martes, 14 de febrero de 2006

Remedios Caseros

[ de la serie: escritos libres /textos inspirados en dibujos de Lalo Jácome / abril - agosto del 99 ]

Mi calma se aminora. Muchos días de igual padecimiento me acaloran y perturban mi organismo; abro la ventana que da al aire y menosprecio a las alturas, el sopor no varía, se vuelve interminable. Como si se tratase de una imposición divina, vuelve a mi mente la diarrea y me sofoca, me llena de asco, soluciona el antiguo problema de excederme en cuatro kilos.
Surge pues la idea de un invento, nada farmacéutico, que me proporcione la dicha de no asistir tanto al escusado, ya que empieza a convertirse en mi área de trabajo. No lo tolero.
Así pues, me voy al pueblo sin equipaje, es ahí donde me encuentro con los olores que hace mucho tiempo no veía, para entrar en sus casas debo vestirme con largas mantas desgarradas que me protegerán de los turistas y bañarme a media luz con hierbas que imaginen ser concebidas por mi mente hasta lograr que el color de mi piel se asemeje al de ellas, limpio, bruto, sincero.
Tomo después el empedrado que me conduce hasta el ingenuo manantial que juega con sus transparentes cabellos, los enchina, los adelgaza, los vuelve vigorosos. Cuando se entera de que existo se queda estático y me mira con temor a que me burle de él, tan inofensivo. "Haces mal en asustarte; he venido a reírme de nosotros, no de ti; siempre buscamos la forma de aparentar que lo sabemos todo, basamos nuestra teoría en fórmulas químicas y la vendemos bajo receta. Logramos que los medicamentos sean prohibidos por su elevado precio, creyendo así que seremos menos los que gocemos del total alivio. Nada es cierto."
El manantial, discretamente comienza a mofarse de la falsa integridad de mis enunciados, hasta que no puede contenerse y lanza un estruendo en carcajada. Altero mi creencia y también me río, pero mi mueca disminuye al darme cuenta de que sólo huyo de un mal terrenal bajo preceptos celestiales; algo muy vano pues se trata de diarrea. Me alejo triste escuchando las, ahora desorbitadas, risas de mi antiguo compañero, aquel que abandoné por dedicarme a todo lo somero, al que no di gracias por sentirme Hombre, al que poco a poco mato sin darme cuenta.
De regreso el viento es el mismo, siempre calmoso, monótono. Las torturas que le impongo a mi estómago obligándolo a tomar Pepto-Bismol que algún tipito me vende diciéndome gracias, me remuerden la conciencia; más aún, cuando veo en el embalaje la leyenda: "si persisten las molestias, consulte a su médico". ¡qué carajos!.

1 comentario(s):

Anónimo dijo...

ese!
oye pues ya ni me acordaba de esos dibujos que por cierto se perdieron por la zona de guanajuato. está bien, al menos quedaron los textos.

salud!