Infusión
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A papá, cuyas cenizas en el mar
son parte fundamental de mis bosques
A mamá, quien me ha enseñado de ciclos,
de palabras, de mundos posibles
A mamá, quien me ha enseñado de ciclos,
de palabras, de mundos posibles
Supusieron
entregar la vida al campo. Flor y mineral, luego del manto polvoso y citadino,
supusieron entregar la tarde a la cosecha, su viento asiluetado a los árboles
con fronda, el reino de las horas justas a la vereda matorral prodigiosa y
salvaje.
Hicieron de
sus manos barro y del barro hicieron más manos que ayudaran a la siembra y a la
siega. Domeñaron las pasiones y aturdieron a los búhos con sus artes amatorias bajo
el hilo fino de las sedas.
No callaron
jamás la risa ni estorbaron la raíz del regocijo (los montes son de la risa
porque en la risa encuentra el eco su atrevido interés en devolvernos carcajada
y son, lontananza viajera por encinos y cipreses). No blasfemaron de nadie
porque con nadie nunca más se toparon; salvo el eco... y por ecos jugaron a
esconderse, imaginaron bulla silvestre, hicieron crecer la floresta.
Dos
inacabados ratones de urbe y estanquillo son hoy cientos de cigarras, nubes de
grillos, áureo palpitar del sol a cuestas y la luna encima. Dos abstemios
vigilantes del comer y del beber, del ser-estar y del saber vivir, núcleos
partidos de concreto, ya se alimentan sobre las diez (y el zorro grita) de indómitas
moras que revientan, de luces amarillas en el cielo, de turbio pastizal, de hondonadas en praderas, de oros sobre el trigo, de nieve en la montaña, ¡fuentes de rocío, miles de piares!, caldo vegetal, borrasca.
Dawn es una foto de Nizmah Mychan
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