lunes, 8 de marzo de 2010

Madrigalismo 4/n

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Será la luna azul, o toda la nieve, o la lluvia frondosa. Será el pensamiento extraño de haber vivido un momento parecido: un adiós de miradas y mudo convirtiéndose en árbol seco. Será -por derecho- la blancura del invierno o el cinismo redentor de los rayos de sol que se me esconden entre las manos de otras personas calladas que se comen todo el frío. Será que sin aviso se pudren las cosechas en la tierra, serán los malos entendidos y el recelo guardado de cada desencuentro, de cada caminata en parques que se frustra en otros pensamientos menos sabios.

Tantas cosas pueden ser y ninguna se acomoda. Tanto de no sé dónde, ni cómo, ni quién. El arrebato de aquella adolescencia doliente es parecido a la mentira cuando se calienta en tazas de tantas cafeterías donde ocurren, entre las calles mustias, todas las despedidas que no he vivido. Por qué siento entonces que se me cae el mundo rosa a pedazos, en mi cara, en cada tripa que retorcida empuja al llanto o a la risa nerviosa o a esas bonitas canciones que nadie me dedica.

Debe ser entonces el flagelo desangelado que me propino ante el flamenco con carácter: ése que, con una suerte de duende sangriento y dosis bien medidas de agudeza, hacen que se me salga el alma a jirones y ande dando tumbos por adoquines mojados. Tropieza que te tropieza llegaré a mirarme otra vez ante el espejo de los otros y así, quizá en un descuido, me filtre en sus poros, me sirva un cortadito doble y me instale para siempre en la memoria de los fracasos amorosos. Hoy no; hoy jamás; hoy por ella bailo jondo y en su cintura me ensancho.



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