Caer en profundo sueño y no despertar jamás. Period. Ésa bien podría ser la tesis del autocompasivo, del mediocre, del autista.
Científicos demostraron que los momentos posteriores al despertar son neurológicamente inactivos; quiero decir, nos vuelven accionistas de la pax, de lo vegetal. Me refiero aquí a los ocho primeros minutos de buenos días al nuevo día, importantes segundos que determinarán nuestra actitud el resto de la jornada. Ocho minutos, según datos fundamentados en la técnica y el problema, que pueden ser incluso más nocivos que seis horas de resaca.
Ahora; no es legítimo ni creíble, no es tangible pues, no es experimentado dada nuestra nula chamba cerebral, ¿cómo percatarnos entonces del asunto?, "la inercia del sueño", nombre que recibe el fenómeno, radica en el aletargamiento energético provocado por ocho horas de sueño continuo: nuestro cuerpo reciente más ese descanso de lo que experimenta cuando se le priva de sueño durante 24 horas. Los que somos adictos a desvelos, con seguridad, sin cientificidad, podemos opinar que el desarrollo laboral será mejor cuando nos mantenemos recesivos sólo cinco horas. De dormir diariamente ocho, alimentamos esta inercia y por momentos enmarcamos nuestra actividad a la depresión.
Sean estos, datos con base en método o pura habladuría, lo rescatable del tema es la incongruente cantidad que le dedicamos al sueño a sabiendas de una vida que nadie tiene comprada y que en cualquier instante termina, dejando atrás a viudas, huérfanos, deudas e intrascendencia en nuestra persona moral.
Si son lo suficientemente astutos, daranse cuenta, en forma y fondo, del imaginario colectivo que hacemos a un lado. Privamos al alma de experiencias que seguramente serán irrepetibles; nunca sabrá igual una misma comida, nunca sabrá igual una jodida (me cago en la patria, dirían los hermanos españoles) hamburguesa de McDonalds, hecha en serie, insana, desnaturalizada, clonada a partir de radiaciones a las reses, pollos y puercos, por una razón universal y con circunstancia: el humor y el ambiente bajo el que nos la comemos. Insisto y blasfemo, estamos descuidando el alimento más preciado de la existencia humana y que yo llamo experiencia, y que yo nombro carácter, y que le pongo la etiqueta de temperamento, y que le grito ¡Personalidad!. Sólo por dormir ocho horas, siete, por dormir siete horas de estúpido pecado, de manía social, de cánon corporal. Seis son lo sano. Seis kilométricas horas de sueños delirantes. Sumen entonces, al año, más de 700 horas extra que nuestro cuerpo y alma demandan de inventiva, de creatividad, de socialité, de ingenio, de abrazos, de besos, de sonrisas. S e t e c i e n t a s t r e i n t a h o r a s e x t r a de estar vivos.
Para mí, son un productivo regalo de Dios, una oportunidad más a la vida; no sólo mía, sino la de los míos.
- favor de no enviar mensajes ofensivos (risas)-
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