Infusión 9 / 30
(también llamada: Eros y geografía)
Un té de
amores velados, vapor que empaña los cristales de otros autos, rumbo sin sextante
(mar violento), incierto destino por hilos de bambú manipulado. Fuimos. Éramos.
Volcanes.
Hoy, como ya
lo cantan en las romerías y otras fiestas populares, somos dos islas en medio
de la ciudad sin nadadores que habiten nuestras playas (pobladas -sólo si se quiere- de dos
caballos salvajes que nunca duermen).
Trino de
primaveras y cantares mansos que arrullan cabelleras. Somos con alguien más la senda descubierta por ríos de luz y fuego en amalgama, lastre que deja la
saliva, hombros desnudos por otros dedos, lenguas que se esparcen sobre areolas de sandía, sabores nuevos, olores distintos, mapas corpóreos dibujados,
arañados, poseídos en los sueños más profundos. Sexo de una mantis sin marido.
¿Un té de
amores velados? O un cognac de lujuria y glúteos, de sombras en la alfombra, de
rodillas quemadas, de “ayes” y “oues” y “diosmíos”, de viento que refresca los
rubores en mejillas coloradas. Nunca fuimos. Éramos.
Volcanes que
se mueren.
Hoy, como lo
claman tantos cancioneros en barriadas, somos la vorágine que al encuentro de
otros ojos explota, vierte su jugo mineral en otras bocas, rompe las telas de
otros silencios y juicios, juega con otras bragaduras, lame nuevas axilas, gime en fa
sostenido, corre por nuevos ombligos.
Vasto desierto
con cuevas de alabastro, muslos humectados, tierras prometidas nunca antes
exploradas, cielos más azules somos hoy; bajo manos cruzadas, limpios sudores;
bajo techos intactos, tímidas voces; “encima del mundo”, las mismas costumbres.
Volcanes que
se mueren de furia.
¿Un té de
amores velados? O chocolate con menta y mezcal, con arritmia desmedida, con despecho
y rancheras de la Vargas, la Beltrán y la Mendoza, rompevientos que detienen
escupitajos al cielo, sal y chile en la herida, sal con chile en cada hueco,
limón en los recuerdos, cloro en los ojos, sosa cáustica para las úlceras,
adrenalina en el núcleo insustancial de cada reprimenda nuestra.
Volcanes que
se mueren de furia mientras llueve.
¡La
cordillera en celo! ¡La nueva distribución continental! ¡Las placas de nuestros
cuerpos formando nuevos ejes! ¡Carreteras que se quiebran! ¡Frenos que no
sirven! ¡Área de restricciones! ¡El abismo, insondable y bruno! ¡El horror!, y nunca más: la calma.
…
No es probable: cordura, comedimiento y parquedad aconsejan la razón. Un té de amores velados.
#infusión
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Hawaii es foto de Kawika Singson
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3 comentario(s):
Dos lágrimas, y un ¡salud! por la serie de infusiones.
(Arriba eliminé el mismo comentario, publicado con otro identidad... ya sabes...)
¡Gracias Adri querida!
Gracias por continuar creyendo en los paseos peatonales y por seguir llorando cuando de amor se trata.
¡Salud, siempre!
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