martes, 21 de enero de 2014

Cenotafio


Infusión 
20 / 30

A papá, cuyas cenizas en el mar 
son parte fundamental de mis bosques

A mamá, quien me ha enseñado de ciclos,
de palabras, de mundos posibles




Supusieron entregar la vida al campo. Flor y mineral, luego del manto polvoso y citadino, supusieron entregar la tarde a la cosecha, su viento asiluetado a los árboles con fronda, el reino de las horas justas a la vereda matorral prodigiosa y salvaje.

Hicieron de sus manos barro y del barro hicieron más manos que ayudaran a la siembra y a la siega. Domeñaron las pasiones y aturdieron a los búhos con sus artes amatorias bajo el hilo fino de las sedas.

No callaron jamás la risa ni estorbaron la raíz del regocijo (los montes son de la risa porque en la risa encuentra el eco su atrevido interés en devolvernos carcajada y son, lontananza viajera por encinos y cipreses). No blasfemaron de nadie porque con nadie nunca más se toparon; salvo el eco... y por ecos jugaron a esconderse, imaginaron bulla silvestre, hicieron crecer la floresta.

Dos inacabados ratones de urbe y estanquillo son hoy cientos de cigarras, nubes de grillos, áureo palpitar del sol a cuestas y la luna encima. Dos abstemios vigilantes del comer y del beber, del ser-estar y del saber vivir, núcleos partidos de concreto, ya se alimentan sobre las diez (y el zorro grita) de indómitas moras que revientan, de luces amarillas en el cielo, de turbio pastizal, de hondonadas en praderas, de oros sobre el trigo, de nieve en la montaña, ¡fuentes de rocío, miles de piares!, caldo vegetal, borrasca.




Dawn es una foto de Nizmah Mychan

. 20 .

jueves, 16 de enero de 2014

Fresas con crema


Infusión
19 / 30



Quiero esa pipa.
— Oscar Wilde sobre Marcos

Yo también.
— Miguel de Cervantes sobre la cita de Oscar Wilde

Fragmento de Ñciclopedia


Yo producía saborizantes para malvaviscos (Patenté más de mil seiscientas ocho combinaciones cromáticas y a cada una nombré bajo ínfulas de la excentricidad: ¿negrito sandía? Nada de Cri-Crí. No. Mío. El negrito sandía - 52 de negro / 40 de carmesí sandía / 7 de verde alga / 1 de blanco México - fue, en su momento, el color que me trajo más problemas legales. Gané, por supuesto; siempre gano.  Pues eso; producía saborizantes para malvaviscos) y me iba muy bien con mi "Fresas con crema", hoy vendido en 36 países. (Gané el Inventor's Choice de Londres en el '87 cuando descubrí "casi" por error que si deshidrataba la malanga cortada en minúsculos cuadritos y usaba celofán reforzado para empaquetarla al vacío podía resistir temperaturas de entre - 42 y + 51 grados Celsius. La probaron en Bosnia, en los bunkers, sometida a todo tipo de maltrato. Al sacarla de su bolsa pasados cuatro años y calentarla a fuego lento en una sartén sin duraflex o anti-adherentes: Voilà, carbohidratos listos para mantener viva a una familia de seis por más de un mes.) Tanto ocupé mi mente en perfeccionar el sabor que hoy todo me sabe a "fresas con crema". ¿huevos con tocino? Sí, y fresas con crema. ¿Catsup? siempre; y fresas... un dejo de crema. ¿Sirloin al ajo paseado por sal del Himalaya? Sirloin a las fresas con crema. En México siempre les han gustado las fresas de Irapuato con crema. (En el '94 nos presentó la tele a un tal Marcos con pipa y sólo de los ojos descubierto ¿no?, letrado, galán, irreverente y ojiclaro. Yo hice esa pipa. Llevado por el ocio en el taller y con "Fresas con crema" empujando duro en el mercado de Europa del Este, salí a ver la luna y me le declaré a Rosario esa misma noche: Cásate conmigo. Bueno, me dijo. Y aquí seguimos. ¿Lindo, no? / Salí a ver la luna desde la terraza del taller, cielo despejado, ventisca ¡pum! una rama del cedro del vecino cayó a cuatro metros de mi - torpe del vecino: esos árboles se podan en primavera... uno no se espera a que muera la gente para ello - ¡pum! Y siempre quise fumar pipa y nunca supe cómo, pero aprendí a hacerlas con mi abuelo que vendía las mejores y a los mejores precios. Hice una y al fin aprendí a usarla; luego en el Inventor's Choice Paris de 1996 - que no gané por rateros y franceses - conocí por casualidad a la novia de Marcos con su parafernalia de medios y entrevistas y compras en Champs Élysées: ¿Mexicano? Sí. Tomemos un café. Sí, bueno, vamos. Se la tuve que regalar. ¡Par favar! La miró como miran las chicas cuando quieren comerse a besos a alguien mayor, y se la tuve que regalar. No lo sabe Chayo. Es celosa esa Rosario.) Si un día revelara la mezcla que vuelve a "Fresas con crema" tan perfecta, mucha gente se torcería de risa. Pan comido. "Casi" por error.




¡19!

miércoles, 15 de enero de 2014

¡Más de quinientos caballos de fuerza!


Infusión 
18 / 30



Arrastró la niebla un dejo de calor insoportable en la memoria. Una imagen. Su imagen.Todas las olas ignotas se estrellaron en su sien, cada palabra enmarcada en caramelo y nueces. El blanco matutino sobre el mar delgado. // Entonces la frescura de los pinares eternos donde sus ojos vaciaron la hosquedad del cielo pardo, ¡y luego las miles de risas de los niños pájaro!, el dedal de porcelana y el punce del alfiler sobre el ocre de la tarde. /// Su imagen. La sombra pequeñita y encorvada y su cabello a cuestas, castañar en rulos, sus perfectas manos lentas, guantes negros de chaquira y aquella revuelta laboral en fotos. //// - (Ya empezaron las cigarras a agitar sus alas) - bebe del Pernod y vuela su imagen a otras lluvias de junio, a otros aspersores en otros jardines con otros camisones que se mojan y se agitan y al cuerpo ya pegados se esconden dos rubores bajo tibios senos jóvenes. /////  - "Las personas felices no tienen historia", recuerda las lecturas de Simone y sus miedos a acabar envuelta en fuego por abrirse dos botones de la blusa durante una misa en que Raquel a su lado ojeaba discreta y palpitante. ////// - ¡... con más de quinientos caballos de fuerza! - resuena en la radio la voz excitada del corte deportivo de las seis.




El difusor para enredaderas es de Javier Galarza

XVIII

martes, 14 de enero de 2014

Lección vital para Efraín


Infusión 
17 / 30



¡No me digas cómo asar las carnes! / Una de las más valiosas misiones que ha engendrado Efraín muy dentro de sus tripas es discutirlo todo / Nunca me ha gustado tu forma de vestir, le increpa a su madre / Odia las mesas circulares y prefiere sentarse de frente a las paredes en las cuadradas. Así le pega el aire de lleno en la espalda, dice, y se mantiene fresco / Sentir chiflones es de maricas / Asegura Efraín no ser católico y sin embargo se persigna cuando pasa por templos. Cuando quiere creer, cree. Si lo suyo es comprar un arma, lo hace.

(Una noche húmeda y calurosa de agosto disparó al aire luego de sentirse traicionado durante una partida de ajedrez. No lo volvieron a invitar los del Club Remedios. 10 años en el club haciendo jaquemate fueron tirados por la borda existencial gracias a un ataque de orgullo / ¡Así no fue!, se excusa, ¡no chingues que así no fue! / Y cómo entonces, si aún se miran en el techo del bar los dos hoyos de bala, Efraín. Mientras hablábamos, Ema se limitaba a servirnos los rones como cada martes desde que se  casaron, hace cinco años en una fiesta espléndida.

Su padre hizo lo mismo: mató un caballo, Sufridor de nombre, luego de perder por dos cabezas en las carreras que aventaban sobre la recta que lleva a Trinidad. Lo perdió todo: su casa, su esposa, diez mil pesos que en aquel entonces eran como cien mil de hoy, y un Custom 1949 de Ford - hoy de mi propiedad - que le había arrebatado a otro hombre, también enfermo de los excesos / ¡Pa’ cabrones y chingones los de aquí; pa’ pendejos y mamones los Ortiz! / Sí, sí; se sabía de aquella burla que había sido la boda de su padre con Emelia Ortiz. De ahí la mala leche hacia su madre: nunca me ha gustado tu forma de vestir, le increpa.)

Lección vital para Efraín: las pistolas, cualquiera sea su tipo, deben ser disparadas / ¡Y tú quién chingados te crees diciendo por ahí que esa vieja tiene buen culo! / Debes discutirlo todo, ¿verdad Efraín?: el culo de Ivonne, el clima, el beisbol, la comida, el nuevo Papa, el gobierno al que diste tu voto; discutirle sus grasas al bolero, sus lechugas al tendero, la ropa con manchas, cada mesa mal puesta, cada jarra con agua sin azúcar, las hojas en el techo de tu casa, la falta de apetito de Ema cuando te le vienes encima.

Debes discutirlo todo, Efraín: tu colchón de los ahorros, mis mañanas con tu esposa, su forma alegre de jadear y divertirse, su entrepierna vigorosa, la leche que emana de su cueva, mis besos en su cuello, mis dientes en sus senos, sus piernas en mis hombros, las cosas que me pide, las luces que le otorgo.




Maizal es una foto de (el) peatón

- 17 -

lunes, 13 de enero de 2014

Tangentes / tercera y última


Infusión 16 / 30



Bajo un amplio jardín, centellas de sol juguetearon con las hojas secas ante la mirada benevolente de Luisa. Calaba esa resolana entre su cuello delgado y esas manos de nácar que han amasado pan por lustros.

Las palabras que Ramón le envió sin remitente a una gran comuna con huertos establecida cuatro o cinco pueblos al norte llegaron dos meses después del último viento que llenó de polvo y frío el salón donde el sastre loco leía cada tarde El Postín con minuciosa despaciosidad. Arreciaba diciembre.

Le decían el sastre loco no sólo por sastre sino por indómito en pensar y errático en actuar. A Ramón Fernández no le volvió a pasar nada importante luego del aparente suicidio de su hijo mayor.

Luisa acudió al llamado casi 17 años después de verse por última vez, antes de huir entre la maleza del bosque contiguo a la casona. Sus pasos recorrieron lentos, a pequeños tropezones, la estancia de llegada. 17 años, Ramón.

Palparon sus dedos largos la puerta, arrastró sus yemas sobre la madera vieja, empujó discreta. Debía ser domingo. Un domingo ya sin Pablo dando saltos por la casa y con Ramón dormitando en la cocina.

Luisa entró con ese vestido verde que se le ve tan radiante y se miró a sí misma en una fotografía bailarina sobre la mesa de las llaves. Allí estaban los cuatro en día de campo; sus tres leones, como solía llamarlos.

Sucumbió a comerse un dulce de mentol y café. ¡Qué envoltura perfecta!, pensó, qué maravilla. / Su lengua enjuta de placer. Luisa salivando, reconociendo esos olores, haciendo crujir la duela antigua. Luisa de pie frente a un Ramón que se talla los ojos rojos por el llanto y el licor, bosteza y la mira fijo y perdido, como un niño en una gran tienda de juguetes. /

Desprotegidos y nítidos. A solas. Ligero el viento sobre el gran abedul guardián que sembraron en medio del jardín para dicha de los niños que acalorados del futbol solían beber limonada cobijados por su sombra. 

Torcidos en silencio; uno boquiabierto y seco, otra en labios frondosa oliendo a miel y centeno.

- ¡Vi-niis-teee!
- Cómo está Pablo.





(fin de la infusión 16)

Raquel es una pintura de Bonnard

°16.3°

domingo, 12 de enero de 2014

Tangentes / segunda


Infusión
16 / 30



Todo lo que circunda el fin de la vida me llena de escalofrío la espalda; ni siquiera estoy seguro de querer seguir hablando de eso. Desde niño, la obscuridad, la muerte y los fantasmas, me persiguen en las varias salas que he pisado. Y lo sabes muy bien.

Pero ahora, desde hace unos meses siento, como relámpago lejano, que me están mirando a la nuca, que me entierran cuchillos sin que pueda darme cuenta y que tras cada dentellada fiera me hacen menos vivo, menos de carne y hueso.

Hace poco leía que se ha descubierto, al fin, la manera más eficaz de comunicarnos con los muertos. Rayos X y transferencia de la energía, dicen. Yo pienso que el viento que se filtra por los ventanales del salón principal nos advierte que no debemos hacerlo. Para qué, si están ya fríos y nos siguen desde lejos.

Pero no sé, Luisa; una diminuta parte de mi, la más valiente, exige esta clase de reencuentros. Si Luis siguiera creciendo, teniendo muchas novias, muchos amigos, muchos sueños, no te hubieras alejado. Seguro seríamos los padres que deseábamos ser pocos días antes de casarnos. Lo estábamos logrando y preferiste otro sitio a estar con Pablo y conmigo. Nunca voy a olvidar el 9 de abril y nunca perdonaré tu silencio. 

Ayer tal vez sí eras tú la del vestido, y no te has ido y me vigilas recelosa. Pensándolo mejor, el vestido era negro y no rojo, y te pintaste el cabello y te quitaste el fleco. Dejaste de usar el rojo desde lo de Luis. El señor de la estación, ese peinado con gomina pegado a mi mente, te distrajo para que no vieras las fotos, pero las viste. Viste una. Vi tu cara. Sé que viste a Luis como no debíamos haberlo visto nunca.

Así han pasado dieciséis años y cinco imágenes tuyas. Tú en el río, tú en la panadería, tú cantando tus italianas, tú como fantasma, tú viendo esa foto de Luis. 16 años recordando tu rostro amable, hipnótico y silencioso.

...

Te gustará saber que, además de las ronchas, Pablo está bien y va a cumplir la misma edad que tenía Luis cuando lo hallaron junto al árbol. Quiere medicina, como el abuelo, pero tiene sus manías con la sangre, como yo.

...

Si algo es cierto, después de todo, es la distancia, Luisa. Cada orilla de nosotros, cada tangente forzándonos a vernos, cada lucidez en mis mañanas y cada despertar en la cama que se quedó vacía desde entonces, redunda siempre en Luis.

Por eso es necesario vernos.

Ven a la casa, Luisa. Toca la puerta.



(Fin de la segunda parte de la infusión 16)

Isa es un lienzo de Giorgio de Chirico

°16.2°

jueves, 9 de enero de 2014

Tangentes


Infusión 16 / 30




Creí por un instante haberte visto escaleras abajo usando ese vestido rojo del que tanto gustas cuando llega el invierno. Al voltear, y cerciorarme de tu ausencia, brillaba el río bajo esa luna blanquiazul de las noches heladas. 

¿Cuántas veces paseaste el corredor lateral del río sin decirle adiós a los turistas en los botes? Miles, al menos. Era el camino diario hacia el trabajo con Elisa, ¿no? Tantos años allí y sin poder pellizcar ni un pan de las ocho, que era el mejor por mucho: crocante por fuera, caliente y blando por dentro, con dejos de alcaravea y estragón. 

Allí tuvimos que habernos conocido, coincido con Manuel, no hay más. Aunque no sé por qué te empeñas en pensar que fue en la tratoría esa de Leslie, ¿cómo era? ¿La Reina Vaga? No sé. Quizá sí. Y Leslie se volvió a casar ¿sabías?, se encontró con un niño gordo de la infancia que le robaba la manzana partida que le enviaba su madre en el descanso de media mañana y se casó. Creo que el gordo se hizo flaco, y fuerte rollizo, con pecas y cara de malo, como siempre te han gustado; como le gustan a todas las de este pueblo. Es curioso que me acuerde tanto de Leslie y su manzana partida.

¿Sigues comiendo tan tarde?

¿Sigues comiendo tan tarde, Luisa?

Fui a la ciudad porque a Pablo le salieron ronchas en la lengua. ¡Ronchas! Como si fueran puntitos blancos llenos de agua. Lo enviaron con una nutrióloga que le prohibió las nueces. Todo el tiempo come nueces, como un pollo de los de Andrés. Entenderás el drama en casa.

Anoche te vi en la tele. En un video que tenía guardado: cantas precioso y tiendes al sol un mantel recién lavado; fue aquella tarde del beisbol en que tío Memo rompió el cristal de la mesa por los malditos Bravos que perdieron como siempre. Sí te acuerdas ¿no? Cantas una de Ornella que te enseñó mi madre.

...

Ella ya murió, Luisa. Hace doce años se metió a su cama de toda la vida, con la memoria guardada en papá, y cerró los ojos para siempre, como dicen que debemos morirnos todos.

A mí, en lo particular, el hecho de morirse debe ser al lado de alguien. Solo, pero acompañado. Pues porque así nacemos. Lo llevo pensando varios días mientras conduzco a la tienda, y me da mucho miedo.




(Fin de la primera parte de la infusón 16)

Kiki es un óleo de Kisling

°16.1°

miércoles, 8 de enero de 2014

Añil


Para mi amiga Friné, bebedora de brebajes

   Infusión 
15 / 30


Déjame, golondrina, contarte un cuento / 

                                                                Se llamaba Añil y era hechicera de las buenas cuando niña. Añil combatía al mar bravo que quería comerse a su pueblo. Al menos eso le dejaron dicho sus padres a través de abue Matí antes de partir en la barcaza que lleva a las montañas del Cielo donde reina Yiro, dios de Lo Otro. 

Y Añil venció a los siete mares unidos en su contra, 
no te engañes; 
no nos dejemos llevar por otros cuentos. 

En este cuento gana Añil, quien además, para fortuna de todos y ganarse la vida, dedicaba largas horas a tejer hojitas para los árboles de té que crecían colina arribalejos del peligro del océano engullidor. 

No te contaré, golondrina, cómo calmó la infanta buenabruja las ansias tragahombres de esas aguas azules y profundas. Sólo, acalambrada mía, te diré que una tarde al perder sus lentes de concha vieja y cristal de sales, Añil, niña negrita, comenzó a mirar el mundo en acuarelas. 

¡Y le gustó mucho!
porque al no poder definir la silueta perfecta de su entorno, podía hacer que las cosas fueran como ella lo quisiera: una raqueta de tenis convertida en árbol frondoso de manzanas, manzanas vueltas aceitunas rojas, olivas que aparentaban ser jade; piedras preciosas hechas sonrisas; risas fugaces parecidas a un cometa, un cometa que pretende ser lanza, una lanza hecha hombre flaco, un delgaducho semejante a un fantasma y un fantasma tan malo y despiadado que era monstruo come mares...


¡Já! 
Nunca lo imaginaste, pajarillo.

Añil también aprendió a cantar 
y se trajo a las sirenas a vivir al puerto

: (dos puntos)

play!


15 
°

árboles en el estanque es un tapiz de Patricia Revah

martes, 7 de enero de 2014

Generalas


Infusión (de olvido)
14 / 30




Da igual, generalas.
Ya estamos listos para repetirnos.
No hay escape aquí.

Hubo la forma pero preferimos, ustedes cinco y yo, 
que no la hubiera. 
Y pudo la conclusión ser más aguda.
Da igual, les digo.

Ensombrecernos más ya no. Ni siquiera ver el sol nacer mientras la luna se oculta, ni dormir acurrucados y afuera la tormenta, adentro las harpas y más adentro, las treguas, los besos, el incienso regado mientras se quema, sus lunares, más de mil si hacemos un solo cuerpo y yo me incluyo. Un cuerpo de seis aristas juguetonas, como orillas de los mares, resaca a cuestas.

Pero no. 

En vez preferimos (porque en algún instante debemos preferir): 
     
     la sal a la sustancia, 
          el hielo a la venganza, 
               la ropa a nuestra mínima desnudez.

Así da igual; o no.

O no da igual si el fruto de los llantos es vertido en jardines donde crece el olvido. El olvido odia las lágrimas. Ese olvido de nosotros es lastimado severamente por las agonías que hemos bebido. Y con cada cual me hice una infusión de olvido contra cada cual. Lo sabe bien cada cual porque así cada cual lo ha pedido, y yo, peinado y bien portado, así también lo he permitido.

Si olvidamos estamos listos para repetirnos; palabras más o menos díctalo así el refrán. Repetirnos para olvidar que alguna vez nos quisimos. Recomenzar sin guerra o por la guerra empezar. Da igual; o no.

Sin guerra nos sabemos falsos, los seis, ustedes cinco y yo. Con todas las letras y sin espasmos. Con guerra (y con "quizá", pues al mundo uno viene a especular), con dientes afilados y armas caseras, riéndonos cuando encima se nos venga la gracia, y por la gracia del dios en quien tienen a bien las cinco, casualidad o ritualismo (uno más), no creer, podamos, "quizá", recomenzar. 

O al menos 
recompensar el tiempo 
que nos dimos al momento de olvidar.

Olvidar que nos olvidamos, como el bolero aquel. 

Así empezar y perpetuarnos como un sigiloso, suave, calmo, 
   "brisa de adviento", "noche con estrellas", "gatos en la luna", 
   "nieve en el tejado", "fogatas", 

calmo, suave, sigiloso, "shhh", 
   "viento del norte", "fresca montaña", "verde pradera", 
   "Billie Holiday", "malvaviscos", "catarinas", "shhh", 
   "duerme mi niña", 

suave, sigiloso y calmo sueño... 

(sueño)... (sueño)... (sueño)... (sueño)... (sueño)...




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