>
Si existe un placer
es el de hacer el amor;
el cuerpo rodeado de cuerdas
y los ojos cerrados por navajas de afeitar
Benjamin Péret
///
Matemática) El principio de la indiferencia consiste en que las personas pueden escoger distintas canastas y sin embargo mantener un nivel muy similar o idéntico de satisfacción de las necesidades.
O. Jack Ocrospoma.
Estética) La indiferencia real, la que no se actúa, la que es más natural que artificial, no necesita de mucha estilización porque simplemente brota, como los suspiros o los recuerdos.
Juan Soto Ramírez.
Química) Las personas aisladas en silos organizativos son el mayor obstáculo con el que se encuentra la innovación.
Irving Wladawsky-Berger.
Mística) Nada tiene que ver esta indiferencia con ese no-hacer diferencia de los grandes místicos debido a su enriquecedor sentido de unidad que les conduce a conciliar los opuestos y a ver el aliento supremo en todas las criaturas y circunstancias.
Ramiro Calle.
Física) Es un átomo flotando a mil años luz sobre la circunferencia de la nada que trabaja en tu misma oficina.
Alex Leyva.
Poética) Las veladoras apagan la indiferencia de la ciudad de México; la estabilidad del DF se ha roto para siempre. Ese nunca más al unísono ha unido las piezas de un corazón fragmentado por el arma de los delincuentes.
Nubia Castán.
///
Circundando el año 2000 entré a la radio por designio de magia y buena estrella. Casi de inmediato hicimos clic, y al contrario de otros medios, este tan vivo, tan humano, tan sencillo, tan demócrata, nunca me incomodó. En esos tiempos grabé mis pininos: unas cápsulas donde yo, por fortuna, no hablaba, y en las que una pareja, de forma aislada y a la postre unida en edición análoga, comentaba brevemente algún concepto abstracto (odio, amor, rencor, frustración, euforia, qué se yo).
Acomodando discos me encontré con el piloto de esta serie. Le pedí entonces a mis padres que, como quien no quiere la cosa, charlaran sobre indiferencia. Por destino incierto, papá murió dos años después dejando este legado sonoro para que su voz, ya enferma y gastada, nos hiciera reir/llorar de cuando en vez. Por desgracia, y/o para efectos de presentación, les pedí, lo recuerdo, que cambiaran sus nombres y algunos datos importantes que hacia el final aparecen.
Será que así, de pronto, llega el pasado y te da dos palmaditas en la espalda dejándote aturdido y con ganas de vida y futuro.
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...
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Escena: el ojo cortado de Un perro andaluz
Luis Buñuel y Salvador Dalí
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martes, 31 de marzo de 2009
lunes, 30 de marzo de 2009
Arriba y Encima: lo mismo
> ¿no?
1.
Hay un reino lejano, secreto, donde lo presuntuoso aflora entre jardines colmados de libélulas inquietas y estanques con nenúfares morados. Se llama, tal vez, lo cursi. En él habitan dos personas en universos paralelos e infinitos. Habitan, cohabitan, beben felices del néctar de la vida eterna… y no rastrean a nadie nunca. Viven dos aquí, allá otros dos, abajo dos, encima dos, dos desnudos, dos con ropa, lejos dos, dos hombres, dos mujeres, uno de cada, imposibles dos, dos ancianos. En universos paralelos, dos.
En lo cursi se amamantan esos dos; hay mucho de secreto, aunque estadísticas confirman que el reino también es visible para públicos adversos. Es en los nunca-cursis que los cursis encuentran peso y medida. Es, también, en la no-verdad (que no mentira) que los nunca-cursis refuerzan los detalles de los cursis. Los nunca-cursis bostezan de lo cursi y los cursis, a su vez, temen todo el tiempo de los nunca-cursis. De que el amor se acabe. De que la vida siga su rumbo… en otros universos paralelos… y con otros dos.
2.
Quiero aquí discordar; romper el esquema global/dogmático que la academia me presenta (lo hago muy a menudo; disiento de los viejos verdes españoles que le ponen nombre a las cosas; y encima, escribo; y a colmo, soy profesor de redacción. Y qué. Me alzo de hombros, hago un pucherito infantil: quiero aquí discordar) sobre el vocablo: cursi.
Los Reales Lenguados de Ultramar me dicen, casi a gritos, profiriendo sabia elección de palabras, que lo cursi es toda acción o cosa que, con apariencia de elegancia o riqueza, es ridícula y de mal gusto.
No pretendo en mí los malos pensamientos pero me supongo, casi sospecho, que la definición fue creada antes de hojear siquiera lo propuesto por Adorno, Greenberg o Eco. Habría que discernir la estética kitsch del modus vivendi cursi. Yo soy cursi, visiblemente; lo saben los que me conocen y los que no, lo intuyen.
Soy además, un discretísimo coqueto de lo kitsch; no soy coleccionista, no regalo postales rascahuele, nunca entrego rosas a mi amada en tardes de trova barata, no me corto las venas con el Ojalá de Silvio ni traigo pintadas llamas verde “hot-wheel” en el auto. Sin embargo disfruto las Guadalupes con foquitos navideños o me encanta admirar las pinturas de atardeceres montañosos hechas con spray fosforescente.
Cursi y Kitsch, ¡maldita RAE!, nunca serán lo mismo. Deberían premiarles, ese sí, su mal gusto por definir palabras; ese sí, su ridículo intento de englobar el lenguaje en términos ambiguos.
3.
Maravilloso. Cursi. Perfecto. Imposible.
Me encanta.
Pero más me encanta:
¡Urrrrrrsula, cien años!
<
1.
Hay un reino lejano, secreto, donde lo presuntuoso aflora entre jardines colmados de libélulas inquietas y estanques con nenúfares morados. Se llama, tal vez, lo cursi. En él habitan dos personas en universos paralelos e infinitos. Habitan, cohabitan, beben felices del néctar de la vida eterna… y no rastrean a nadie nunca. Viven dos aquí, allá otros dos, abajo dos, encima dos, dos desnudos, dos con ropa, lejos dos, dos hombres, dos mujeres, uno de cada, imposibles dos, dos ancianos. En universos paralelos, dos.
En lo cursi se amamantan esos dos; hay mucho de secreto, aunque estadísticas confirman que el reino también es visible para públicos adversos. Es en los nunca-cursis que los cursis encuentran peso y medida. Es, también, en la no-verdad (que no mentira) que los nunca-cursis refuerzan los detalles de los cursis. Los nunca-cursis bostezan de lo cursi y los cursis, a su vez, temen todo el tiempo de los nunca-cursis. De que el amor se acabe. De que la vida siga su rumbo… en otros universos paralelos… y con otros dos.
2.
Quiero aquí discordar; romper el esquema global/dogmático que la academia me presenta (lo hago muy a menudo; disiento de los viejos verdes españoles que le ponen nombre a las cosas; y encima, escribo; y a colmo, soy profesor de redacción. Y qué. Me alzo de hombros, hago un pucherito infantil: quiero aquí discordar) sobre el vocablo: cursi.
Los Reales Lenguados de Ultramar me dicen, casi a gritos, profiriendo sabia elección de palabras, que lo cursi es toda acción o cosa que, con apariencia de elegancia o riqueza, es ridícula y de mal gusto.
No pretendo en mí los malos pensamientos pero me supongo, casi sospecho, que la definición fue creada antes de hojear siquiera lo propuesto por Adorno, Greenberg o Eco. Habría que discernir la estética kitsch del modus vivendi cursi. Yo soy cursi, visiblemente; lo saben los que me conocen y los que no, lo intuyen.
Soy además, un discretísimo coqueto de lo kitsch; no soy coleccionista, no regalo postales rascahuele, nunca entrego rosas a mi amada en tardes de trova barata, no me corto las venas con el Ojalá de Silvio ni traigo pintadas llamas verde “hot-wheel” en el auto. Sin embargo disfruto las Guadalupes con foquitos navideños o me encanta admirar las pinturas de atardeceres montañosos hechas con spray fosforescente.
Cursi y Kitsch, ¡maldita RAE!, nunca serán lo mismo. Deberían premiarles, ese sí, su mal gusto por definir palabras; ese sí, su ridículo intento de englobar el lenguaje en términos ambiguos.
3.
Maravilloso. Cursi. Perfecto. Imposible.
Me encanta.
Pero más me encanta:
¡Urrrrrrsula, cien años!
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miércoles, 25 de marzo de 2009
Manifiesto
> Highlights de Nach, con curia.
a. Mis únicos hijos son las frases que me invento, y mi mayor regalo es vivir este momento en el que siento que callar es un pecado capital.
b. Os digo (entonces): ¡Qué hay fuera hijos de puta, sólo miran su ombligo!
c. Ya no me asombro de ver a los mismos revolviendo escombros.
d. Yo me miré al espejo con los ojos de quien me odia y me sentí eufórico porque todo es psicológico en este zoológico de buitres y camellos, de perros hambrientos esperando el momento de morder mi cuello; pero no por ello callo, ni me rayo, ni huyo.
e. ¿Esa es la educación que dais?, ¡me desespera!
f. Callar tambien es gratis, ¿eh?
g. (...) mis realidades para ti son debilidades; para mí, sensibilidades.
h. Sin más armas que mis dientes, mi voz es un kalashnikov, un cóctel molotov.
i. (Pues) existir es sentir, aqui sentir es escribir; y sé que el único secreto es que no hay secretos.
j. Yo tengo coleguis que te follan si improvisan.
k. Keep it real es la premisa, aunque keep it real contigo mismo quizá sea más precisa.
l. Xenofilia: esa es mi ciencia; significa lo que implica amor por la diferencia, amor que nos tortura, porque amar es la mayor locura a no ser que se ame con locura.
m. No poseo la verdad aunque la persigo, eso creo; lo importante es estar vivo de deseo carnal, espiritual, da igual; cada cual en su propio ritual.
n. (De hecho) puede que mi vida nunca os interese; no está dirigida por Martin Scorsese, pero casi.
ñ. Sólo ante el papel puedo eliminar tensión; él me entiende y no me cobra 80 euros por sesión.
o. (Y) si esta es tu droga, ¡vamos, yo te invito a un gramo!; proclamo el horror de ser furor en tu hipotálamo.
p. No hay mejor profesor que el error, ni más dulzura que el que sufre y luego cura su dolor.
q. Hago público un cuaderno con mi infierno interno para conmoveros.
r. ¿Qué pretendes si así vendes tu ridículo?; aquí sólo el trabajo duro y los testículos dan títulos.
s. Vuestra verborrea es cínica; faltándole al respeto a militantes de mi métrica.
T. (...) será la luz tras las tinieblas.
Ignacio Fornés
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Portada: Un día en Suburbia
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a. Mis únicos hijos son las frases que me invento, y mi mayor regalo es vivir este momento en el que siento que callar es un pecado capital.
b. Os digo (entonces): ¡Qué hay fuera hijos de puta, sólo miran su ombligo!
c. Ya no me asombro de ver a los mismos revolviendo escombros.
d. Yo me miré al espejo con los ojos de quien me odia y me sentí eufórico porque todo es psicológico en este zoológico de buitres y camellos, de perros hambrientos esperando el momento de morder mi cuello; pero no por ello callo, ni me rayo, ni huyo.
e. ¿Esa es la educación que dais?, ¡me desespera!
f. Callar tambien es gratis, ¿eh?
g. (...) mis realidades para ti son debilidades; para mí, sensibilidades.
h. Sin más armas que mis dientes, mi voz es un kalashnikov, un cóctel molotov.
i. (Pues) existir es sentir, aqui sentir es escribir; y sé que el único secreto es que no hay secretos.
j. Yo tengo coleguis que te follan si improvisan.
k. Keep it real es la premisa, aunque keep it real contigo mismo quizá sea más precisa.
l. Xenofilia: esa es mi ciencia; significa lo que implica amor por la diferencia, amor que nos tortura, porque amar es la mayor locura a no ser que se ame con locura.
m. No poseo la verdad aunque la persigo, eso creo; lo importante es estar vivo de deseo carnal, espiritual, da igual; cada cual en su propio ritual.
n. (De hecho) puede que mi vida nunca os interese; no está dirigida por Martin Scorsese, pero casi.
ñ. Sólo ante el papel puedo eliminar tensión; él me entiende y no me cobra 80 euros por sesión.
o. (Y) si esta es tu droga, ¡vamos, yo te invito a un gramo!; proclamo el horror de ser furor en tu hipotálamo.
p. No hay mejor profesor que el error, ni más dulzura que el que sufre y luego cura su dolor.
q. Hago público un cuaderno con mi infierno interno para conmoveros.
r. ¿Qué pretendes si así vendes tu ridículo?; aquí sólo el trabajo duro y los testículos dan títulos.
s. Vuestra verborrea es cínica; faltándole al respeto a militantes de mi métrica.
T. (...) será la luz tras las tinieblas.
Ignacio Fornés
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Portada: Un día en Suburbia
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lunes, 23 de marzo de 2009
Debut IX
>
cargue / lea mientras escucha:
... pero la primavera es savia nueva, es calma que me circunda y alegre bostezo de la semilla que vuela. También la espero, ansioso, con los pétalos abiertos y bebiéndome despacio la brisa que me otorga la luna en las noches frías. En ella, desposeído de los bienes materiales y afectivos, clamo además, mi paz y descanso. Y casi por ella es que nuevamente dibujo en el aire la esperanza rica en fragancias.
Es en el gozo (casi ciego) de la contemplación sobre lo efímero que reviso, en bestiarios insurgentes, en sobres, en miradas, en gestos, en sonoridades, cada pequeño espacio que me habita.
La idea no es mía: antes han sido los niños jugando al futbol durante chaparrones que nunca inundan, los relámpagos lejanos en las tardes soleadas de marzo, el casete con el que anuncian la venta de helados los conductores de combis azules, el mal de ojo con el que apuestan las ancianas los pequeños accidentes de los adolescentes que patinan, el lento caminar de un vendedor de frutas, los solsticios de invierno que cada año me pierdo, las diapositivas de hace casi treinta años donde aparezco feliz, desnudo, nadando, riéndome ante un árbol caído, el paso errático de los que aprenden rápido a caminar, las nubes por donde asoma el sol, las noches con cigarras que maldicen al que duerme, los pants de nylon, rojos e inflamables, con los que salgo en cada foto, la ruina de una partida de poker mal jugada, los árboles-escalera, las álgidas caídas, todos los raspones, el sueño a mediodía, la apesadumbrada mirada de la abuela sobre el Selecciones al hacer cajeta, los días de campo con sombrillas y pastes ingleses, la añoranza de lo que aún no vivo, el recuerdo de mis planes a futuro, el alivio de un beso por teléfono, la mancha de mole en las guayaberas blancas, las lágrimas tiradas en los conciertos, el nuevo espejo donde me veo más viejo, la caducidad de los yogures, las calificaciones apuntadas en rojo, el ruido de todo ese agua contenida y pura en las presas, las guitarras de mis vicios, el olor a mojado de la tierra virgen luego de una caminata nocturna, la plastilina de colores, el miedo a los monstruos debajo de las camas, el sollozo (animal y salvaje) de las despedidas, el último verano con los primos, la ducha luego del nado, el nado después de podar el césped, el césped antes de ser tocado por navajas largas, las navajas Gillete de doble filo con las que alguna vez lejana rasuré mi barba, mi barba que nunca ha sabido crecer, mi crecimiento incesante, la incesante gana de volver a besar y volver a besar y quedarme allí dormido, largo rato, ante la primavera emergente...
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Paisaje de pre-primavera de Ma Wan (Dinastía Yuan).
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cargue / lea mientras escucha:
... pero la primavera es savia nueva, es calma que me circunda y alegre bostezo de la semilla que vuela. También la espero, ansioso, con los pétalos abiertos y bebiéndome despacio la brisa que me otorga la luna en las noches frías. En ella, desposeído de los bienes materiales y afectivos, clamo además, mi paz y descanso. Y casi por ella es que nuevamente dibujo en el aire la esperanza rica en fragancias.
Es en el gozo (casi ciego) de la contemplación sobre lo efímero que reviso, en bestiarios insurgentes, en sobres, en miradas, en gestos, en sonoridades, cada pequeño espacio que me habita.
La idea no es mía: antes han sido los niños jugando al futbol durante chaparrones que nunca inundan, los relámpagos lejanos en las tardes soleadas de marzo, el casete con el que anuncian la venta de helados los conductores de combis azules, el mal de ojo con el que apuestan las ancianas los pequeños accidentes de los adolescentes que patinan, el lento caminar de un vendedor de frutas, los solsticios de invierno que cada año me pierdo, las diapositivas de hace casi treinta años donde aparezco feliz, desnudo, nadando, riéndome ante un árbol caído, el paso errático de los que aprenden rápido a caminar, las nubes por donde asoma el sol, las noches con cigarras que maldicen al que duerme, los pants de nylon, rojos e inflamables, con los que salgo en cada foto, la ruina de una partida de poker mal jugada, los árboles-escalera, las álgidas caídas, todos los raspones, el sueño a mediodía, la apesadumbrada mirada de la abuela sobre el Selecciones al hacer cajeta, los días de campo con sombrillas y pastes ingleses, la añoranza de lo que aún no vivo, el recuerdo de mis planes a futuro, el alivio de un beso por teléfono, la mancha de mole en las guayaberas blancas, las lágrimas tiradas en los conciertos, el nuevo espejo donde me veo más viejo, la caducidad de los yogures, las calificaciones apuntadas en rojo, el ruido de todo ese agua contenida y pura en las presas, las guitarras de mis vicios, el olor a mojado de la tierra virgen luego de una caminata nocturna, la plastilina de colores, el miedo a los monstruos debajo de las camas, el sollozo (animal y salvaje) de las despedidas, el último verano con los primos, la ducha luego del nado, el nado después de podar el césped, el césped antes de ser tocado por navajas largas, las navajas Gillete de doble filo con las que alguna vez lejana rasuré mi barba, mi barba que nunca ha sabido crecer, mi crecimiento incesante, la incesante gana de volver a besar y volver a besar y quedarme allí dormido, largo rato, ante la primavera emergente...
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Paisaje de pre-primavera de Ma Wan (Dinastía Yuan).
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viernes, 20 de marzo de 2009
Egofonía
> La entrada 200 / a tí, con luz.
Uno elige los discos para el auto casi sin pretender y casi, así, sin eso, pretender, la música emula, en cada nota, su designio.
///
6:37 am
6:52 am
11:21 am
Poema 12
Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.
Oliverio Girondo
2:07 pm
3:10 pm
///
Camino a Queniquea es de Kevin Vásquez.
<
Uno elige los discos para el auto casi sin pretender y casi, así, sin eso, pretender, la música emula, en cada nota, su designio.
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6:37 am
6:52 am
11:21 am
Poema 12
Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.
Oliverio Girondo
2:07 pm
3:10 pm
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Camino a Queniquea es de Kevin Vásquez.
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jueves, 19 de marzo de 2009
Sed
> An oak tree*:
Van la soledad y el frío muy adelante; están en mis dedos que estornudan letras. Yo le digo al monitor, más bien lo miro y pido, que me dicte una palabra. Una palabra, monitor. Una, quizá, que logre encadenar mi cuerpo con mi experiencia corpórea.
Doy pie al silencio.
Lo escucho, casi.
Parpadeando lejano en mi memoria.
Sorbo el café que se enfría, no refunfuño, ni bostezo, ni aumento mis ganas, ni enfrento mis miedos, ni voy al toilette, ni fumo. Y noto entonces que las comas me sobran, y las quito; aletargado las omito del texto que no escribo y pienso: no estoy pensando. Se me va la belleza de los objetos que tengo cerca.
Planteo, o más bien me planto.
Punto a punto voy logrando empañar un poco más mis manos.
(Ansío de pronto comer un chabacano seco, en rodajas finas, con almendras tostadas; se me viene, qué se yo, lo navideño, y hasta el fruitcake me sabe sabroso.)
Tomo entonces el mando y por fin me prendo un cigarro, le doy tres golpecitos y escucho que crujen por dentro las tiras de tabaco seco. Me acuerdo. Me levanto, bostezo, me tallo los ojos. Vuelvo a la carga.
Pero me acuerdo.
Recuerdo mi sed.
Así me levanto, bostezo, me tallo los ojos, camino despacio y descalzo, llego a la cocina y tomo un vaso muy limpio, lo tomo con las yemas de los dedos, se me va de las manos (el vaso, este texto, la vida), se rompe en pocos pedazos, me corto, me pongo curitas, me infecto, me muero.
Me muero.
Y en el cielo visito a mi padre que me presenta a algunos amigos. Me pide que declame alguna que me sepa bien, alguna poesía quiero decir, que me sepa bien; que me sepa a ungüento de menta (que en el cielo todo es menta y de mentiras). Le digo que he dejado la poesía. Padre: ya no recito ni en sueños. Se ríe y yo me pongo vivo, revivo quizá. Salgo de allí corriendo y casi tropezando llego.
No sé bien a dónde pero llego. Llego tal vez a este nicho–ombligo desde donde, creo, ya escribo. O empiezo. O más bien termino. O simplemente escribo, voy taladrando cada tecla y en esos clacs y tics y clics que rompen pausas y mutismos me detengo, me detengo porque quiero percibirlos con fineza y tomarles el ritmo; no por holgazán como a veces se entiende o como un aprovechado del tiempo ajeno; sólo contemplar / volver esta audición de mi teclado una ociosa aunque perfecta letanía dictatorial, y sobre ella (o a partir de ella, o en ella) ir consumiendo esta benigna blancura de los papeles digitales, de las hojas sin árbol, de los minutos ahogados, de las llamadas que salvan, de las mitades lejanas, de los olvidos guardados, de la belleza, de la pérdida, del humo que se va tan adelante que incluso pierde a la soledad, pero no al frío.
///
///
*Hiperrealismo de Michael Craig-Martin / quien, desafiando a la memoria artística, convirtió ese vaso con agua en un roble.
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Van la soledad y el frío muy adelante; están en mis dedos que estornudan letras. Yo le digo al monitor, más bien lo miro y pido, que me dicte una palabra. Una palabra, monitor. Una, quizá, que logre encadenar mi cuerpo con mi experiencia corpórea.
Doy pie al silencio.
Lo escucho, casi.
Parpadeando lejano en mi memoria.
Sorbo el café que se enfría, no refunfuño, ni bostezo, ni aumento mis ganas, ni enfrento mis miedos, ni voy al toilette, ni fumo. Y noto entonces que las comas me sobran, y las quito; aletargado las omito del texto que no escribo y pienso: no estoy pensando. Se me va la belleza de los objetos que tengo cerca.
Planteo, o más bien me planto.
Punto a punto voy logrando empañar un poco más mis manos.
(Ansío de pronto comer un chabacano seco, en rodajas finas, con almendras tostadas; se me viene, qué se yo, lo navideño, y hasta el fruitcake me sabe sabroso.)
Tomo entonces el mando y por fin me prendo un cigarro, le doy tres golpecitos y escucho que crujen por dentro las tiras de tabaco seco. Me acuerdo. Me levanto, bostezo, me tallo los ojos. Vuelvo a la carga.
Pero me acuerdo.
Recuerdo mi sed.
Así me levanto, bostezo, me tallo los ojos, camino despacio y descalzo, llego a la cocina y tomo un vaso muy limpio, lo tomo con las yemas de los dedos, se me va de las manos (el vaso, este texto, la vida), se rompe en pocos pedazos, me corto, me pongo curitas, me infecto, me muero.
Me muero.
Y en el cielo visito a mi padre que me presenta a algunos amigos. Me pide que declame alguna que me sepa bien, alguna poesía quiero decir, que me sepa bien; que me sepa a ungüento de menta (que en el cielo todo es menta y de mentiras). Le digo que he dejado la poesía. Padre: ya no recito ni en sueños. Se ríe y yo me pongo vivo, revivo quizá. Salgo de allí corriendo y casi tropezando llego.
No sé bien a dónde pero llego. Llego tal vez a este nicho–ombligo desde donde, creo, ya escribo. O empiezo. O más bien termino. O simplemente escribo, voy taladrando cada tecla y en esos clacs y tics y clics que rompen pausas y mutismos me detengo, me detengo porque quiero percibirlos con fineza y tomarles el ritmo; no por holgazán como a veces se entiende o como un aprovechado del tiempo ajeno; sólo contemplar / volver esta audición de mi teclado una ociosa aunque perfecta letanía dictatorial, y sobre ella (o a partir de ella, o en ella) ir consumiendo esta benigna blancura de los papeles digitales, de las hojas sin árbol, de los minutos ahogados, de las llamadas que salvan, de las mitades lejanas, de los olvidos guardados, de la belleza, de la pérdida, del humo que se va tan adelante que incluso pierde a la soledad, pero no al frío.
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*Hiperrealismo de Michael Craig-Martin / quien, desafiando a la memoria artística, convirtió ese vaso con agua en un roble.
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martes, 10 de marzo de 2009
Inventario del Transeúnte
> Algunos descartes de febrero.
"Escribir a pesar de todo, pese a la desesperación..."
Marguerite Duras
a) Monalisa
Se miró taciturna ante el retrato aovado; Tocó su rostro impreso en Ilford a través del vidrio delgado, su dedo índice apenas quitó la capa gruesa de polvo y pensó: “soy la utopía de esa mujer de antaño / soy lo que mi abuela siempre quiso ser / la hechicera de los ojos negros / la cortesana de un imperio chino / soy también mujer (que ya es bastante sólo serlo) de múltiples talentos y poco engaño al paso del tiempo”. Allí se quedó un buen rato, quizá dos minutos, atenta a fusionar sus ojos con los del retrato. Atinó a alejar el marco y pudo encajar también su boca, nariz y una que otra peca. Entonces hizo una mueca, casi una sonrisa muy quieta: una monalisa, que en su defensa, quitó para siempre el polvo de su cara, volviéndola con esto más joven e ingenua, volviéndola más bella de lo que en pleno siglo XXI, ya era.
b) Volutas de humo
Un poema de Salvador Ángel Molinari:
c) Dos de metal *
Dos de metal servirán para domesticar al aire.
Puede que te me escondas detrás de los detalles,
o que, con alondras, vueles a otros valles.
No tiene por qué haber más gritos
ni soluciones sin laberintos.
Sólo es esta desdichada tarde
que anda atolondrada por ser de nadie.
///
* Estas son el tipo de volcaduras
que no debieran ser publicadas jamás...
ni en un blog, que la luz se gasta.
d) Miniatura i.t. 1
El primer portazo fue una salida fácil; quiero decir, así cualquiera se escapa. Mientras la batalla se vaya perdiendo y uno no se entere de los chistes que de afuera vienen, la cosa es (o debiera ser) sencilla, digamos pragmática… o quizá, ya sé, por poner un ejemplo: arroja una piedra tan fuerte, tan alto, que el objeto tarde meses en caerte encima, a las dos semanas lo olvidas y con seguridad te desnuca. Lo mismo le pasó a Marco Portilla; se quedó tan dormido luego de jornada doble que un avisado de la comunidad vecina fue y le ordeñó a sus vacas dejándolo sin leche, sin dinero y sin almuerzo. A Marco poco le importaron las ubres de su ganado; quiso en vez, pongamos, robar gallinas del rancho del avisado. Al salir de casa aquella vez, guantes en las manos, dio un portazo. Aquella puerta se venció luego de algunas veintenas dejando (un mal día) a su hijo menor, las secuelas de un chipote en la cholla y un dedito aplastado.
e) Inventario del transeúnte
Me he convertido en agua para llevarte mi cuerpo en envase. Estoy aprendiendo las técnicas sublimes del encantamiento. Soy un viento, una tormenta, una noble especie de aguacero. Ando también caminando descalzo sobre los muros del tiempo. Blasfemo de lo efímero (de tu vida y de mi muerte). Canto a tres notas que te quiero, que te imploro que me ames. Río después, con calma, con vergüenza, con espasmos. Hago de mi vientre un santuario de monarcas michoacanas que esperan con prudencia los diciembres para alzar el vuelo. Le grito a la noche tu nombre para ver qué me devuelve. Me devuelve tus aromas casi provocando mi desmayo. Cumplo el ciclo pardo de los cielos grises cada que, de ti, me ausento. Bostezo fuerte, me alimento, hago espuma, juego. Sé, por fin, quedarme callado. Anuncio victorias y la gente aplaude, me apoya; ya los veo venir, desquiciados, a mi persona; tratando de tocarme, de llevarse la gloria, de mirar el cielo en mis ojos cautos. Hago de cuenta que estoy, luego me marcho. Antes tomo tu mano, así me voy acompañado.
f) Dónde se habrá metido esta mujer
Un poema de Dn. Javier Krahe:
g) Miniatura i.t. 2
Ando cabizbajo por las calles que, solemnes, sólo piden limosnas y papeles. Tomo una copa de vino y la brindo a su encuentro. Me como dos calamares, regodeándome en sus tintas chinas y en sus portentos. Hago de mi cuerpo un origami rudimentario, moldeo mi cuello; mis ojos se vuelven rodillas, mis rodillas, pañuelos.
h) Y:
Una cancioncita, un contrapunto si así se quiere, para escucharse durante un atardecer en Zipolite con la mujer amada y una caguama bien fría.
Así quedamos.
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"Escribir a pesar de todo, pese a la desesperación..."
Marguerite Duras
a) Monalisa
Se miró taciturna ante el retrato aovado; Tocó su rostro impreso en Ilford a través del vidrio delgado, su dedo índice apenas quitó la capa gruesa de polvo y pensó: “soy la utopía de esa mujer de antaño / soy lo que mi abuela siempre quiso ser / la hechicera de los ojos negros / la cortesana de un imperio chino / soy también mujer (que ya es bastante sólo serlo) de múltiples talentos y poco engaño al paso del tiempo”. Allí se quedó un buen rato, quizá dos minutos, atenta a fusionar sus ojos con los del retrato. Atinó a alejar el marco y pudo encajar también su boca, nariz y una que otra peca. Entonces hizo una mueca, casi una sonrisa muy quieta: una monalisa, que en su defensa, quitó para siempre el polvo de su cara, volviéndola con esto más joven e ingenua, volviéndola más bella de lo que en pleno siglo XXI, ya era.
b) Volutas de humo
Un poema de Salvador Ángel Molinari:
c) Dos de metal *
Dos de metal servirán para domesticar al aire.
Puede que te me escondas detrás de los detalles,
o que, con alondras, vueles a otros valles.
No tiene por qué haber más gritos
ni soluciones sin laberintos.
Sólo es esta desdichada tarde
que anda atolondrada por ser de nadie.
///
* Estas son el tipo de volcaduras
que no debieran ser publicadas jamás...
ni en un blog, que la luz se gasta.
d) Miniatura i.t. 1
El primer portazo fue una salida fácil; quiero decir, así cualquiera se escapa. Mientras la batalla se vaya perdiendo y uno no se entere de los chistes que de afuera vienen, la cosa es (o debiera ser) sencilla, digamos pragmática… o quizá, ya sé, por poner un ejemplo: arroja una piedra tan fuerte, tan alto, que el objeto tarde meses en caerte encima, a las dos semanas lo olvidas y con seguridad te desnuca. Lo mismo le pasó a Marco Portilla; se quedó tan dormido luego de jornada doble que un avisado de la comunidad vecina fue y le ordeñó a sus vacas dejándolo sin leche, sin dinero y sin almuerzo. A Marco poco le importaron las ubres de su ganado; quiso en vez, pongamos, robar gallinas del rancho del avisado. Al salir de casa aquella vez, guantes en las manos, dio un portazo. Aquella puerta se venció luego de algunas veintenas dejando (un mal día) a su hijo menor, las secuelas de un chipote en la cholla y un dedito aplastado.
e) Inventario del transeúnte
Me he convertido en agua para llevarte mi cuerpo en envase. Estoy aprendiendo las técnicas sublimes del encantamiento. Soy un viento, una tormenta, una noble especie de aguacero. Ando también caminando descalzo sobre los muros del tiempo. Blasfemo de lo efímero (de tu vida y de mi muerte). Canto a tres notas que te quiero, que te imploro que me ames. Río después, con calma, con vergüenza, con espasmos. Hago de mi vientre un santuario de monarcas michoacanas que esperan con prudencia los diciembres para alzar el vuelo. Le grito a la noche tu nombre para ver qué me devuelve. Me devuelve tus aromas casi provocando mi desmayo. Cumplo el ciclo pardo de los cielos grises cada que, de ti, me ausento. Bostezo fuerte, me alimento, hago espuma, juego. Sé, por fin, quedarme callado. Anuncio victorias y la gente aplaude, me apoya; ya los veo venir, desquiciados, a mi persona; tratando de tocarme, de llevarse la gloria, de mirar el cielo en mis ojos cautos. Hago de cuenta que estoy, luego me marcho. Antes tomo tu mano, así me voy acompañado.
f) Dónde se habrá metido esta mujer
Un poema de Dn. Javier Krahe:
g) Miniatura i.t. 2
Ando cabizbajo por las calles que, solemnes, sólo piden limosnas y papeles. Tomo una copa de vino y la brindo a su encuentro. Me como dos calamares, regodeándome en sus tintas chinas y en sus portentos. Hago de mi cuerpo un origami rudimentario, moldeo mi cuello; mis ojos se vuelven rodillas, mis rodillas, pañuelos.
h) Y:
Una cancioncita, un contrapunto si así se quiere, para escucharse durante un atardecer en Zipolite con la mujer amada y una caguama bien fría.
Así quedamos.
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jueves, 5 de marzo de 2009
Metztli / Tonatiuh
> Para Tania, con amor
///
Tócame sobre tu oleaje rosa,
dame la arcilla de tus manos
y el rojo fulgurante de tus pechos,
llena de luz todos mis poros,
recuesta tu silueta en mi semblante
(que quiero acariciarte suavemente),
déjame entrever tu calma,
¡vuélveme rosa en tu oleaje!,
retrasa los relojes del sueño,
arde en tu quietud de ser preciso,
luego duerme.
///
(2'30'' - 2'35'')
<
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Tócame sobre tu oleaje rosa,
dame la arcilla de tus manos
y el rojo fulgurante de tus pechos,
llena de luz todos mis poros,
recuesta tu silueta en mi semblante
(que quiero acariciarte suavemente),
déjame entrever tu calma,
¡vuélveme rosa en tu oleaje!,
retrasa los relojes del sueño,
arde en tu quietud de ser preciso,
luego duerme.
///
(2'30'' - 2'35'')
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martes, 3 de marzo de 2009
Tus Cinco Toritos Negros
> Para papá
(cargue / lea mientras escucha)
Contra mis cinco sentíos,
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro.
Barreras puse a mis ojos,
tus ojos me las rompieron.
Barreras puse a mi boca,
tu boca las hizo leño.
Puse mi beso en barreras,
tu beso les prendió fuego.
Barreras puse a mis manos,
les hizo sombra tu pelo.
y puse barreras duras
de zarzamora al recuerdo,
y saltó sobre las zarzas
tu cuerpo, torito negro.
Deja, que no quiero verte.
¡Déjame, que no te quiero!
Y luego monté mis ojos
sobre un caballo de miedo;
...tus ojos me perseguían
como dos toritos negros.
y luego metí mis manos
bajo un embozo de fuego;
...tu pelo se me enredaba
igual que un torito negro.
y luego junté mi boca
contra la cal de mi encierro;
...tu boca estaba acechando
igual que un torito negro.
y luego mordí mi almohada
para contener mi beso;
...tu beso me corneaba
igual que un torito negro.
y luego arañé mi carne
de tentación y deseo,
para que no me gritara
que yo te estaba queriendo;
y tu cuerpo encandilado
mimbre, luna, bronce y fuego,
se me plantó ante los ojos
igual que un torito negro.
Deja, que no quiero verte.
¡Déjame, que no te quiero!
El aire del cuarto estaba
temblando con tu recuerdo.
Cien caballos en mis venas
al galope por mi cuerpo,
y yo, jinete sin rienda,
luchando por contenerlos.
Cien herreros en mi boca,
trabajando con mis besos,
y yo queriendo ser fragua
para poder deshacerlos.
Cien voces en mi garganta
gritándome que te quiero,
y yo, ¡mentira infinita!,
gritando que no te quiero.
Salí por aire al balcón...
me tropecé con el cielo.
Aquel cielo quieto y hondo,
verde, blanco, azul y negro,
igual que el de aquella noche
de nuestro primer encuentro
en que me hirieron, al paso,
tus cinco toritos negros.
Y me acordé de aquel aire
que jugaba con tu pelo
como un niño a quien le gustan
los caracolillos negros.
Y me acordé de aquel rayo
de luna, fino y torero,
que puso dos banderillas
de luz en tus ojos negros.
Y de aquel dolor de labios
que nos quedó de aquel beso,
y de aquel dolor de brazos,
y de aquel dolor de huesos
y de aquella caracola
de amor, que quedó por dentro
con un mar de amor dormido:
...que te quiero ...que te quiero.
y se me escapó la voz;
grité: ¡Te quiero!, ¡te quiero!
Y ya no junté mi boca
contra la cal de mi encierro,
y ya no mordí mi almohada
para contener mi beso,
y ya no arañé mi carne
de tentación y deseo.
Junté mi beso a tu boca,
junté mi boca a tu beso,
y otra vez aquel dolor
de cintura, brazo y huesos...
pensando en aquella noche
de nuestro primer encuentro.
Te quise siempre, te quise,
Te quiero siempre, te quiero.
Aunque no puedo quererte,
te quiero.
Aunque no debo quererte,
te quiero.
Aunque en cunas de tu casa
se está meciendo un almendro,
te quiero.
Aunque tú tienes dos lirios
que se te cuelgan del cuello,
te quiero, ¡te quiero!
y aunque ponga más barreras
de zarzamora y sarmiento
para que nunca las salten
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro,
te quise siempre, te quise.
¡Te quiero siempre!
¡Te quiero!
Manuel Benítez Carrasco
en el libro La muerte pequeña.
///
///
Enriqueta con toca de madroños
es una acuarela de George Owen Wynne Apperley.
José Ato pintó Toro.
<
(cargue / lea mientras escucha)
Contra mis cinco sentíos,
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro.
Barreras puse a mis ojos,
tus ojos me las rompieron.
Barreras puse a mi boca,
tu boca las hizo leño.
Puse mi beso en barreras,
tu beso les prendió fuego.
Barreras puse a mis manos,
les hizo sombra tu pelo.
y puse barreras duras
de zarzamora al recuerdo,
y saltó sobre las zarzas
tu cuerpo, torito negro.
Deja, que no quiero verte.
¡Déjame, que no te quiero!
Y luego monté mis ojos
sobre un caballo de miedo;
...tus ojos me perseguían
como dos toritos negros.
y luego metí mis manos
bajo un embozo de fuego;
...tu pelo se me enredaba
igual que un torito negro.
y luego junté mi boca
contra la cal de mi encierro;
...tu boca estaba acechando
igual que un torito negro.
y luego mordí mi almohada
para contener mi beso;
...tu beso me corneaba
igual que un torito negro.
y luego arañé mi carne
de tentación y deseo,
para que no me gritara
que yo te estaba queriendo;
y tu cuerpo encandilado
mimbre, luna, bronce y fuego,
se me plantó ante los ojos
igual que un torito negro.
Deja, que no quiero verte.
¡Déjame, que no te quiero!
El aire del cuarto estaba
temblando con tu recuerdo.
Cien caballos en mis venas
al galope por mi cuerpo,
y yo, jinete sin rienda,
luchando por contenerlos.
Cien herreros en mi boca,
trabajando con mis besos,
y yo queriendo ser fragua
para poder deshacerlos.
Cien voces en mi garganta
gritándome que te quiero,
y yo, ¡mentira infinita!,
gritando que no te quiero.
Salí por aire al balcón...
me tropecé con el cielo.
Aquel cielo quieto y hondo,
verde, blanco, azul y negro,
igual que el de aquella noche
de nuestro primer encuentro
en que me hirieron, al paso,
tus cinco toritos negros.
Y me acordé de aquel aire
que jugaba con tu pelo
como un niño a quien le gustan
los caracolillos negros.
Y me acordé de aquel rayo
de luna, fino y torero,
que puso dos banderillas
de luz en tus ojos negros.
Y de aquel dolor de labios
que nos quedó de aquel beso,
y de aquel dolor de brazos,
y de aquel dolor de huesos
y de aquella caracola
de amor, que quedó por dentro
con un mar de amor dormido:
...que te quiero ...que te quiero.
y se me escapó la voz;
grité: ¡Te quiero!, ¡te quiero!
Y ya no junté mi boca
contra la cal de mi encierro,
y ya no mordí mi almohada
para contener mi beso,
y ya no arañé mi carne
de tentación y deseo.
Junté mi beso a tu boca,
junté mi boca a tu beso,
y otra vez aquel dolor
de cintura, brazo y huesos...
pensando en aquella noche
de nuestro primer encuentro.
Te quise siempre, te quise,
Te quiero siempre, te quiero.
Aunque no puedo quererte,
te quiero.
Aunque no debo quererte,
te quiero.
Aunque en cunas de tu casa
se está meciendo un almendro,
te quiero.
Aunque tú tienes dos lirios
que se te cuelgan del cuello,
te quiero, ¡te quiero!
y aunque ponga más barreras
de zarzamora y sarmiento
para que nunca las salten
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro,
te quise siempre, te quise.
¡Te quiero siempre!
¡Te quiero!
Manuel Benítez Carrasco
en el libro La muerte pequeña.
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Enriqueta con toca de madroños
es una acuarela de George Owen Wynne Apperley.
José Ato pintó Toro.
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