(O soldar un desconsuelo)
Las vendimias de falluca que ofrece Dios al por mayor, creyéndonos absurdos conformistas, han dado forma a algo indefinible e incontenible como lo suele ser la falta de sueño.
Revuelto en mis sábanas; indagando en mi pasado y resolviendo mi futuro, logro manosear siluetas imperfectas, divertidas, abruptas que buscan mi equilibrio; lo destrozan, juegan con él, distorsionan a mis líneas, hacen palidecer a mis inventos (a los grotescos, a los sanos, a los abstractos).
Testimonio de todo esto es mi obra, siempre continua, a la que me apego cuando el Helio dios desciende apocando su fiereza y la bella hermanastra de la Tierra, su satélite, me seduce hasta lograr la excitación total de mis vísceras y mis sentidos.
La noche, terca solitaria, es un espectro que me atrae a desconfiar de la luz solar. Es en la obscuridad azul grisácea que me brinda esta hermosura, cuando los contornos mal delimitados por mi mente cobran forma y textura, asemejándose a los dioses paganos que llevo dentro; las simples cosas, superfluas todas ellas, se visten de gala y asisten al festín de mi paleta gastada, están ahí mas no me invitan. Observo, intuyo, creo historias.
Aquí comienza mi patética abstracción, la distraída, a la que nada doy. Me toma por la cintura rodeándome, se estremece en mi abdomen, consigue marearme debido a su olor, me enfado: cuándo será el día en que ella se amolde a mi figura de normal y corriente; de esta manera me va haciendo conjuntar el número de experiencias que en el día han sido retenidas por mi incesante, siempre presente y mal nacida curiosidad.
No puedo dormir, o no quiero dormir - pues en mi caso la afirmación se vuelve monótona - y para esto me valgo de pastillas que me impidan el paso hacia el letargo. Mi aparente negación al sueño es necesaria; deslizándome por las sombras, acariciándolas y posteriormente engulléndolas las voy volviendo mías. Así noto que existe una relación muy ambigua entre desear hacerles el amor y tener miedo para ello; busco a ese pavor pero no lo encuentro, se me esconde a diario para que no lo asuste, rezo para que el valor me espere. ¿Tienes miedo de?.
Revuelto en mis sábanas; indagando en mi pasado y resolviendo mi futuro, logro manosear siluetas imperfectas, divertidas, abruptas que buscan mi equilibrio; lo destrozan, juegan con él, distorsionan a mis líneas, hacen palidecer a mis inventos (a los grotescos, a los sanos, a los abstractos).
Testimonio de todo esto es mi obra, siempre continua, a la que me apego cuando el Helio dios desciende apocando su fiereza y la bella hermanastra de la Tierra, su satélite, me seduce hasta lograr la excitación total de mis vísceras y mis sentidos.
La noche, terca solitaria, es un espectro que me atrae a desconfiar de la luz solar. Es en la obscuridad azul grisácea que me brinda esta hermosura, cuando los contornos mal delimitados por mi mente cobran forma y textura, asemejándose a los dioses paganos que llevo dentro; las simples cosas, superfluas todas ellas, se visten de gala y asisten al festín de mi paleta gastada, están ahí mas no me invitan. Observo, intuyo, creo historias.
Aquí comienza mi patética abstracción, la distraída, a la que nada doy. Me toma por la cintura rodeándome, se estremece en mi abdomen, consigue marearme debido a su olor, me enfado: cuándo será el día en que ella se amolde a mi figura de normal y corriente; de esta manera me va haciendo conjuntar el número de experiencias que en el día han sido retenidas por mi incesante, siempre presente y mal nacida curiosidad.
No puedo dormir, o no quiero dormir - pues en mi caso la afirmación se vuelve monótona - y para esto me valgo de pastillas que me impidan el paso hacia el letargo. Mi aparente negación al sueño es necesaria; deslizándome por las sombras, acariciándolas y posteriormente engulléndolas las voy volviendo mías. Así noto que existe una relación muy ambigua entre desear hacerles el amor y tener miedo para ello; busco a ese pavor pero no lo encuentro, se me esconde a diario para que no lo asuste, rezo para que el valor me espere. ¿Tienes miedo de?.
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