miércoles, 25 de mayo de 2011

Incierto

<



Quise, con paralizado empeño, enamorarme siendo aún tan niño. Pretendí conocer mejor a Layla y, tal vez, otorgarme una infancia dotada de hermosura; sin árboles de hule que se iban abajo por causa de raíces manifiestas y poco sibilinas. Crecí por precepto, como sin aspirar al crecimiento. Casi como cualquiera crecí. Layla se fue a Alemania y yo me quedé colgado de una higuera enana sin saber cómo bajar. El sicómoro necio dio tres frutos en veinte cosechas divididas a lo largo de diez años. Se agusanó. Dejó de latirle caldo. Nunca más volvió a bombear la savia hasta la flor. Etcétera. Y lo cortaron entonces: le hicieron tres insignes tajos con un hacha desprendida del mango. Hoy tengo que marchar despacio al tianguis de Tlalnepantla y acercarme, ante el asombro del parroquiano prevenido y dócil, quince higos (sin almíbar que le estorbe al paladar), y abrirlos por el medio y chupar sus filamentos con semillas. Y mojarme en ello los dedos. Y marearme de dulzura. Y ser afable luego con la gente, e ingenioso con las hormigas. Sí, quise, Y

Quise detener las estaciones cuando, a mis trece agostos, llegó la pálida fragancia de una pitahaya lesionada por otras guerreras pitahayas que brincaban en la misma caja. Tuve que amoldarme al verano y esperar sentado para salir al camino e ir al encuentro del siguiente estío. Fue tan parvo el tiempo de lo contento que al volver a probarla a mordidas(en su segundo ciclo de reproducción), y estando ésta obsesivamente partida en níveos medallones con cidra y caramelo, fueron demolidas mis absurdas pretensiones de casar a pitahayas con limones.

Quise, gobierno del destino (no quise, en realidad), tumbarme en el pasto espeso de una pradera llena de caballos salvajes que dormían. Quise, por travesía del azar (quizá quise o fue suerte), atravesar un bosque invadido de relámpagos y abejas y ruidos y ruinas: salí vivo y jovial del tierno esclarecer de las sorpresas cuando te enseñan los dientes. Tuve también, permiso de las circunstancias (que no quise ni quisiera), en las manos arañadas de los años mi tibia mano de niño, manita inconsciente del futuro y predicadora de un pasado espacial, jupiterino, de árboles caídos, cuentas postergadas, novias que partieron, rayos y pomelos / Luego vine a Tierra, y en ella baño a mi sombra.

Lo incierto es detenerse. Acierto fue indagar.



>

4 comentario(s):

ursula dijo...

Gran frase esa del final. Muy ad hoc a los tiempos.

Y qué bonito recuento de la infancia y el amor. Hoy justo me dijeron dónde comprar una tarta de higos buenísima, y pensé en comprártela sorpresa pero bueno, ya te cuento el secreto, ji :P

Te amooooo!!!!

Anónimo dijo...

Meeedri!! este me lo disfruté con un cafesillo de olla en la sala de mis jefes. Me agradó idearme tus percepciones de infante... y eso de las fijaciones en alguna dulce fruta que todos tenemos... ¡ya me conoces hombre!

Te amooooo!!!... aaa noo yo no te amo!!! -.-. nomás te estimo jajajajaja

saludos!!

Juan Carlos Medrano dijo...

¡Hola caminantes!

Amora: La frase está completa y quirúrgicamente diseñada en función de mi futuro CONTIGO.
Quise, como te decía la otra noche, esparcirme hacia la foto aquella del cronopio menor con lentes de hipnotizado y regalarle unas líneas a mis hules débiles.
La tarta, ¡sí, por favor! con lo caro que están los higos en Xalapa y yo con hambre de dulce, si me la pones en la mesa yo me seguiré asombrando. ¡Te adoro pequeña cosa!

Loe: Café de olla con piloncillo y especias; je. Quiero. Creo que en la gran mayoría de lo que escribo anda merodeando mi niño que tanto me aflora; será tiempo de crecer y reinventarse. Y sí, pinchis frutos exóticos, siempre a la vuelta del mercado; un día le escribiré una oda a las sandías. / Por lo demás, me doy a querer, entiendo tu amor, pero mi corazón le pertenece a la muchacha que publicó un comentario justo arriba del tuyo. Mejor suerte la próxima. Jaaa!

Juan Carlos Medrano dijo...

PD. Gracias por leer y comentar, le dan vida a estos callejoncillos obscuros. ¡Gracias!