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¡Felices fiestas!
¡Todos los buenos deseos!
Así se termina el año más bello.
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domingo, 21 de diciembre de 2008
martes, 16 de diciembre de 2008
Querer Amar
> The Buzz Lightyear Theory
Preludio.
"Uno va a hacer algo y siente voces
(vienen de otra parte de la noche.
Vienen de milenios entregados
a sacrificar las emociones).
Como si fuera poca la carga que trae el hombre,
trae el amor atado con cien cadenas de bronce.
Se va librando ya de ese falso peso,
ya va dejando de tenerle miedo a un beso
que libremete vuele por la humanidad.
¿Hasta cuándo va a durar el ruido?
Hasta que la gente se decida
a hacer el amor y amar de frente
en casas con muros transparentes."
N. Nicola y C. Vallejo
1.
La verdad es más verdad cuando se acorta la distancia entre palabras y referentes. O sea, la única dimensión probable para advertir los distintos colores de una sensación es mediante la vívida experiencia que trae consigo el contexto que uno habita. O sea, que a lo dicho, dicho, y al hecho me remito.
2.
La Real Academia Española define a la verdad como la “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente”. Así, entiendo conformidad como igualdad o correspondencia entre dos factores inmutables; y así, deduzco que concepto es toda idea engendrada por el entendimiento y entendimiento es alma y alma es, a su vez, esencia. O sea, verdad es esencia, no se mide en rituales de lo cierto y lo falso sino de lo creíble e increíble.
3.
La negación como verdad es parte desordenada de la construcción simbólica que nos proveen los enunciados. Por ejemplo; “No te quiero” significa eso mismo: carezco de una percepción necesitada del objeto deseable. En contraparte: “Te quiero”, ubica ambiguamente la necesidad entre su propio definiens y el definiendum. O sea, querer no establece los límites conceptuales del amor en ningún momento. Y sin embargo, se presta a desatenciones del escucha y promueve la batalla en aspectos físicos y mentales.
4.
Pero el “Te amo” tampoco es verdad; es más bien, fe. Fe en uno mismo (en la capacidad de abstracción que genera en otra persona) y fe depositada en alguien más (en el contexto singular del verbo amar). Por tanto, decir “Te amo” es, también, decir “No te quiero”. O mejor, hablar de amor no es necesariamente hablar de pertenencia. Insisto aquí; el amor es conceptual mientras que la querencia recae meramente sobre los encantos de la posesión sobre objetos.
Entonces, ¿se puede querer amar a una persona?, se puede, qué se yo: ¿amar queriendo a una persona?, o incluso, si se me apura, ¿es posible amar y no querer a una entidad?, ¿es, asimismo viable, querer cierto elemento sin amarlo?
La ruta de estas respuestas es transitoria y merece atención una vez que se ha logrado discernir lo casual/objetivo de lo causal/subjetivo. Me quedo con la causa y el efecto; desecho, por tanto, casualidad y destino. Aunque…
5.
La misma Academia, esa sala invencible de abuelos con mal humor, decreta que el destino es una fuerza desconocida que encadena los sucesos. ¿Favorable, adversa acaso? Fuerza, lector, suma de circunstancias y potencias en pos del arranque motriz de un resultado.
Sí, creo entender el punto.
No hay amor a primera vista.
¿Lo hay?
Independiente a este laberinto sintáctico es mi total convicción hacia el sí. Sí hay. Sí existe en nosotros la capacidad perceptiva en cuerpo, ideales y sintonía hacia un organismo desconocido. Pero en la afirmación se acepta el miedo: ¿Es entonces imaginable la visión definitiva?; las actas de divorcio opinan lo contrario.
Supongo luego, que el amor como fuerza (no como concepto) es producto tangible de un soez incidente, y como tal, tiende a remediarse con el paso de los años, a no ser que, de entrada, haya sido fatal. “Gozola y matola” es un fortuito fatalismo, “Te amo desde el primer momento en que te ví” es una completa mentira, que no falsa, aunque increíble.
6.
Concluyendo / A) no es conveniente polarizar los momentos de amor en buenos o malos; mágicos o terribles; fugaces o eternos. Lo mejor es ponerle nombre a las sensaciones; para eso nos enseñaron sustantivos y adjetivos en la primaria. B) El amor no es verdad ni mentira: es intuición visceral y descaro psicológico. C) Amar y querer no son etimológicamente equivalentes. D) La paradoja cierto-falso es un recurrente intenso en el amor. Lo único cierto son los ojos, la boca, el vientre, los lunares, las cicatrices, lo oculto, lo desvelado, el cielo (y venido a ver; el cielo es incoloro). E) Las tensiones entre causa y casualidad; destino o efecto; mentira o verdad, son pequeñas al compararse con la certeza de lo cotidiano. F) La validación de este debate sólo encuentra cabida en la fe. Y G) Es mejor actuar que ver. Mucho mejor, aprender a enseñar que señalar lo aprendido. Máximo es el momento, pésimo el olvido.
Mejor ponerse a amar, en vez de seguir leyendo.
Infinito: Pablo Blanes
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Preludio.
"Uno va a hacer algo y siente voces
(vienen de otra parte de la noche.
Vienen de milenios entregados
a sacrificar las emociones).
Como si fuera poca la carga que trae el hombre,
trae el amor atado con cien cadenas de bronce.
Se va librando ya de ese falso peso,
ya va dejando de tenerle miedo a un beso
que libremete vuele por la humanidad.
¿Hasta cuándo va a durar el ruido?
Hasta que la gente se decida
a hacer el amor y amar de frente
en casas con muros transparentes."
N. Nicola y C. Vallejo
1.
La verdad es más verdad cuando se acorta la distancia entre palabras y referentes. O sea, la única dimensión probable para advertir los distintos colores de una sensación es mediante la vívida experiencia que trae consigo el contexto que uno habita. O sea, que a lo dicho, dicho, y al hecho me remito.
2.
La Real Academia Española define a la verdad como la “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente”. Así, entiendo conformidad como igualdad o correspondencia entre dos factores inmutables; y así, deduzco que concepto es toda idea engendrada por el entendimiento y entendimiento es alma y alma es, a su vez, esencia. O sea, verdad es esencia, no se mide en rituales de lo cierto y lo falso sino de lo creíble e increíble.
3.
La negación como verdad es parte desordenada de la construcción simbólica que nos proveen los enunciados. Por ejemplo; “No te quiero” significa eso mismo: carezco de una percepción necesitada del objeto deseable. En contraparte: “Te quiero”, ubica ambiguamente la necesidad entre su propio definiens y el definiendum. O sea, querer no establece los límites conceptuales del amor en ningún momento. Y sin embargo, se presta a desatenciones del escucha y promueve la batalla en aspectos físicos y mentales.
4.
Pero el “Te amo” tampoco es verdad; es más bien, fe. Fe en uno mismo (en la capacidad de abstracción que genera en otra persona) y fe depositada en alguien más (en el contexto singular del verbo amar). Por tanto, decir “Te amo” es, también, decir “No te quiero”. O mejor, hablar de amor no es necesariamente hablar de pertenencia. Insisto aquí; el amor es conceptual mientras que la querencia recae meramente sobre los encantos de la posesión sobre objetos.
Entonces, ¿se puede querer amar a una persona?, se puede, qué se yo: ¿amar queriendo a una persona?, o incluso, si se me apura, ¿es posible amar y no querer a una entidad?, ¿es, asimismo viable, querer cierto elemento sin amarlo?
La ruta de estas respuestas es transitoria y merece atención una vez que se ha logrado discernir lo casual/objetivo de lo causal/subjetivo. Me quedo con la causa y el efecto; desecho, por tanto, casualidad y destino. Aunque…
5.
La misma Academia, esa sala invencible de abuelos con mal humor, decreta que el destino es una fuerza desconocida que encadena los sucesos. ¿Favorable, adversa acaso? Fuerza, lector, suma de circunstancias y potencias en pos del arranque motriz de un resultado.
Sí, creo entender el punto.
No hay amor a primera vista.
¿Lo hay?
Independiente a este laberinto sintáctico es mi total convicción hacia el sí. Sí hay. Sí existe en nosotros la capacidad perceptiva en cuerpo, ideales y sintonía hacia un organismo desconocido. Pero en la afirmación se acepta el miedo: ¿Es entonces imaginable la visión definitiva?; las actas de divorcio opinan lo contrario.
Supongo luego, que el amor como fuerza (no como concepto) es producto tangible de un soez incidente, y como tal, tiende a remediarse con el paso de los años, a no ser que, de entrada, haya sido fatal. “Gozola y matola” es un fortuito fatalismo, “Te amo desde el primer momento en que te ví” es una completa mentira, que no falsa, aunque increíble.
6.
Concluyendo / A) no es conveniente polarizar los momentos de amor en buenos o malos; mágicos o terribles; fugaces o eternos. Lo mejor es ponerle nombre a las sensaciones; para eso nos enseñaron sustantivos y adjetivos en la primaria. B) El amor no es verdad ni mentira: es intuición visceral y descaro psicológico. C) Amar y querer no son etimológicamente equivalentes. D) La paradoja cierto-falso es un recurrente intenso en el amor. Lo único cierto son los ojos, la boca, el vientre, los lunares, las cicatrices, lo oculto, lo desvelado, el cielo (y venido a ver; el cielo es incoloro). E) Las tensiones entre causa y casualidad; destino o efecto; mentira o verdad, son pequeñas al compararse con la certeza de lo cotidiano. F) La validación de este debate sólo encuentra cabida en la fe. Y G) Es mejor actuar que ver. Mucho mejor, aprender a enseñar que señalar lo aprendido. Máximo es el momento, pésimo el olvido.
Mejor ponerse a amar, en vez de seguir leyendo.
Infinito: Pablo Blanes
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miércoles, 10 de diciembre de 2008
martes, 9 de diciembre de 2008
The Young Gardener
> Para Tania y Cristina
The rule is simple with respect to grounds - work, where you can, in the spirit of nature, with an invisible hand of art... let the images of Nature be (the) guide.
William Wordsworth
///
A garden is any parcel of land, any fragment of nature, that we tend, cultivate, care for, watch over. In return for our efforts, gardens reward us with a grand assortment of fruits and flowers, a wealth of aromas, a world of random shapes and subtle orderliness, a windfall of flavors, colors and intangible satisfactions beyond numbers.
It is here, in the garden, where we find time reflect on relationship between the modern world and the natural world. It is here, as our hands mingle with the soil, where we can most intimately appreciate the intrinsic value and life-affirming nature of the land. Here, in the garden, we ultimately realize that we are intended to live life not as Consumers, but as Caretakers.
Gardens teach us many virtues: foresight, commitment, hope, neighborliness, perseverance, responsiveness to nature's cycles, the art of recycling, a sense of humor, earthiness, patience and humility.
Earth itself is a garden of diversity, and our gardens mirror the ecology of the planet. Gardens give us a wonderful metaphor for taking care of the planet, yet many among us feel quite entitled to destroy the forests, deserts, grasslands and coastlines of our global garden. Many lessons of good stewardship still wait to be reaped from our gardens...
Donald Falk
Center for Plant Conservation
///
Stillness engenders void; void produces wisdom.
Chen Cong-zhou
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The rule is simple with respect to grounds - work, where you can, in the spirit of nature, with an invisible hand of art... let the images of Nature be (the) guide.
William Wordsworth
///
A garden is any parcel of land, any fragment of nature, that we tend, cultivate, care for, watch over. In return for our efforts, gardens reward us with a grand assortment of fruits and flowers, a wealth of aromas, a world of random shapes and subtle orderliness, a windfall of flavors, colors and intangible satisfactions beyond numbers.
It is here, in the garden, where we find time reflect on relationship between the modern world and the natural world. It is here, as our hands mingle with the soil, where we can most intimately appreciate the intrinsic value and life-affirming nature of the land. Here, in the garden, we ultimately realize that we are intended to live life not as Consumers, but as Caretakers.
Gardens teach us many virtues: foresight, commitment, hope, neighborliness, perseverance, responsiveness to nature's cycles, the art of recycling, a sense of humor, earthiness, patience and humility.
Earth itself is a garden of diversity, and our gardens mirror the ecology of the planet. Gardens give us a wonderful metaphor for taking care of the planet, yet many among us feel quite entitled to destroy the forests, deserts, grasslands and coastlines of our global garden. Many lessons of good stewardship still wait to be reaped from our gardens...
Donald Falk
Center for Plant Conservation
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Stillness engenders void; void produces wisdom.
Chen Cong-zhou
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sábado, 6 de diciembre de 2008
Literatura
>
Yo pude haber sido tigre albino. Me imaginé muchas veces como tiburón come-niños en Sudáfrica. Canté con los quetzales cuando los pude mirar a través de espejismos en billetes rotos de Guatemala. Una noche, incluso, quise ser murciélago. También me dio por los reptiles; de hecho, tuve una linda lagartija verde como mascota; le daba cucarachas vivas para mirar con morbo cómo les quitaba las alitas y luego se las comía. Una vez nadé con orcas. Y además, soy de los pocos muchachos vivos que han visto a una pareja de leones gay copular mansamente a la sombra de un árbol gigante.
Tomé siete litros de mezcal en un concurso de abuelos del INSEN y fui mordido en la rodilla por una tarántula rojiza. Casi me muero al aventarme de un camión en movimiento y anduve cierto tiempo enyesado de ambos brazos. Una noche tenebrosa y con neblina miré cómo el pasto en el jardín de casa se hundía dibujando huellas sin que hubiera algo vivo que las produjera. Me comí un gallo de pelea que fue mi amigo de corral durante varios años. Escuché un solo maravilloso de grillo que chirriaba al compás de un tango moderno.
He tragado tacos de tripa, pezuña y recto de cerdo. Hace muchos años me salió una bola en la muñeca izquierda y luego se me quitó sin avisar. Mientras miraba el mar desde una lancha color verde marciano salieron a saludarme dos peces voladores y uno aterrizó juntito a mí. La otra noche soñé que mataba a machetazos a un electricista que conozco y que luego, en trozos, lo empaquetaba al vacío. Ya salí de diabla en una pastorela y una chica risueña se me acercó al final de la función diciéndome seriamente: ¡qué bonitas piernas tienes!
En Venecia fui corrido, junto a mi padre, de un hostal veraniego por razones ocultas que mientras haya niños lectores no puedo contar. Por querer ganar una carrera me estampé vilmente contra un muro de piedra rompiendo mi casco y destrozando también la bicicleta, luego se me incrustó la estrella del marco en la ingle. Tomé fotos de desnudos en mi sala. Dicen que una vez me puse a hablar de ballenitas rosadas. No me acordaba, pero es cierto, que también fundé junto a un hermano-amigo una secta satánica en un colegio de monjas. Robé guayabas de un huerto de abuelitos autosuficientes y a la sombra de un caluroso mediodía fui abandonado por un hermano en la piedra de un río mientras él nadaba para rescatar una balsa de bambú que con esfuerzo construimos.
Mi récord es haberme comido 14 hamburguesas de soya con 12 cocas Light. Me caí de un caballo y me pegué en la cabeza. Bajé brincando, en seis segundos, las dunas de una playa cercana. A las siete de la noche de un 31 de diciembre fui rescatado por un surfista de ahogarme en Zicatela. Soy de los que digo que en La Pantera Rosa había un antagónico con forma de asterisco; nadie me cree. Mi primer beso en la boca fue sobre el suelo de barro de la casa de una dueña loca que secuestraba niños. Aplasté también, con unas pinzas, el cráneo de un ratón que había quedado adherido a una trampa de pegamento.
Hace poco atravesé desnudo el salón principal de un hotelito en Marrakesh al quedarme sin agua y con jabón en todo el cuerpo; cuentan que los caballeros se rieron y a las damas les brillaron los ojitos. Fui encerrado en una cárcel por orinar la fachada de un palacio municipal y allí me hice amigo de dos sujetos que se amaban y se querían casar. Y lo más fantástico; me enamoré de alguien más que no fuera yo mismo. Me enamoré tanto que a la fecha ya no puedo pensar con claridad de ajedrecista. Pero eso sí, todavía me falta poder conversar con un árbol -->
(El autorretrato es de Boyd Anderson.)
///
--> y tomarme un cortao con mi mujer en la Gran Vía:
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Yo pude haber sido tigre albino. Me imaginé muchas veces como tiburón come-niños en Sudáfrica. Canté con los quetzales cuando los pude mirar a través de espejismos en billetes rotos de Guatemala. Una noche, incluso, quise ser murciélago. También me dio por los reptiles; de hecho, tuve una linda lagartija verde como mascota; le daba cucarachas vivas para mirar con morbo cómo les quitaba las alitas y luego se las comía. Una vez nadé con orcas. Y además, soy de los pocos muchachos vivos que han visto a una pareja de leones gay copular mansamente a la sombra de un árbol gigante.
Tomé siete litros de mezcal en un concurso de abuelos del INSEN y fui mordido en la rodilla por una tarántula rojiza. Casi me muero al aventarme de un camión en movimiento y anduve cierto tiempo enyesado de ambos brazos. Una noche tenebrosa y con neblina miré cómo el pasto en el jardín de casa se hundía dibujando huellas sin que hubiera algo vivo que las produjera. Me comí un gallo de pelea que fue mi amigo de corral durante varios años. Escuché un solo maravilloso de grillo que chirriaba al compás de un tango moderno.
He tragado tacos de tripa, pezuña y recto de cerdo. Hace muchos años me salió una bola en la muñeca izquierda y luego se me quitó sin avisar. Mientras miraba el mar desde una lancha color verde marciano salieron a saludarme dos peces voladores y uno aterrizó juntito a mí. La otra noche soñé que mataba a machetazos a un electricista que conozco y que luego, en trozos, lo empaquetaba al vacío. Ya salí de diabla en una pastorela y una chica risueña se me acercó al final de la función diciéndome seriamente: ¡qué bonitas piernas tienes!
En Venecia fui corrido, junto a mi padre, de un hostal veraniego por razones ocultas que mientras haya niños lectores no puedo contar. Por querer ganar una carrera me estampé vilmente contra un muro de piedra rompiendo mi casco y destrozando también la bicicleta, luego se me incrustó la estrella del marco en la ingle. Tomé fotos de desnudos en mi sala. Dicen que una vez me puse a hablar de ballenitas rosadas. No me acordaba, pero es cierto, que también fundé junto a un hermano-amigo una secta satánica en un colegio de monjas. Robé guayabas de un huerto de abuelitos autosuficientes y a la sombra de un caluroso mediodía fui abandonado por un hermano en la piedra de un río mientras él nadaba para rescatar una balsa de bambú que con esfuerzo construimos.
Mi récord es haberme comido 14 hamburguesas de soya con 12 cocas Light. Me caí de un caballo y me pegué en la cabeza. Bajé brincando, en seis segundos, las dunas de una playa cercana. A las siete de la noche de un 31 de diciembre fui rescatado por un surfista de ahogarme en Zicatela. Soy de los que digo que en La Pantera Rosa había un antagónico con forma de asterisco; nadie me cree. Mi primer beso en la boca fue sobre el suelo de barro de la casa de una dueña loca que secuestraba niños. Aplasté también, con unas pinzas, el cráneo de un ratón que había quedado adherido a una trampa de pegamento.
Hace poco atravesé desnudo el salón principal de un hotelito en Marrakesh al quedarme sin agua y con jabón en todo el cuerpo; cuentan que los caballeros se rieron y a las damas les brillaron los ojitos. Fui encerrado en una cárcel por orinar la fachada de un palacio municipal y allí me hice amigo de dos sujetos que se amaban y se querían casar. Y lo más fantástico; me enamoré de alguien más que no fuera yo mismo. Me enamoré tanto que a la fecha ya no puedo pensar con claridad de ajedrecista. Pero eso sí, todavía me falta poder conversar con un árbol -->
(El autorretrato es de Boyd Anderson.)
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--> y tomarme un cortao con mi mujer en la Gran Vía:
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miércoles, 3 de diciembre de 2008
La Ingrata Fortuna
>
Se desabrochó la blusa. Quitó esa madeja de olvidos de su mente y volvió a cantar bajito como si nunca lo hubiera intentado. No le dijo nunca más: “te necesito” ni musitó su nombre en vez del mío. Fue tierna de modos feroces, y huidiza, quizá, como se es en los primeros roces.
Luego me dio dos apalabrados golpes (cada quien con sus lecturas) que resonaron dos meses en el fondo de mis dos orejas. Puso el despertador y se echó a dormir cual rumiante traviesa que de tanto pastar y mirar horizontes es capaz de ponerse, no sólo ociosa sino también obsesa.
Allí la miré a menos de un metro y me quedé vigilando su sueño como si gimiera despacio las letras de los cantos de su cielo. Y allí me bebí dos litros de agua con burbujas pensando qué hacer para que despertara más pronto de sus oníricos enredos.
No lo logré. No volvió en sí hasta pasadas las nueve; eran ya la ciudad y los semáforos y el humo de los escapes y el silencio mustio que emana de los pasillos de hoteles viejos. Era que el tiempo, tan pronto llegó, se hizo de luz y arena fina. Era que nos perdimos el amanecer al correr las tres cortinas.
Yo me levanté de ese lecho hundido donde no dormí por temor a inconciliables dudas y ella se fue poniendo erguida mientras llevaba su lengua a la mía. Casi toqué la tierra blanda en la que se convirtió esa alfombra. Casi enjuagué mis ansias en su pequeña boca y casi, estuve a un paso, de llevarla otra vez a la cama.
No lo logré; ya se le habían incendiado las sandalias cuando se echó a correr. Otro día, después, dijo saber que esa vez me había quedado con más ganas de. Ya no contesté por temor a ofender, es más, hasta le invité el café al mismo tiempo que ella me reprochaba: “hubiera preferido un té” / Bueno, señora, qué se le va a hacer.
///
Il giardino Toscanetto corrisponde al occhio di Paula Schmidt.
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Se desabrochó la blusa. Quitó esa madeja de olvidos de su mente y volvió a cantar bajito como si nunca lo hubiera intentado. No le dijo nunca más: “te necesito” ni musitó su nombre en vez del mío. Fue tierna de modos feroces, y huidiza, quizá, como se es en los primeros roces.
Luego me dio dos apalabrados golpes (cada quien con sus lecturas) que resonaron dos meses en el fondo de mis dos orejas. Puso el despertador y se echó a dormir cual rumiante traviesa que de tanto pastar y mirar horizontes es capaz de ponerse, no sólo ociosa sino también obsesa.
Allí la miré a menos de un metro y me quedé vigilando su sueño como si gimiera despacio las letras de los cantos de su cielo. Y allí me bebí dos litros de agua con burbujas pensando qué hacer para que despertara más pronto de sus oníricos enredos.
No lo logré. No volvió en sí hasta pasadas las nueve; eran ya la ciudad y los semáforos y el humo de los escapes y el silencio mustio que emana de los pasillos de hoteles viejos. Era que el tiempo, tan pronto llegó, se hizo de luz y arena fina. Era que nos perdimos el amanecer al correr las tres cortinas.
Yo me levanté de ese lecho hundido donde no dormí por temor a inconciliables dudas y ella se fue poniendo erguida mientras llevaba su lengua a la mía. Casi toqué la tierra blanda en la que se convirtió esa alfombra. Casi enjuagué mis ansias en su pequeña boca y casi, estuve a un paso, de llevarla otra vez a la cama.
No lo logré; ya se le habían incendiado las sandalias cuando se echó a correr. Otro día, después, dijo saber que esa vez me había quedado con más ganas de. Ya no contesté por temor a ofender, es más, hasta le invité el café al mismo tiempo que ella me reprochaba: “hubiera preferido un té” / Bueno, señora, qué se le va a hacer.
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Il giardino Toscanetto corrisponde al occhio di Paula Schmidt.
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martes, 2 de diciembre de 2008
Amatista
> ¡NO al existencialismo!
Creo saberme bien aunque todo se transforme. Creo nunca volver por donde anduve y sin embargo miro y por voltear tropiezo. Creo seriamente también que ando por las nubes. Creo en el gozo sutil y morboso que me provocan las turbulencias. Creo en la palabra y en los síntomas de mutismo. Creo que me estoy volviendo lento para los cálculos y sospechosamente eficaz para el ábaco. Creo en el sol que no me dice nada, que se lo calla todo y que luego escupe a mis espaldas por sus colmillos de astro viejo. Creo que la luna me sigue a donde vaya como genuino distractor de otras batallas. Creo en la educación a distancia y en las mariposas que agitan sus alas en Tokio produciendo el diluvio en Nueva York. Creo en los espejismos, en la ciencia de lo absurdo, en los robots que aman y en la fragancia maldita que una vez decantó Grenoille. Creo en el siniestro oleaje que me provoca tsunamis estomacales. Creo en la virtud, en los detalles, en el mísero tiempo de espera, en los rincones prohibidos de las bibliotecas monacales. Creo en los celos y en la no-belleza absoluta de aquel que mata por amor y bajo amor consume sus días en el encierro postrero. Creo sentir unos cinceles en mi espalda que esculpen nombres en alto relieve de lunares. Creo vivir sesgado y subjetivo con el arte abstracto sólo por demostrarle al talentoso que de abstractos tienen más mis actos. Creo sobrevivir a los eclipses que ensucian de violencia los vientres encintados con cordeles rojos. Creo en tomar las siete píldoras que a menudo se enuncian como pecados. Creo en robarme los besos del aire, en sacudir el polvo que hace que mis manos estornuden microbios y en meter en saco roto todo lo que aprendo y desaprendo. Creo en el valor de lo amoral y en la intriga que me causan los enojos por negocios. Creo en gritar si tengo miedo. Creo en velar de cuerpo entero a los muertos de los muertos de mi entierro. Creo en morder a la gente vulnerable y en besar a las personas seguras y envidiables. Creo en las emociones que me creo; creo que me creo mis emociones. Creo en la desdicha y en el barullo del tráfico a las dos de cada tarde. Creo en el pasado incierto y en el futuro olvidado. Creo en las oficinas insensibles y en la máquina del café que no pone en opciones: “chocolate”. Creo, cual credo, en un solo dios hijo de su putísima madre con tantos rostros como hormigas, con tantos clientes como mercados; o es que creo, más bien, que Dios, soy yo. Creo, creo yo, en lo terrestre y cotidiano, en lo agreste y lo vetado, en los cielos decembrinos y en la lluvia de mayo. Creo temer lo innecesario y tener, también, lo que me sobra. Creo en mi persona como azar y como broma. Creo en mis cánceres y mis curas pero más, creo yo, en mis prevenciones. Creo en la delgadez extrema de sentido común en lo que digo. Creo que el principal objetivo es envejecer contigo.
...
Y luego, me han dicho, está la redención y vida eterna;
(la conversión en musgo y nido para semillas).
Supongo entonces que morir, al fin y al cabo, será sencillo;
y que de pronto, sobre la tierra y de amatista, entregaré un anillo.
Déjeme usted que insista: ¿el principal objetivo?
Será lanzarme al vacío.
///
ENO - by this river
El mar inquieto es de Jimena Salcido.
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Creo saberme bien aunque todo se transforme. Creo nunca volver por donde anduve y sin embargo miro y por voltear tropiezo. Creo seriamente también que ando por las nubes. Creo en el gozo sutil y morboso que me provocan las turbulencias. Creo en la palabra y en los síntomas de mutismo. Creo que me estoy volviendo lento para los cálculos y sospechosamente eficaz para el ábaco. Creo en el sol que no me dice nada, que se lo calla todo y que luego escupe a mis espaldas por sus colmillos de astro viejo. Creo que la luna me sigue a donde vaya como genuino distractor de otras batallas. Creo en la educación a distancia y en las mariposas que agitan sus alas en Tokio produciendo el diluvio en Nueva York. Creo en los espejismos, en la ciencia de lo absurdo, en los robots que aman y en la fragancia maldita que una vez decantó Grenoille. Creo en el siniestro oleaje que me provoca tsunamis estomacales. Creo en la virtud, en los detalles, en el mísero tiempo de espera, en los rincones prohibidos de las bibliotecas monacales. Creo en los celos y en la no-belleza absoluta de aquel que mata por amor y bajo amor consume sus días en el encierro postrero. Creo sentir unos cinceles en mi espalda que esculpen nombres en alto relieve de lunares. Creo vivir sesgado y subjetivo con el arte abstracto sólo por demostrarle al talentoso que de abstractos tienen más mis actos. Creo sobrevivir a los eclipses que ensucian de violencia los vientres encintados con cordeles rojos. Creo en tomar las siete píldoras que a menudo se enuncian como pecados. Creo en robarme los besos del aire, en sacudir el polvo que hace que mis manos estornuden microbios y en meter en saco roto todo lo que aprendo y desaprendo. Creo en el valor de lo amoral y en la intriga que me causan los enojos por negocios. Creo en gritar si tengo miedo. Creo en velar de cuerpo entero a los muertos de los muertos de mi entierro. Creo en morder a la gente vulnerable y en besar a las personas seguras y envidiables. Creo en las emociones que me creo; creo que me creo mis emociones. Creo en la desdicha y en el barullo del tráfico a las dos de cada tarde. Creo en el pasado incierto y en el futuro olvidado. Creo en las oficinas insensibles y en la máquina del café que no pone en opciones: “chocolate”. Creo, cual credo, en un solo dios hijo de su putísima madre con tantos rostros como hormigas, con tantos clientes como mercados; o es que creo, más bien, que Dios, soy yo. Creo, creo yo, en lo terrestre y cotidiano, en lo agreste y lo vetado, en los cielos decembrinos y en la lluvia de mayo. Creo temer lo innecesario y tener, también, lo que me sobra. Creo en mi persona como azar y como broma. Creo en mis cánceres y mis curas pero más, creo yo, en mis prevenciones. Creo en la delgadez extrema de sentido común en lo que digo. Creo que el principal objetivo es envejecer contigo.
...
Y luego, me han dicho, está la redención y vida eterna;
(la conversión en musgo y nido para semillas).
Supongo entonces que morir, al fin y al cabo, será sencillo;
y que de pronto, sobre la tierra y de amatista, entregaré un anillo.
Déjeme usted que insista: ¿el principal objetivo?
Será lanzarme al vacío.
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ENO - by this river
El mar inquieto es de Jimena Salcido.
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lunes, 1 de diciembre de 2008
In the Rush
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