Texto para salas de espera y salones de belleza
"La esperanza lanza sus anzuelos desde un más allá
y yo no me encontraré hasta que me deje de buscar."
y yo no me encontraré hasta que me deje de buscar."
Nano Stern
Quienquiera
que seas, donde estés, mírate en los espejos: sabrás entonar con dulzura tus
distintas pieles a través del tiempo. Duele hacerse más ocaso y menos viento,
duele reírse con los dientes maltrechos, duele aprender a vivir con menos ropa
pero es un deleite quitársela más lento. Duele cada fútil momento que destinas
a pensar a qué sabrá tu siguiente alimento.
¡Pero sabe a tierra mojada el
brillo con que te miras! Huele a fresas con crema el futuro que respiras y,
quién lo sabe a ciencia cierta, puede que en tres horas cambie(s) tu vida e inviertas tu invierno al goce del atardecer perfecto. Debes estar preparado,
maletas adentro, para salirte del eje, reinventarte entero, vociferar entonado
cada uno de tus aciertos y miedos, salir resabiando la menta y el romero de
tus instantes de quiebre, de tus treguas con el tiempo.
Cual sea tu
virtud, doquiera riegues tu talento, deja que el silencio te calle la boca y te
haga más noble, mírate en los espejos: ronda con la yema de tus dedos el pasado
inmediato y entrégalo sin remitente a los carteros; llegarán tus mejores "yo" a
otros destinos inciertos. No habrá quien pueda enfrentar el que fuiste con el
que eres. Humedece entonces tus labios con agua mansa de riachuelos y deja que de tu
lengua emane la verdad perfumada que acaricie corazones de gente que aún no
conoces. Prométete sonrisas en rostros ajenos.
Lima las asperezas con el tibio
que llevas dentro y enciende otras almas y otros cerebros. Fabrica un ungüento
con el ala rota de tu mariposa y frótalo con vehemencia detrás de las
orejas, escucha el sonido de tu cuerpo al otro lado del espejo y déjalo salir a mirar
el mundo con gafas de celofán y brillantina. Todo será lampareante y valdrá la
pena el mareo.
Sea tu
postura lisonjera y cantante o sea más bien de hierro forjado, petulante,
cuídate bien de los reojos, encara tus ruinas, mírate en los espejos: tienes un lunar de
niebla en la nariz que te obnubila el olfato y pretende a toda costa quitarte
el gozo de oler con mansedumbre hirviente el cuerpo de quien amas. Vas a
extirpar con fuego la carne vieja de tu carne virgen y a escupirte alcohol con
ajo sobre la herida abierta, no dejes que infecte la experiencia tu anhelo de
saborear el reino del aquí con su filtro de indiferencia.
Has llevado tu vida
con más decoro que paciencia y siempre es un buen momento para las pausas y los
aplausos. Ríndete un homenaje. Fanfarrias y tecnicolor deben rodearte ahora
mismo. Supongo que nadie está listo para esta clase de cinismo pero ¡que nada
importe!, apaga la luz que llevabas prendida por dentro antes de conocerte. Hoy te sabes más vivo y más tuyo, sabes lo que engendras y lo que eres; no vas a parar de descubrirte nunca, más vale que te des el tiempo de acostumbrarte.
Digas lo que
digas, ardas con lo que ardas, rías por lo que rías y llores en multitud o a
solas, mírate en los espejos, haz un esfuerzo, desdobla tu andar y tu monserga: riega sobre el cabello
cada insondable batalla (las estrategias si las hubo, las piedras donde las haya, el
ciclón de los temores, la imponente tormenta del olvido), espera unos minutos
con esa mezcla espesa en tus ideas y, mientras nubes bajas se alejan aclarándote la tarde, prepara un té de durazno, de hoja de
higuera, de hierbabuena, ¡de cualquiera de tus fortalezas!, y bébelo al tiempo que piensas si
has ganado o perdido, si tu vida es la balanza con la que otros te miran o el
martillo que fija las cosas en su sitio.
Mantén la mente abierta, empapa tu
paladar de incertidumbre y también de fiesta. Vuelve a tus espejos, sacude con
fuerza tu cabello, camina lento y nota la ligereza en este nuevo andar sin atropellos.
¿Te diste cuenta? Funciona. Nadie sabe cómo ni por qué pero uno siente que
domado el miedo, cabalgar se transforma en regocijo.
Por si
pensabas que es fácil, debes repetirlo todos los días. No estoy diciendo que conviertas
tu tiempo en un ritual, puedes cambiar las esencias; esta vez fue el miedo,
mañana ataca a la pereza y presta atención en los detalles, o en una semana comienza por entender tu ira, dentro de un mes cambia la nostalgia por terrenos pletóricos de flor y confeti,
en un año los gastos en navidad, en fin, lo que te duela, lo que te quite del camino: borra lo que
te haga más parecido al espejo y no al "contigo". Date tiempo. Vete quitando el abrigo.
Dedícate a
progresar, a amar, a respetar, a dar un abrazo o a congeniar con el diablo. Tú eliges, la vida es un restorán con menúes que cambian a diario. Dice un cantar popular que vivir son tres minutos, y dígome yo: deja de estar,
coño, sentado y aprende a ser un jinete. Si vas a mirar, no mires al de
enfrente, ¡mírate en los espejos!, y resplandece.
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shh, play & listen!
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