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martes, 9 de octubre de 2012

De cambios climáticos



Cuando no hay nada que decir
el clima
se encarga
del resto.

Entonces preparas café con LedZep en plano fondo:

(Play!)


The Rain Song by Led Zeppelin on Grooveshark

Mueles a grano fino,
te pierdes en sus poros.
Fríes semillas de cardamomo.
Agregas canela, clavo,
pizca minúscula de sal.

Evocas Marruecos:
te vistes de azul
con los hombres azules.



Ordenas tu mente,
tus papeles,
tu corazón,
tu cartera.










































Limpias el cenicero mientras lento hierve el agua;
te quedas en casa
y afuera llueve.







Llueve y tú aprovechas para dejar
l i b r e   d e   p o l v o 
el terreno minado de recuerdos
de las azoteas que has conocido en tus años mozos.





No sabes lo que vendrá,
no sabes nada
en realidad;








pero imaginas:
así te calientas las neuronas
y las galletas en el horno
al tiempo que sacas del refri
tus miedos y la mermelada de melón.

Lavas mecánicamente tu taza
y sonríes en memoria
de las tazas muertas.





Un  cálido  bip te indica el camino
a la cafetera y a la flora y fauna exterior.





Alzas tu mirada;
aún no llueve
¡pero has pensado en lluvia!
y eso te colorea las mejillas.

















No tienes nada que decir
y el clima arrecia.






 



  
septiembre/octubre
entre Xico y Querétaro

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Saturnia





My wife, Jorjana and I were outside on the front lawn under a tree. In front of me was Groucho Marx! I looked at him, and, in my best W.C.Fields accent said, "What is your pleasure, sir?" Without batting an eyelash, he jumped up grabbing a branch of the tree scratched himself like a monkey and said to me, "My pleasure is fuck but right now I think I'll get something to eat!"

Roger Kellaway

///

Por aquellas mañanas uno se moría si el sol no levantaba las nubes todos los sábados y domingos. A mí, que nunca me han gustado los amaneceres grises, salvo, por supuesto, cuando ando triste, me daba un poco igual.

Si el fin de semana iba a pintar lluvioso que fuera para bien: en mi habitación, encontraba los focos amarillos muy propios para acomodarme en la cama luego del desayuno y escuchar un disco, casi siempre, de tintes bucólicos, verdes y naranjas.

Y no hallé para tales ocasiones mucho más que Darol Anger y Mike Marshall, Eugene Friesen y Roger Kellaway al lado de su beligerante cuarteto de chelistas ciegos. Con éste último, incluso, pude conducir a buen puerto un manojo de cuentos cortos que más tarde se integrarían en una colección llamada "escritos libres" (que aún yace entintada entre hojas foliadas con un rollipop de color sepia).

Al cuarteto le conocí cuando Eligio, amo y señor de una fantástica librería de viejo en mi patria chica, sacó de una consola de madera, especialmente diseñada para guardar aquellos discos imprestables, el (famoso entre los enterados) Saturnia, dueño de una portada con la tarde a cuestas en algún campo algodonero de Kentucky.

Yo tuve suerte; me lo encomendó como disco raro, rarísimo, lleno de matices y espléndido en atmósferas de rain forest, desplazamiento sonoro de la naturaleza humana a la más ignota campiña americana. Me enamoré casi de inmediato por ser tan fina neblina de noviembre.

Así anduve y desandé los caminos del domingo sin sol y el sábado con lluvia; así se me llenaron los sortilegios de plantas carnívoras, de estrellas sobre la montaña, de inconfundibles alaridos de cotorras. Y fui feliz esos momentos.

En la era del magnesio la felicidad era una tarea de labriegos: no bastaba con contener la respiración al grabar un buen vinilo, o con incrementar el record level. Ni conseguir un cassette de cromo era el premio ni saberlo regrabar, el pilón. La felicidad, como hasta hoy se encumbra, sigue siendo un misterio del pasado, condenada sólo al vago recuerdo del eufórico instante donde te pronuncias, en estado agudo y con cinco letras: feliz.

...

Y es que perdí el cassette, o se lo comieron los tlacuaches del jardín o los extraterrestres lo usaron como experimento para el crecimiento de flores o algún amigo lo escondió de mi vista en su casa, en su biblioteca, en su burdel... qué sé yo de los fetiches que tiene la gente y la no-gente.

El caso es que hoy, luego de una búsqueda incansable de aquel Saturnia y quizá guiado por las mariposas nocturnas que lleva tatuadas en el nombre, lo encontré.

Polvoso y enmarañado; mudo del lado b, y revestido con una excitante caligrafía juvenil garabateada por un rollipop sepia, lo encontré.

Entonces dejo de escribir; lo acaricio ahora mismo, tótem de la lujuria más animal y malsana...

///

Play!



Morning Song by Roger Kellaway Cello Quartet on Grooveshark


domingo, 16 de septiembre de 2012

Madrigalismo 8/n

¡Mors!


ráfaga
caliente
de
refinados
vuelos
bajos

:

así debe ser la muerte 
,

tú eres
mi primer razón 
para creer 
en vida 
después de ella

;

Bob Dylan después


Duquesne Whistle by Bob Dylan on Grooveshark

domingo, 19 de septiembre de 2010

Madrigalismo 7/n

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Amanecer, luego del amor, suena a rutina sosegada, ruin escenario para los hábitos que no hemos logrado transformar en risas de sobremesa. Amanecer, después de amar, es resquebrajo de lo rosa, lo sutil, lo “despacioso”, el trémolo gritar lejano de aves exóticas. Amanecer es aturdirse nuevamente con las emociones consabidas, es los pulmones que tosen y el café que no llega.

Ponerse los ojos claros o los lunares, quitarse el maquillaje de cansancio y empalagarse miel de sonrisa y buenos días. Sacudir del cabello las almohadas y ensancharse en piel de éxito y aventura. Lavarse bien el retraso y cepillar cuidadosamente cada uno de los pendientes. Pasar la lista una y otra y otra y otra vez: “debo mantenerme en forma”, “sacar la basura”, “taparse la boca al bostezar”, “imaginar mi cara al ganar la lotería”, “guiño a las damas”, “fuerte y gentil apretón de manos a cada caballero”, “los atajos, los atajos, el reloj diez minutos adelante”, “cada vuelta, cada esquina, semáforos mafiosos, radares que acechan”, “dónde dejé la cartera”. El pensamiento fútil, la sincronización perfecta entre alimento, tiempo y temperamento.

Por cierto: Ismael sabe de Sísifo, supongo entonces que me entiende cuando maldigo a quien haya inventado la piedra que aquel pobre hombre debió cargar eternamente. Amanecer queda sujeto a pequeños guijarros sometidos (por destino aplastante) a escurrírsenos de las manos. Amanecer, después del amor, es olvidar las llaves al llegar al auto, es cambiarnos nombre y apellidos, es no reconocer ya nunca, empedernidamente turista, ningún rostro, aroma, árbol o enemigo. Amanecer, luego de amar, es, por ende, negociación con uno mismo, replanteamiento de valores, intrigas y personajes.

“¿Quién soy, a dónde voy?” deja de importarme porque puedo, antes de irme al trabajo, besar tu frente y embeberme en el olor que discreta disipas en el aire; en breve iniciarás tus particulares ritos y el pase de lista será diferente. Yo estaré a punto de tomarme el primer café mientras le pido a mis alumnos un poquito de su bendita atención. Entonces bostezas, decidida a levantarte de esa cama que cada mañana te imanta.



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miércoles, 10 de marzo de 2010

Madrigalismo 6/n

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se cae la tarde, empalagosa, vuelta pedazos melón. Se me olvidan las palabras, surgen gestos, cicatrices, balas hechas garzas que alcanzan, mutilando el cielo, a las parvadas lejanas. Animado, el dragón que dormita en el pozo viejo, se entretiene con las arañas negras de mi bosque. Fútil se esparce la marea por donde lleve gusto la luna, y tenues quedan los azules entrecejos del olvido. Buena noche nueva y sin luna, buena luna, canto y ventanas, aire y balcones: sereneras romanzas de andar crepuscular, una estrella, o dos, barroco crepitar de los maderos, pasto que huele a cerca, a pasto al aire libre, o tres, a pasto contra cara, a hierba de humedales, a fogatas y guitarras, recitales, temblores de ojos que aman – dicen – lloran. Arcos que rasgan y pellizcan, nube roja, buen tabaco.



Hace quince años llovió muy fuerte en Xico, y en junio y en serio. Llovió con sol, como me gusta, con ese rayo dócil que calienta ligero al contexto; lo dota, ensimismado, de una sensualidad palpable. Y allí, o entonces, o así, me fui al restirador a calcar dibujos en papel albanene usando estilógrafos polacos que le vendía a mi hermano un contrabajista de la sinfónica xalapeña. Sonaban Anger y Marshall, sonaba Piacenza, lúdica y formal, tan campesina y de pradera, tan de vago en la ciudad. Me puse entonces ajeno al ruido concentrándome así en el zumbido, como digo, como gato erizado, así de ajeno y tranquilo, así de feliz en el mundo, así de Juan Carlos dibujante o de niño engreído.

Llevo arrastrando al dueto de Montreux demasiado, muchas siestas, muchos años; son los serenos viajeros que vuelve fichas de póker la lontananza. Son la respuesta al hastío, toda la sed de mandarinas, los relojes que amenazan. Son la enredadera en el hierro y cada matiz de mi arrojado caminar por las montañas y pueblos. Hoy, el restirador y Montreux ya están colgados, y los ecos del hogar, jamás y casi sepultados. ¡Vaya!, estupendo. No hago caso. Quiero escribir ahora; mientras se cae la tarde, empalagosa



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martes, 9 de marzo de 2010

Madrigalismo 5/n

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Cae de poco y muy caliente: me moja en cada esquina, salpica vertiginosa y amable, se entretiene con mis muslos, la entrepierna, los espacios entre cada dedo de mis pies. A veces parece que respira y toma pausas, se detiene en los brazos y, sin darse cuenta, mete su cuerpo en los poros buscando amigos de lo ajeno. Gusto de ducharme en las mañanas con sol. Gusto de ducharme en las mañanas con sol siempre y cuando esté mi compañera en esa misma jungla rosazul en la que se convierte nuestro cuarto de baño. El termal, cuando embiste liso, parejo, es enormemente disfrutable.

Durante años pensé en la ducha como un acto de solitarios eternos, de aburridos viajeros que se quitan pecados de encima con método de secado lento. Hoy, que vivo enamorado y mastico más de lo necesario, me río de mis pensares desaboridos y pongo cuidado en mis apetitos porque –no sé tú- siento que se están cumpliendo todos.

Hace más de un año, colateralmente y por ayudas a terceros, me topé con Mario y su acicalada voz de roca partida; hoy es santo de regaderas y estropajos. Y habrá, sin carcajearse, que tomarlo en serio; tan serio como un jabón en el suelo, o una toalla que, solícita, te hace cariñitos en el vientre desnudo, o el trinar de pájaros salvajes más allá de las gotas que refrescan las plantas de mis pies, o la aventura del agua helada, o cantos desordenados, placenteros gritos liberados: io con l’immaginazione vado a mano libera! Faltaba más.



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lunes, 8 de marzo de 2010

Madrigalismo 4/n

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Será la luna azul, o toda la nieve, o la lluvia frondosa. Será el pensamiento extraño de haber vivido un momento parecido: un adiós de miradas y mudo convirtiéndose en árbol seco. Será -por derecho- la blancura del invierno o el cinismo redentor de los rayos de sol que se me esconden entre las manos de otras personas calladas que se comen todo el frío. Será que sin aviso se pudren las cosechas en la tierra, serán los malos entendidos y el recelo guardado de cada desencuentro, de cada caminata en parques que se frustra en otros pensamientos menos sabios.

Tantas cosas pueden ser y ninguna se acomoda. Tanto de no sé dónde, ni cómo, ni quién. El arrebato de aquella adolescencia doliente es parecido a la mentira cuando se calienta en tazas de tantas cafeterías donde ocurren, entre las calles mustias, todas las despedidas que no he vivido. Por qué siento entonces que se me cae el mundo rosa a pedazos, en mi cara, en cada tripa que retorcida empuja al llanto o a la risa nerviosa o a esas bonitas canciones que nadie me dedica.

Debe ser entonces el flagelo desangelado que me propino ante el flamenco con carácter: ése que, con una suerte de duende sangriento y dosis bien medidas de agudeza, hacen que se me salga el alma a jirones y ande dando tumbos por adoquines mojados. Tropieza que te tropieza llegaré a mirarme otra vez ante el espejo de los otros y así, quizá en un descuido, me filtre en sus poros, me sirva un cortadito doble y me instale para siempre en la memoria de los fracasos amorosos. Hoy no; hoy jamás; hoy por ella bailo jondo y en su cintura me ensancho.



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sábado, 6 de marzo de 2010

Madrigalismo 3/n

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Sin embargo, y para empezar a establecernos, urge hablar de no-misterios y concentrarse en la planitud del individuo como saco de carne y huesos. Yo me quedo aquí, si quiero defenderme de invasiones, si de verdad prefiero entusiasmarme hasta el hartazgo por encima de los subibaja emocionales, me quedo aquí: con el atropello casi elemental de las notas repartidas en pianos arrumbados en estudios con libros; todo viejo, todo humedad y guarida de humo torpe (como sin aire el humo, como sin esa ventilación que despotrica las neuronas hacia los espacios estrechos).

Esa es, sin mucho afán de divertirme, la galanura de Don Lichis y su Cabra; la que cada noche (al menos en aquellos años de desempleo y dinero fácil) escuchaba tumbado en un colchón sin colcha, en una habitación sin cuadros y en la penumbra absurda de la que me gusta rodearme cuando de poner atención se trata. Calor de adentro, de dientes para afuera.

Entonces mese surge el atropello de palabras y exquisitos fragmentos de pasado me envuelven; por ejemplo, me sacuden, pienso, las bohemias risueñas que apenas ayer, uno de mis padres convocaba en casa ante afanados jipis de la tercera edad y disimulados niños intelectuales que nos divertíamos con el canto, las nueces y las copas rotas. Claro, todos ellos, o casi, se han muerto ya; y así, quedadas las teclas frías, yo sigo cavilando ante la lamparita: quién tendrá mi chubasquero. Cómo será la espalda del ladrón.



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viernes, 5 de marzo de 2010

Madrigalismo 2/n

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Esa noche lluviosa en el auto. Los semáforos dispuestos a ensombrecer mi puntualidad religiosa y apoltronada en la necedad de aparecerme siempre a tiempo a no sé dónde. La tonada espontánea de las guitarras viejas de Memphis que me caló bien hondo (y sin notarlo) en cada hueso frío de mis manos que empezaron a pespuntear las notas torpemente sobre el volante inmóvil. Soledad de guerrero viejo, quizá. Andamios de nube. Y subí el volumen.

Luego repetí, puse atención; había luces fragmentadas en el parabrisas hinchado de gotas. Me sentí feliz e insensato, pobremente dichoso. Es la eterna melancolía que rodea mis instantes de autoternura. Es la forma fácil en la que me complazco por derecho a lo íntimo. Es también, mi nueva vida en pareja y todas las sensaciones que me provoca el paso del tiempo en mis ojos enrojecidos. Es el melodrama diario que me cabe justo en el retrovisor. Los pitidos, insistentes, para que avance, siga la rutina, llegue a donde deba y baje silencioso a establecer sistemáticamente los movimientos que me traerán tarde o temprano a aquí, a este mismo asiento donde se revelan las canciones tristes.

Yo también he estropeado sus días libres. Mi madre tampoco espera a alguien; y yo, Quique escúchame, al igual que tú, necesito entrar en los sueños de alguien.

Sin embargo, y dejándome de estos esotéricos placeres del sufrimiento ajeno, digo aquí: a ella sí se le corre el rimel, y el Central, ese bellísimo cafecito madrileño donde alguna vez declamé con Krahe, nunca ha sido mi sitio de descanso. Hasta aquí por hoy, mañana será distinto y quizá, cursi de dos pesos, quede tiempo para mí.



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miércoles, 3 de marzo de 2010

Madrigalismo 1/n

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Es absurdo (y qué no es) transitar sin entusiasmos, necedades, hallazgos, temores. Para qué obstinarse en ser de fierro impecable si hay canela, caramelo y leche en cada sentido olvidado. Que desde hoy (entonces) el lector se acostumbre a llamarme advenedizo a vísceras mentales y opíparas contradicciones. Qué sé yo de nada, en quién me convierto y hacia dónde empujo es, por ahora, cuestión de contratos y no de lirismo.

Lo que aquí licuaré, con permiso del tiempo y adecuando lo que venga a lo que quepa, serán puras virtudes desmejoradas, manchas colectivas que el pasado empeore inevitablemente; o bien, también, dagas profundas clavándose siniestras (tiernas, robustas, complejas, a destajo, por la espalda, inquietamente libres) en el cuore y en el alma, o en las encías; piel arañada por puentes, versos y estribillos. Canciones. Vidas alternas. Árboles que maduran. Rompecabezas lingüísticos. Canciones. Compañeras calladas. Ríos de miel y esoterismo. Cartas abiertas. Impermeables. Canciones. Catárticas romanzas. Diatribas ensombrecidas. Faenas. Noches. Alimento. Canciones. Arquetipos de lo abstracto. Rostros. Manos. Canciones. Vestido. Tiniebla. Desvelo. Ironía. Nube baja. Algoritmo. Canción. Huellas. Más de mil maneras de alejarse. Gozo inmediato. Nebulosas. Hormigas. Canciones.

Se trata, pues, de entablar sin pretensiones, un diálogo abierto con milagreras / milagrosas creaciones que han dotado brutal, noble, directamente a mi existencia de ambrosías curativas. A ellas y por ellas, vamos a andar.



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