El Paraguas

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Si en ocasiones la justicia tiene que mediar para resolver conflictos relativamente absurdos, el episodio vivido hace un par de años en los juzgados de Plasencia, España, se lleva la palma.

Luis Parrón, un hombre de más de 70 años, denunció al nieto y a la hija de su ex pareja por haberle sustraído supuestamente un paraguas negro, que se puede adquirir completamente nuevo en cualquier comercio por menos de 15 euros. Sin embargo, para el demandante, el paraguas tiene un significado muy especial, puesto que al parecer tiene más de cuarenta años y perteneció a su madre.

Mientras tanto, y enmarcados en los prolegómenos de las Fiestas Populares en honor a Santa María Magdalena, celebradas en Xico, Veracruz, ocurrió un suceso, por demás interesante, que el Peatón considera urgente denunciar.

Afortunadamente, parte innegable de nuestro oficio periodístico es cargar una cámara a donde nos lleve el viento, razón por la cual pudimos documentar lo acaecido malamente durante la llegada de la flor.

Aquí los hechos:

1. Un gentil ángel de la obscuridad posa para nuestro lente, presumiendo sus bellas alas construidas artesanalmente con papel.



2. Aquí, el monstruo exiliado del Cielo denota ser un engendro precavido al cargar con un paraguas.



3. A las tres de la tarde, y tomando a todos por sorpresa, una lluvia inclemente cae sobre el pueblo asentado en las faldas de una montaña. El querubín del infierno presta su paraguas a una turista desconocida. Al encontrarla nuevamente, y ya con las alas desechas por el agua, le pregunta con cierto sarcasmo y amabilidad inédita: "De pura casualidad: ¿usted no ha visto mi paraguas?"



4. Ella niega rotundamente que el paraguas que porta pertenezca al demonio. Empapado entonces y lleno de furia, éste exclama aberraciones en la lengua de Belcebú y se marcha injustamente desconcertado.



5. La sospechosa, libre ya de falsa pena, posa coqueta a nuestro lente.



Lo importante aquí es revisar minuciosamente las fotografías del paraguas que primero muestra el infausto y que después aparece en manos de la bella señorita.
A usted, querido lector, le dejo resolver el caso.

Buenas noches. Cuide sus pertenencias.

(¡Échele mi clanquerro!)



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