martes, 21 de abril de 2009

Cajitas chinas

> y la escritura automática.



1.

Apenas despuntaron unos rayos sobre el angosto camino pulido por piedra y lluvia. Luego los pájaros extraños, el platanar adormecido que vigilaba al cafetal, los sueños rotos por la madrugada mal dormida, cinco cristales del auto con frío, la desnuda vejez de otros motores, nubes bajas, moradas, anaranjadas, casi grises. Otra mañana que pinta para azul a mediodía, otro incienso de alquitrán y nicotina, otro Bob Marley fondeando la rutina.



Y la memoria generosa abraza; las piernas de niño florecen debajo de mis pantalones de adulto; calladamente, aunque debo decir que algo atropellados, llegan girando (entre espasmos de niebla, luz, hambre, sueño) vagos recuerdos de una cancha de tenis en arcilla en la que, supongo, habré jugado alguna vez. No lo sé. Quizá más bien me interesaba el movimiento y no la pelota. Casi nunca la pelota verde / todo el tiempo el movimiento…

Vaya maneras del difunto jamaiquino para recordarme de la nada un top spin agraciado que daba McEnroe luego de incitar la ingesta de Dan Up hablando un español latinizado. “Las drogas destruyen, muchachos”, dijo el sacerdote en el sermón aquel de fin de cursos durante un verano hace casi veinte años.

2.



Hace también veinte años supe, durante un viaje a la playa, que inhalar/beber Mirinda con popote por la nariz no tiene una fórmula sencilla; requiere, además de valor y poco pudor, práctica, apego a las leyes fisiológicas y ojos humectados. Quizá con Coca-Cola o cerveza sea menos dañino que con naranjada falsa. Yo atribuyo, en gran medida, mi rinitis crónica y los bronco-espasmos que antes me aquejaban por las noches, a la Mirinda garbosa.

Y ya que irrumpo en el departamento de bebidas carbonatadas habría que mencionar dos o tres Chaparritas (uva, piña, grosella) que me alegraron los años de Amecameca y Popo-Park y que hicieron más digeribles las tortas de tamal y alguna que otra doblada gigante de huitlacoche con queso.

3.

Recientemente me enteré de la ridícula diversificación del maíz en colores; tiene más que el arco iris, creo, y además no hay que andar tanto para darse cuenta que cada mazorca es oro puro…

Si sólo en la policromía de amaneceres que me brindan dicha encontrara la solución total a los males del mundo dejaría seguramente de manejar hacia el trabajo y prestaría más atención a los que tengo junto.



Platanero de Corozal, en Puerto Rico es un anónimo.

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1 comentario(s):

ursula dijo...

Jajaja! Qué chistoso imaginarte tomando refresco por la nariz... guácala! Francamente, a quién se le ocurre

Qué bonita versión de Over the Rainbow, yo la quiero!

Besos de melón