Dos cigarrillos por mitades consumidos nos cuidaban cautelosos del entorno e intentaban saciar su hambre de lujuria con nosotros de protagonistas así que prestos acercamos tanto nuestras caras que la respiración de esta muchacha empezó a carcomerme el cuerpo y el alma para después provocarme la noción de estar enamorado y así poder besarla sin tapujos aunque hubiese lejos gente que pudiera vernos y burlarse pero eso a ella poco le importó que ya cerraba sus ojos para dejar al descubierto unas enormes pestañas y unos labios entreabiertos calientes que con sequedad pedían a gritos mi saliva enjuta así quedamos tiernamente atrapados en aquellas bocas hasta entonces ajenas vírgenes y jugosas para luego tendernos en la alfombra de esa sala de esa casa de esa señora sin nombre que hacía berenjenas y ravioles a granel para todo el que llegara y mientras yo esculpía con mi lengua un laberinto hirviente de pasión sin límite dentro de su ser y ella gemía con calma deseando que el momento nunca acabara y pudieramos así seguir tocándonos el cuello los lunares las orejas y la frente en afán incontrolable de devorarnos vivos dejando pasar las horas para saborear mejor cada fragancia nuestra olor de quesos fuertes y de guayabas de temporada con su toque cítrico de toronja y una pizca de sal marina que fuertemente nos hacía trabajar a marchas forzadas las glándulas para poder expulsar más saliva espesa con la que jugar sin descanso a los primeros besos recordados
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