(Otra fábula sin moraleja)
Paseaba su vestidura el cangrejo rozagante:
terno blindado
marrón y sonrisa socarrona de franco ganador.
Dos gurruminos fueron anoche sometidos
por sus pinzas rebosantes en aniquilación y furia sosegada.
Fuera del hoyo
conoció a la caracola con la que, provisto de paciencia ilimitada (amor es la palabra que utilizan en el reino de las plantas) caminó diez horas, apenas rozando la espuma de los
mares.
Entregarzas de puntas afiladas y saliva.
Poco antes:
las claras del Sol,
la búsqueda del árbol escondite,
el
tronco retorcido de sus vidas,
la calma que antecede a las tormentas,
el beso
inesperado y juguetón.
Después:
el niño taxidermista,
la hormiga oportunista,
la carroñera gaviota,
las ansias de bronceado de todos los insectos.
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¡Play!
La foto es de Roberto Trigo
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