< A Pepe y Carlos Medrano
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Dicen que está en todas partes y no existe.
Es el callejón de los mil espejos,
el insoportable perseguir de los espejos.
Dicen que detrás viven los mictlacas,
y que los vivos somos
las terribles sombras carnales de los muertos.
Dicen que cada uno trae su puerta,
aún desde antes de nacer,
aún de cuando los libros no tenían sonidos,
de cuando los sonidos no tenían ideas
y de cuando las ideas no habían agujereado,
todavía, nuestras cabezas.
Dicen que cuando las ruedas de tu vida se cierran
se acabó tu estancia en esta tierra
y las puertas del Mictlan se abren
exactamente en donde se te cerraron las ruedas.
Dicen que hay que entrar sonriendo a esa puerta,
pues de nada vale reír o no reírse,
pero es mejor llegar feliz al Mictlan,
que llegar ya muerto.
Fragmento de Entrada, Mario Ramírez.
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I.
Si no morimos como vivimos es porque realmente no fue nuestra la vida que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte que nos mata. Dime cómo mueres y te diré quién eres.
II.
La muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida. Toda esa abigarrada confusión de actos, omisiones, arrepentimientos y tentativas —obras y sobras— que es cada vida, encuentran en la muerte, ya que no sentido o explicación, fin. Frente a ella nuestra vida se dibuja e inmoviliza. Antes de desmoronarse y hundirse en la nada, se esculpe y vuelve forma inmutable: ya no cambiaremos sino para desaparecer. Nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida.
III.
Para el mexicano moderno la muerte carece de significación. Ha dejado de ser tránsito, acceso a otra vida más vida que la nuestra. Pero la intranscendencia de la muerte no nos lleva a eliminarla de nuestra vida diaria. Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con impaciencia, desdén o ironía: "si me han de matar mañana, que me maten de una vez".
IV.
Todo está lejos del mexicano, todo le es extraño y, en primer término, la muerte, la extraña por excelencia. El mexicano no se entrega a la muerte, porque la entrega entraña sacrificio. Y el sacrificio, a su vez, exige que alguien dé y alguien reciba. Esto es, que alguien se abra y se encare a una realidad que lo trasciende. En un mundo intranscendente, cerrado sobre sí mismo, la muerte mexicana no da ni recibe; se consume en sí misma y a sí misma se satisface. Así pues, nuestras relaciones con la muerte son íntimas —más íntimas, acaso, que las de cualquier otro pueblo— pero desnudas de significación y desprovistas de erotismo. La muerte mexicana es estéril...
V.
En suma, si en la fiesta, la borrachera o la confidencia nos abrimos, lo hacemos con tal violencia que nos desgarramos y acabamos por anularnos, Y ante la muerte, como ante la vida, nos alzamos de hombros y le oponemos un silencio o una sonrisa desdeñosa. La fiesta y el crimen pasional o gratuito revelan que el equilibrio de que hacemos gala sólo es una máscara, siempre en peligro de ser desgarrada por una súbita explosión de nuestra intimidad.
Todas estas actitudes indican que el mexicano siente, en sí mismo y en la carne del país, la presencia de una mancha, no por difusa menos viva, original e imborrable. Todos nuestros gestos tienden a ocultar esa llaga, siempre fresca, siempre lista a encenderse y arder bajo el sol de la mirada ajena.
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Fotografías: Naolinco, Veracruz. Noviembre 2010.
Texto en cursivas: Fragmentos de "Todos Santos", Octavio Paz.
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martes, 1 de noviembre de 2011
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6 comentario(s):
Quedó padrísimo! Casi muero al pensar que que esas eran tus letras. Bendito Octavio Paz! Un noble es un nobel y punto.
Y usted es un escritor magnífico que debería compartirnos más sus andanzas. Beso!
¡Gracias caminanta! / Un noble es un nobel (aunque con error de dedo) es una frase antológica :-)
Sí, Paz está en unos niveles de interpretación muy alejados de los de cualquier otro. El ensayo completo es maravilloso: empieza hablando del mexicano ante la fiesta y sus formas violentas de alejarse de sí mismo: total enmascaramiento identitario.
Gracias por la gentil sugerencia; espero encontrar otras maneras de andar en lo sucesivo.
¡Muaaa!
Yo digo que ya te "vaigas" creyendo eso de ser fotógrafo :). Hasta la selección y formación de todas, le vino como anillo al dedo a las líneas de Paz.
Abrazo!
Gracias por el piropaje, Adri, pero aún falta mucho harto pa' creerse tal cuestión.
La selección/formación es totalmente intencionada; nada al azar. Y Paz, bueeeeno, creo que es la última vez que aparece en el Peatón: me está robando clientela ;-)
¡Un beso!
tssss seis años caminando, chingadosss yo ni recuerdo cuando empecé a menearle y a emocionarme en mi rincón (suena feo -.-.) pero bueno, que chido caón, felicidades, y los que faltan por andar.
Gusto leerte de mañana en horas de trabajo, empiezo bien el día con unas letras sabrosas. Tan chingonas tus fotos, saludos!!
Muchas gracias por el piropaje querido Loe; seis años ya; y si no es por la memoria del blog yo tampoco lo recordaría.
Creo que este sitio se ha convertido en el pasado forzoso de los años venideros; pocas veces reviso una entrada de hace dos o cuatro años, pero ahí sigue, punzante. Y es bueno saberlo :-)
Un abrazo; El Tarambana, y no por hacerte la bola, es un sitio genial, ojalá a los dos nos toque seguir escribiendo en el ciberespacio.
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