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Uno. ¿?
Intenta vestirte de invierno el invierno. Intenta decirte lo siento tanto cielo gris. Intenta la flor arrancarte el tiempo. Intenta jamás ser restaurado sin pena. Intenta resultar lo pobre en delicioso y con el acaso, prueba a decir mentiras. Intenta lo que vuelve a frontalmente detenernos y sobra, sí, decir, intenta la muerte enmudecernos. Pero vence, triunfa no claudica, la sinvergüenza a la razón y, por demás, también, decir, gana en dentelladas la vanidad al recato. Ego y color, de trampas estamos hablando / ¿estamos hablando? o es, como la moda indica, producto es ¿de un resultado pitagórico? / Es, sin embargo, amigo, dolor a cuestas que de solos tanto andar vivimos, como ¡ay! lo que no hay se siente. Si se siente, sangra y por sangrar se sana, se aprende, piedras (además) y nuevas se buscan para, otra vez, tropezar / Trapezoides: somos eso. Y más. Pero, mi enemigo, aquí ni para eso ni más, ni para más que eso, ni por eso, ni además. ¡Coño, jefe, qué tenía el café que me emociona! / Dónde quedó la bolita, quién se comió al cazador, cuánto quieres por tu dulce, dónde estás (y no llorar), quién me ofrece su refugio, quién te crees si no estás tú, quién te dijo que leyeras, quién te dijo, sino yo. Oyó. Hoyo. Oigo. ¡Esuchó!, y por alto el volumen te estuve llamando y no abriste, diciéndome luego que ya tus puertas hacia afuera no responden y sólo se mueven internas, como engranajes inversos para bisagras miopes. Entonces cerraste como sólo tú, con esa luciernaguez enmarañada en el cabello (bella y eterna), puedes abrir, y no - a secas - puertas sino, corazones con cerrojo herrumbrado. ¿Así sin comas? Así, sin que comas, duermas, hables o mastiques. Que qué tenía, te digo / Ponzoña y hiel, o miel, o agua de esa azul de Coca-Cola, Ciel / ¡Café y burbujas! / ¡Caliente! / ¡Sajubrub y Éfac! / ¡Te quemas! / ¿Casi? / ¡Casi! / … lo sabía / ¿Sabías que era casi? / Casi sabía que me quemaba / El café, seguro / No, no; la paleta helada / ¿Y eso? / nomás; corazonada.
Dos. ¡!
Lo siento: no me fui, que siempre no, que es imposible, que tanto, que cómo, que tiempo... COMIENZO (whatever) DE TRAYECTO. Te pregunto / te reto: a que tú perdonas a Pedro, el del lobo, el mentiroso, si te pone de improviso una joya noventera. A que tú me escupes en la cara: ¡lo sabía! / Casi, lo sabías casi; sabías que te quemabas, y que temprano o tarde crepuscular, redimirías mi dicha de tenerte, otra vez, en casa.
¿joya noventera? / vamos, pues
te dejo con la guitarra / me quedo con los aplausos
;-)
Pinocho es de Simón Sajer.
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jueves, 4 de marzo de 2010
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3 comentario(s):
¡Albricias! ¡Albricias!
Qué bella forma de reconciliarte con El Peatón, me encanta!!
Me da muchísimo gusto que ya estés de vuelta amore, vale toda la pena.
Superpitagórico mi hermano...
Y que salve El Peatón!
PD: Ese Pinocho es la neta
¡¡¡Ei albriciada!!!
Lo mejor es que te embargue el gusto y te duren el dulce y las referencias.
Superpitagórica está en los caminantes.
PD. Y yo te adoro, por cierto.
yo también te adoro!!!
muchísimo :)
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