- Por entre la avenida, gris y sucia y aburrida, deambula sin mucho rostro un vendedor; uno de los que hace físico honor a la raza azteca: moreno bajito con pelo lacio y camiseta negra del Tri guadalupano. Anuncia para venta, mediante un cartón blanco: "libro de hortografía. $ 20". Alguien baja la ventanilla de su desvencijada camioneta llamada: "vieja, pero no de todos" y compra un ejemplar. El comerciante, recibe gustoso el dinero y se persigna con él. -
- Pintada de amarillo Piolín, con tipografía de cartel de Lucha Libre y dibujo de cochinito rosa mirando con despecho un hacha en su "manita" izquierda, se levanta, festiva y llena de clientes, la carnicería "Nostroza". Piloto y copiloto nos quedamos viendo aterrorizados aquella alegre fachada gore y luego reímos lento, como quien tarda en entender el chiste. -
- En conocido supermercado de conocida localidad, en la caja 3, posa sin mucho ahínco María José, en la foto que cuelga de su cuello se le ve con más peso; hoy parece que los años no han pasado en vano y que el hambre sigue vigente en todos. Toma el disco que deseo comprar y seis veces lo pasa por el detector de código sin que se escuche el extraterrestre sonido de registro... entonces aprieta el interruptor de ayuda y acude a su auxilio un quinceañero con acné, murmullan algo, la cola se hace larga e impaciente, yo me ruborizo entero, el de quince se va con el disco y un minuto después regresa diciendo, casi con orgullo: "que dice el Julián que si no ves, pendeja, aistá". Nos indignamos los que oímos y una dama de la fila alza la voz: "que boquita chamaco". El idiota con barros truena los labios y huye con las manos en las bolsas. MariJose sonríe apenada... "su tarjeta no me pasa joven"... (tiene qué, Pendeja)... "te pago en efectivo, a ver, dámela" hablo con desgana y miro extrañado al plástico rectangular como si pudiera arreglar el problema con mis ojos. La de caja 3 me devuelve el cambio; presto y hábil, el quinceañero sin nombre vuelve para meter el CD en la bolsa esperando mis dos pesos. "No te doy ni madre; qué es eso de hablarle así a las mujeres". "Ambrón". "Cabrón qué", lo reto endureciendo el rostro... -
- Un perro muerto, con los intestinos fuera y la quijada destrozada, hociquito con sangre obscura, mirada de terror perpetuo, pelos de punta, enmarcado en su propia carne lacerada, provoca miradas encontradas, que tristes, desde su volante, suben las ventanillas, siguen su camino, llegan al hogar con una razón a cuestas; razón de vivir y abrazar sin pensárselo dos veces. -
jueves, 15 de diciembre de 2005
martes, 13 de diciembre de 2005
Wynona y Juan Carlos
Los sueños nos lo facilitan todo;
tienen poderes misteriosos.
En ellos habitan las hadas
más hermosas
Y hay quien dice que es donde
menos solos estamos.
Allá, en esos aires soñolientos.
Anoche por la noche supe
que lo que hacemos sueño
usualmente nos defrauda,
nos da de volteretas,
juega con nosotros a sentirse
dios, rey o lacayo.
Estamos hechos de sueño
y negarlo, es decir que
jamás soñamos.
Febrero de 2miluno.
Dudaba, y por dudar pensaba, que quizá un día, probablemente en diez o quince años, sería famoso de Hollywood. Me pasearía, ya sé, en un auto rojo (ni manejar sabía) y pondría mi cara galante viendo a actrices bonitas caminar hacia mí. Les diría: ¿qué tal, me acompañan? e iríamos después a casa, donde, mediante un simple switch se abriría el portón blanco metalizado de mi linda mansión pintada de blanco con muebles negros. Para aquel entonces el dinero no sería problema: ¿c u á n t o q u i e r e n? preguntaría desinteresado a mis tres hijitas. Habría también albercas grandes, un helipuerto, mucamas de variada raza y cigarros de chocolate amargo - por aquello del enfado con mis padres-. En el living reiríamos todos y todas para congraciarnos de nuestras aventuras y alguien propondría un brindis: "a tu salud Juan Carlos, por ser el gran anfitrión". Yo sonrojado me levantaría de mi asiento de cuero para abrazar al adulador y con malicia dejaría caer la espesa ceniza de mi habano importado sobre su saquito blanco de satín. Luego, en la noche, reiría a solas y mi nana, Rosa, aztecachicanamexiana por aquello del qué dirán, seguramente alegaría: "si tan solito se ríe joven, de seguro alguna maldá habrá hecho". "Nada, Rosa, nada; anda, pon las sales en la tina que mis pies ya no aguantan"... dormiría doce horas diarias ... jugaría con mis dos perros labrador ... con horquetas de metal, reventaría faroles del jardín para puro enojo del gentil jardinero... "a tu salud Juan Carlos" repicaría cual campanada enferma en mi memoria. Una carcajada al aire soltaría para después desvanecerme y volver el tiempo al futuro, que ya me esperaba, paciente y con reloj en mano, para incrustarme aquel recuerdo de mi infancia en las dos mejillas que ahora escriben sonrojadas.
Nota: Para la Rider en aquella entrega de oscares de 1993 donde apareció con sonrisa diminuta y cabello corto en entallado traje sastre de colores beiges con estampados y florituras varias de policromos tintes verdes. Ella cerró la noche recibiendo la estatuilla de mejor actriz por su papel en "la edad de la inocencia" y yo lloré amargamente en mi cama, con mis trece ineptos años, pensando que jamás conocería a tan inigualable belleza. Después se hizo drogadicta y cleptómana y aquí está mi venganza Wynona; bien fría y sin caballero al lado que te alivie las penas y el sufrir. A que ninguno de ustedes, queridos lectores, recuerda la imagen. ¿lo ves Wynona?, ni eso te mereces... ni la posteridad.
tienen poderes misteriosos.
En ellos habitan las hadas
más hermosas
Y hay quien dice que es donde
menos solos estamos.
Allá, en esos aires soñolientos.
Anoche por la noche supe
que lo que hacemos sueño
usualmente nos defrauda,
nos da de volteretas,
juega con nosotros a sentirse
dios, rey o lacayo.
Estamos hechos de sueño
y negarlo, es decir que
jamás soñamos.
Febrero de 2miluno.
Dudaba, y por dudar pensaba, que quizá un día, probablemente en diez o quince años, sería famoso de Hollywood. Me pasearía, ya sé, en un auto rojo (ni manejar sabía) y pondría mi cara galante viendo a actrices bonitas caminar hacia mí. Les diría: ¿qué tal, me acompañan? e iríamos después a casa, donde, mediante un simple switch se abriría el portón blanco metalizado de mi linda mansión pintada de blanco con muebles negros. Para aquel entonces el dinero no sería problema: ¿c u á n t o q u i e r e n? preguntaría desinteresado a mis tres hijitas. Habría también albercas grandes, un helipuerto, mucamas de variada raza y cigarros de chocolate amargo - por aquello del enfado con mis padres-. En el living reiríamos todos y todas para congraciarnos de nuestras aventuras y alguien propondría un brindis: "a tu salud Juan Carlos, por ser el gran anfitrión". Yo sonrojado me levantaría de mi asiento de cuero para abrazar al adulador y con malicia dejaría caer la espesa ceniza de mi habano importado sobre su saquito blanco de satín. Luego, en la noche, reiría a solas y mi nana, Rosa, aztecachicanamexiana por aquello del qué dirán, seguramente alegaría: "si tan solito se ríe joven, de seguro alguna maldá habrá hecho". "Nada, Rosa, nada; anda, pon las sales en la tina que mis pies ya no aguantan"... dormiría doce horas diarias ... jugaría con mis dos perros labrador ... con horquetas de metal, reventaría faroles del jardín para puro enojo del gentil jardinero... "a tu salud Juan Carlos" repicaría cual campanada enferma en mi memoria. Una carcajada al aire soltaría para después desvanecerme y volver el tiempo al futuro, que ya me esperaba, paciente y con reloj en mano, para incrustarme aquel recuerdo de mi infancia en las dos mejillas que ahora escriben sonrojadas.
Nota: Para la Rider en aquella entrega de oscares de 1993 donde apareció con sonrisa diminuta y cabello corto en entallado traje sastre de colores beiges con estampados y florituras varias de policromos tintes verdes. Ella cerró la noche recibiendo la estatuilla de mejor actriz por su papel en "la edad de la inocencia" y yo lloré amargamente en mi cama, con mis trece ineptos años, pensando que jamás conocería a tan inigualable belleza. Después se hizo drogadicta y cleptómana y aquí está mi venganza Wynona; bien fría y sin caballero al lado que te alivie las penas y el sufrir. A que ninguno de ustedes, queridos lectores, recuerda la imagen. ¿lo ves Wynona?, ni eso te mereces... ni la posteridad.
Sin Pausa pero sin Prisa
Dos cigarrillos por mitades consumidos nos cuidaban cautelosos del entorno e intentaban saciar su hambre de lujuria con nosotros de protagonistas así que prestos acercamos tanto nuestras caras que la respiración de esta muchacha empezó a carcomerme el cuerpo y el alma para después provocarme la noción de estar enamorado y así poder besarla sin tapujos aunque hubiese lejos gente que pudiera vernos y burlarse pero eso a ella poco le importó que ya cerraba sus ojos para dejar al descubierto unas enormes pestañas y unos labios entreabiertos calientes que con sequedad pedían a gritos mi saliva enjuta así quedamos tiernamente atrapados en aquellas bocas hasta entonces ajenas vírgenes y jugosas para luego tendernos en la alfombra de esa sala de esa casa de esa señora sin nombre que hacía berenjenas y ravioles a granel para todo el que llegara y mientras yo esculpía con mi lengua un laberinto hirviente de pasión sin límite dentro de su ser y ella gemía con calma deseando que el momento nunca acabara y pudieramos así seguir tocándonos el cuello los lunares las orejas y la frente en afán incontrolable de devorarnos vivos dejando pasar las horas para saborear mejor cada fragancia nuestra olor de quesos fuertes y de guayabas de temporada con su toque cítrico de toronja y una pizca de sal marina que fuertemente nos hacía trabajar a marchas forzadas las glándulas para poder expulsar más saliva espesa con la que jugar sin descanso a los primeros besos recordados
,
lunes, 12 de diciembre de 2005
Sobremesa 2/n
Ella volvió ayer de su trance. Se dejó el alma, la mente y parte del cuerpo en aquel retiro espiritual donde no pudo hablar durante diez días. Le hicieron de todo: comer sanos potajes, conocer la forma de su respiración, el resplador de sus ojos, conocer del otro sin mirarlo y sin dirigrle una palabra; le hicieron ver sus miedos, sus éxitos, sus rencores, su futuro. Le hicieron tratar mejor a las arañas; cuenta que un día, debajo de su cojín para meditación, encontró una pequeña Taranttela; sin más, sin ponerse nerviosa, ella tomó un pañuelo y la alejó ligeramente, pero la araña, empecinada, volvió hacia el calor de aquel reposo; con parsimonía y deseo, logró que el animal se subiera al pañuelo y así sacarlo de la habitación. Comimos hoy con ella y era fabuloso su paulatino nuevo despertar al habla: fraseaba cada letra de cada palabra de cada frase como si la saboreara con creces... Hipnotizados, la fusilamos con preguntas místicas, mundanas, capciosas. Nos las contestó todas, sin miramientos, sin cansancio... Después salimos los hombres a tomar el anís, el brandy y el cigarro lejos del bullicio que las damas provocaban con sus pláticas sobre divorcio y leyes. Y parecía como si nos hubiera hechizado con sus nuevas tendencias, seguíamos hablando de lo mismo. Alguno conluyó: yo medito todos los días, subo a la biblioteca, donde nunca va nadie, cierro los ojos y me percato de mi cuerpo, no pongo mi mente en blanco pues siempre está trabajando, pero sí logro mimetizarme con mi entorno, y es todo un descanso lujoso. Otro dijo: lo bueno de meditar está en generar un desapego a lo material y a lo humano, y así, aprender a amar con pureza. Si lo concibo como algo pasajero, nadie será dependiente de mí y yo seré muy libre. Uno más sentenció: yo leí a una peruana que escribió sobre eso, decía algo así como: yo me apego al desapego.
Y o m e a p e g o a l d e s a p e g o. Olé.
Sonaron risas; ella entonces llegó con las amigas y todos supimos, cual mágico dictado, la solución a los problemas que, por rutina, nos aquejan.
Y o m e a p e g o a l d e s a p e g o. Olé.
Sonaron risas; ella entonces llegó con las amigas y todos supimos, cual mágico dictado, la solución a los problemas que, por rutina, nos aquejan.
Debut III
Renacer es volver a ser y a hacer, a creer y a crecer, en uno mismo y en los demás.
Es un despertar, es un revivir, es un reiniciar y un reinventar.
Mi propuesta es renacer en vida, para eso se requiere sufrir por no vivir, por no vibrar, por dejarse estar, por mentirse de comodidad, por no arriesgarse a soñar.
Es un despertar, es un revivir, es un reiniciar y un reinventar.
Mi propuesta es renacer en vida, para eso se requiere sufrir por no vivir, por no vibrar, por dejarse estar, por mentirse de comodidad, por no arriesgarse a soñar.
martes, 6 de diciembre de 2005
Lecturas Detestables 1/n
La diaria restauración del ser humano para convertirse en lobo de sí mismo. "El hombre lobo del hombre" marca la sentencia humanista. ¿Dónde se esconden los placeres de siempre?, ¿en qué desvencijadas mentes descansan los recuerdos intregrales de nuestra persona?. Los placeres son los que descansan, los recuerdos son los que se esconden.
Se acercan entonces vientos sigilosos de nostalgia, amotinados llegan los colores de la infancia, el brillo esférico empolvado, el azúcar de la risa de toda la casa llena, las nuevas generaciones que juguetean a ser mayores y el adulto que suaviza su mirar ante el mundo suyo.
Súbditos todos de las calles, vamos poblando encasillados, egoístas, la ciudad que se pinta en policromos paisajes de alegría. Unimos fuerzas. Jalamos parejo con ilusorios sentidos de humildad. Procuramos el cuerpo con café, con cigarrillo, con carnal compañía. Y juntos, así de juntos, más juntos, volvemos al hogar colmados de presentes que alegran al futuro. Nos abrigamos con pesadas cobijas de lujos pasajeros y prendemos fuego a los leños que esperan ya excitados en aquella vieja chimenea. Con pequeños pasos, abrazamos al pariente, al hermano, al prójimo desconocido, a nuestra perfecta compañía de seres queridos... nos ponemos tristes por la injusticia y brindamos exhaltados por la vida futura, por los éxitos incontables a los que estamos sometidos en años venideros. Cantamos en fraternal unión y dejamos que la cera ardiente de las velas carcoma por segundos la piel de nuestras manos. Lejanos se escuchan los trineos, miles de campanas que retocan de alegría insensata el corazón, nieve en los tejados y en la uñas, fanfarrias jubilosas. Ahora timbales de grandeza. Más tarde, diminutos tintineos de esperanza. Y al final, un grito que apaga algarabías. Entre la neblina se ven dos hombres, uno joven y cansado que carga un cabrito cuesta arriba, el otro, de mayor edad y relajado, fuma despacio y exhala un humo pegajoso. A su alrededor, árboles enmarañados, inmortales, árboles sin hijos... atrás quedamos todos, sólo se escuchan de vez en cuando algunas carcajadas que hacen eco en la montaña, el tronar de copas: estallido de una fiesta antigua, mesas colmadas de manjares y licores, guantes, abrigos, violines, amor...
música: Narada Christmas Collection Volume 2.
Se acercan entonces vientos sigilosos de nostalgia, amotinados llegan los colores de la infancia, el brillo esférico empolvado, el azúcar de la risa de toda la casa llena, las nuevas generaciones que juguetean a ser mayores y el adulto que suaviza su mirar ante el mundo suyo.
Súbditos todos de las calles, vamos poblando encasillados, egoístas, la ciudad que se pinta en policromos paisajes de alegría. Unimos fuerzas. Jalamos parejo con ilusorios sentidos de humildad. Procuramos el cuerpo con café, con cigarrillo, con carnal compañía. Y juntos, así de juntos, más juntos, volvemos al hogar colmados de presentes que alegran al futuro. Nos abrigamos con pesadas cobijas de lujos pasajeros y prendemos fuego a los leños que esperan ya excitados en aquella vieja chimenea. Con pequeños pasos, abrazamos al pariente, al hermano, al prójimo desconocido, a nuestra perfecta compañía de seres queridos... nos ponemos tristes por la injusticia y brindamos exhaltados por la vida futura, por los éxitos incontables a los que estamos sometidos en años venideros. Cantamos en fraternal unión y dejamos que la cera ardiente de las velas carcoma por segundos la piel de nuestras manos. Lejanos se escuchan los trineos, miles de campanas que retocan de alegría insensata el corazón, nieve en los tejados y en la uñas, fanfarrias jubilosas. Ahora timbales de grandeza. Más tarde, diminutos tintineos de esperanza. Y al final, un grito que apaga algarabías. Entre la neblina se ven dos hombres, uno joven y cansado que carga un cabrito cuesta arriba, el otro, de mayor edad y relajado, fuma despacio y exhala un humo pegajoso. A su alrededor, árboles enmarañados, inmortales, árboles sin hijos... atrás quedamos todos, sólo se escuchan de vez en cuando algunas carcajadas que hacen eco en la montaña, el tronar de copas: estallido de una fiesta antigua, mesas colmadas de manjares y licores, guantes, abrigos, violines, amor...
música: Narada Christmas Collection Volume 2.
lunes, 5 de diciembre de 2005
Sobremesa 1/n
Dijo entonces: sí, y yo con mi ética muriéndome de hambre. Se paró de la mesa y se fue enojado. Pasaron 4 días antes de que nos dirigiera la palabra. Habíamos discutido sobre lo amoral y como siempre en estos casos, la conversación se salió de control...
viernes, 2 de diciembre de 2005
Obscuro Affair
* Sentados alrededor de la mesa de madera - que ya por entre sus hendiduras deja al descubierto los años pasajeros - discutimos sin hablar, cada uno de los cinco se mira sin pausas, y cuando encuentra eco en esos ojos, los desvía. Son las noches de bar con amigos. Llega entonces la princesa de la noche, hablamos poco, me intimida su forma de vestir, encuentro el escondite perfecto en mi copa amortiguada con hielo, entonces me dice toda ufana: ¿tu eres el "buci" aquel del que todo mundo habla?... ¿todo el mundo?, me sonrojo e hincho cual guajolote en celo... disimuladas risitas excitantes, prosigo: "sí, yo soy ¿y tu eres?...". *
* El incómodo silencio duró 17 segundos. Fue en un cafetín mientras esperaba paciente la llegada de una vieja amiga; iba yo vestido para la ocasión, muy serio y muy formal. Cuando una mesera se me acerca impaciente, pido uno de esos tés para los nervios tratándome de hacer el interesante; en sus ojos turquesa se dibuja unnosequé de nostalgia y con una mueca más grotesca que amable se aleja para volver enseguida con lo requerido, al llegar, por torpeza o malicia, riega el contenido de la taza en mi suéter, me sobresalto sin enfadarme, intercambiamos risas y "descuida", "mil disculpas", me acerca con su mano huesuda y linda una servilleta y casi con desdén rozamos los nudillos en pacto silencioso de amor eterno. "Tenía un novio que sólo bebía té, como tú". El incómodo silencio duró 17 segundos. De ahí, y hasta que mi cita llegó, no paré de elogiar las facultades místicas de las hierbas en delicada infusión prohibida. *
* No había parado de verla en toda la noche. Se mezclaba tan bien con la gente, y bailaba tan bien. Y también reía, reía mucho, sin concesiones, sin dejar ninguna feromona fuera del aire. Y así, yacía contagiado de su inusual belleza camaleónica. Se acercó a la barra improvisada y pidió un trago al anfitrión: "¡yo te lo sirvo!" grité a medias. "¿te lo sirvó?, repetí preguntando y con voz más apagada; ella no habló, sólo afirmó con el dedo índice de su mano derecha mientras guiñaba lentamente el ojo en descarado alboroto sensual. Esa noche le serví cuatro vodkas más, y bebió a mi lado, cerca del final y tomándome del brazo, dos grandes vasos de agua mineral con gas y un diminuto twist de limón. *
* Fue hace unas cuantas horas. Me tropecé con ella en un centro comercial, en caja, mientras ella pagaba un par de medias y yo unos chicles. Minutos más tarde la ví saliendo del estacionamiento con sus piernas nuevas y algo de prisa. Luego, y ya con preciosa calma, se me apareció en un semáforo seis cuadras después. Cuando estuve de vuelta en el trabajo, llegó a pedir informes sobre una maestría. Me asusté un poco, tomé sus datos y le entregué dos folletos. Se me quedó viendo ahí, parada, al otro lado del mostrador. Bajé la cabeza, fingí buscar un lapicero y ordenar el escritorio. Entonces marchó. Se llama Montserrat, vive en la calle Venustiano Carranza de esta ciudad y su teléfono es el 8 14 35 55. Pienso vigilarla estos días y así saber cuál de los dos es el voyeur. *
* El incómodo silencio duró 17 segundos. Fue en un cafetín mientras esperaba paciente la llegada de una vieja amiga; iba yo vestido para la ocasión, muy serio y muy formal. Cuando una mesera se me acerca impaciente, pido uno de esos tés para los nervios tratándome de hacer el interesante; en sus ojos turquesa se dibuja unnosequé de nostalgia y con una mueca más grotesca que amable se aleja para volver enseguida con lo requerido, al llegar, por torpeza o malicia, riega el contenido de la taza en mi suéter, me sobresalto sin enfadarme, intercambiamos risas y "descuida", "mil disculpas", me acerca con su mano huesuda y linda una servilleta y casi con desdén rozamos los nudillos en pacto silencioso de amor eterno. "Tenía un novio que sólo bebía té, como tú". El incómodo silencio duró 17 segundos. De ahí, y hasta que mi cita llegó, no paré de elogiar las facultades místicas de las hierbas en delicada infusión prohibida. *
* No había parado de verla en toda la noche. Se mezclaba tan bien con la gente, y bailaba tan bien. Y también reía, reía mucho, sin concesiones, sin dejar ninguna feromona fuera del aire. Y así, yacía contagiado de su inusual belleza camaleónica. Se acercó a la barra improvisada y pidió un trago al anfitrión: "¡yo te lo sirvo!" grité a medias. "¿te lo sirvó?, repetí preguntando y con voz más apagada; ella no habló, sólo afirmó con el dedo índice de su mano derecha mientras guiñaba lentamente el ojo en descarado alboroto sensual. Esa noche le serví cuatro vodkas más, y bebió a mi lado, cerca del final y tomándome del brazo, dos grandes vasos de agua mineral con gas y un diminuto twist de limón. *
* Fue hace unas cuantas horas. Me tropecé con ella en un centro comercial, en caja, mientras ella pagaba un par de medias y yo unos chicles. Minutos más tarde la ví saliendo del estacionamiento con sus piernas nuevas y algo de prisa. Luego, y ya con preciosa calma, se me apareció en un semáforo seis cuadras después. Cuando estuve de vuelta en el trabajo, llegó a pedir informes sobre una maestría. Me asusté un poco, tomé sus datos y le entregué dos folletos. Se me quedó viendo ahí, parada, al otro lado del mostrador. Bajé la cabeza, fingí buscar un lapicero y ordenar el escritorio. Entonces marchó. Se llama Montserrat, vive en la calle Venustiano Carranza de esta ciudad y su teléfono es el 8 14 35 55. Pienso vigilarla estos días y así saber cuál de los dos es el voyeur. *
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