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lunes, 12 de septiembre de 2016

Tres minutos / Debut XIII


Texto para salas de espera y salones de belleza




"La esperanza lanza sus anzuelos desde un más allá 
y yo no me encontraré hasta que me deje de buscar." 

Nano Stern


Quienquiera que seas, donde estés, mírate en los espejos: sabrás entonar con dulzura tus distintas pieles a través del tiempo. Duele hacerse más ocaso y menos viento, duele reírse con los dientes maltrechos, duele aprender a vivir con menos ropa pero es un deleite quitársela más lento. Duele cada fútil momento que destinas a pensar a qué sabrá tu siguiente alimento. 

¡Pero sabe a tierra mojada el brillo con que te miras! Huele a fresas con crema el futuro que respiras y, quién lo sabe a ciencia cierta, puede que en tres horas cambie(s) tu vida e inviertas tu invierno al goce del atardecer perfecto. Debes estar preparado, maletas adentro, para salirte del eje, reinventarte entero, vociferar entonado cada uno de tus aciertos y miedos, salir resabiando la menta y el romero de tus instantes de quiebre, de tus treguas con el tiempo.

Cual sea tu virtud, doquiera riegues tu talento, deja que el silencio te calle la boca y te haga más noble, mírate en los espejos: ronda con la yema de tus dedos el pasado inmediato y entrégalo sin remitente a los carteros; llegarán tus mejores "yo" a otros destinos inciertos. No habrá quien pueda enfrentar el que fuiste con el que eres. Humedece entonces tus labios con agua mansa de riachuelos y deja que de tu lengua emane la verdad perfumada que acaricie corazones de gente que aún no conoces. Prométete sonrisas en rostros ajenos. 

Lima las asperezas con el tibio que llevas dentro y enciende otras almas y otros cerebros. Fabrica un ungüento con el ala rota de tu mariposa y frótalo con vehemencia detrás de las orejas, escucha el sonido de tu cuerpo al otro lado del espejo y déjalo salir a mirar el mundo con gafas de celofán y brillantina. Todo será lampareante y valdrá la pena el mareo.

Sea tu postura lisonjera y cantante o sea más bien de hierro forjado, petulante, cuídate bien de los reojos, encara tus ruinas, mírate en los espejos: tienes un lunar de niebla en la nariz que te obnubila el olfato y pretende a toda costa quitarte el gozo de oler con mansedumbre hirviente el cuerpo de quien amas. Vas a extirpar con fuego la carne vieja de tu carne virgen y a escupirte alcohol con ajo sobre la herida abierta, no dejes que infecte la experiencia tu anhelo de saborear el reino del aquí con su filtro de indiferencia. 

Has llevado tu vida con más decoro que paciencia y siempre es un buen momento para las pausas y los aplausos. Ríndete un homenaje. Fanfarrias y tecnicolor deben rodearte ahora mismo. Supongo que nadie está listo para esta clase de cinismo pero ¡que nada importe!, apaga la luz que llevabas prendida por dentro antes de conocerte. Hoy te sabes más vivo y más tuyo, sabes lo que engendras y lo que eres; no vas a parar de descubrirte nunca, más vale que te des el tiempo de acostumbrarte.    

Digas lo que digas, ardas con lo que ardas, rías por lo que rías y llores en multitud o a solas, mírate en los espejos, haz un esfuerzo, desdobla tu andar y tu monserga: riega sobre el cabello cada insondable batalla (las estrategias si las hubo, las piedras donde las haya, el ciclón de los temores, la imponente tormenta del olvido), espera unos minutos con esa mezcla espesa en tus ideas y, mientras nubes bajas se alejan aclarándote la tarde, prepara un té de durazno, de hoja de higuera, de hierbabuena, ¡de cualquiera de tus fortalezas!, y bébelo al tiempo que piensas si has ganado o perdido, si tu vida es la balanza con la que otros te miran o el martillo que fija las cosas en su sitio. 

Mantén la mente abierta, empapa tu paladar de incertidumbre y también de fiesta. Vuelve a tus espejos, sacude con fuerza tu cabello, camina lento y nota la ligereza en este nuevo andar sin atropellos. ¿Te diste cuenta? Funciona. Nadie sabe cómo ni por qué pero uno siente que domado el miedo, cabalgar se transforma en regocijo.

Por si pensabas que es fácil, debes repetirlo todos los días. No estoy diciendo que conviertas tu tiempo en un ritual, puedes cambiar las esencias; esta vez fue el miedo, mañana ataca a la pereza y presta atención en los detalles, o en una semana comienza por entender tu ira, dentro de un mes cambia la nostalgia por terrenos pletóricos de flor y confeti, en un año los gastos en navidad, en fin, lo que te duela, lo que te quite del camino: borra lo que te haga más parecido al espejo y no al "contigo". Date tiempo. Vete quitando el abrigo.

Dedícate a progresar, a amar, a respetar, a dar un abrazo o a congeniar con el diablo. Tú eliges, la vida es un restorán con menúes que cambian a diario. Dice un cantar popular que vivir son tres minutos, y dígome yo: deja de estar, coño, sentado y aprende a ser un jinete. Si vas a mirar, no mires al de enfrente, ¡mírate en los espejos!, y resplandece.

°
shh, play & listen!



°

martes, 20 de mayo de 2014

Atención a los detalles


A Cris, Pepe, Yayo, Yoyo y Pato
por las tardes en la cocina



Es cierto: lo vimos estando juntos; entallado en elegante traje obscuro con una fiera rosa en el ojal. Declamó para mi padre y, por sombras gentiles, para mí. O hubiera escrito también, "para aquella entonces volátil figurita diminuta que era yo". Parió la poesía con su voz de intenso aspecto y un par de buenas manos batiéndose en el aire espeso de la taberna. Era Madrid, finales de un invierno. Manuel Benítez postróse entero sobre el tablao que habían montado dos estudiantes amigos de papá en los años mozos de la tuna y la estudiantina (casi lo mismo, venido a ver, en términos cuajados).

Sí: lo vimos estando juntos; tras la montaña un arcoíris doble bajo el ala protectora de los aires frescos que trae la lluvia por consecuencia, cuando abre la tarde en mi pueblo y entona la resolana sus cantos para deleite nuestro. O hubiera escrito también: "para bien de nuestros rostros fríos, nuestras mejillas enjutas, cada calandria en abril aligerada por ese viento". Era Xico, albores de primavera; y mi madre intentaba alzar al vuelo un papalote para gracia de su pequeño. Habíamos comido berros con requesón por la mañana junto a un riachuelo cascajo.

Juntos lo vimos estando: dejándose ser, toreando, a Curro Rivera en una plaza de antaño con gotas de lluvia que enviaba el cielo y que triunfaban en las corolas de los hombres calvos.

Los vimos juntos también: desde una palapa desierta, nadando entre la tormenta, a trece delfines salpicando el mar abierto, mareándonos las pupilas envueltas en el Pacífico. Un cadáver de pez vela, dos orcas remotas, cientos de peces voladores vimos también y tan juntos.

Estábamos juntos y vimos: al granizo romper la cosecha de eneldo, a las hojas rotas del eneldo perfumando el aire con su olor anisado y de limón, al viejo limonero chino tirándole sus frutos a los niños, a los niños de mi cuadra crecer y dejar de reírse por cualquier andanza.

///

Vimos cada caminar en cada instante de cada fiel mirada; vimos lo que ofrecemos hoy al mundo, lo que el mundo nos devuelve, lo que el reino del tiempo va dejando, lo que la muerte reconstruye, lo que la vida nos propone, lo que labran las familias, lo que los pájaros hablan, lo que en la noche estrellada sucede y, de sucesos hablando, lo que quedó de los árboles de hule cuando cayeron con estruendo tras la surada caliente y feroz que cada junio azotaba las quintaesencias veracruzanas.

Nos enseñaron a usar los ojos, a ponernos los pantalones y amarrarnos bien las agujetas. Nos mostraron cómo nacen los pollos si dejas que un foco alumbre un huevo fértil durante algunos días. Dieron lección para alimentar a un gallo que resultó ser peleonero. Nos explicaron de qué estaba hecho el caldo esa tarde en la que el ave bravucona maltrató bastante al perro.

Pusieron atención a los detalles: nos mostraron cómo conectar la vista y el olfato, cómo paladear castañas sin quemarnos, cómo cortar toronjas sin enterrarnos espinas, cómo palpar los higos sin magullarlos.

Nos enseñaron a usar los ojos, a caminar a través de lo que vimos juntos, a quererse por lo que hicimos juntos y a dar en el hoyo de los errores, juntos.

Nos enseñaron a usar los ojos, el viento a favor, las herramientas domésticas. Nos dijeron cómo caminar en los museos, cómo sentarse a la mesa y ser amables, cómo aguantar la respiración debajo del agua, "dórico, jónico y corintio" repitieron, "barroco y churrigueresco", "Van der Weyden y Velázquez" se pelearon, Japón y el "no me interesa", "Ama y haz lo que quieras", "Siempre hay una ventanita abierta", "Poco a poco, Paco Peco, poco pico", "Sol, seca el agua, que no quiere apagar el fuego, que no quiere quemar el palo, que no quiere pegarle al perro, que no quiere morder a la oveja, que no quiere comerse la yerba, que no quiere limpiarme el pico para ir a la boda de mi tío Perico"...

///

"Yo tuve una vida y no me acuerdo" cantó de repente esta tarde Campello; y quise vivirla de nuevo.

¡Jo'er, matxo!



°

Las cursivas finales son un breve fragmento del cuento "El gallo de boda", de Ruth Robés Masses y Herminio Almendros / La foto es de... bueno, yo... yo quisiera decir a mi favor... yo tenía un diente en aquellos entonces...


martes, 9 de octubre de 2012

De cambios climáticos



Cuando no hay nada que decir
el clima
se encarga
del resto.

Entonces preparas café con LedZep en plano fondo:

(Play!)


The Rain Song by Led Zeppelin on Grooveshark

Mueles a grano fino,
te pierdes en sus poros.
Fríes semillas de cardamomo.
Agregas canela, clavo,
pizca minúscula de sal.

Evocas Marruecos:
te vistes de azul
con los hombres azules.



Ordenas tu mente,
tus papeles,
tu corazón,
tu cartera.










































Limpias el cenicero mientras lento hierve el agua;
te quedas en casa
y afuera llueve.







Llueve y tú aprovechas para dejar
l i b r e   d e   p o l v o 
el terreno minado de recuerdos
de las azoteas que has conocido en tus años mozos.





No sabes lo que vendrá,
no sabes nada
en realidad;








pero imaginas:
así te calientas las neuronas
y las galletas en el horno
al tiempo que sacas del refri
tus miedos y la mermelada de melón.

Lavas mecánicamente tu taza
y sonríes en memoria
de las tazas muertas.





Un  cálido  bip te indica el camino
a la cafetera y a la flora y fauna exterior.





Alzas tu mirada;
aún no llueve
¡pero has pensado en lluvia!
y eso te colorea las mejillas.

















No tienes nada que decir
y el clima arrecia.






 



  
septiembre/octubre
entre Xico y Querétaro

lunes, 3 de septiembre de 2012

El tibio instante de la desaparición de los arbustos




Están en algún sitio / concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
bloqueados por los signos y las dudas
contemplando las verjas de las plazas
los timbres de las puertas / las viejas azoteas
ordenando sus sueños, sus olvidos
quizá convalecientes de su muerte privada

Mario Benedetti

///

Play & read!


Balloon Escape by Before Night Falls Soundtrack on Grooveshark


///

Me concentré en desaparecer esta tarde y, a sabiendas de no lograrlo, pensé en lo fantástico que sería tener la capacidad diaria (bastarían quince minutos, no me malentiendas, son famosas mis súplicas de quince minutos diarios con poderes extraordinarios) de lo que luego tuve a bien llamar llanamente: "ionización molecular"... 


Imaginar la no-materia me hizo olvidarme por momentos de un esguince en mi muñeca izquierda, olvidarme incluso de las dolencias del alma y el calor trepidante de las plantas de mis pies a mi garganta.



Pero uno es tan poca cosa, 
                                          mira, 
              que a los pocos segundos de estas cavilaciones pocas, 


con el rabillo de un ojo miré casi con desprecio un libro oxidado de un tal Vicente Huidobro, y le abrí (por costumbre) a la mitad, sin afanes ni pasiones, mirándome hinchados los pies y la muñeca mal vendada:


"Quiero desaparecer y no morir / quiero no ser y perdurar/ y saber que perduro / llamo a las puertas de la muerte/ y me retiro / llamo a la vida y huyo avergonzado / quiero ser toda mi alma y no lo puedo / quiero todo mi cuerpo y no lo logro".


Y entonces decidí dos cosas: 


a) soy un pésimo aprendiz de escritor que se refugia en las artimañas de la fotografía para saciar su auto contemplación y de paso, publico en una bitácora electrónica, incrementando así el culto a mi personalidad,


y b) importante: no seré capaz, maldita la suerte si la hubiera, de la "ionización molecular". Ni Huidobro fue capaz.


Aturdido, y cómo no, me levanté de aquel sitio y presto a regodearme en los fracasos, capturé el tibio instante de la desaparición de los arbustos a través de una cortina de plástico que al fragor solar se convertía en los delirios de mi búsqueda: un agente inhibidor de la materia.

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Primer intento:





Segundo intento:





Tercer y último intento:





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No está mal, pensé...
Debe ser la liviandad de su follaje.



Luego recordé a Reinaldo Arenas.
Él supo desaparecer.
Y lo hacía sin esfuerzos:


The Return From The Hospital by Before Night Falls Soundtrack on Grooveshark

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lunes, 14 de mayo de 2012

Félix

< Para un bicho siamés de acojinados lomos



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Félix murió esta tarde. Me duele saberlo. Siento ese vacío: la malhaya nostalgia de las despedidas que nunca llegan. Siento su ausencia aunque de ausencias sienta más la precisa esencia del tiempo aquel en que dócil y solícito, pese a las predicciones de su gentil compañera y a mis muchos temores y a mis negros recuerdos, lamiera gustoso mi cuello con su lengua de lija fina, murmurando felinas benignidades.

Le conocí por poco tiempo, quizá ante ello, por ello, a través, exprimo bajo la lluvia inclemente la fuga de mis recuerdos. Le escuché, por ejemplo, ronronear más de una vez bajo el cálido pecho de su aliada / maestra / su amiga vagabunda / mano dadora de alimento. Lo vi con los bigotes enchinados cuando giraban sobre la mesa salmones y aceitunas, pretzels de chocolate amargo, atún, calabacitas, frutos rojos, donas, pistaches, confituras. Algunas tardes sentí detrás mío sus delicados pasos sobre el barro precocido de la casa que convirtió en feroz campo de juego y batalla. Lo vi alejar a los intrusos, mostrando las garras, sin miedo a defender su territorio. Tantas noches cuidó celosamente el cofre del auto que yo (entonces muy feliz) montaba sin notar sus maullidos y quejas ante la maquinaria inclemente y los caballos de fuerza...

Félix me dio sin miramientos las microdosis de amor que tanto necesitaba y que de pronto (pese a mi reciente gozo y retozo con los gatos) permitía / Pero decidió partir esta tarde bajo el frío primaveral y no me queda más que buscar sus caricias en los sueños y en la mente.

Ahora mismo viaja, sin escalas, a su cielo que (me han contado) tiene nubes de terciopelo de donde cuelgan hilachos y escarabajos. Hay montones de peluches almidonados con forma de jirafa. Hay golosinas a granel, poca escarcha, pocos gatos, muchas gatas. Se escuchan quietos aleteos de las cigarras. No hay espejos. En el cielo de los gatos no existen las pulgas, ni el Frontline, no hay dilemas amatorios, ni baños, no hay amos, ni vencidos, ni castigos, ni mordidas, ni suturas, ni diálogos perdidos.

Hay espejismos de lunas llenas por donde se asomará contento a mirar sus estrellitas humanas, sus campos de cultivo, sus tardes con sol, sus tantísimas costumbres, sus amigos, sus múltiples camas, su Yanitsa; su vida, que desde arriba parecerá la más digna y brillante, la invencible proeza de un animal salvaje en tierra de los gigantes.

Félix se fue esta tarde dando brincos y alargando con alegres pausas cada maaaauu de regocijo... Sé que volteaste Félix, loco, diablo, bicho; sé que volteaste a despedirnos: ve sin cuidado gatito; aquí (si un día bajas a perseguirnos) serás bienvenido.

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(Pantalla completa)



Animación:
Teaser and the Firecat finding the fallen Moon
Cat Stevens & Spike Milligan, 1977

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viernes, 30 de marzo de 2012

Azúcar al café

< Para mis padres, sin su permiso, durante un aletargado brindis a su vida luego de una visita a su álbum de fotos, sonrisa en mano



I.

Cris ya trataba de andar al año de nacida; Carlos, su hermano mayor, vigilaba atento los asincrónicos pasos de su enana / A su madre, Josefina, siempre le gustó tener el jardín pletórico en rosas; su padre le contaba fábulas, mientras la mecía en sus brazos / Cristi se pronunciaba ensimismada, como tratando de llegar a una meta desconocida / Al crecer, gota a gota, discurrieron apacibles las tardes en La Marquesa / Llegó a la Facultad de Medicina y fue feliz, estuvo plena / Aparentaba estudiar en su jardín, o dando vueltas en el patio; el sol a la espalda, la libreta derramada en apuntes anatómicos / Jamás concursó para reina de belleza / No había espacio en su mente para pensar en otras cosas; ¿en qué "otras cosas"? / Luego de pisar Alemania volvió a México; se vistió de novia en la cabaña de Luis Arcaraz / Ha vivido gran parte de su vida cercana al mar...

A Pepe le gustaban los caballitos de cartón / Era un niño aplicado en los salones, el más / Daba la pinta incluso de llevar la medicina plasmada en sus ojos / Antes, fue marinero de agua dulce / Su gran pasión: el mar / Su caminar, el de Charles Atlas / Un dandy / Un doctor en pleno dominio de sus territorios / Tenía una "silla del tormento" en su consultorio donde, a la espera de pacientes, leía, impaciente / Amó la playa de Chachalacas; allí duerme eterno en su mar profundo / Cientos de loros verdes atravesaron veloces por su cabeza; ¿qué pensamientos le rondaban a Pepe? / Dicen los que le conocieron que uno recurrente era su cepillo de dientes: ¿lo habrá puesto Cris en el neceser? / "¡Cris!, ¿trajiste mi cepillo de dientes?", preguntaba en los aviones...

II.

Pepe, arrebatador, cortejó a Cris durante un año / La doctora no podía desaprovechar esa larga espera / Finalmente, los dos médicos sabían que "para pesarse e inyectarse, había que descalzarse" / Y el tiempo seguía su curso sin esperarlos / Así, ante testigos, José firmó su "sentencia de muerte" acompañado de la sonrisa precavida de Cristina / Fueron años de cuhi-cuchi a granel / Fueron años de Madrid y Paris y Lisboa y Londres y Bruselas / Años de playas mexicanas, conventos, museos y comilonas / ¡Quién dijo miedo, señores! / Fueron años de formar una familia / Años y cuatro hijos varones / Años sin negar el origen de sus parroquias / Años de tequilas, rones, corazones, vidas más sabrosas / Años de alegre construcción académica / Kilos de flores por doquier, siempre / Años que se acaban / y Cris escuchando ahora una canción que jamás hicieron suya.

Play!

azucar al cafe by Manuel Garcia on Grooveshark

I.























"...y pensé en tu rostro mientras me lavé / y te vi de nuevo en el agua que / se fue. / Lluvias van cayendo en torno a ti también / caen como cae azúcar al café"











"...y la tarde fue más clara aún / porque caminé sin rumbo hasta que me encontré / en el puerto. / Y al atardecer creí en el cielo ver / tus ojos"











II.



























"Antes de acostarme y soñar después / contigo, / escribo esta carta y tomo un café / y en su espuma gira lo que no alcancé / a decirte / muy bien"



Cursivas de Manuel García

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(Fragmento de Si existe un placer, 2009)

Circundando el año 2000 entré a la radio por designio de magia y buena estrella. Casi de inmediato hicimos clic, y al contrario de otros medios, este tan vivo, tan humano, tan sencillo, tan demócrata, nunca me incomodó. En esos tiempos grabé mis pininos: unas cápsulas donde yo, por fortuna, no hablaba, y en las que una pareja, entrevistada de forma aislada y a la postre unida en edición análoga, comentaba brevemente algún concepto abstracto (odio, amor, rencor, frustración, euforia, qué se yo).

Acomodando discos me encontré con el piloto de esta serie. Le pedí entonces a mis padres que, como quien no quiere la cosa, charlaran sobre indiferencia. Por destino incierto, papá murió dos años después dejando este legado sonoro para que su voz, ya enferma y gastada, nos hiciera reir/llorar de cuando en vez. Por desgracia, y/o para efectos de presentación, les pedí, lo recuerdo, que cambiaran sus nombres y algunos datos importantes que hacia el final aparecen.

Será que así, de pronto, llega el pasado y te da dos palmaditas en la espalda dejándote aturdido y con ganas de vida y futuro.



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