Baudrillard escribió con resignación: "una mujer siempre sabrá acariciar mejor a otra mujer que cualquier hombre". Mientras leía esto, sonaba distante aunque dictador, el oboe de un virtuoso acompañando a una italiana guapísima que cantaba con desgana una canción llamada "Eva contra Eva". Fue repulsivo, debo admitirlo. Llámale misoginia o machismo o ambas cosas, o peor aún, llámale cerrazón y cuadratura ante los nuevos modelos que la retórica difumina lentamente en el pensamiento de las féminas. Mientras esto pasa, Guillermo Fadanelli, escritor y ensayista mexicano cuenta: "Tú eres mi carne, todo lo que tengo, no tienes derecho de lanzarte al vacío de otro cuerpo tan hermoso como el tuyo".
Prendí un cigarrito, con inusual calma y belleza, y telefoneé a una buena amiga para desquitarme a través de discursos sonoros llenos de adrenalina y venganza. Colgamos saciados y enojados, tímidos tics brotaron de mis manos delatoras. Había perdido todas las batallas... Jalé el escusado del exhibicionismo y el pudor. Luego me lavé las manos escribiendo esto y di la vuelta a la hoja, donde ya estaba esperándome, tendida en un lecho de hojas secas y frutos de la temporada, la señorita octubre, sonriendo enigmáticamente y sin bikini.
lunes, 16 de octubre de 2006
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