Third

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Por amor a la violencia musical sin violencia. Por puro gusto de aficionado. Me reinvento con ellos y espero diez años pendiente de quien pueda tocar a mi puerta. Tocan.

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Allá voy; vuelto un joven con cabello largo, con pómulos afilados, con tristeza inexplicable en los ojos, sin prisa pero agitado, como los buenos cocteles azules que de cuando en cuando bebía con amigos imaginarios y gente de mundo.

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Me remonto a aquella casa de descanso con toronjas gigantes y piñas y jugo de naranjas recién cortadas del naranjo. Camino despacio hasta llegar al río donde le puse a cada nube, figuras, nombres y peso.
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Adiós a la belleza fatal de los ojos negros, a la risa diabólica que incitaba al sexo, al olor de las pipas de goma, a los viajes folclóricos con playas desiertas.

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Bienvenidos, otra vez, los fuegos en carreteras sin autos, las maravillas inexploradas, los asientos de atrás, los líquidos de frenos en verano, la estampida juvenil de mis memorias.
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Y, por supuesto, siempre avante, siempre trip y nunca hop, bienvenidos aquí, tanto los amantes a galope de la música de Portishead, como todos los cigarrillos que descansan desnudos entre las manos de Beth Gibbons.

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