ya estaría viendo una
peli.
Nueve
veinticinco. Pianito de impaciencia, muy breve. ¡Nueve veinticinco para ir a
los putos tacos de en casa de la chingada que le gustan a la Gero! No mames
Gero. No mames, no mames, no mames.
(Gero y Panda
se conocieron en octubre del año pasado durante una clase y se han hecho buenos
cuates. Los dos estudian lo mismo, o parecido: publicidad y eso. Francisco vive
con otros dos morros en un depa cerca de la facultad y entre los tres organizan
fiestas épicas; de cuando en vez se quedan otras niñas ahí mismo, con ellos.
Pero son bien zonzos; mucha gente asegura incluso que Guillermo es virgen. Otra
historia. El Panda no; quien viera al Paco, y sin putas de por medio, no: lo
montó Lucy en una fiesta de la prepa. Parece que ya. Fue esa vez y ya. Pinche
Panda)
Pinche Panda
es bien puñal. A Carmen no le cae bien el Panda y asiente con desprecio mientras
mira su nombre escrito sobre el moka deslactosado light. A mí se me hace que te
gusta el Panda. ¡Ay no mames! Te gusta por gordito. ¡Pinche Carmen, no mames,
ya! La ha de tener grande; así la tienen los gordos. ¡Qué asquerosa eres!, le
grita Gertrudis con morbo y picardía a su amiga de toda la vida. ¡Qué; así la tienen! Una vez me
cogí al Manuel cuando era... Manuelote. ¡Qué puta! ¡Una vez... y borracha! Y
qué, ¿la tenía grande? Pfff; me dejó sin poder sentarme dos días.
Ambas se
ríen a carcajadas y un gringo de sesenta años que lee a Bolaño en inglés se
cambia de mesa. Gero pregunta susurrando si el ruco entiende español. Las dos
se quedan calladas mientras Carmen se limpia las lágrimas. Llora cuando se ríe
mucho.
Ya casi que
me voy, tú. Vas a cogerte al Panda, cantarrutea dos veces de forma traviesa la
inseparable de Gero: vas a cogerte al Pandita. Se ríe la Gero y no contesta.
Vamos a
cenar tacos, güey; responde luego de un viento filtrado que trae la lluvia.
Quedé de pasar por él a las ocho, y son las ocho. Que se espere el puto. No,
mejor mañana te veo; voy a ir al crossfit con Diana, ¿vas? No, dice Carmen
disgustada, voy al cine con Ricardo. Ese güey sólo sabe ir al cine, Carmen. Y
qué; me gusta. Allá tú. Pues sí, allá yo, fíjate. Le saca la lengua que le
huele a fresa, café y chocolate. Qué bonita es Carmen.
Las dos se
abrazan y se besuquean como niñas chiquitas. Afuera, Carmen pide un taxi y su
abrigo negro se llena de anchos goterones. Gero baja un piso de la plaza y se
mete al deportivo ultramarino. Huele a nuevo y a cerezas. Qué bonito es el
coche.
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