jueves, 9 de enero de 2014

Tangentes


Infusión 16 / 30




Creí por un instante haberte visto escaleras abajo usando ese vestido rojo del que tanto gustas cuando llega el invierno. Al voltear, y cerciorarme de tu ausencia, brillaba el río bajo esa luna blanquiazul de las noches heladas. 

¿Cuántas veces paseaste el corredor lateral del río sin decirle adiós a los turistas en los botes? Miles, al menos. Era el camino diario hacia el trabajo con Elisa, ¿no? Tantos años allí y sin poder pellizcar ni un pan de las ocho, que era el mejor por mucho: crocante por fuera, caliente y blando por dentro, con dejos de alcaravea y estragón. 

Allí tuvimos que habernos conocido, coincido con Manuel, no hay más. Aunque no sé por qué te empeñas en pensar que fue en la tratoría esa de Leslie, ¿cómo era? ¿La Reina Vaga? No sé. Quizá sí. Y Leslie se volvió a casar ¿sabías?, se encontró con un niño gordo de la infancia que le robaba la manzana partida que le enviaba su madre en el descanso de media mañana y se casó. Creo que el gordo se hizo flaco, y fuerte rollizo, con pecas y cara de malo, como siempre te han gustado; como le gustan a todas las de este pueblo. Es curioso que me acuerde tanto de Leslie y su manzana partida.

¿Sigues comiendo tan tarde?

¿Sigues comiendo tan tarde, Luisa?

Fui a la ciudad porque a Pablo le salieron ronchas en la lengua. ¡Ronchas! Como si fueran puntitos blancos llenos de agua. Lo enviaron con una nutrióloga que le prohibió las nueces. Todo el tiempo come nueces, como un pollo de los de Andrés. Entenderás el drama en casa.

Anoche te vi en la tele. En un video que tenía guardado: cantas precioso y tiendes al sol un mantel recién lavado; fue aquella tarde del beisbol en que tío Memo rompió el cristal de la mesa por los malditos Bravos que perdieron como siempre. Sí te acuerdas ¿no? Cantas una de Ornella que te enseñó mi madre.

...

Ella ya murió, Luisa. Hace doce años se metió a su cama de toda la vida, con la memoria guardada en papá, y cerró los ojos para siempre, como dicen que debemos morirnos todos.

A mí, en lo particular, el hecho de morirse debe ser al lado de alguien. Solo, pero acompañado. Pues porque así nacemos. Lo llevo pensando varios días mientras conduzco a la tienda, y me da mucho miedo.




(Fin de la primera parte de la infusón 16)

Kiki es un óleo de Kisling

°16.1°

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