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Creemos que podemos hacer miel sin compartir el destino de las abejas; pero también nosotros no somos sino pobres abejas destinadas a llevar a cabo su tarea para después morir. ¡Ah!, pero qué arrogancia esta de los hombres que piensan que pueden forzar a la naturaleza, escapar a su destino de insignificancias biológicas.
Muriel Barbery, en La elegancia del erizo
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Mi nombre cambia: es un girón de espejos, una válvula de escape de un auto descompuesto, es un papalote, una semilla en asfalto, polvo del diamante más sangriento. Es mi nombre la causa feroz de mis trasnoches y el universo ensimismado cuando se trata de hablar de lontananza. Ni me ubico con el nombre ni sé bien lo que me pasa /
Caigo en la cuenta de los silbidos en las calles, los piares lejanos de urracas, los cantos de primaveras, el ángulo celeste de las montañas vecinas. Voy en busca de un instante por el pedregoso camino que baja al río, escucho con sigilo el quebrar de pastos amarillos cuando tocan mis pies (vestidos de intruso) sus caldos de cultivo /
No llueve aquí, sin embargo. Llovió. Dejó de hacerlo en febrero; y la tierra echa humo como queriendo avivar el fuego /
Es de los incapaces el reino de lo prohibido pues de lo posible piensan, felices, que han huido. Se vuelven aves rapaces con el amigo y cenan perdices cuando cae la tarde al lado del enemigo /
Mi reloj ni clama con prisa la hoguera que otros merecen ni miente sobre los tiempos crepusculares. Y es que toma atajos mi instante, y crea la tinta azul que esparce en cielos hoy tan blanquecinos. No es el dueño del mundo pero sí de su destino, por eso hiere su espiral a carcajadas y entona siniestras cantatas que el ciclo aciago no trajo /
Qué más da si del tiempo y mi reloj son los voraces aguaceros y los fieltros verdes de la campiña serena. Qué más dan las amenazas si el augurio está montado en superficies remotas y yo desde aquí, hecho un punto, apenas vislumbro la sombra que atrás y entonces llenó la panza de mi silueta. Yo no apunto, yo enlisto; el otro, el tiempo, es el que anota en su gastada fachada cada deuda que dejaron atrás los esqueletos. Yo soy jinete en el tiempo y el otro, el tiempo, cabalga enturbiando las aguas por donde monto /
Y la luz, callada vuela, se escurre por las plantas, expande los horizontes del sueño, lejana a mi quebranto rebota en los jardines, baila, seduce, explota:
... un tímido caracolillo, legado de mi pasado marino, juega a esconderse.
Play it!
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Todas los fotos: Atardecer en Peñalta, Veracruz
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jueves, 26 de abril de 2012
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