Para mi amiga Friné, bebedora de brebajes
Infusión
15 / 30
Déjame,
golondrina, contarte un cuento /
Se llamaba Añil y era hechicera de las buenas
cuando niña. Añil combatía al mar bravo que quería comerse a su pueblo. Al
menos eso le dejaron dicho sus padres a través de abue Matí antes de partir en
la barcaza que lleva a las montañas del Cielo donde reina Yiro, dios de Lo Otro.
Y Añil venció a los siete mares
unidos en su contra,
no te engañes;
no nos dejemos llevar por otros cuentos.
En este cuento
gana Añil, quien además, para fortuna de todos y ganarse la vida, dedicaba
largas horas a tejer hojitas para los árboles de té que crecían colina arriba, lejos del peligro del océano engullidor.
No te contaré, golondrina, cómo calmó la infanta buenabruja las ansias tragahombres de esas aguas azules y profundas.
Sólo, acalambrada mía, te diré que una tarde al perder sus lentes de concha
vieja y cristal de sales, Añil, niña negrita, comenzó a mirar el mundo en
acuarelas.
¡Y le gustó mucho!;
porque al no poder definir la silueta perfecta de su
entorno, podía hacer que las cosas fueran como ella lo quisiera: una raqueta de
tenis convertida en árbol frondoso de manzanas, manzanas vueltas aceitunas
rojas, olivas que aparentaban ser jade; piedras preciosas hechas sonrisas; risas
fugaces parecidas a un cometa, un cometa que pretende ser lanza, una lanza hecha
hombre flaco, un delgaducho semejante a un fantasma y un fantasma tan malo y despiadado que
era monstruo come mares...
¡Já!
Nunca lo imaginaste, pajarillo.
Añil también
aprendió a cantar
y se trajo a las sirenas a vivir al puerto
: (dos puntos)
play!
15
°
árboles en el estanque es un tapiz de Patricia Revah
árboles en el estanque es un tapiz de Patricia Revah
0 comentario(s):
Publicar un comentario