jueves, 19 de marzo de 2009

Sed

> An oak tree*:



Van la soledad y el frío muy adelante; están en mis dedos que estornudan letras. Yo le digo al monitor, más bien lo miro y pido, que me dicte una palabra. Una palabra, monitor. Una, quizá, que logre encadenar mi cuerpo con mi experiencia corpórea.

Doy pie al silencio.

Lo escucho, casi.

Parpadeando lejano en mi memoria.

Sorbo el café que se enfría, no refunfuño, ni bostezo, ni aumento mis ganas, ni enfrento mis miedos, ni voy al toilette, ni fumo. Y noto entonces que las comas me sobran, y las quito; aletargado las omito del texto que no escribo y pienso: no estoy pensando. Se me va la belleza de los objetos que tengo cerca.

Planteo, o más bien me planto.
Punto a punto voy logrando empañar un poco más mis manos.

(Ansío de pronto comer un chabacano seco, en rodajas finas, con almendras tostadas; se me viene, qué se yo, lo navideño, y hasta el fruitcake me sabe sabroso.)

Tomo entonces el mando y por fin me prendo un cigarro, le doy tres golpecitos y escucho que crujen por dentro las tiras de tabaco seco. Me acuerdo. Me levanto, bostezo, me tallo los ojos. Vuelvo a la carga.

Pero me acuerdo.
Recuerdo mi sed.

Así me levanto, bostezo, me tallo los ojos, camino despacio y descalzo, llego a la cocina y tomo un vaso muy limpio, lo tomo con las yemas de los dedos, se me va de las manos (el vaso, este texto, la vida), se rompe en pocos pedazos, me corto, me pongo curitas, me infecto, me muero.

Me muero.

Y en el cielo visito a mi padre que me presenta a algunos amigos. Me pide que declame alguna que me sepa bien, alguna poesía quiero decir, que me sepa bien; que me sepa a ungüento de menta (que en el cielo todo es menta y de mentiras). Le digo que he dejado la poesía. Padre: ya no recito ni en sueños. Se ríe y yo me pongo vivo, revivo quizá. Salgo de allí corriendo y casi tropezando llego.

No sé bien a dónde pero llego. Llego tal vez a este nicho–ombligo desde donde, creo, ya escribo. O empiezo. O más bien termino. O simplemente escribo, voy taladrando cada tecla y en esos clacs y tics y clics que rompen pausas y mutismos me detengo, me detengo porque quiero percibirlos con fineza y tomarles el ritmo; no por holgazán como a veces se entiende o como un aprovechado del tiempo ajeno; sólo contemplar / volver esta audición de mi teclado una ociosa aunque perfecta letanía dictatorial, y sobre ella (o a partir de ella, o en ella) ir consumiendo esta benigna blancura de los papeles digitales, de las hojas sin árbol, de los minutos ahogados, de las llamadas que salvan, de las mitades lejanas, de los olvidos guardados, de la belleza, de la pérdida, del humo que se va tan adelante que incluso pierde a la soledad, pero no al frío.

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*Hiperrealismo de Michael Craig-Martin / quien, desafiando a la memoria artística, convirtió ese vaso con agua en un roble.

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1 comentario(s):

Anónimo dijo...

Ese giro dramatico de la cotidianeidad aburrida al "me muero" fue estupendo, en realidad me solto una buena cargajada, no me preguntes porque pero al leer esa parte me ataque de la risa y valio la pena la tarde que sumido en numeros y mas numeros he pasado.