- o El tufo de las terneras -
Me ha parecido verte en la cocina el otro día; jueves. Ibas
a preparar risotto con solomillo y recordé la discusión que tuvimos meses atrás
sobre el tufo de las terneras. Quién sabe. Estás muy guapa como para llevarte
la contra en olores.
Te pediría que saliéramos a pesar del visible anillo que
presumes. El viernes soy sous chef en la apertura del Salado, sábado se me casa
la sobrina mayor y mi hermano pidió el display de postres. Además debes pensar
que soy una especie de bicho raro: cocino siempre con la filipina negra, no uso
toque blanche, regaño siempre en francés, ando en moto, fumo y fumo en el
traspatio y paso gran parte del día viéndote los senos y las nalgas. De seguir
así ni siquiera te voy a dar la oportunidad de que me mandes a la mierda.
(
Y yo queriéndome comer tus labios, los de arriba y los de
abajo / Siento que eres la modosita perfecta en la cama / Anoche me llegó a casa el
Smart Dream que me recomendó esta chica muy espigada que está en caja / Ni yo
sabía ¿eh? Mira que hay de dónde elegir / Es un, cómo decirte Vale, aparatito
que… da… viene como en colores… ¿morados?, lo más nuevo ¿eh?, y limpio, limpio, seguro…
como una especie de… estimulador…
clitoridiano.
¡Ya está!
Lo dije.
Las cosas como son.
No he tenido tiempo de usarlo; esta mañana La Roque me llamó
con su tonito burlón de niño tonto para pedirme orozuz ¡Dónde le consigo orozuz
al nene! Tuve que ir a un sitio horrible, me salió carísimo y el muy cabrón no
me va a pagar ni el taxi.
Pero pensé, pensé mucho tiempo, en la ducha, al
ponerme la ropa interior, en el café, en la Ducati, al notar tu ausencia en el restorán los
últimos días –ya sé: la boda, me imagino-, que bien podría enseñarte a usarlo.
O que lo uses conmigo, bombón. No sé: me tienes fascinada, magnetizada Valeria.
Caliente, ¡feroz!, atormentada. Vaya vergüenza. Y vaya tristeza también.
)
¿Será que yo te gusto?
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