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miércoles, 19 de septiembre de 2012

Saturnia





My wife, Jorjana and I were outside on the front lawn under a tree. In front of me was Groucho Marx! I looked at him, and, in my best W.C.Fields accent said, "What is your pleasure, sir?" Without batting an eyelash, he jumped up grabbing a branch of the tree scratched himself like a monkey and said to me, "My pleasure is fuck but right now I think I'll get something to eat!"

Roger Kellaway

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Por aquellas mañanas uno se moría si el sol no levantaba las nubes todos los sábados y domingos. A mí, que nunca me han gustado los amaneceres grises, salvo, por supuesto, cuando ando triste, me daba un poco igual.

Si el fin de semana iba a pintar lluvioso que fuera para bien: en mi habitación, encontraba los focos amarillos muy propios para acomodarme en la cama luego del desayuno y escuchar un disco, casi siempre, de tintes bucólicos, verdes y naranjas.

Y no hallé para tales ocasiones mucho más que Darol Anger y Mike Marshall, Eugene Friesen y Roger Kellaway al lado de su beligerante cuarteto de chelistas ciegos. Con éste último, incluso, pude conducir a buen puerto un manojo de cuentos cortos que más tarde se integrarían en una colección llamada "escritos libres" (que aún yace entintada entre hojas foliadas con un rollipop de color sepia).

Al cuarteto le conocí cuando Eligio, amo y señor de una fantástica librería de viejo en mi patria chica, sacó de una consola de madera, especialmente diseñada para guardar aquellos discos imprestables, el (famoso entre los enterados) Saturnia, dueño de una portada con la tarde a cuestas en algún campo algodonero de Kentucky.

Yo tuve suerte; me lo encomendó como disco raro, rarísimo, lleno de matices y espléndido en atmósferas de rain forest, desplazamiento sonoro de la naturaleza humana a la más ignota campiña americana. Me enamoré casi de inmediato por ser tan fina neblina de noviembre.

Así anduve y desandé los caminos del domingo sin sol y el sábado con lluvia; así se me llenaron los sortilegios de plantas carnívoras, de estrellas sobre la montaña, de inconfundibles alaridos de cotorras. Y fui feliz esos momentos.

En la era del magnesio la felicidad era una tarea de labriegos: no bastaba con contener la respiración al grabar un buen vinilo, o con incrementar el record level. Ni conseguir un cassette de cromo era el premio ni saberlo regrabar, el pilón. La felicidad, como hasta hoy se encumbra, sigue siendo un misterio del pasado, condenada sólo al vago recuerdo del eufórico instante donde te pronuncias, en estado agudo y con cinco letras: feliz.

...

Y es que perdí el cassette, o se lo comieron los tlacuaches del jardín o los extraterrestres lo usaron como experimento para el crecimiento de flores o algún amigo lo escondió de mi vista en su casa, en su biblioteca, en su burdel... qué sé yo de los fetiches que tiene la gente y la no-gente.

El caso es que hoy, luego de una búsqueda incansable de aquel Saturnia y quizá guiado por las mariposas nocturnas que lleva tatuadas en el nombre, lo encontré.

Polvoso y enmarañado; mudo del lado b, y revestido con una excitante caligrafía juvenil garabateada por un rollipop sepia, lo encontré.

Entonces dejo de escribir; lo acaricio ahora mismo, tótem de la lujuria más animal y malsana...

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Play!



Morning Song by Roger Kellaway Cello Quartet on Grooveshark


viernes, 9 de marzo de 2012

Shame on you crazy diamond!

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Me siguen gustando las cajas de cartón. Encierran infinitas posibilidades de asombro; sobre todo las de Amazon; encierran infinitas posibilidades de asombro. No me han llegado muchas; diez quizá, quince si cuento los sobres con protección plástica de burbujas. Oh, burbujas: hadas tintineantes del anti-estrés, guardias de la maravilla encapsulada.

(Tengo un amigo que colecciona discos sin abrir. Lo envidio. Menos mal que no me paso la vida juntando superhéroes en sus cajas como el señor aquel de 48 junios que nunca jugó con ellos cuando era pequeño)

Anyway

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Tengo toda la discografía de Pink Floyd en su versión original, los tres conciertos grabados, siete ep's de dudosa calidad, y 10 dvd's de distintos recitales y behind's.

Todo recolectado con el paso de los años al lado de mi hermano Patricio. Fueron muchas noches, tardes con sol y mañanas de sábado las que escuchamos los acordes de cada infusión sonora que nos regalaban los de Northolt (Londres); The Final Cut me hizo una mejor persona. Creo.


Compré, llevado por la locura y arrastrado ciegamente por la conducta de masas, el Oh by the way (la re-edición de los 14 discos a escala CD de los viniles originales), preciosista, poco aparatosa pero magna en detalles.

La he escuchado completa, abriendo cada caja y extrayendo los discos de su esmerado celofán, dos veces. Tres, algunos; pocos, muy pocos. ¡Para qué, si cuento con la remezcla 2010 que iTunes puso en venta! / En una indigna borrachera derramé ron barato sobre la encantadora portada del Obscured by Clouds; no volví a tomar ron (barato).


La Discovery Edition debía ser mía, así que malvendí en 4000 pesos (12 cómodas mensualidades) una Virgen de la Dolorosa de 1762 (herencia de mis padres) pintada en lámina por un fraile michoacano muerto en manos de saqueadores de iglesias. Qué más da. El anuncio estaba increíble.

Ahora, incauto, depresivo, comprador compulsivo, me hice de la Immersion Box Set de The Wall, un lujo de los adinerados que sienten conocer al hilo cada paisaje sonoro de la máxima obra musical que se produjo el año en que nací. Incluye canicas / Shame on you crazy diamond! / Mi melomanía se reduce a esto:



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viernes, 14 de octubre de 2011

El brujo de los teclados

< (y la New Blood Orchestra)



Play & read!



Calzada abajo: la casa materna, el sol dorando las piedras, el Pico de Orizaba con su glaciar impenetrable. Subido en cuatro ruedas, conduciendo despacio (como quien no pretende alcanzar al destino), escuchaba con profundo gozo y atento, la revisión orquestal que Peter Gabriel hizo a sus poderosos hits, allá en el 2011, cuando dotar de nueva sangre a viejos temas era la ocurrencia que todo músico de la tercera edad tomaba como bandera. Y lo hizo bien el inglés; quiero decir: dar matices de clásica ligera a pop alternativo hecho por calvos progresivos y brillantes, no me parece una misión sencilla.

En ello pensaba, calzada abajo, y en un café que me esperaba paciente en la cocina, y en la rica sobremesa que días atrás, en octubre de aquel año de cambios, pleno en sonrientes compañías, sostuve alrededor de semántica y semiótica, el cómplex y la circunstancia, la presuposición y los giros subjetivos, las mafias de China, los ahogados en Bolivia, los escuadrones de la muerte en las favelas del Brasil y las távolas correccionales durante las duras épocas revolucionarias que atravesara México a inicios del siglo XX.

Así, más o menos así, me entretuve esas dos cuadras; atrás mío, o encima, alrededor del halo poderoso que emanaba de mi cuerpo esa mañana otoñal, sonaba dictatorial Red Rain con su proclama a cuestas a favor de los mejores tiempos venideros. Y yo me sentía imbatible, amo todoterreno de sus llantas y husos horarios, guerrero anti-gusanos en la tierra más fértil que a diario me comparte la patria y la huerta donde inician y acaban todos mis manifiestos (cada ensueño fugaz que habita mi persona; en fin).

Al llegar a casa, bajé del auto dejando la puerta abierta y abrí el portón de madera que ha recibido a tantos, tantísimos fantasmas venidos de otros meridianos. Supe de inmediato que el brujo de los teclados, amigo por circunstancia geográfica y antiguo vecino de la calle Abasolo, tendría boda esa noche, o al menos se le veía inquieto dirigiendo chalanes de carga: ¡Pendejo; mete primero el bajo!, le gritaba a rafita que ya se había “trepado” al Torton en el que el brujo usualmente se desplazaba a pueblos cercanos con sus cumbias y otros ritmos tropicales para dar alivio a cualquier recién matrimoniado. Así era el brujo, le decían toño sin llamarse Antonio; era el toño, nuestro brujo de los teclados, particular insurgente de la música guapachosa en el beloved Xico, Veracruz.

Y el toño, hijo de un magistral herrero que en el otoño de su vida se dedicó a la curación de huesos “chispados”, era música en estado desnudo, más allá de cualquier entendido intelectual que proclamen los fanáticos de George Steiner. “Antonio” aprendió a golpear Yamahas ya entrados los místicos ochenta y decidió, como uno escoge cualquier pescado en un menú, que aquello era lo suyo; músico autodidacta (cual Paquito de Lucía), mago emprendedor que al cabo de unos pocos años se hizo manager, líder y vocalista de “La Brujería Tropical de México”, un combo poderoso con dos trompetas, baterista, tres coristas amistosas, dos teclados, y un saxofón soprano; todos entallados en camisas rojo vivo y pantalones blancos; toño usaba paliacate para ocultar su poco pelo.

Así estuvo, embrujado, por más de treinta años. Firmaron una placa durante esas tres décadas, que él mismo grabó, mezcló y distribuyó. De una copia me hice acreedor durante una tarde de fiesta mexicana; por puro protocolo le pedí su autógrafo y el muy cabrón me lo negó argumentando que el día que fuera a escucharlos y a taconear gustoso su, por demás, enérgico éxito “El patito (se sume y se moja, se vuelve a sumir)”, con todas las de la ley imprimiría su firma en el estaño. Nunca fui, sería el azar o mi poca paciencia en los bailes populares.

Vuelvo al caso: toño gritándole a rafita que subiera primero el bajo (el muy pendejo), yo pensando en Umberto Eco, Peter Gabriel ensimismado con su versión orquestal de Red Rain, el sol quemando las piedras, el Pico de Orizaba y su eterno glaciar incorruptible, etcétera; toño parando de tajo la operación Torton ante el asombro de rafita que, sudando, trataba de subir un timbal gigante al monstruo aquel de ocho llantas.

Quiovo Juan Carlos; me atinó casi en la nuca / ¡Quiubo toño!, qué; cóm’tás, ¿ya estuvo? / Ahí vamos, jalo pa’ Cosautlán a un bautizo / Ah / … / … / … / Está de la chingada la carretera ¿no? / ¡Vaya! / Sí, está cabrón / … / … / … (yo notaba que toño paraba la oreja y se acercaba a la bocina incrustada en la puerta de esa Tracker gris 4 X 4, 2003, Chevrolet en su estado más fiero, carrazo; en fin) / … / ¿qué orquesta es? / Es la New Bl… una de Londres, toño / La de Londres, mjm / ¿está chingón, no? / déjame oir, déjame oir / … / … / … / … / ¡a toda madre! / otro pedo mi toño, ¡tú sí sabes!; sonreí complaciente / es que como soy músico, pu's uno aprende, aunque no quiera, a analizar lo que escucha ¿verdá? / sí; qué chingón mi toño (era importante el “mi”; en aquel entonces proveía un sentido de comunidad y camaradería que a todo mundo gustaba) / ¡grábamelo!, te paso un disco ‘orita / claro, claro, ‘orita me tocas y yo te lo quemo / ¡a güevo!; alzó a medias sus puños cerrados en señal de infantil victoria / ‘ora toño, así quedamos / ‘ora Juan Carlos, gracias.

Jamás tocó a mi puerta el brujo de los teclados; cuando de pronto me lo cruzaba por las calles del pueblo, me saludaba escueto, cabizbajo; dos años después dejó de tocar, de componer, vendió su camión, liquidó a rafita y a sus músicos.

Anoche, más viejos los dos, lo encontré sentado y perfumado en la fila k de un teatro desvencijado minutos antes de que diera inicio la temporada de la Orquesta Sinfónica de Xalapa. Chingón, Juan Carlos; me susurró despacio / ¡A toda madre mi toño!; le grité ante el asombro de otros finos parroquianos.

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New Blood es el título del nuevo álbum de Peter Gabriel, donde, efectivamente, revisa a través de la New Blood Orchestra, sus éxitos más significativos. Sir Peter, arropado por estos brillantes músicos, se presentará el próximo miércoles 23 de noviembre en el Auditorio Nacional, en la Ciudad de México.

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viernes, 7 de octubre de 2011

Los días intactos

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El otoño, con sus promesas de cambio, de deshoje y renovado follaje, nos pone a todos a transitar la vereda de la cordura a plazos; descarada introspección puebla las almas inquietas, y el reino de lo desconocido (a través de la bruma que impregna las calles de ciudades remotas) nos muestra su otra cara salvaje. / Y el tiempo, un inquilino merodeador en los pasados, nos restriega las arrugas en los espejos de los árboles que duermen / Y el mar, sandunguero e inamovible en visiones, dicta ritmos ancestrales.

Quizá por ello, Manolo García siempre publica nuevos materiales en otoño, nuevos sortilegios, desenfreno a granel para pies cansados. Y eso nos obliga a dar la vuelta y el ancho, a mirar renovados los pasos de baile de nuestros antepasados. Manolo impregna los mercados y las calles y los vientos de ocres y de verdes, de fin del verano, de giros teatrales. Es, en cierta medida nostálgica, el último de la fila, que siempre será el primero.



Los días intactos saldrá a la venta el 25 de octubre; habrá fiesta con hogueras blancas; "carbón y ramas secas".

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La imagen pertenece al video de la versión definitiva de "Un giro teatral", también disponible aquí

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domingo, 26 de septiembre de 2010

Honor es causa

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Play!



Mensaje publicado en el blog Segunda Cita:



Silvio zarandeó Xalapa, vociferó quedito sus llamados a la paz, la esperanza, el remedio. Fue solemne, alegre, dicharachero: se halló, dio de sí, mostró talante y talento, no puso un pero, más bien fue pletórico de ademases. Silvio, el aprendiz, sacudió el diamante beisbolero de la USBI refrendando (casi puliendo en cada nota) su firme interés en reactivarnos la memoria y generarnos esa creencia - absurda tantas veces – de que "otro mundo es posible". Y sin embargo allí nos quedamos, con el mundo nuestro, devastado e imposible, dando tumbos, lagrimeando cada que el cubano así lo quería, buscando caras conocidas o maltrechas o indistintas a nuestra simple humanidad de ciudadanos comunes.

El Doctor Honoris Causa cantó con afán complaciente, como casi nunca, su repertorio inolvidable: desde los claros de la luna xalapeña hasta la maldita era de huracanes que está pariendo corazones. Recorrió su genio, su figura, su drama y vestimenta en 17 canciones cosidas a mano. A los entendidos: Trovarroco (basta y sobra). Para enamorados: Niurka en flauta y clarinete.









Si en algo embellece la música al Hombre es en meterle mano a su egoísmo. La música, no sé si toda o la de Silvio, crea multitudes que jalan por buen camino, que son capaces de corearle al mundo sus fracasos y virtudes. Dicho sea de paso, así, en masa, nunca nos equivocamos. Sólo cantar, desafinados y embebidos en gente, fuerza al gozo y a los buenos pensamientos. Más de uno sabrá a qué me refiero, y con eso me quedo.

Mi tres particular en el concierto, sin prejuicios de fanático exclusivo y fanfarrón: Óleo de mujer con sombrero, Mariposas y El necio. Mi diez, mi redondez, mi llanto: Te doy una canción.



(No es secreto que sin Mike Oldfield, Joaquín Sabina o Pink Floyd, mi vida, así de pronto, carecería de total sentido. Pero hay algo que me vuelve títere, que me exhorta a despertar, a sonreír, a escribir nimiedades, a brindar por mi salud y la salud ajena. Sin ello, nomás no me encuentro; se llama Silvio, y cada vez que "me da una canción", ésta en particular y en vivo, le pido a Dios que me deje vivir mañana).

Lo mismo un domingo con toros, divino placer efímero del aficionado, a un extenuante martes de agitada jornada laboral, me es difícil citar aquí algún momento en el que la música (arte y técnica de las musas) no moldee mi frágil estadía por la Tierra. En ella y con ella, vuelco alegres bailes y cocodrileras lágrimas que me instan a vivir con más deleite y menos intolerancia hacia el desequilibrado sistema en el que cohabito al lado de tantos, tantísimos cantores casuales.

Sin ellos, sin nosotros, que defendemos a capa y espada toda manifestación artística y melódica, ese inquilino que se sube al escenario en patria ajena y deja el corazón ante multitudes clamorosas, no pasaría de ser uno más en el largo tren de pasajeros. Sólo así se comprende, como Silvio Rodríguez lo recita, que “lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”.

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Set list
Concierto en Xalapa. 21 de septiembre
Jornadas Académicas Cuba - UV



1. Tu llegada (Trovarroco)
2. En el claro de la luna
3. El papalote
4. Sueño con serpientes
5. Días y flores
6. Canción del elegido
7. Santiago de Chile
8. Carta a Violeta Parra
9. El necio
10. Chan Chan Tributo (Trovarroco)
11. Óleo de mujer con sombrero
12. Pequeña serenata diurna
13. Escaramujo
14. Quién fuera
15. La maza
16. Ojalá

Encore

17. Mariposas
18. Te doy una canción
19. La era está pariendo un corazón

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Originalmente apareció publicado en Semanario Acrópolis.
Aquí, una crónica de Adriana Carreón al respecto.
El boleto fue pegado con minuciosidad por Ursula Estrada.

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jueves, 29 de abril de 2010

Tanto de Joaquín, lleno de Sabina

< A la gustosa cofradía



1. Vinagre

“Por decir lo que pienso
sin pensar lo que digo,
más de un beso me dieron
(y más de un bofetón).”


Joaquín Sabina, 1996.

No me gustan los textos por encargo: ni superan expectativas ni entretienen a la comitiva; funcionan para el “encargador” pero entierran las ideas del escritor en nubes abstractas de pensamientos divergentes. Pese a todo, raras veces la invitación incluye a Joaquín Sabina. La fórmula, luego, puede andar bien en mí. Porque me gusta Sabina, naturalmente, mucho, porque encuentro un punto de partida en la comunión que se genera al cantar sus canciones. Estamos, dicho de otro modo, menos solos cuando sudamos cada estrofa del “boulevard de los sueños rotos” o transitamos malamente por su “calle melancolía”.

Su música y letras, en fin, son esa suerte malsana de alter egos que difícilmente adiestramos con tal de entrar de lleno al mundo. Pero ¿para qué entrar si se está tan bien afuera? Los modos, las razones, etiquetas y mutismos, pueden (cuando del Conde Crápula se trate) sobrar y marcharse. Más falta hacen los errores de ortografía que las palabras bonitas. Cigüeña, luna, acuarela, alba o colibrí, carecen de sentido si no se piensan con dosis bien intencionadas de amargura y fracaso. Sabina es, entonces, al descifrarlo, el veneno en las palabras, la herida mal cocida de la métrica y la rima, el malabar, lo ajeno a convenciones, el dime y direte de los hombres diarios, los comunes y descalzos. Joaquín es, doctor, cada dolor de muelas; alivio incluido.

Hace dos semanas, promocionando su último disco, llegó el del negro bombín a Mexiquito, llamando “ingenuo” a Calderón y levantando, como improntas de la inmadurez política, olas mediáticas de atención, tsunamis xenófobos que clamaban se callara esa boca extranjera (que es tan suya) y sólo cantara con la garganta más clara. Habrá los entendidos sobre crimen organizado y posturas prudentes, y habrá quien hoy, al punto, piense que las opiniones hay que trabajarlas en la psique de quien vienen y mirando siempre a dónde van. Yo miro al toro desde el segundo tendido, qué digo entonces: me da lo mismo. Siento una total indiferencia en el menú que luego degustaron él y Felipe en Los Pinos, me importa poco a qué les supo el cuarto tequila de los desenfados ideológicos luego de cantar al alimón rancheras con mariachis domesticados. El flaco llenó el Auditorio seis veces; le valió la calidad, pero también el morbo. Y eso importa más que centrarse en los esquemas de la diplomacia, el qué dirán o la indulgencia. Conexiones así, disparatadas en públicos felices que se entregan al canto, merecen ser atendidas con minucioso afán de analizar el encanto. (Y así, querido lector, me ha salido un verso, sin esforzarme tanto). Olé. Vuelta de hoja.

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2. Y rosas

Llovió con enfado; llovió tremendamente en la ciudad el tercer sábado de un abril empapado. No le importaron a Tláloc mis zapatos de gamuza ni le hicieron daño al Distrito Federal tantos charcos. Lluvia innoble, diremos, mal nacidas gotas que inventan limpiar la maraña en tardes de concierto. Así, mojado, compré la ropa oficial (muy alta en costo y tan baja en bordado), cambié por los de un mago mis calcetines y puesto al derroche me tomé de un solo trago seis tequilas derechos que me secaron todito el cuerpo por los adentros. Corriendo me metí al evento, contento, saciado de las risas previas y los tumultos. Luego, la fragua de la catarsis, los primeros gritos, el futuro insomne de lo incierto en repertorios: un “Blues del alambique” abrió, en el sonido local, el telón de los curanderos. Siguiéronle acordeones sobre el fondo de una ciudad ignota que atardecía por pausas. Joaquín entró por la derecha entallado en camuflaje y sin bombín, bastón o bandera. Cocinó un “tiramisú de limón” bastante bien puesto de dulce, echándose al bolsillo, como quien augura noche larga, a más de diez mil peregrinos que, con voces rotas y por un instante, nos volvimos uno.

De este modo, cada quién en sus miras y atenciones, cada quién con sus fracasos a cuestas y la moral doblegada, cedimos paso a paso ante la voz con arena del bandido aquel que da “clases en una academia de cantos de cisnes”. Basta, y nunca sobra, con ver el muestrario rotundo y fuerte que entregó, para imaginar apenas la apoteosis absoluta al momento de frasear tan sólo: “lo nuestro duró”. Quiero decir, con “lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks”, sus recitales, invariablemente, se me hacen cortos. Puede que sean como éste, de casi tres horas: ¡qué me importa a mí que digan qué!, yo le vería entregado y con las palmas rojas 500 noches seguidas y seguramente más de 19 días.

Y es que a mí, como a cualquier parroquiano, le gustan los buenos ratos, y el arte como instrumento. Nada, dicho sea de paso, merece quedarse a medias. Llámale “guerra contra el narco” o “Paulette, en comedia”. Ninguna situación a medias, ninguna muestra de afecto, ninguna reconciliación, nunca el escenario a obscuras… ninguna pasión. Si eso logra Sabina en unos cuantos o Dios en templos, si embeberse hasta perder la compostura, contra todo pronóstico, nos hace mejores personas: que viva siempre la vida, que “muera la muerte”.



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Set List de Gira Vinagre y Rosas, en comentario(s)

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miércoles, 25 de marzo de 2009

Manifiesto

> Highlights de Nach, con curia.



a. Mis únicos hijos son las frases que me invento, y mi mayor regalo es vivir este momento en el que siento que callar es un pecado capital.

b. Os digo (entonces): ¡Qué hay fuera hijos de puta, sólo miran su ombligo!

c. Ya no me asombro de ver a los mismos revolviendo escombros.

d. Yo me miré al espejo con los ojos de quien me odia y me sentí eufórico porque todo es psicológico en este zoológico de buitres y camellos, de perros hambrientos esperando el momento de morder mi cuello; pero no por ello callo, ni me rayo, ni huyo.

e. ¿Esa es la educación que dais?, ¡me desespera!

f. Callar tambien es gratis, ¿eh?

g. (...) mis realidades para ti son debilidades; para mí, sensibilidades.

h. Sin más armas que mis dientes, mi voz es un kalashnikov, un cóctel molotov.

i. (Pues) existir es sentir, aqui sentir es escribir; y sé que el único secreto es que no hay secretos.

j. Yo tengo coleguis que te follan si improvisan.

k. Keep it real es la premisa, aunque keep it real contigo mismo quizá sea más precisa.

l. Xenofilia: esa es mi ciencia; significa lo que implica amor por la diferencia, amor que nos tortura, porque amar es la mayor locura a no ser que se ame con locura.

m. No poseo la verdad aunque la persigo, eso creo; lo importante es estar vivo de deseo carnal, espiritual, da igual; cada cual en su propio ritual.

n. (De hecho) puede que mi vida nunca os interese; no está dirigida por Martin Scorsese, pero casi.

ñ. Sólo ante el papel puedo eliminar tensión; él me entiende y no me cobra 80 euros por sesión.

o. (Y) si esta es tu droga, ¡vamos, yo te invito a un gramo!; proclamo el horror de ser furor en tu hipotálamo.

p. No hay mejor profesor que el error, ni más dulzura que el que sufre y luego cura su dolor.

q. Hago público un cuaderno con mi infierno interno para conmoveros.

r. ¿Qué pretendes si así vendes tu ridículo?; aquí sólo el trabajo duro y los testículos dan títulos.

s. Vuestra verborrea es cínica; faltándole al respeto a militantes de mi métrica.

T. (...) será la luz tras las tinieblas.

Ignacio Fornés



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Portada: Un día en Suburbia

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viernes, 20 de marzo de 2009

Egofonía

> La entrada 200 / a tí, con luz.



Uno elige los discos para el auto casi sin pretender y casi, así, sin eso, pretender, la música emula, en cada nota, su designio.

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6:37 am



6:52 am



11:21 am

Poema 12

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.

Oliverio Girondo

2:07 pm



3:10 pm



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Camino a Queniquea es de Kevin Vásquez.

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jueves, 6 de noviembre de 2008

Sabotaje

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Introducción

No somos sabios. No somos lo máximo como alguna noche de antaño nos cantó La Charanga en desprevenido intento de baile y depravación. Somos, quizá, buenos oyentes, a lo mejor melómanos con memoria a corto plazo, creyentes de lo auténtico, eso sí; fieles al gusto y al objeto; obsesos, pues. Y somos también picapiedras; talladores de diamantes u olvidadizos cocineros de picnic con carnes al carbón.

(Somos el tipo de gente que, pese a los martes mexicanos de sospechosismo creeliano y elecciones redondas, seguimos escuchando a los cubanos y a toda su estirpe americana cantar entre sones y fusiones, entre nueva canción y tambores, su amor a la patria, su ¡basta! a los temores, cantarle jocosos al sabor latino, al viento insustancial del conquistador español -por decir cualquier cosa-. Y somos además la bandera del consumismo en pleno siglo XXI)

Somos empaquetada cultura de masas, ya lo dijo Eco, poco agrego yo. Somos la elite intelectual del arte en serie, la intravenosa venenosa del deseo, la maravilla del comprador receloso; somos la afrenta más grande para todas las trasnacionales. Pero no somos reducto, eso sí que no, nunca más y se acabó. No somos sabios, ni lo máximo. Somos tetra-packs con mucha falta de Ginseng.

Y lo digo a colación de lo siguiente:

En poco menos de un mes, ¡bendito mes de novedades!, llegaron a las tiendas de discos, semana a semana, como quien no quiere la cosa, tres conciertos de cubanos que ya habían sido grabados hace muchos años. Usted qué dice; ¿no será que el buen Fidel, con todo y sus tennis Adidas, nos estará mandando un mensaje?, ¿se habrán puesto de acuerdo las disqueras?, ¿será mucho pedir que reediten, entonces, el mano a mano ampliado en DVD?

Quizá le estoy buscando tres pies a las malas musarañas y, acelerado, he decidido por mi bien, agenciarme esos regalos. Total, si en veinte años más, sacan aquello de la edición del XX aniversario, allí de seguro estaré yo otra vez derrochando mi salario. (Le juro, señor juez, que esta vez, el verso era innecesario)

I.



“La jugada ha sido gorda. Han cogido el DVD Blanco y Negro. Bebo y Cigala en vivo, le han coloreado la portada y le han añadido un compacto con el audio. Una jugarreta en toda regla que no aporta nada nuevo pero que servirá para confundir al aficionado y al profano.”
Víctor Rodríguez (Rolling Stone)

“Está claro que el concierto de Costa Nord, en la fundación que el actor Michael Douglas tiene en la mallorquina Valldemosa, del 22 de junio de 2003 es una grabación histórica, pero me parece que Fernando Trueba y compañía nos han tomado el pelo.”
Manuel Santiago (El Jueves)

“Quién hubiese imaginado que esta combinación pudiera ser tan sublime.”
David Byrne (ex Talking Heads)

“Una ocasión única de asistir al momento cumbre de uno de los proyectos musicales más originales de los últimos tiempos, una idea irrepetible que consiguió la admiración de todos y traspasó fronteras. Porque, bajo la dirección de Fernando Trueba, Bebo & Cigala sólo unieron su piano y su voz una vez para alegría de la música.”
Nat Chediak (Productor de Calle 54 Records)



II.



“No deja de ser curioso que el concierto escogido para realizar esta edición haya sido el del neoyorquino Carnegie Hall.”
Salomón Ventura (La Roca)

“Tiene mucho poder. El disco original en estudio (Buena Vista Social Club, 1997, ganador del Grammy) es más íntimo”
Ry Cooder (Productor)

“Lo sacan hasta ahora porque la grabación original tenía problemas, explica Cooder. Se acercó el décimo aniversario y Nick Gold, fundador y cabeza de World Circuit, le preguntó por qué no volvían a echarle un ojo. Why not?, le contestó el otro.”
Antonio Jerez (Ripio)

“Eso no iba a pasar nunca, pero pasó.”
Jerry González (músico del B.V.S.C.)



III.



“A 24 años de la primera edición, este disco es presentado en doble CD y con 20 canciones entre las cuales están "El tiempo está a favor de los pequeños", "Para el pueblo lo que es del pueblo" y "Creo en ti". Un buen disparo contra el olvido.”
Ramón Santiesteban (Clamour)

“Lo verdaderamente extra: el disco contendrá fotos inéditas del "backstage del show" con ambos trovadores y de los artistas invitados que participaron en el concierto. Qué maravilla.”
Julio Sosa (Musicadictos)

"No puedo parar de reírme al ver esta foto... ¡que alguien llame a la policía!, ¡he encontrado a los culpables!"
Juan Carlos Medrano (Peatón)

“No se entiende del todo la jugada; uno ya no canta y al otro le dio por el cine.”
Barón Sangrante (El País)

“Como si Nicaragua quisiera ser invadida… ¿otra vez?”
Alfredo Vastos (ABC)

“Fue el concierto más escuchado en Latinoamérica durante la década de los ochenta.”
Cesar Isella (cantautor)



Conclusión.

Eh… sí; bueno, yo decía…
Yo ni abrí la boca.

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martes, 28 de octubre de 2008

Catecúmeno con Chistera

> Yo tomé esta foto:



Son, de entre los días y flores, de entre la física y química de los cantores y las melodías, mis dos grandes instantes de comunión musical. Son, dicho de otro modo, los infaltables en mi repertorio existencial.

Y los dos se conocen; los dos han compartido más de una vez la misma mesa y la mirada cómplice, los dos han posado con Castro y a los dos les encanta sentarse a conversar en el tío vivo (carrusel) que tiene Joaquín en su rellanito amarillo sobre Tirso y Libertad. Los dos son asiduos de don Dylan y a los dos les queda bien el sombrero. Los dos son lectores; los dos, cocineros; los dos, cantautores.

Y sin embargo a Silvio no le gusta Vallejo y Joaquín nunca se ha dejado llevar por la lírica asimétrica de Bretch. Y sin embargo a Joaquín lo matas con un buen ron cubano de cosecha veraniega y Silvio está prendado con el Jerez; el de Frontera, el de barril de pino. A Sabina le gustan las mujeres peruanas, Rodríguez prefiere las de San Antonio de los Baños. Joaquín traza sus canciones en primera persona y Silvio… Silvio simplemente, no las traza.

El aprendiz es un irredento de los arreglos cautos y honestos, al idiota debajo del bombín le gustan más las pautas rumberas y olvidadas; lo que Varona y de Diego proclaman. Silvio es ermitaño en homenajes, Sabina asiste a todos los velorios. Don Silvio se ha hecho gordo en 62 años celebrados en noviembre y Joaquinito menos niño en 59 febreros bisiestos.

El cubano es misterioso cuando habla de amor, el de España, un canalla. El que vive en Lavapiés se mofa de las monarquías, el diputado se instala en ideologías. El uno canta al fusil como si flores echara, el otro canta a Madrid como si de damas hablara. Uno juega a los toros con Aute, el otro los ve desde la barrera con Serrat. Me han regalado, los dos (o dicho sea de paso, los cuatro), verdaderos momentos de arte.









...

Silvio encanta a las serpientes, Sabina las besa. Silvio sonríe muy poco, Sabina se la pasa de fiesta. Joaquín también confiesa, Silvio nunca aterriza. Joaquín también divierte, Silvio hace lo que puede. Joaquín también se equivoca, Silvio nunca. Y sin embargo, Joaquín es un maestro y Silvio, discípulo. Joaquín arremete, Silvio convence. Joaquín es disperso, Silvio, olvidadizo. Joaquín escribe sonetos, Silvio, paisajes. Joaquín intenta y se reinventa, Silvio posterga la edad, jugando con cometas. Joaquín es realidad, Silvio, una afrenta. Joaquín es despeinado, Silvio se nos ha quedado calvo.

A Rodríguez le he visto cuatro veces, a Sabina, más de siete (ocho). En los conciertos, el primero es un señor que habla muy poco y se enfada, el segundo también se enfada, no digo que no, ¡pero qué bien disimula… y cómo habla! Silvio me hace llorar con Mariposas cuando anuncia que la dedica al coyote hambriento (Netzahualcóyotl), Sabina hace lo propio cuando me habla de Comala en sus Peces de Ciudad.

Los dos han estado a mi lado muchos años; han dejado se ser simple moda para convertirse en los mejores situados (… y habrá que discutir luego sobre los egos, pero estar así, con lo que tengo, colecciono y conozco, me suena a tarea de labriegos. Sí; también he aprendido a ser honesto). Los dos me desafinan el alma y la garganta, los dos me vuelven vaso largo y con limón que se rompe y re-rompe y revienta cuando proclamo ¡Salud! a los amigos. Los amigos me conocen; sabrán distinguir lo que les digo.

Y estos dos, que no son mis amigos, tienen como testigo a sus discos que ya no me sirven de tanto oírlos. Oírlos y escucharlos; porque también me he dado a los tiempos de encontrar en cada canción, la farsa; en cada letra, el aliento; en sus maneras, mis inventos; en la ducha, el alivio; en el amor, la calma; en el canto, el espejo; en la resaca: ¡cómo ha pasado el tiempo!

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Quiero corregir:

Sabina me cae muy mal.

A Silvio lo detesto.

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Trivia: Mencione ejemplos de "una playa sin mar".



Trivia: Dónde es "debajo del cielo, encima del mundo".

PS. Yo no tomé aquella foto. :-(

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martes, 19 de agosto de 2008

Scorers

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Recomendación:

Para disfrutar al máximo de esta entrega, súbele al volumen: lo cinemático es así.

Intro.



Una niña rubia que escribe obras de teatro, un lunar de carne, los campos de trigo en Inglaterra, el sol en su melena, tibios trinares, correría, enfado, berrinche. Una escena de "Atonement" que a mí no se me sale: un idilio con flores, una traición, una olivetti, varios secretos, fatal consecuencia:



El señor Marianelli cautivó a su audiencia. Iluminó lo iluminable dejándonos obscuros huecos en los ojos. Es un scorer de primera (no uno de handball, ni de rugby; un scorer para el cine). No hay época en él, no hay fantasía. Pura alegoría; bosques, dunas, mares, cielos. Músico paisajista, noble ruiseñor de las tramas vengativas, de los suspensos in crescendo.

Nombrarlo es nombrar a varios tantos. Como varios tantos nombrados y sin nombre, faenas invisibles de lo bello, montajes sonoros directos, palpitantes, truenos, remansos, maravilla. Una cosquilla, un funeral, la boda del siglo, la más negra tormenta, el despiadado crimen, ¡cientos de besos!, una cama destendida, un leit motif, lágrimas de porquería, sustos de antología. Vamos por partes que esto ya se vuelve orgía.

¿Qué es el cine sin la música?

Habrá maestros… de hecho, los hay (bastantes y muy creativos): A mí me gustan los Coen; me gustan sus silencios. Me gusta… me gusta Gondry; me gustan sus excesos. Quiero escribir como Scorsese; tan grotesco y de bostezos. Me gustan más, cientos que no centenas: hadas de la luz, de lo somero, amigos del buen rato, compinches duraderos. Pero hoy no hablaré de directores, hoy no, que estoy tan juglarero.

Sin embargo te diré seis cosas. Que aunque no se digan se toman, y si se toman, se olvidan. Por eso escribiré de seis nigromantes, seis escores, seis soundtraques, seis be(e)seos, seis instantes; los que me pueden, los que me orillan, los que conmigo se asustan, los que de mí se burlan, los que hasta entonces recuerdo.

Ni me abarco ni me extiendo. Busco el camino y en el camino me pierdo. Soy el que más, soy lo de menos. Quiero tan sólo un oído, una palabra de aliento, una imagen que se quede adentro, que rompa, que entienda, que luzca de portento…

Descartes.

Como te digo; reduje a seis. O a cinco, no lo sé. Voy a intentar volcarme, y así devolverte otros favores. Quizá me exceda o hasta excluya. Puede que la crítica destruya. Hoy es de mí y para mí. Mañana tú dices, tú opinas los que faltaron: yo le subiré al volumen.

¿Quién se va de este listado?, ¿quién me ha otorgado menos y sin embargo tanto?, ¿quiénes se quedan atrás; en el llanto, en el olvido, en el asfalto?, ¿quiénes merecen mi nombramiento?, ¿a quién se lo lleva el viento?, ¿dónde empiezo?, ¿con cuál termino?

Ascendente o descendente, el orden no es mi destino. El orden es para tontos. El orden es del sigilo. Quiero darte a seis, o a cinco, no lo sé. Y quitarte otros algunos, y llenarte otros jamases. Voy a decirte los que a mí me imperan, los que me obnubilan, los que en verdad componen, todos los que descomponen.

Hoy no salen ni Preisner, ni Howard Shore, ni Thomas Newman; hoy se castiga a Alberto Iglesias, a Hans Zimmer, a Mark Isham. Hoy les niego el voto a Desplat y a Danna, a Twiker, a Marianelli, a Patrick Doyle. No habrá postre para Horner, para Barry, para Maurice Jarre. ¡Maldíceme, Zhivago!, ¡quédate con tu anillo, Frodo!, ¡sigue danzando con lobos, mi fiel Tatanka!, ¡aprende a bailar los tangos, Pacino!, ¡húndete en los jardines secretos, bella Mary!, ¡vete a luchar con gatos, gladiador!, ¡corre mohicano, corre a otro lado!, ¡y corre tú también, Lola mía!, antes que pase de moda el techno...

Hoy no salen: los castigo, niego su voto, me como el postre que les toca. Se quedarán allí; sentados, cabizbajos, humildes y sabios. Y a todos ellos, mi admiración y respeto.

Gabriel Yared.



Quizá “The English Patient” me robó un poco de infancia. Mirar tanto desierto me hizo más seco; quise creer en el amor que cruza fronteras, probé a ser aviador, baja insólita de guerra ajena, todos los adjetivos del mundo. Pero fue “The talented mr. Ripley” la que, gracias a su música, me otorgó un bello reencuentro con el clásico personaje de Patricia Highsmith: Tom, el amigo americano. Antihéroe, ambivalente, zurdo, inteligente y matón. / “Crazy Tom” y sus sincopadas cuerdas, hicieron de este peatón, una muñeca asustada:



Michael Nyman.



Moría el verano, se hizo tan largo el otoño. No hubo mucho en cartelera: “Schindler’s List” arrasó con Cannes, con la Academia, con los BAFTA. Y luego se animó Jane Campion, logró lo que nadie: un filme multipremiado, perfecto en guión, en imagen, en sonido, en actuación. Se hizo la primera directora famosa, la más adorada, la más envidiada. Nunca el rosa fue tan negro, nunca el humor tan de dama. Y vaya beldad.

“The Piano” inicia con una secuencia de Anna Paquin en patines, con alitas de algodón casi de pastorela, con mucamas encerando un piso de duela, persiguiendo al angelito que raya y raspa todo rincón; entre risas y gruñidos… con el mar y una mujer de negro, tocando un piano sobre la arena, en islas remotas neozelandesas.



Ennio Morricone.



Iba a ser descarte y se coló hasta el cuarto sitio. Iban a enojarse muchas voces. Iban a maldecir los cuervos. El italiano me pagó un dinero; para qué miento. Ennio se encargó de recordarme, casi al cierre, de “The Good, the bad and the ugly”, de “Once upon a time in America”, de “1900”, de “The Untouchable”, de la pared carcomida en el Paradiso. Y dudé; dudé bastante (todo eso encima, ¡y a mí que Sergio Leone no me gusta!). ¿Y qué me dices de Uruguay, de Paraguay, de los salvajes, de los misioneros? / ¿Qué con ellos?, contesté. / ¿No te parecen temas? / Me agradan, los oigo mucho, caro amico. Pero algo le falta, ¿qué quiere que le diga? / ¿Algo me falta? / ¡A usted no! al recuerdo. / Manda a volar los recuerdos y ponme en tu lista. / Bueno, me convenció.

Y es que la música sin conductismo pavloviano a mí no me viene. Pero esta sí; con ésta vuelo a mitad de Iguazú; casi cóndor, casi extinto, pero tan vivo:



Goran Bregovic.



Escucharle me recuerda a Kusturica, a los Balcanes, a Zacatecas, a Oaxaca. Debo admitir que la "música narrativa" (aquella que cuenta un suceso que alimenta la imagen y no es meramente circunstancial) siempre, o casi siempre, me parece efectiva. El caso de Goran es el más significativo de otros que ahora me inundan. Especialmente, el de “Underground”. Y mira que no es fácil decidirse cuando compite consigo mismo en “Train of life”, “Le temps des gitans” o la apabullante “Toxic affair” con Iggy Pop al comando vocal. No es sencillo.

Comparto aquí la “Mesecina”, la sabrosa luz de luna que, llámame vicioso, siempre me ha parecido la canción ideal para emborracharse con vodka barato hasta terminar dormido en establos. Qué ejemplos estoy dando.



Yann Tiersen.



La Francia se lleva la plata. Y en cine, a mi parecer, se queda en tercero, luego de Estados Unidos y el Brasil. Pero hubo un tiempo en que “el gigante del piano-toy” se alzó con la victoria. No fue con Amelie; lo de la Poulan es digno del aplauso, propio de la risa y la vibra retro. Lo cautivante, aquello que movió mi tapete de amargado caballero y crítico sin coronas fue la magistral (y a la vez simplista) partitura creada para “Un long dimanche de fiançailles”. Pinon y Jeunet que estremecen. Tiersen que levanta el polvo de las alfombras.



Y aunque habrá quien me grite: ¡favoritista!, no puedo ni queriendo dejar a un lado su milagro conceptual y melódico. Su más conocida creación, la que lo acercó a mi vera y con la que recordaré a mis hijos... cuando los tenga... y luego se vayan:



John Williams.



De pequeño, Spielberg me resultaba inquietante. Odiaba recordar todo el tiempo el maldito leit motif de “Shark” (turuuun…. Tuuuuurun… tun tun tun tun tun tun tun tun… tururú… tururú… TAN TAN ¡TAN TAN!). Luego crecí y miré por desgracia el behind; volví a meterme a las albercas.

...

Que alguien logre ese tamaño de conducta me eriza la piel. Que alguien musicalice mis recuerdos más vetustos en el cine no se paga de otra forma. Star Wars, Indy, ET, Jurassic Park. Pasen todos mis ayeres a divertirse. A fin de cuentas, el cine es para eso.



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jueves, 7 de agosto de 2008

Benny... at home

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¿Qué destellos ciegan la razón para que uno elija o deje de elegir lo que consume? / Me refiero, tácitamente, a consumo musical. En otra aventura, querido lector, le contaré de estos pasajes con más detenimiento. Hoy sólo ocupo la pregunta como contexto y aviso: Me gusta el soul: me quiebro cuando lo escucho bien producido, con tintes funketos, con afro-alegría de fondo, con martinis.

En el camino he descubierto, desde voces matizadas con humo hasta verdaderas epopeyas de improvisación jazzística. Antier comprendí otra cláusula; más terrenal, con menos rigor de estilo y sin embargo, de una profundidad solemne y rica en tratados melódicos. Se trata de Benny Sings y su simpática orquesta de monos, así la llama; no es que algún privilegiado primate entienda de bajos y glockenspiel.

Algo que llamó mi atención de forma inmediata fue el sonido Bee Gee innegable en cada pista y (¡maldita la elegancia!) lo bien que se le escucha. Es como integrar una suerte de Marvin Gaye con cortes de compás llenos de ensueño.

Esta es la segunda gran sorpresa de agosto; la primera es de fisonomía más seria y ya la he comentado con quien debo. Así que a usted le prometo que si un buen viernes se topa con el disco (casi por error) y casi por error lo compra y luego decide escucharlo tumbado en el suelo cual animal acalorado, se acordará gratamente de mí y querrá brindarme a la distancia con un coctel bien frío… y si tiene Midori, mejor:



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sábado, 12 de julio de 2008

Where the light is

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Un bocado más que alimenta el ego del cantautor de Connecticut. Una obra en vivo, virtuosa en guitarras y atmósferas funk soul. El último disco de John Mayer ya me acompaña en carreteras nocturnas y andanzas al bosque. Es una piedra preciosa y una compra muy recomendable.

Luego de bailar "City Love", las comparaciones con Dave Matthews Band y los espejos que a ratos le atribuyen a Clapton, son meras suposiciones sin sentido. Esta vez, sin embargo, quiso deleitarse con el sabor íntimo de los pequeños teatros, y al hacerlo, no pude evitar las notorias semejanzas con la Kaki King y el Michael Hedges. El sonar de sus Strat y JM, y de la graciosa Telecaster, me han devuelto las ganas de vitorearle y oir sus discos.

Porque verá; el tipo no me cae muy bien. Dice la gente del barrio que se droga con jarabe para la tos y aspirinas. Yo no hablo con esa calaña, pero hoy hago la excepción con Mayer; sólo por este "en vivo".



< John Mayer. City Love >

viernes, 4 de julio de 2008

Cinco Estampas con Frac(k)

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Pauta: ¡Bienvenid@ a la entrada más mamucles jamás escrita en el Peatón! (y eso que hay varias que, en la misma categoría, compiten). Si acaso sintiera pereza, léame otro día.

Propuesta: Como favor, déjese empapar tantito, no hace daño. Le sugiero que para una correcta 'visualización' de los detalles que a continuación enunciaré, le ponga play al reproductor y continúe leyendo lo apropiado. Luego si quiere, escuche completa la selección, mientras se come un dulce o se fuma un cigarro (qué mejor si es lo primero). Después siga leyendo en silencio y cuando aparezca otra canción, vuelva a completar la experiencia.

(Me están comiendo los moscos ¡malditos climas tropicales!… pero eso a usted no le interesa.) Bien, espero haber sido claro. Y gracias. Una última invitación: léalo con calma; por la noche, sin prisas, descálcese, procúrese un masaje. Mire a la vida en Technicolor.


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1.

Durante uno de los primeros conciertos de la Sinfónica a los que asistí, por invitación directa de mis padres, llegó a mi razón la música sapiencial. La enamorada - con el alma en un hilo - de los amantes vampiros y los melómanos enfermos. Me refiero a la “música concreta”: semitonos y quiebres eficaces que dañan tímpanos no habituados; compases directos a la aorta; jovencitas maliciosas que visten de negro en minifalda y se pintan de azul las uñas para robarte un coqueteo. Música concreta. Bálsamo de las ciudades.



Espere diez segundos.
Imagine por un momento mis ojos bien abiertos.

Mis manos inquietas, llevando tímidas a toda la orquesta: por allá un saxofón, ahora entra un flautín, ¡qué manera de emerger de lo profundo tienen esos trombones!. Y luego las imágenes: volando sobre bosques, acariciando las copas de los pinos, saludando al águila, esquivando acantilados, mi envergadura bien estirada y haciendo las paces con el viento. A lo lejos, venados que se esconden, más cerca un río, perlas reflejadas de sol que me ciegan. Decido tomar más velocidad, caigo en picada, me carcajeo y sumerjo en la selva rasa, entre monos y serpientes. Vuelvo al cielo, me doy tres vueltas, salto entre la nada… planeo. Luego de vuelta a la sala, donde el violín acompaña mi regreso y todos los metales, mi alegría.

Abra sus dulces, cierre los ojos, mastique, sueñe.
Cuando quiera el 'stop', seguimos.


2.

Quedó sellado el destino. Cuando llegó la siguiente temporada fui el primero en rogarle a papá que fuéramos. Pasaron cinco viernes de programas pesados y Shostakovich y Dvorak, Grieg y Mussorgsky, y todos los años obscuros de Beethoven. Luego, como entremés a los finales, una linda noche, de gala, beneficencia y promoción, el sr. Klaus Xonavarth, hoy permanente de la vienesa, me convidó un trozo de entusiasmo: “1era. (y última) mini-temporada de los clásicos abstractos”… what a heck? Pues una delicia le digo.

Siendo yo veracruzano, la marimba es mi instrumento (xilófono en madera, vibráfono en metal, dijeran los cautos y doctos y alzados). Pero yo a mis recién cumplidos 13 años sólo había escuchado “solamente una vez”, “Veracruz” o “Noche de luna en Xalapa” (allá, en los semáforos o portales del Puerto). Nunca esto. Qué impresión. ¡Y cómo movía los brazos el sujeto!



Aún ahora me es difícil conectar estos cabos sueltos en mi mente. Y sí; mire usted cómo son de abstractos estos tipejos. Dejé de lado a los concretos y me ensimismé con los austriacos (porque, verá, esto se puede decir que lo crearon ellos). Cada vez que escucho los conciertos de los hermanos Fitkin o algo que me atrape de Wim Mertens, sólo puedo ponerme a dibujar líneas sin despegar el lápiz de la hoja; haga el intento, notará que es harto divertido… si fuera autista.

Pienso que esto fue diseñado pensando en los arquitectos: trazos, gomas, borrones, cálculos, estilógrafos, grandes restiradores, puñados de colores, líneas cruzadas, fachadas, ventanas, frisos. Y algo de minimalismo.

Deje que le corran los minutos.
Pruebe las trufas de chocolate amargo con menta.
Ya que se acabe esta indómita belleza, continuamos.
Usted me avisa.


3.

Ese mismo año, luego del cierre formal del festival, la OSX se esmeró en presentar, en sala chica y mejor tratado de la acústica, un par de recitales para cuartetos de cuerdas. Son un manjar de primera mano. Yo los recomiendo siempre con vermouth y cerezas.

Pero lo que aquí me impera es de una dimensión superior. La orquesta a truene completo: La obertura a la Sinfonía “1812” de Tchaikovsky. ¡Qué manera de asustar a un niño! Válgame usted la neófita expresión, pero qué puta loco estaba ese cabrón.



Póngale imagen al recuerdo: un pequeñín pálido y atento, al que le nacía un tic en el ojo izquierdo cada vez que al de los timbales se le ocurría elevarse un metro y caer con todas sus fuerzas sobre su instrumento para simular los cañonazos. ¿Sabía que en Viena, durante su estreno, don Piotr le propuso al de la Guardia Nacional utilizar cañones de verdad? ¡y le dijeron que sí!. Cómo olvidar también al de las campanas, casi colgado de un aparatoso armatoste, reguindándose por doquier para despertar inquietud y 'vivas'. Bueno, pues hasta ése leía partitura; notas a tres octavos para campana mayor de catedral.

Vaya sueño, mejor absténgase de ingerir algo, no sea que al estar escuchando se le atore la almendra garapiñada. Bien. ¿Pasamos a la siguiente estampa?
... ¿pasamos?
Ok. Le espero.


4.

El Bel Canto. No la ópera clásica de Verdi o Bizet sino la coetánea y adaptada al gusto popular. La que hacen los chicos de hoy por puro entretenerse y a la que, en este intelectual ejercicio, doy cabida.

Hace diez años, Roger Waters, en su afán experimental y excéntrico (cual Paul McCartney) por seguir creando obras conceptuales, tuvo su affair con el género vocal. Escribió, junto a Nadine Roda-Gil, la ópera Ça Ira, inspirada en hechos de la Revolución Francesa, y con resultados sorprendentes.

Lo que le comparto aquí responde a criterios de rareza e innovación: látigos en la orquesta. Fuetes que acentúan, con ritmo y metrónomo, los intermezzos instrumentales previos al coro. Una exquisitez, un absurdo jugueteo.



Además, es de especial mención la voz de Ismael Lö, un cantante pop de Mozambique, que cuaja a la perfección con las andanzas del Rey Louis Capet y su bonita idea de llevar la esclavitud a África, antes incluso que los ingleses. Bueno, no es nada contra la Francia, que me encanta en comida, mujeres y amigos. Es la historia universal, la no oficial, la de a de veras.

Atención al latigazo.
Quédese muy quiet@.
Luego tire sus muebles si quiere, ¡que reboten contra las paredes!...
Venga, ya casi es hora de despedirnos.
Pero ande, pruebe sin miedo las galletitas de alcaravea con miel que con tanto esmero le preparé.


5.

Le contaré algo propio de las hadas:

Las petit orchestres u orquestas de cámara son, para muchos, una brisa ligera de esperanza. La música que usualmente interpretan cumple la noble función de transportarnos a un mundo de anhelo: blanquiazul y con cielos despejados.

Nacieron en Alemania, luego de que la hija de un duque enfermara gravemente de pulmonía hasta el grado de no poder moverse de su lecho perfumado. Para calmar sus fiebres y desvaríos, su padre le encargó a un amigo músico que compusiera melodías para ser tocadas con pocos instrumentos. Supongo que, por efectos de espacio, el buen papá le llevaba serenatas a la hija hasta su mismísima alcoba…

Muchos años después, en 1970, nació la Penguin Cafe Orchestra de manos de Simon Jeffes, que revolucionó los auditorios con sus composiciones oníricas. Aquí le dejo la pieza más valiosa de aquel alemán amigo del duque, compuesta expresamente para Annita Köringer y retomada por estos francocanadienses.

Como una brisa ligera.
Acuérdese caminante.
La vida es a colores.

Es un caramelo de fresa.



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Encore.
Para Ursula.

La música es también (la musa es también), equilibrio de fuerzas (técnicas e instintivas) entre el hombre y la naturaleza. Entre lo que oímos y sentimos...


"We are resolved into the supreme air,
We are made one with what we touch and see,
With our heart's blood each crimson sun is fair,
With our young lives each springimpassioned tree
Flames into green, the wildest beasts that range
The moor our kinsmen are, all life is one, and all is change.

(...)

We shall be notes in that great Symphony
Whose cadence circles through the rhythmic spheres,
And all the live World's throbbing heart shall be
One with our heart, the stealthy creeping years
Have lost their terrors now, we shall not die,
The Universe itself shall be our Immortality!."


Fragmentos de:
We Are Made One with What We Touch and See .
Oscar Wilde.



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