Termina esta madrugada traidora: se lleva el vino y las nueces, se empotrica en otros pueblos, levanta sus hombros y nos reinventa dejándonos ciegos y gordos. Tantos que tachamos a Malena de piruja y ninguno la vio meterse con otros; puro cuento surrealista en más de cinco días… muchos más. Si digo nostalgia ¿qué se reconoce?, quizá un zumbido lejano de machetes en plena zafra o la siniestra nube negra que todo jolgorio deja en el alma. Si la felicidad es pasado, la nostalgia es ruin problema atemporal… muy de Cioran, tan de Buñuel y por denominación de origen, producto del Gabo. Pero qué otra sazón, (además del que brindan al mole castizo las almendras con plátano macho y piloncillo), qué otros olores nos deja la alegría cuando se convierte en rutina de recuerdo y lamentable fotografía… tal vez nada, sólo un sorbo de Café Legal por la mañana, que a poco sabe y que con nada endulza. Aquí se acabó la fiesta, y por eso es momento de hacerle a la vida, faena:
Atención: Si el que por aquí deambula es adepto a la defensa de animales y promotor incansable de sus derechos, mejor que pare ahora y siga siendo mi amigo.
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Cada 22 de julio me creo inmortal. Fuera de megalomanías y años de agnosticismo, los 22 de julio de años pares me creo inmortal (durante los nones hago balance de mi alcoholismo y pienso en la muerte como aliada). Salgo a la calle vestido con camisa blanca, pantalón de mezclilla azul, pañuelo rojo al cuello y cómodas suelas. Me disfrazo, me entretengo, hago con mi figura una implícita maniobra de camuflaje; al fin, me convierto en fiesta; no como palabra ni concepto, no cual metonimia o como farsa: fiesta (en toda la extensión de mi cuerpo).
A las nueve, cuando aún se resabia el olor del alba, y los besos en las mejillas y los tragos largos de mora en bota vuelcan memorias perdidas, yo saludo. Pronuncio los hola, buenos días más sinceros del año, me abrazo a la gente que quiero, me tomo la primera cerveza helada que uno de mis hermanos siempre me invita (casi solemne, como entendiendo la resaca) mientras él se sirve el tejocote. Irán llegando las familias a eso de las diez: las risas, los chistes y los cálculos inexactos que vanamente hacen estadística, poco a poco surgen de sus bocas: que si cien mil personas, que mira qué borracho está ya ese sujeto, que cómo está la madre, que qué lindos tus hijos, que chúpale puto, que no seas cabrón, no la chingues, no la mames, vengo pedo y otros etcéteras de índole amable, nos van cuajando a todos de verdades provincianas.
Además, el calendario marca al 22 como el día de la Santa Patrona; y cosas raras, fíjese usted: anda Malena danzando por todo Xico, todo el mes, t o d o Xico: recibiendo vestidos, entrevistándose con el gober, visitando a Elena y a Anita (amiguitas de la infancia) en otros templos; por acá ya le mataron un cochino, mañana hay que conocer al mayordomo que donará el dosel, y luego que no deja de llover ¡así no se puede salir!, en la mañana la ve uno en Ocampo con mariachi, a media tarde le cantan en Guerrero con banda, se va a la misa de dos, oye otra vez las mañanitas... Bueno, que la agenda de todos juntos se nos queda corta… y luego el mero 22, su día, nomás no sale de Parroquia: mucho pagano, mucho borracho y hay quien dice que ni los toros le gustan. Pues muy su aflicción; mejor que allá se quede y no nos vea maltratando reses.
En punto de las doce (puntualidad de inglés asentado en Xico) sale directito al cielo y rompiendo nubes, un petardo solemne que provoca gritos en los vallados. Es el chupinazo xiqueño: el aviso de toros sueltos en las calles, la premonición de la tragedia y el morbo vuelto multitud y bulla. Así que un comité de “distinguidos ciudadanos” libera a los bitxos de sus cajones para intriga del turista y ojos de “siempre es lo mismo” en algunos xiqueños detractores.
Aquí siempre hay poesía, mala o buena, pero igual de pasional:
¿Otra vez? Pues le muestro esta secuencia:
1.
2.
3.
…
¿Y a esto le llaman fiesta?
Yo le dije mi amig@ que no siguiera leyendo.
Y si aún me lo permite,
se lo sigo diciendo:
Dura dos horas; después encierran a los toros y la masa empieza a poblar las calles… digno retrato del cobarde:
...
Para calmar las moras y cervezas en exceso, muchos habitantes del poblado abren las puertas de sus casas e invitan los moles, los chiles rellenos, el arroz, los frijoles, las tortillas de mano, las aguas de jamaica, la mesa pletórica, el canto y los pasodobles. Y de la música al toro; siempre hay corrida y siempre a las cuatro, llueve o truene (no como frase hecha sino por “experenciada” realidad) habrá corrida de toros en la “Alberto Balderas”, la plaza xiqueña. Y para allá agarramos vereda, que la Principal está que arde y uno no llega a tiempo a la taquilla…
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Hablar de la fiesta brava es, la más de las veces, entrar en camisa de once varas. Por eso usted se queda con Greenpeace bajo mi respeto y yo me uno a la teoría primitivista bajo el suyo; que si el hombre es lobo del hombre, a mí no se me dan las lunas llenas.
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A las siete bajamos todos: unos comentando la labor de los matadores, otros tratando de llevarse a casa a alguna turista desprevenida que muestre interés en el toro, algunos más con un vasito de Corona entre las manos y los demás doblando sus hules luego de la llovizna.
Sobre Hidalgo las cosas se han salido de control: un par de niñas lindas se pelean ante las risas de los polis, cuatro borrachos tratan de encender sus motos, una familia baila despreocupada con una banda de clanquerros y los demás llenan los quicios: cada quien con cada cual y siempre aletargando el final (que “se acerca ya”, como cantara don Vicente Fernández en la simpática versión de “My Way” musicalizada por Anka).
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Pero no hay finales en las fiestas; hay gratos recuerdos como los que algunos amigos y hermanos han plasmado en la sección de comentarios de estas entregas; para ellos mi devoción y compromiso, y para usted la invitación siempre abierta a que visite Xico, desde donde un peatón cualquiera le escribe todo esto.
Aquí se vuela bien alto en julio, se revaloran muchas ideas, se comparte y se disfruta. No más, sólo eso: qué otro regalo queremos. ¡Salud!
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Agradezco a:
- Hugo, por sus fotos de la alfombra y su corazón compartido.
- Elsita y Andrea, sobrinas, por el desinteresado trabajo de documentación que hicieron durante el levantamiento del Arco y la Xiqueñada.
- Lidia Sores, por la producción de las cápsulas “descubriendo Veracruz” que tan amablemente subió a Youtube.
- Darío Díaz, por permitirme la entrada a los ensayos y jolgorios de tocotines y soneros.
- Aurora Ángeles, por retratar de bellos modos al pueblo.
- Los anónimos morbosos que subieron videos de la xiqueñada.
- Los músicos y cantantes que permearon el ambiente de estos festivos textos.
- Hemingway, del que robé el título de su poderosa novela.
Y a todos ustedes, cuatro lectores, que me han tenido paciencia con estas últimas entregas, luego del huracán de sentires en el que se convirtieron mis vacaciones.
Un beso a quien se lo agencie / Un abrazo.
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