(bajo una lenta progresión
en la pérdida de los sentidos)
||
I.
Tengo
tréboles viejos en álbumes viejos. Rojos botones que cayeron en la cara de una
novia. Unas hojas de albahaca aprisionadas entre micas. Miro el mar verdusco si
entrecierro la mirada y sé contar estrellas sin señalarlas. Turbia la plaza de la Verónica forzada. Turbia la intencionada cornada.
Campeón de
los desprevenidos, soy, divina mentira,
el más precoz de los hombres excedidos. Sucio hilvanar con dramas, llantos,
sacudidas. Lento en todas las despedidas, libidos vencidas, camas e inventarios, sueltos tantos textos, tanto
manjar encriptado en tus aguas azucaradas. Libres las letras y las palabras, libres hembras que han
planeado en sobres lacados hacia otros destinatarios.
II.
Soy, más que
menos, la entraña del pensar que se trunca por violenta. La aurora austral que evaporan los pingüinos. Soy el callejero, el diamantino, el sibarita postergado en cada postre;
cigarrillo de mentol para tus asmas, viento a discreción en la entrepierna,
lobo derrotero en tus cabellos, tronco en cada labio inferior de tus deseos, vívido espejismo, toro descastado. Más que menos soy también
la manzana de Adán bien injerta en los huecos de mis Evas.
Ando el
camino a machete, tuerzo figuras de monos y con ramas largas me decoro. Viajo
sediento en estampa, pesado en silueta, rodeado de dagas, culpable de farsas.
III.
Bandido turbulento
con gritos, cientos de poses, amenazas; quieto a mi pasar, sólo la aguja avanza, férrea
en tus ombligos se esconde, penetra también tus labranzas. Cada "te quiero
adentro", y cada que te retractas, una nueva aguja va desgañitando tus
ansias.
Y dado que
la posees, la abrazas con nunciatura, tengo que darte la aguja que acabe,
puesta de mañas, con tantas, tantísimas ganas.
IV.
No por lunares
esto soy, no por lumbre, tarde, luces, hijos rotos, esto soy. No más cartas sin más postilla.
No en tus lugares ni en mis estepas te doy al galope entero. Ni yo te pongo alunada ni tú sabes
cuál es la Luna. Esto soy: no el que araña ni el que rasguña, no el que quieres
entre tus cunas, no aquel duende que se convierte de pronto en maraña. Esto
doy: todos los besos de muerte. Todas las posesiones. Todas mis alimañas. Todos los trajes que usé. Todas
y cada mañana. No nunca más los "contigo". No, nunca y ya nunca, sin ti. Ya no te
acuerdes de mí; soy por placer, ya lo dije: soy tu enemigo, el esquivo.
||
El óleo es de Walter Zuluaga
0 comentario(s):
Publicar un comentario