domingo, 24 de octubre de 2021

Estamos a salvo


Sigo pensando en mis pies desnudos cuando tocan la duela de pino de nuestra habitación. Huele bien. Se siente bien. Truena, concreta, la madera. Me abrigan las cigarras cantando en la ventana. Son las cinco. Ni tarde ni temprano. Las 5 son una oportunidad para escuchar la limpieza de nuestros montes.

(Antes, toqué tus labios con mis dedos sin que te despertaras. Imaginé una almohada, y avellanas. Qué quieres que te diga. Hundiste tus dedos en mis mejillas sin despertarte. Creo que pensaste en pretzels con chocolate amargo… ¡la cara que pusiste! Qué quieres decirme. Nos mordimos la boca con el diminuto entusiasmo que siempre muestra lo eterno. Estamos a salvo. Afuera, un perro merodea el frío.)

Salgo de la habitación; antes de cerrar la puerta, te miro un segundo: parpadeas despacio, te entregas a la tímida sonrisa y te acurrucas, arropando tu cuello con la cobija de alpaca. Suena una ambulancia. Estamos a salvo. Huele bien. Se siente bien. Cierro la puerta, queriendo más de ti. Me invento en tu recuerdo.

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